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Las páginas de tu libro

Nota: la canción de Aerosmith que puse en la portada del capítulo, es una que escuchan Milo y Camus dentro del mismo, por si tienen oportunidad de darle clic y escucharla mientras leen, es una de mis favoritas, y me sirvió muchísimo de inspiración, sin más que decir, disfruten mucho su lectura.


El cosquilleo de la piel mojada, rozando con la superficie fría de la ropa no era lo que le provocaba descomunales escalofríos, tampoco se fijaba demasiado en el repentino cambio de sus funciones corporales, donde sus pulmones se desquiciaban por mandar el suficiente oxígeno a su frenético corazón, sus labios se entreabrían exhalando con dificultad su aliento desesperado, sus piernas se movieron sin que fuera consciente de que su cerebro se los ordenara, y aunque lo más apropiado sería decir que sus extremidades estaban siendo víctimas de acciones mecanizadas, la verdad es que casi podría jurar que volaba, se deslizaba por ese pasillo en cada sencillo parpadeo que daba, ni todas las veces que ya lo había recorrido, ni haber estado tan cerca de él, abrazado con determinación a su cintura en una ocasión, particularmente en una noche mucho más ardiente que esa, lo prepararon para adentrarse en una intimidad tan fraternal y a simple vista inocente, en la cual él no tenía el control sobre nada.

Sus pupilas azules lo observaban con detenimiento, notando por primera vez el particular color de los ojos de su bello acompañante, las podría comparar con alguna gema preciosa digna de alguna corona, además de la atrayente trayectoria de la curva de su quijada hasta lo más bajo de su cuello, Milo comenzó a temblar sin remedio, y para nada era culpa del tormentoso cielo, que a estas alturas pintaba las alturas con unas pinceladas de la naturaleza en atrayentes tonos de morado, azul, y negro, afuera, a lo lejos como tambores rítmicos y poderosos, los truenos gemían como si trataran de esconder en complicidad con él, los rápidos latidos que amenazaban con escaparse de su pecho.

Camus le miró con preocupación, sin imaginarse el torbellino sensorial que se estaba desencadenando en el interior de su atrayente vecino, atribuyó su apariencia de ansiedad con el malestar previo a algún fuerte resfriado, culpa de la tormenta neoyorkina, así, en esa falsa seguridad, se permitió a sí mismo cuestionarse sobre lo que acababa de hacer, sin reflexionar como prudentemente lo habría hecho en una situación normal, le abrió sin más a Milo la posibilidad de adentrarse en su espacio privado, metafóricamente hablando, sus ideas vagaban en que indudablemente hablarían sobre alguna cosa, o por lo menos el aroma de su cabello se quedaría impregnado en su almohada, tocándolo de forma etérea.

El francés buscó nervioso la llave del apartamento dentro de uno de los bolsillos de su abrigo negro, sin encajar a la primera en la cerradura, se estaba comportando como un tonto, pero se justificaba bajo la premisa de que estar cerca de Milo, era demasiado en todo sentido, exceso de hormonas, de expectativa, de anhelo y de suerte...

Cuando consiguió abrir esa condenada puerta, que los separaba del interior, ambos supieron que ese momento no sólo se trataba de ingresar a una simple morada, era la apertura, completa y total a conocerse de verdad, sin ningún tipo de distracción o persona, el reloj de pared blanco con manecillas doradas que estaba cerca de la cocina, les dio una rítmica bienvenida, con su acompasado recorrido por esos números, marcando la temprana hora de las 8:00 pm, la noche apenas comenzaba; Sin saber qué decir, o qué hacer, dispuesto a darle las gracias nuevamente,  Milo tocó con suavidad el hombro de Camus, que en seguida dio un respingo casi inadvertido, había comprobado muy a su pesar, que tener contacto físico con Milo era altamente peligroso, y se temía aún más el confesar que corría el riesgo de ser adictivo, sacudió su cabeza, tratando de enlazar alguna idea coherente, sobre su extraño comportamiento, buscaba en su léxico, alguna oración que diera la apariencia de ser medianamente coherente.

-Disculpa Milo, trataba de recordar un pendiente de la casa que Shaka me encargó.

Le salió una sonrisa forzada, rayando en la timidez que era visible en un tenue sonrojo, el griego, por otro lado, trató de enmendar el hecho, agitando un poco su mano, en un gesto que quería decir que no tenía importancia, fingiendo que no había notado la turbación del chico de cabello aquamarina, que estaba en igual o mayor nivel que la suya.

-No te preocupes, se nota que eres muy organizado, o bueno, que lo son, su departamento está tan impecable, que casi temo que algún día entres al mío, no está sucio, obvio, ¿pero qué es esto?, tienen flores, velas con aroma, desde aquí veo una funda para la licuadora, ¡ropa para la licuadora!, son demasiado detallistas, Aioria y yo con trabajo tenemos algún adorno que da indicio de que ahí no viven un par de "simios".

El peliazul entró en confianza demasiado pronto, sin que Camus le diera formalmente el permiso para entrar ahí, señalaba con sus manos cada objeto que había nombrado en su comentario anterior, acercaba las velas a su rostro para captar mejor el aroma a canela de las mismas, usó sus dedos para simular las comillas en la palabra "simios", y soltó una masculina risa al recordarse a él, y a su castaño compañero, y aunque al galo se le antojaba sin problemas observarlo así, con su perfecta sonrisa el resto del tiempo que les quedaba juntos, un rayo de raciocinio le cruzó de repente, tenía que ser un buen anfitrión para evitar que Milo se resfriara, recuperó su compostura en un esfuerzo sobrehumano, y carraspeando un poco para llamar la atención del griego, cerró la puerta tras de sí, ahora si, no había vuelta atrás, dejó la bolsa de pan en la blanca mesa del comedor, y con una delicada y amable sonrisa, se acercó lo suficiente a él.

-Sé que debería enseñarte el lugar, pero lo más educado de mi parte ahora sería ofrecerte un baño caliente, ¿no crees?

-Camus... pensé que no eras así...

-¡Idiota!, no te estoy ofreciendo que te bañes conmigo.

El color rojo en las mejillas de Camus ya no se iría con facilidad, le sorprendía bastante esa habilidad de Milo, para hacer parecer que cada cosa que decía tenía un doble sentido, se regañó mentalmente por llamarlo idiota, pero se lo merecía, de todos modos, la risa de su vecino ya llenaba por completo la sala, aparentemente disfrutaba como nunca el hacerlo enfadar, el chico de cabellera más rebelde pasó una mano por su frente, sintiéndose acalorado, y lamentablemente para él, ya no se debía al francés, asintió con suavidad, para devolver a cambio una mirada más seria y afable.

-Yo sé que tienes una relación, sólo... no lo menciones esta noche, me gustaría conocerte, es todo, y disculpa que me divierta con mis comentarios fuera de lugar, trataré de no hacerlos tan seguido, porque sin ti estaría en medio de la calle tratando de conseguir inútilmente un taxi, en serio, te lo agradezco mucho, me vendría bien un poco de agua caliente.

-Ya..., ven, te mostraré el baño, y te daré algo seco para que te cambies.

-Trato hecho general.

Milo puso una mano sobre su frente de manera solemne, al puro estilo militar, gesto acompañado de una de sus irresistibles sonrisas de lado, que provocó en Camus una mueca de fastidio combinado con diversión mal disimulada, a estas alturas, los dos eran capaces de notar el choque de sus personalidades, por un lado el joven Scarlet era muy efusivo y coqueto, mientras que el de apellido Boissieu era más serio y formal, y si les preguntaran con qué elemento de la naturaleza se compararían, dirían sin chistar que eran como el fuego y el agua, el invitado siguió en silencio al galo hasta su destino, guardando en su memoria cada detalle de esa pulcra decoración, además se sorprendió por la manera tan propia de hablar de él, sin un mínimo error en la gramática, como si tuviera todo en perfecto e inmaculado orden.

-Bien, aquí está el baño,  la regadera tiene bien calibrada la temperatura, la llave roja es la caliente, la azul la fría, mi shampoo es el de la botella amarilla, las toallas blancas de aquel estante están limpias, yo buscaré alguna pijama en mi armario, y aunque yo soy más delgado que tú, creo que no tendrás problemas con la talla, ¿olvido algo?

-Yo creo que eres de esas personas que jamás a dejado de hacer la tarea, o que llora si saca un 9 de promedio.

-¿Me estás diciendo nerd?

-¿No lo eres?

-¡Qué te importa!, báñate y ya, mejor escucha, y escucha bien, ¿olvido algo?

-Ey qué carácter, pareces un cubo de hielo, y no, no olvidas nada, te lo agradezco.

-Borra esa tonta sonrisita de tu cara, claro que olvido algo, ¿de qué quieres tu té?

-¿Tienes de manzana y canela?, adoro esa fruta, y tus dichosas velitas me trajeron al gusto esos sabores.

-Si..., si hay.

-¡Gracias Camus!, no me voy a tardar, y si gustas mirar un poco cuando vengas a dejarme la ropa por mi no hay problema eh.

Sin embargo Camus no respondió a esa última broma que más bien era insinuación, ¡qué manía tenía Milo para hacerle esa clase de inapropiados comentarios!, por supuesto que no iba a mirar nada, ¿cierto?, y para proteger su salud mental, apretó los labios y de un empujón metió al peliazul en esa pequeña habitación, seguido de un portazo, escuchando un reclamo por parte del griego que ya no pudo entender gracias al sonido del agua de la regadera, tenía que alejarse de ahí enseguida, antes de que comenzara a imaginarse cosas que no eran muy acordes a sus lineamientos sobre la fidelidad, no importaba qué tanto se lo suplicara la libido que cualquier chico de su edad tendría.

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Las palabras dichas le retumbaban en destellos rojos y apagados, que dejaban libre su caudal de dolor con las lágrimas que seguían confundiéndose con las gotas de lluvia que se quedaron intactas en la piel helada de su rostro, los profundos mares que tenía como ojos se veían igual de tormentosos que ese triste y melancólico clima, trató de enfocar con la mortecina luz de las lámparas callejeras la identidad de esa noble persona que le estaba ofreciendo un refugio tanto emocional como espiritual, y a pesar de toda esa carga emocional que llevaba a cuestas, se permitió por un corto instante, sorprenderse y dar un aplauso a lo irónica que podía ser la casualidad, miró con aprehensión al suelo, que tintineaba con los pequeños golpes de esos minúsculos granizos que impactaban en la superficie, no entendía...

En ocasiones, cuando se está destrozado por dentro, cuesta pensar que aún queda algo valioso que sirva como un faro en medio de la oscuridad, cuesta beber de esa fuente de virtudes que ayudan a salir del abismo como lo haría un ave fénix, y más difícil de asimilar es que otra persona sepa ver esas cualidades, ¿cómo lo haría?, ¿si la persona que decía amarlo sin medida, había decido cortar todo lazo sin más?, con cierta duda, Shaka decidió levantar la cara para darle un mudo agradecimiento que Aioria entendió, sin importar que de los labios del otro no saliera el mínimo indicio de voz. En el modo más cálido y solidario posible, el ojiverde se sentó en silencio en el espacio libre de esa banca, con una distancia prudencial que le permitiera seguir cubriendo al rubio, que le pareció la persona más miserable de toda la ciudad en esos momentos, y de alguna manera, se reconoció a sí mismo, tal y como era uno o dos años atrás, por lo que experimentó una empatía y ternura infinitas, cosas que desde hacía mucho tiempo no sentía.

Pensó que un momento antes, su día ya no podía tener más sorpresas que el hecho de que Aioros le hubiera "soltado" su automóvil por el fin de semana para comprobar que en efecto ya era un joven responsable, y cuál fue la forma de darse cuenta de que jamás debía dar las cosas por sentado, puesto que aun le quedaba algo mucho más grande con lo qué lidiar, por lo que sin dudar, estacionó su coche en la primera oportunidad, y se fue a seguir a su vecino, que acababa de ver cruzando descuidadamente la avenida.

De vuelta a su peculiar presente, quiso hablar, decir algunas palabras de aliento, asegurar que las cosas estarían bien, a pesar de ser ignorante de los problemas que aquejaban a ese hombre, pero no pudo, creyó que a veces, la mejor compañía es el silencio, hasta que contrario a sus conjeturas, oyó de viva voz, una pregunta que Shaka le dirigía en un tono de voz sumamente decaído.

-Debo dar pena, ¿cierto?

-Un poco, si, y yo me veo igual, acompañándote sin ser invitado.

-No tienes que irte.

-No pensaba hacerlo, no me lo tomes a mal, pero... ¿te das cuenta de que la gente normal le huye a estas tormentas?, te vas a enfermar sin remedio.

-Si, las personas comunes salen corriendo ante la primera señal de incomodidad, y aunque me veas aquí empapándome como un lunático, de alguna manera yo también estoy huyendo de algo que no me es fácil aceptar, digamos que los nubarrones no los siento allá, si no aquí.

La mano de Shaka señaló el cielo, y a posterior su cabeza y el lado izquierdo del pecho, Aioria no pudo evitar notar que la palma del ojiazul estaba tan blanca como la camisa que vestía, que a estas alturas ya estaba tan pegada a su cuerpo que le era posible observar cada trabajado músculo por debajo de la tela, sin embargo, no fue deseo lo que lo inundó, si no una gran preocupación, y entendimiento de por dónde iba el problema, ambos suspiraron en sincronía, el castaño quiso componer un poco la situación, al ofrecer su desinteresada ayuda, quizá aplacaría un poco el dolor que Shaka experimentaba.

-Ya sé que no nos conocemos, y sólo nos hemos saludado por el pasillo, pero no me perdonaría si te dejo aquí como estás, ¿vas para el edificio?, mi coche está estacionado cerca, ¿quieres que te lleve?

-No hace falta Aioria...

-Si hace falta... puedo ser muy terco cuando me lo propongo.

-¿Por qué haces esto?

Y ahí fue cuando las cosas ya no encajaron, la pregunta de Shaka descolocó por completo al joven de aspecto varonil, pero que en su interior albergaba el alma del más noble león, cierto, ¿por qué lo hacía?, y no encontró más respuesta que una premisa muy sencilla: porque le importaba, así que sin más, no vio ningún problema en decirlo abiertamente.

-En muy interesante que me preguntes eso justo ahora, sin embargo, tal vez no entiendas mi respuesta, es fácil, y es porque me interesa, es todo.

-Es cierto, las buenas acciones no tienen por qué cuestionarse, disculpa, a veces las personas estamos tan acostumbradas al egoísmo, que somos incapaces de notar las buenas intenciones.

-¡Claro!, además somos vecinos.

-Y eres novio de Yuzuriha, yo también ayudaría al pariente de mi pareja...

Aioria no fue capaz de refutar eso último, como un pinchazo que destruye un frágil globo, el aire escapó por su boca en un suspiro, y con cierta culpa, aceptó sólo para sus adentros, que esa era la última de sus motivaciones, no lo hacía por Yuzuriha, era por Shaka, simplemente por Shaka, intentó recomponerse de esa decepción secreta.

-Si..., aunque lo importante aquí no es que sigamos charlando como si no hubiera un mañana, tengo que sacarte de aquí, porque en apariencia tú nunca lo vas a hacer, si no estás vivo, ¿a quién le voy a pedir azúcar cuando se me acabe?

-¿Qué?

-Somos vecinos, necesitaré favores, ya después me devuelves este.

-No quiero ir al edificio.

-¿Entonces?

-Déjame en algún hotel, necesito estar lejos de recuerdos, al menos por esta noche.

La mente de Aioria voló hasta los confines más remotos de la galaxia, eso si que no se lo hubiera imaginado, el sufrimiento de Shaka era palpable, que casi podía sentirlo cortar el ambiente de una cuchillada, entonces ideó un plan mejor, sin ningún indicio de maldad, aprovechando su naciente amistad.

-Si quieres podemos ir a la casa que compartía con mi hermano y mis padres, se supone que tenía que ir hasta mañana a revisarla, pero puedo adelantarme un día sin problemas.

-¿Ellos no se van a molestar porque lleves a un extraño?

-No lo harán... ellos ya murieron hace dos años...

-Por Buda... lo siento, soy un imprudente....

Shaka se sintió más mal que nunca, y por primera vez en toda esa "catástrofe" que se suponía era su vida amorosa, puso las cosas en perspectiva, estaba tan ahogado en sus lágrimas, que no fue capaz de repasar a todas las buenas personas que tenía a su lado, y en cambio él, ese alegre muchacho de ojos verdes estaba ahí, entero y de pie, sonriéndole del modo más lindo que nadie, aún sin las personas que debía suponer, fueron imprescindibles en su vida, por lo que su confianza en Aioria brotó como el hermoso fruto de una semilla al sol.

-No te preocupes, entonces, ¿vamos?

-Claro, gracias...

Después de eso, ya dentro del formidable coche de color azul marino, Aioria recibió la llamada de Milo, la forma en que se llevaba con él, hizo que Shaka sonriera, esta vez no con ironía, si no sinceramente, era raro mirar más allá de lo que fue su primer todo en la vida, y entendía con esperanza, que había muchas cosas bellas, más allá que lo que se siente en una ruptura.

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Era increíble lo maravilloso que puede ser una acción cotidiana en el instante correcto, después de un baño caliente, que lo relajó por completo, Milo se vio envuelto en el delicioso aroma de la ropa limpia de Camus, se sonrojó al pensar que era como si lo estuviera cubriendo con su esencia, gracias a los negocios de Kardia, siempre vistió la ropa más exclusiva de diseñador, pero podía decir sin miedo a equivocarse, que ese sencillo conjunto de pijama hecha de algodón, era lo mejor que se había puesto nunca, tan suave, tan cálido, así debía ser estar con él...

Con un atisbo de diversión, notó de igual forma que su ropa ya no estaba, ¿qué habrá pensado su hermoso francés al tocar su ropa interior?, seguro que se escandalizó, pero más se sorprendió al notar que el libro que Saori le prestó esa tarde, estaba abierto en las páginas donde estaban los cuestionamientos que le hizo la Psicóloga más temprano, aquellos que hacían referencia a si el amor es producto de la suerte, o de trabajo y conocimiento, transformándolo en un verdadero arte, por lo que dedujo, que su adorable vecino estuvo más de un rato junto con él en el baño, ¡y no siquiera lo notó!, maldecía como nunca lo distraído que podía ser.

Aprobando su imagen en el espejo, respiró profundamente, y salió a la sala para buscar a Camus con la mirada, lo encontró sentado en la mesa del comedor con su computadora encendida, y con lentes de lectura, parecía que estaba trabajando, sus sentidos se vieron bloqueados no sólo por la perfecta escena de ese lindo chico en su porte fino e intelectual, si no por el riquísimo aroma que desprendía el vapor del té caliente, un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando cruzaron miradas, y la sincera sonrisa de Camus le dio la bienvenida, le señaló la silla contigua para que se sentara, y de inmediato partió a la cocina por un par de tazas de porcelana inglesa, y la tetera caliente.

Colocó la taza enfrente de Milo, y le sirvió hasta el borde, además de colocar frente a él, azúcar morena, miel, crema, leche y el pan que tanto le había prometido, al griego se le hizo un nudo en el estómago, no de hambre, si no de emoción, hacía tanto que nadie era tan educado con él, era casi como sentir el calor de un hogar, le miró expectante, esperando que fuera el aquamarina el que rompiera ese cómodo silencio.

-¿Disfrutaste del baño?

-Bastante, ¿tú qué haces?

-Antes debo pedirte una disculpa, no pude evitar husmear en tu libro, lo tomé, ya sabes... cuando recogí tu ropa para lavarla... y me inspiró para escribir algo.

-¿Eres escritor?

-Intento ser uno, por eso estudio literatura en la universidad, ¿en qué facultad estás tú?

-Pensé que el chismoso de Afrodita ya había dado santo y seña de mi a todo el mundo...

-Dita es buena persona, y sólo comunica "ciertos chismes", como tu fama de ser tan particularmente atractivo, no tu carrera.

-Le debo dar gracias por el crédito, pero no me importa ser atractivo, o sea si sé que soy irresistible, sin embargo, me gustan las personas como tú que ven más allá, estudio ingeniería mecánica.

-¡Vaya!, a cada momento compruebo que no podríamos ser más distintos.

Las risas después de esa pequeña charla se prolongaron más de lo debido, hasta que Camus le exigió a Milo que comiera, y él obedeció por el simple placer de dejarse dominar aunque sea un poco, de más está decir que todo le supo a gloria, ese simple pan, con ese sencillo té, llegó en el momento preciso, además de observar de tanto en tanto el perfil del galo que tecleaba con habilidad, ¡tan inteligente!, ¡tan sensual!, tenía que tener cuidado para no babear, ¡se derretía por él a cada instante!

Sin embargo, no era el único en esa situación, Camus trataba de concentrarse, entre pequeños sorbos del tibio líquido, para no quedarse una eternidad llenando su memoria con la sonrisa de Milo, le sonrojaba al máximo que estuviera usando su ropa, lo encontraba como un acto de mucha intimidad, ya que ni siquiera Surt lo había hecho, y mucho menos pasó alguna noche con él, ya que por iniciativa propia le ponía esa barrera alegando cosas del espacio personal y demás, qué fácil le resultó tragarse sus palabras con ese chico de ojos azules, que lo miraba con interés y curiosidad, hasta que se atrevió a preguntarle más sobre lo que hacía.

-¿Le has mostrado al mundo lo que escribes?

-Claro, pero sólo a mi padre, todavía me falta mucho camino por recorrer.

-¿Y yo podré ser alguno de los primeros  afortunados?

Dudó un momento, que a Milo le pareció una guerra de mil días, Camus de improviso giró la pantalla de su compudarora, mirando en otra dirección, ajustando sus lentes en el puente de su nariz con su dedo índice, miró de reojo a su inesperado huésped, y en un susurro le dijo "adelante", por alguien tenía que empezar su trayectoria, y qué mejor que alguien que podía ser totalmente imparcial, el griego sonrió ampliamente, le agradaba esa enorme muestra de confianza, y esperaba, que además de ser su amor platónico, el francés le permitiera estar cerca, ser su amigo, así que inclinándose un poco hacia él, leyó detenidamente.


"A menudo, cuando las personas se imaginan cómo será el futuro, tratan de encontrar señales de que el destino les acomodará las sensaciones y el pensamiento, en sintonía con sus más profundos sueños, tratando de compaginarlos con la realidad, reteniendo con ahínco y un cariño excepcional, los fugaces momentos de su experiencia en las vivas páginas de su libro, de su personalidad, de su esencia, de su ser, que los componen.

Ciertamente, hay momentos como fotografías espirituales que marcan, y crean una cadena de preciosos momentos que anclan a la nostálgica felicidad, son tatuajes invisibles de luz, los pasajes más brillantes de un maravilloso escrito, que se atesora porque jamás se volverá a repetir, el escenario puede ser magnífico, o simple, sin importar la opulencia, el tesoro y valor de los mismos reside en lo que nos hace sentir, y que al volver a leer en nuestra memoria, nos abraza tal y como lo haría el aire a nuestro alrededor, intangible, pero que te permite respirar, ¿son pocas esas hojas de papel de efímera dicha?, si, lo son... lo que las vuelve invaluables.

Nunca sabemos cuándo ocurrirán, lo que queda como último recurso es entregarse por completo al instante, tomar con las manos temblorosas esas delicadas y suaves caricias regalos involuntarios de Cronos el Dios del Tiempo, con el postulado firme, de que el afilado recorrido de una flecha hasta la diana, no vuelve hacia atrás."


La expresión en el rostro de Milo debió ser digna de inmortalizarse, porque Camus empezó a tener miedo de que no le gustara, tragó grueso, sintiendo la saliva pesada resbalar con dificultad por su garganta, trató de sacar alguna información, con la voz llena de duda, y los latidos del corazón hasta el tope.

-¿Tan malo es?

-¿Bromeas?, es excelente, es genial, ¡tú eres genial!

-¿En serio?

-¿Por qué te mentiría?, cuando publiques tu primer libro, prométeme que me lo vas a autografiar.

-Prometido.

Y con un apretón de manos, que resultó ser demasiado formal para sus rostros, de alivio en Camus y de admiración en Milo, cerraron su trato. El tiempo pasó más rápido de lo que esperaban, y contrario a lo que se imaginaban, el ambiente tenso y con una frenética carga de adrenalina que supuso una noche llena de tensión, en realidad se convirtió en una especie de pijamada no planeada, con confidencias, momentos de alegría y de descubrimientos, donde develaron que esos encuentros en diversos países no eran nada, comparado a las aventuras que podrían tener entre los dos con el sólo hecho de mantener una charla.

El reloj de pared ya marcaban las 11:00 pm, y ambos tenían en el torrente sanguíneo tanta energía como si en lugar de té, hubieran consumido café muy cargado, pero como ya se estaba convirtiendo en una costumbre o tradición, Camus rompió el momento anunciando que lavaría los platos y limpiaría la cocina para que ambos pudieran irse a dormir, Milo apostando a sus grandes deseos de seguir compartiendo el espacio con el francés, se ofreció ayudarle, la tarja del fregador era pequeña, por lo que tuvieron que estar muy juntos para acomodar todo lo que necesitaron.

Por instantes, Milo regresaba a su muy dichosa faena de observar atentamente a Camus, sonriendo ampliamente ante cada temblor y sonrojo por parte del francés, ya adoraba estar con él en situaciones cotidianas, por fin tenía esa valiosa oportunidad de saber más sobre él, lo cual ya era una droga altamente narcótica que no lo saciaba, en un arranque, llámese de valentía o estupidez, le arrojó un poco de agua a la cara, salpicando por todas partes, el de ojos amatistas parpadeó confundido, y reaccionó con violencia cuando las carcajadas del peliazul le aturdieron los oídos, eso fue demasiado, por lo que con una calma mortal, dejó a un lado el plato que tenía en las manos, y se abalanzó sobre Milo, que perdió el equilibrio, lo que provocó que ambos cayeran dolorosamente en el piso, después de reaccionar de ese golpe, ambos emitieron unos quejidos de dolor, y sin darle demasiada importancia, volvieron a reírse, Camus, que era el que tenía una posición favorable en ese asunto, miró a Milo con detenimiento, sus facciones eran muy estilizadas, y sus labios perfectos, notaba que debajo de él, estaba un abdomen muy bien marcado, entonces el silencio reinó por sobre todas las cosas.

Sus respiraciones se mezclaron como el día de la fiesta de bienvenida, con la diferencia que ahora estaban en un espacio que era sólo para los dos, Camus quiso poner sus manos en los hombros de Milo para levantarse, y lo único que consiguió fue que el griego le tomara de las muñecas y para atraerlo más, el que estaba arriba estaba frenético pensando que tal vez iba a romper sus juramentos y sus valores, y lo peor de todo es que no deseaba impedirlo, pero para su sorpresa, el chico Scarlet sólo lo ayudó a levantarse con un gesto de máxima caballerosidad, pudo besarlo, sin duda, sin embargo, lo respetó...

-Eso fue... lindo, te perdono por tirarme al piso, ¿eh?, pero no me pongas esa cara Camus, no pienso abusar sexualmente de ti... a no ser que...

-¡No!, cállate.

-Hey, déjame divertirme un rato, juguemos a ver qué tan diferentes somos, rápido, responde: ¿género literario?, yo horror.

-Novela gráfica.

-¿Frío o calor?

-Frío, ¿y tú?

-Calor, obviamente, si quieres te lo provoco.

-Milo...

-Ya, está bien, no tienes que asesinarme con la mirada, ¿salado o dulce?, yo dulce.

-Salado.

-Vaya que eres predecible, bien, algo en común debemos tener, ¿Música?

Y cuando pensaron que en verdad no existía algo que verdaderamente los uniera, dijeron al unísono "rock y música clásica", los ojos de Milo se hicieron todavía más grandes, Camus abrió la boca como si quisiera decir algo, para cerrarla después, eso si era raro, y una hermosa jugarreta del destino, a este paso jamás terminarían de hablar.

-A ver Camus, ¿te gusta el rock?, de la música clásica no tengo dudas, ¿pero el rock?

-¿Es tan extraño?, ¿te gusta Aerosmith?

-¡Por supuesto!

-Tengo un autógrafo del vocalista, ¿lo quieres ver?, lo tengo en mi habitación

-Soy todo tuyo.

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Yuzuriha daba vueltas una y otra vez en medio de su sala, a ratos se peinaba una y otra vez los lacios cabellos color oro de su coleta alta, luego se tomaba con preocupación la frente, para suspirar y volver a sentarse, a continuación se volvía a levantar como si lazos invisibles la jalaran desde el techo, Afrodita la veía con el dedo índice apoyándose en la mejilla derecha, con una expresión que denotaba igual estado de angustia, y es que después de que Mu se comunicara con ella para decirle el desastroso resultado de su encuentro con Shaka, no se había permitido estar tranquila, marcaba como loca al celular de su primo, y la mandaba directo al buzón, tenía que apoyarlo y estar cerca de él, pero la verdad es que no sabía dónde buscarlo, y para el colmo, Camus tampoco le dio la gran información por mensaje de texto, más que no pasaría la noche en el departamento, no podía creer que ese francesito la quisiera obligar a dejar a alguien que adoraba a la deriva, con la mala excusa de "dejarlo pensar tranquilamente las cosas a solas".

-¡Camus no sabe nada!

-Yuzu, ¡por Athena!, ¡cálmate!, vas a hacer un hoyo en el piso, Shion va a matarte por lo que le estas haciendo con tus carísimas zapatillas a su alfombra turca.

-Mi papá debería agradecerme que mis bellísimas Prada se dignan a tocar su alfombra de mal gusto.

-¿En serio te duele tanto lo que pasó?

-Dita, los dos son como mis hermanos, es difícil creer que el ejemplo más bonito que tenía sobre el amor se caiga de mi pedestal, y yo lo único que quiero es que Shaka me diga que está bien, por Mu ya no puedo abogar más, ahora mismo está tomando el avión directo a Asia, parece que no lo voy a ver en un buen tiempo, por lo menos tengo que hacer algo por el que quedó desecho, y que está cerca de mi.

-Reina, siéntate, ¿y si le hablas a Aioria?, ¿o a Asmita?

-Mi tío no puede saber lo que tiene Shaka, a él no le gusta que le ventilen sus problemas a su padre.

La fémina obedeció a regañadientes la sugerencia de Afrodita de sentarse, después de todo, el mullido sillón de color blanco no se iba a desperdiciar, su inseparable amigo le masajeó suavemente los hombros para destensarla,  y le habló quedamente en un intento de darle un punto de vista sobre lo que Shaka estaba sintiendo.

-¿Sabes?, es muy cruel darse cuenta de que la persona que más quieres no te corresponde como quisieras, en mi caso, Shura vive enamorado de Aioros, y Aioros de Saga, ¿dónde quedo yo?, en el papel del mejor amigo para toda la vida que ni siquiera tiene el valor de confesarse, los hilos del destino, ni las páginas del amor me tienen en gran estima, pero ¿sabes?, la vida sigue, y Shaka necesita ese tiempo, yo si estoy de acuerdo con Camus, él estará bien, es muy inteligente, ni siquiera bebe, verás que en cualquier momento te contesta los mensajes, entonces, ¿no le hablarás a Aioria?, ¡tienes suerte de poder salir con el que te gusta!

-Si..., aunque a veces creo que no es tan... entregado...

Yuzuriha se recargó en el hombro de Afrodita, cerró los ojos intentando contener las lágrimas al recordar que Aioria no era lo que todos imaginaban en su "relación de ensueño", era ausente, amable y galante si, sin embargo daba la impresión de que realmente no estaba ahí, y casi podría jurar que tenía un conflicto grande que no terminaba de resolver, no le hablaría esta vez, estaba cansada de sutiles y elegantes rechazos, el timbre del sonido de su celular le despejó por un momento esos tormentosos pensamientos, suspiró con alivio, era un mensaje de Shaka, diciéndole que pasaría la noche en un sitio seguro, solicitándole que no se preocupara, confiaba en él, por lo menos tenía un asunto menos en qué pensar.

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La casa ubicada en los suburbios de la ciudad era majestuosa, con los detalles de construcción más armónicos, Shaka se fijó especialmente en el estilo arquitectónico que simulaba la estética de la campiña inglesa, la propiedad era igual de impresionante por dentro, estaba tan bien cuidada, y los muebles tan relucientes en cuero negro, que daba la perfecta imagen de que alguien seguía ahí, el interés del rubio fue notable para Aioria, cuando pasó con sutileza las puntas de sus dedos por una mesa de cristal, sabía que el hogar que había sido suyo y de sus padres era una joya, y el que los dos estudiaran Arquitectura era un gran punto para conversar de algo que no fuera el único tema que tenían en común, y francamente no deseaba tocar: Yuzuriha, se repetía, no sin algo de culpa, que por esa noche ansiaba profundizar en esos mares azules de Shaka, escucharlo, y de algún modo cambiar ese semblante abatido que le estaba estrujando sus sentimientos más tiernos.

-Me encantan los materiales que se utilizaron, y esa manera de dejar que entre la luz natural, es magnífica, debe verse formidable con los rayos de la luna, lástima que no deje de llover.

-Mis padres también eran Arquitectos, mi hermano y yo les seguimos los pasos, los extraño mucho...

-Disculpa que te agobie, cuando tienes tus propios problemas.

-Para nada, no digas eso, ¿tú tienes mal de amores?

-¿Tan evidente es?

-Reconozco esa actitud en dónde sea.

-Creí que no era tan fácil de leer, pero me alegra que de algún modo sea visible para ti.

-No... no hay problema, ¿quieres cenar?, ¿cambiarte?, mi hermano y yo tenemos ropa aquí, no puedes quedarte empapado.

-Si... gracias, Aioria.

El castaño sintió sus mejillas arder, la voz de Shaka era tan armónica, suave, era como una caricia inmaterial, y sin poder detener el recuerdo, revivió el sueño tan incitante que tuvo la madrugada de la fiesta de bienvenida, en medio de la penumbra, se vio a si mismo abrazado por Yuzuriha hasta su cama, estaba adormecido, como si hubiera bebido de más, y al agradecerle por llevarlo hasta ahí, la besó con tanta pasión que los labios de ambos quedaron rojos por tan demandante roce, el único detalle, era que al final de ese frenético encuentro, no era la chica rubia la que le devolvía la mirada llena de deseo, si no el bello perfil de Shaka.

Lo que no sabía era que ese hecho en realidad pasó,  y el joven de cabello dorado si lo recordaba a la perfección, Aioria lo tomó con fuerza del cuello, y lo arrastró a la cama junto con él, se maldijo por aceptar llevar al ligue de su prima que se había pasado de copas, el destino se forzaba en que fuera el encargado de levantarlo cada vez que se cayera, y el beso... todavía le provocaba un salvaje cosquilleo, al final el ojiverde se quedó profundamente dormido, imaginaba que no estaba en sus cinco sentidos, y prefirió dejar el incidente en el olvido, aunque para él no fuera sencillo..., y cuando Aioria lo dejó en una habitación para que se cambiara con privacidad, no pudo evitar tocar instintivamente sus labios.

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El cuarto de Camus era como él, derrochaba estilo y propiedad en cada centímetro cuadrado, y lo que más llamaba la atención era la pared repleta de libros, las épocas literarias se compaginaban en una armonía asombrosa, de lo clásico hasta el medievo, pasando por barroco al renacimiento, de ahí al romanticismo al existencialismo, los ejemplares brillaban bajo las lámparas que colgaban con gracia en las esquinas de la habitación, Milo se fijó en el estuche del violín y pensó que en realidad ellos si podían ser compatibles en más de un sentido.

-Bonito estuche, yo toco el piano.

-¿Bromeas?

-No, tal vez hagamos un dueto algún día.

-No estaría mal...

Milo no cabía en su emoción, la noche era cada vez más linda, el autógrafo de Steven Tyler lo hizo envidiar profundamente a su querido francés, pasaron horas conversando sobre lo maravilloso que era poder sentir las notas musicales vibrando en las palmas de sus manos, expresando en el lenguaje melódico sentimientos que no se pueden transmitir con palabras, el celular del galo se conectó a una pequeña bocina que tenía en su escritorio, y para amenizar el momento puso a reproducir algunos sencillos de Aerosmith que tenía en su memoria interna, mientras se acostaban boca arriba en la cama, simplemente escuchando, mirando a la nada, pensando en todo, "Crazy", "Dream On", "Angel", y finalmente "I don't want to miss a thing ".

Los románticos acordes, junto con la sincera letra, hizo que se transportaran metafóricamente a un sitio donde no existía el tiempo más, empezaron a cantar a dueto en voz baja: "No quiero cerrar mis ojos, no quiero dormir, porque te echaría de menos cariño, y no quiero perderme una sola cosa..., recostado cerca de ti, sintiendo los latidos de tu corazón, y me pregunto qué estarás soñando, me pregunto si es a mi a quien estás viendo...".

Los pensamientos de ambos se hicieron trizas de un momento a otro, sin lógica, ni remordimientos, ni problemas, su pulso se sincronizó en una carrera devota de sus más puros instintos, Milo dejó de cantar para girar lentamente su rostro a Camus, que cerró los ojos como si con eso dejara de sentir esa inevitable atracción, quiso reincorporarse al saberse en una debilidad inminente, pero el suave tacto de la mano de una mano ajena lo detuvo, el griego lo miraba expectante, mientras le susurraba en voz baja, suplicante.

-Camus..., no te vayas.














Continuará...














Comentarios: ¡Hola!, hoy me excedí en mi medida de palabras por capítulo, pero les juro que no podía parar jejeje, me emocioné y éste fue el resultado, las cosas ya van tomando su curso, pronto habrá muchos, muchos conflictos emocionales, y cada uno de los personajes tendrá que lidiar con la frustración y el romance, espero les guste, que estén súper, súper bien, rodeados de amor.





Nos leemos pronto, Yare.

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