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Nuestro primer beso

"Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, (...). Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua". Julio Cortázar, Rayuela, capítulo 7, pág. 47.


La petición de Milo era clara y concreta, exhalando un anhelo en todas direcciones, solamente necesitaba de eso, de nada más, que no se fuera, ¡que no lo dejara!, y no se asustara por experimentar, al dejar fluir ese torrente de emociones, que emanaban ambos como un río desbocado, salvaje, pero lleno de vida, con una fuerza que esculpe hasta la más dura de las rocas. Afuera ya no llovía más, la luz de la luna plateada los vigilaba en silencio, espectacular y hermosa en su punto más alto del cielo, unos destellos luminosos se reflejaron en las pupilas de ambos, revelando deseos ocultos del alma.

A partir de ese momento su existencia les marcaba un punto del cual no había retorno real, y Camus se dio cuenta de que podría fingir fácilmente que eso no le afectaba, que no lo sentía, sin embargo, su autoengaño no llegaba a ese punto, no le era posible, y con el cuerpo temblando como lo haría una delicada flor al viento, las fuerzas de sus brazos le abandonaron, ¿a dónde se irían?, sinceramente no lo sabía, y no se detendría a averiguarlo, no en ese momento.

La música tenía algunos minutos de no escucharse más, en ese estado, la única melodía era la cadencia de sus manos y el suave sonido de el aire escapando de sus cálidos labios, acompañada del tenue roce de las caricias que el griego le daba a los antebrazos de su anfitrión, solicitando un permiso con la mirada, esperando por una señal que le permitiera avanzar aunque fuera sólo por un momento.

Frente a frente, sin ninguna barrera de por medio, ese calor que juntos proporcionaban a la sábana por estar recostados en ella, los envolvía en un oasis paradisíaco, con un fuego interno que les quemaba cada célula, Milo tocó suavemente el cabello de Camus, desde la raíz hasta las puntas, ocasionando que el aludido escondiera de nuevo sus orbes amatistas bajo sus párpados, todavía con la protección extra del fino cristal de sus gafas, no había nada más que aceptar, al menos no en ese instante, no existía mejor manera de entregarse en una crónica romántica que no se ve todos los días. Con la sabiduría de la sensualidad, el peliazul retiró con su mano que antes se hundía en las hebras aquamarinas, esos lentes que representaban una última barrera simbólica, por lo que el francés sintió que su última protección había caído, derrotada por un encanto extraordinario.

Más allá de todas las fronteras y nacionalidades, se encontraban ahí, a punto de dar un salto a la suerte, apostando por primera vez por la palabra "nosotros", congelado en su sitio, pero más vivo que nunca, el galo esperó, con el instinto a flor de piel, observándose nuevamente, otorgando ese primer toque inmaterial, Milo pasó sutilmente sus dedos de calidez de la quijada de Camus, a sus labios, delineando con calma todas las hermosas curvaturas de esa zona tan íntima, como si con eso pudiera reemplazar a su explosivo y apasionado deseo de hacer lo mismo, pero con sus propios labios, su aterciopelada y varonil voz fue otro tipo de caricia.

-Yo no soy un experto en literatura como tú, pero recuerdo algo, mi padre me contó, que hubo una vez un poeta, que decía que el primer beso no es como todos piensan... que el alma seduce mucho antes que la carne.

-Gustavo Adolfo Bécquer.... "El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada".

-¿Puedes saberlo todo?, entonces imagina lo que siento por ti, porque Bécquer tenía razón, yo nunca he tenido la dicha de probarte... pero yo siento que ya te he besado, desde antes, mucho tiempo atrás, cuando te vi por casualidad, o destino, y ahora estás aquí... temo que en cualquier momento me voy a despertar, como muchas otras noches.

-Milo, yo... no estoy seguro...

-Te prometo que mañana no voy a mencionar nada...

Los susurros fueron reemplazados por el aliento contenido y emociones brotando como chorros de agua cristalina, ebria de sinceridad, el agarre de Milo, que antes era tierno, se convirtió en menos de una fracción de segundo, en una demanda apasionada que se sujetó con decisión a la cálida mejilla de Camus, la distancia desapareció entre un frenesí de expectativa, y por fin... sucedió, los labios de ambos se encontraron tímidos, sintiendo un escalofrío delicioso recorriéndoles hasta la espalda baja, primero fue un beso, luego dos, y después tres, provocando que al cuarto, las facetas de desconocidos se fueran directo al inframundo, con el corazón amenazando por escaparse de sus cuerpos, retuvieron los latidos entre los suspiros que escondían detrás de ese entregado encuentro, las suaves mordidas, los intensos roces, y los nacientes sonidos de excitación harían envidiar a cualquier par de amantes en la ciudad.

Con la respiración acelerada, y las mejillas de un intenso color escarlata, luchaban por no separarse, hasta que el oxígeno fue estrictamente necesario, y se quedaron un instante con la frente recargada en la del otro, disfrutando de por fin conocer el sabor de la boca más anhelada, tocando sus propios labios, y los de su acompañante, para comprobar que no estaban sumergidos en una hermosa fantasía, el raciocinio no era una actividad mental permitida, la capacidad de juicio de ambos ya estaba muy abandonada, y eso estaba bien...

Ninguno quería arruinar el momento, ni separarse del todo, por lo que volviendo a la timidez de antes, entrelazaron sus manos en un pacto sin escritos, con hilos de puros sentimientos, inhalando el mismo aire, viviendo su romance al mismo tiempo, dejando pasar las horas, hasta que la conciencia se volvió somnolencia, quedándose así sin importar nada más, hasta muy entrada la madrugada, durmieron más juntos que nunca, como siempre lo quisieron desde que se vieron por primera vez en aquel museo de Atenas siendo niños, las mantas no fueron necesarias, por el calor que se daban mutuamente, cerca, tan cerca como nunca se atrevieron a expresar, con esa luna llena, como recuerdo de su primer beso.

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El crujir de las brasas en la chimenea era un alivio para el frío que sentía no solamente en la piel, si no en el corazón, la luz rojiza con matices anaranjados simulaban un diminuto sol que le daba esperanza solamente a él, el resto de la habitación se antojaba vacío y a oscuras a pesar de las sombras que bailaban armónicamente en la pared, ahí, recostado en ese sillón, Shaka pensó nuevamente en la contienda que ya había perdido, suspirando, por el recuerdo de su amor que ya le era muy lejano, hasta que los pasos seguros y el andar masculino de Aioria se hizo presente en la sala, venía de la cocina, el verde de sus ojos se combinaba con los fulgores ámbar del fuego, dándole una nueva apariencia, como de una noble criatura de un entorno natural y salvaje... un león quizá.

En sus manos traía dos tazas de color negro con un contenido desconocido, pero que reveló su identidad al instante que ese vapor tocó sus sentidos... café..., la verdad es que el chico de cabello dorado jamás lo tomaba, no era su estilo, pero se percataba, que esa era una señal de la vida de avanzar a una nueva etapa, y de probar cosas que nunca antes se había planteado, recibió el recipiente con ambas manos, permitiendo disfrutar de la tibieza en sus palmas, como un último recurso para mantenerse entero, dio el primer sorbo, comprobando que la delicadeza del té, no se compara con la evidente descarga de energía y textura de sabor que da esa oscura bebida, se atrevería incluso a comparar a Mu con el primero, y a Aioria con el segundo, y de repente su mente se bloqueó.

Desde el primer momento que vio a su vecino castaño, experimentó una sensación rara, como si fuera mucha coincidencia que alguien como él se mudara tan cerca de su espacio, desestabilizando su "Zen", tan alegre, tan honesto, tan cálido, y tan transparente, no guardaba ningún secreto, y le tenía envidia al observar que era capaz de expresar sin pudor lo que sentía, o eso creía, ya que el chico de mirada color jade, trataba lo mejor posible de esconder su turbación, al estar al lado de la única persona que había logrado hacer vibrar su ser, en una segunda ilusión, por lo que el recuerdo de su ex novia pelirroja quedó más que enterrado, lejos de su memoria.

-¿Te gusta el café?, no teníamos otra cosa, lo siento.

-Está bien Aioria... aunque debo aceptar que no acostumbro tomarlo.

-¿Ah no?, debo demandarte, el café es la bebida de los dioses.

-Eres muy agradable...

-Gracias...

Aioria miró avergonzado hacia otra parte, recibir cualquier tipo de elogio por parte de Shaka lo descolocaba, y estar atento a su perfecto perfil bebiendo de la cerámica tampoco le ayudaba, tomaba el café con una calma ceremoniosa, como si besara el borde, y ahí fue su perdición, al grabar en su mente el delicado movimiento de esos labios, tratando con cuidado de no dejar ni una gota caliente fuera de su boca, e inevitablemente revivió como si fuera real, ese beso que juraba había soñado, ¿a qué sabrían?, ¿cómo sería? Su ritmo cardíaco le dio la primera advertencia de que estaba aventurándose en un terreno peligroso, por lo que intentó calmarse, charlando sobre cualquier otra cosa, pero no fue necesario, ya que Shaka fue el que sacó el tema de conversación.

-Como ya te diste cuenta, estoy hecho un caos porque esta tarde, terminé definitivamente con algo que era muy importante para mi.

-No tienes que contarme si no quieres...

-Al contrario, te lo debo... de alguna manera tengo que pagar tu hospitalidad.

-La amabilidad no se paga, no te preocupes, y te entiendo, cuando terminas con tu primer amor, sientes que nadie más podrá llenar ese vacío, y después ves que no es así, no somos recipientes que nos arrebatan el interior cuando esa persona se va, estamos completos, y luego llega alguien a compartir eso que tú tienes, no te quita, de hecho te da, y más de lo que esperabas.

Shaka no pudo hablar más, su mirada azul se hundió en las profundidades del verde de Aioria, ese chico, parecía saber mucho más que él en muchos aspectos, y eso que se jactaba de ser muy cercano al plano divino y espiritual, reflexionó, que hay detalles de la vida que no pueden simplemente meditarse, y que a veces es bueno dejarse ir, ninguno de los dos se detuvo a pensar en esa noche en aquello que aparentemente los separaba, y que tenía el nombre de una persona, y el recuerdo de otra: Yuzuriha y Mu, no... en esa velada eran solamente ellos dos.

El café se terminó, y a pesar de la cafeína, la temperatura del lugar y la pesadez del cuerpo del joven mayor en ese peculiar dúo, terminó por pasarle la factura, y cayó en un profundo sueño, donde su cansada alma buscaba descansar, ni siquiera se fijó sobre quién o qué se dormía, ya que de haber estado consciente, no se habría acomodado tan cerca de Aioria, que no se atrevía a moverse por miedo a perturbarlo, a lo que él, lo único que podía hacer, era dudar en su muy lastimado duelo de prejuicios contra sus verdaderos deseos.

Quizá le hacía falta una visita con la Psicóloga de Milo, tenía que contarle a alguien lo que estaba sintiendo por ese hombre, que poco a poco se le derrumbaban sus creencias sobre sus preferencias sexuales, y que sin importar el género, se estaba enamorando sin remedio de esa expresión tranquila, y de esa voz que lo acariciaba profundo, más allá de la piel.

-Me estoy volviendo loco...

Eso era más una declaratoria, que una ironía, por lo que cediendo a sus deseos, preso de un impulso apasionado, Aioria removió un mechón de cabello dorado de la mejilla de Shaka, acercando su rostro poco a poco, protegido por el estado del mayor, y sin temor a ser descubierto, posó sus labios en los de él, en un tierno beso que no duró más de unos segundos, aceptando en su interior, que había elegido al miembro equivocado de esa familia, no era ella, era él, solamente él.

-Ahora tengo un grave problema que afrontar...

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El movimiento de la tierra arrastró a las penumbras a otros confines, trayendo consigo el nuevo día, Milo quiso moverse pero una calidez tierna y un peso ajeno al suyo se lo impidió, abrió los ojos poco a poco desconociendo el lugar en el que se encontraba, pero extrañamente, le gustó mucho más de lo que se hubiera imaginado, ese peculiar aroma a esencia marina y fresca que era el perfume de Camus lo noqueó de alegría, se fijó en cómo estaba abrazado a su torso, con sus blancas manos relajadas en su pecho, y su cabello despeinado cubriéndole parte de la frente, se había acercado más de lo que había soñado, y si un día antes se había planteado dejar ir esas ganas que tenía de conquistarlo, ahora estaba más decidido que nunca, se levantó como pudo, sin querer estar lejos de ese bello francés, quizá era el gran frenesí de emociones, o que de verdad no necesitaba dormir más, a pesar de ser las siete de la mañana, vio que sus cosas estaban en una silla en la esquina de la habitación, su ropa ya estaba perfectamente seca, seguro por causa de una increíble centrífuga, por lo que se cambió la pijama ahí mismo.

¡Cómo le hubiera gustado que Camus despertara para que viera con sus propios ojos ese adorable sonrojo!, pero no... ese galo tenía el sueño tan pesado que no daba señales de querer separarse de esa cama nunca, se rió consigo mismo, si fuera su pareja no lo dejaría dormir jamás, su confianza estaba de vuelta después de esa ardiente sesión de besos de la noche anterior, no tenía un camino trazado en concreto, lo único que sabía era que le agradecía más que nunca a Aioria el dejarlo fuera del departamento.

Recordó que hablaron sobre un poeta, y no se le ocurrió una mejor idea que mandarle un mensaje de texto a su papá para que le recordara algún otro verso, claro que lo pudo buscar él mismo en internet, pero era una excusa perfecta para comunicarse con su progenitor y no le reclamara por no darle razones de su vida universitaria, Kardia respondió al instante, tenían la fortuna de no estar tan desfasados en zona horaria, por lo que no le supuso una incomodidad la solicitud de su hijo, Milo sonrió con las líneas que había escrito su padre, por lo que tomó prestados una hoja de papel y un bolígrafo del escritorio de Camus, y le escribió unas líneas en una nota que dejó en medio de su computadora.

Aun metido en sus meditaciones, escuchó el timbre de la entrada, que indicaba que alguien estaba buscando a uno de sus inquilinos, consideró prudente despertar a Camus, para que atendiera, debía ser algo importante para presentarse a tan temprana hora, lo intentó una vez, sacudiendo suavemente su hombro, a lo que el aquamarina expresó molestia y un "voy a matarte", apenas audible, Milo se alejó con una gota de sudor escurriéndole por su frente, se acababa de enterar y muy levemente que Camus tenía un despertar de los mil demonios, y después de verlo en tan entregada situación hacía unas horas, no le apetecía ser víctima de algún homicidio sin haber amado antes, por lo que decidió abrir él mismo, después de todo, ¿qué podía salir mal?

El timbre sonaba con más insistencia, cosa que ya lo estaba malhumorando, por lo que abrió la puerta de golpe, revelando a un muy preocupado joven de cabello rojizo en su uniforme de la cafetería que él tan bien conocía, en ese instante sus miradas chocaron confundidas, ninguno de los dos podía explicarse qué demonios hacía el otro en ese lugar, hasta que el que estaba afuera, decidió investigar por su cuenta adentrándose en la sala, el por qué Milo estaba en el departamento de Camus.

-Milo..., no pensé encontrarte aquí...

-Hola...

-Surt, nunca te dije mi nombre.

-Con que tú eres Surt...

Las palabras le salieron forzadas de su garganta, su tono era entre ácido y amenazador, a esas alturas, el sexto, o séptimo sentido de ambos les estaba gritando a los cuatro vientos que ahí estaba ocurriendo algo muy extraño, y la intuición les estaba dando señales muy grandes de alerta, de que debían tantear el terreno antes de decidirse a atacar.

-¿Ya habías escuchado cómo me llamo?

-En la cafetería, una de tus compañeras te nombró así.

Milo mintió descaradamente, y como era una afirmación tan genérica, Surt no sospechó que en realidad ese peliazul conoció su identidad de la forma más infame, queriendo sacarlo del camino para quedarse con la persona que más quería en este planeta, sin embargo, la hostilidad antes inexistente entre ambos era muy palpable en el presente inmediato, la cordialidad y la camaradería de la cafetería ya habían quedado muy atrás y en el olvido.

-¿Qué haces en el departamento de Camus?, ¿o tal vez viniste con Shaka?

La pregunta de Surt fue su último intento por aclarar un malentendido, esperaba con desesperación que ese chico tan apuesto, atrayente y que representaba una máxima amenaza para él, estuviera con el compañero de su novio, la verdad es que Milo le caía bastante bien, y aun esperaba que sus celos fueran infundados, giró su rostro en su dirección, esperando la respuesta, y se encontró con una mirada de autosuficiencia por parte del griego, que le hizo temer lo peor.

-Con ninguno, y con los dos en realidad, yo vivo en el departamento vecino, anoche me quedé sin llaves y mi compañero pasó la noche fuera, por lo que no tenía donde dormir, así que muy amablemente me ofrecieron quedarme a dormir en su sala.

-Ah... vaya que el mundo es redondo, y uno se puede encontrar con las casualidades más sorprendentes.

La voz de Surt trató de sonar cordial, pero no le salió, en su lugar estaba un hombre muy celoso de verdad, ya que él ni por casualidad había pasado más de una hora en ese departamento, recordaba todas las veces que le suplicó a Camus para poder pasar una noche a solas, y los rechazos formales que el francés le daba sin dejar lugar a una réplica, y lo que más le exasperaba es que ese chico, que era prácticamente un desconocido, se quedara ahí sin más, no era estúpido, las chicas de la Universidad que iban a tomar capuccinos a su trabajo, no dejaban de hablar de ciertos tipos nuevos que eran una sensación, sabía de antemano que uno era Milo y otro su amigo, y pasó de los celos a sentir miedo, sabía que Shaka tenía pareja hasta ese entonces, y creyó que el objetivo de ese casanova no era otro más que su Cam.

Cuán acertada puede ser la intuición, pero Milo, tan inteligente y decidido como era, no se quiso dejar vencer por esa simple amenaza, no después de sentir la dicha de su primer beso con la persona que había ocupado sus pensamientos durante casi toda su vida, y si quería seguir cerca de Camus, sabía que tenía que ganar batallas de forma más honorable, no a escondidas ni con culpa, por lo que por el momento, concluyó en que no quería causarle una dificultad a ese bello galo, ya tendría tiempo de convencerlo de que él era una mejor opción.

-Es verdad, te dejo, yo ya me tengo que ir a arreglar unas cosas en la Universidad, me sentía culpable de no despedirme de mi anfitrión, así que tú lo harás por mi, dile a Camus, que muchas gracias, y que cuando necesite algo, nos busque y que para eso somos vecinos.

Camus, Camus, Camus, el nombre de su novio dicho con tanta familiaridad en los labios de Milo, le ardió como una herida expuesta a sal, ese tono de voz tan arrogante no lo había notado antes, y de más está decir que el joven Scarlet lo utilizó a propósito, entre los dos las cosas ya estaban trazadas, y con la sonrisa de lado, y una expresión en su rostro de burla, el peliazul salió del departamento a la Universidad, era cierto que tenía que arreglar asuntos aunque no tuviera clases, tenía que elegir una actividad extracurricular, tenía planeado entrar al club de fútbol americano junto con Aioria, pero ahora que veía las circunstancias que se cernían sobre él, cambió de parecer, y estaba más que dispuesto a inscribirse a la Orquesta, sus grandes dotes musicales, y las clases obligadas de su madre para que aprendiera a tocar el piano, por fin le iban a servir.

Surt se quedó viendo a la puerta por la que Milo se fue un momento atrás, apretó los nudilllos hasta que sus puños se quedaron blancos por falta de circulación de la sangre, su corazón estaba hecho un lío, así que pensó que lo mejor sería ver a Camus y darle un beso de buenos días para sacar esas dudas, y tragar ese momento amargo, cerró la entrada y fue a la habitación del aquamarina, muy pocas veces había estado ahí, pero recorrió con la vista el lugar, para su fortuna, no notó nada fuera de lugar, y la hermosa imagen del chico durmiendo entre las sábanas le trajo la paz que necesitaba. Lo besó con cariño, a lo que el que soñaba reaccionó todavía adormilado y agresivo.

-¿Por qué me despiertas?, ya me besaste anoche, ¿qué más quieres?, ¿que me convierta en un demente?

-¿De qué hablas Camus?, te besé en la tarde cuando te dejé, debes seguir dormido mi Cam, sólo pasé a traerte el desayuno y darte los buenos días, mi gruñón favorito.

-¡¿Surt?!, ¿cómo rayos entraste?, ¿qué haces en mi habitación?, no tienes llave.

-Me abrió tu vecinito que se quedó a dormir en la sala...

La mente de Camus trabajó lo más rápido que pudo, ni toda su cultura, ni intelecto, lo tenían preparado para despertar de esa manera, estaba seguro que el beso era de Milo, o así se esforzaba su corazón en creerlo, y ahí fue cuando cayó de nueva cuenta en la realidad, ese sensual y hambriento encuentro fue de todo su deseo, al mirar a Surt se sintió culpable y miserable, por alegrarse tanto por lo que había pasado con su vecino, le sonrió débilmente, tratando que en ese vano intento le traspasara algo de seguridad para apaciguar ese tono celoso de su novio, y sin entender del todo, recapacitó en que ellos se habían encontrado cuando él todavía dormía.

Con asombro, se percató por la plática que más tarde tuvo con Surt, antes de despedirse de él, que Milo no le contó nada de lo que vivieron esa noche, era obvio que con esa información le pudo causar un gran problema, si no es que hasta hacer que terminara su relación, sin embargo... no lo hizo, y se preguntaba el por qué.

Regresó a su habitación para preparar sus cosas para darse una ducha, y terminar unas tareas antes de decidirse a hacerle una visita extraordinaria a la señorita Saori Kido, e ir a las inscripciones y primer ensayo de la Orquesta, pero cuando abrió su laptop para poner algo de música desde ahí, se dio cuenta de que un papel que no recordaba haber dejado la noche anterior voló del escritorio hasta el piso de su alcoba, lo levantó con la mano temblorosa, tratando de reconocer una impecable caligrafía en letra cursiva.


"Por una mirada, un mundo;

por una sonrisa, un cielo;

Por un beso... ¡Yo no sé

qué te diera por un beso!"


Estaba muy seguro de quién le había dedicado esa rima de Bécquer, no hacía falta que esa persona firmara la nota, era obvio que Milo le había hecho una clara referencia de su noche anterior, y sin poder evitarlo, el corazón le dio un vuelco de la emoción, y con temor aceptó para si mismo, que su vecino, le encantaba más de lo que debería.

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El avión de Kardia tenía un nuevo destino en centroamérica, su empresa textil se estaba expandiendo más de lo que habría esperado cuando emprendió su sueño de juventud, arrastrando a su hijo, y su ahora ex esposa en un mundo de negocios que ninguno de los dos pudo comprender nunca, saboreó las notas frutales de su vino blanco en sus labios, perdiéndose en sus pensamientos, le alegró mucho saber que Milo le pedía por ese mensaje, que le recordara a su poeta favorito, pero sin poder evitarlo, también le vino a la mente la imagen de él...

Su cortaba gris platinado le empezó a estorbar, y desabrochó los primeros dos botones de su elegante camisa, mientras llamaba a su azafata para que le trajera otra copa de la embriagante bebida, así era cuando sus recuerdos le jugaban una mala pasada, cargada de nostalgia, sabiéndose solo, pudo pronunciar en voz alta lo que hace años se llevaba preguntando:

-¿Dónde estás Dégel?














Continuará...








Comentarios: Hi!, nuevo capítulo arriba, gracias a quien sigue esta humilde historia, los amo, es para ustedes, espero que sea de su agrado, aclaro que lo subo sin antes darle una reeleída, por si ven algún error me perdonen jejeje, más tarde corregiré el capítulo, que siempre salen detalles, y ¡cuéntenme sus impresiones!, dejen sus lindos votos su les gusta, y que estén genial.


Nos leemos pronto, Yare.

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