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Diente de león

Advertencia: Capítulo con contenido adulto, lee bajo tu propia responsabilidad, sin más que decir, disfruta mucho de tu lectura, no olvides dejar una estrellita si te agradó, ¡eso me ayudaría mucho a motivarme!


Aioria era muchas cosas, lo interesante radicaba en que la gran mayoría de esas características se contradecían una a la otra, por una parte tenía el físico masculino más impresionante que hubiera tenido la dicha de tocar, rematado con una voz que lo ponía de rodillas con sólo decirle "hola", pero por el otro... a veces era tan curioso, meloso, inocente, y bondadoso, que parecía un niño en edad preescolar, eso sin contar sus travesuras al ponerle azúcar a su té chai (cuando sabía perfectamente que detestaba lo dulce), o inmovilizarlo de las muñecas con su fuerza y sin permiso jalarle el cabello mientras lo hacía gemir de deseo.

Si, Shaka definitivamente coexistía con ese león en una montaña rusa de emociones, pasaba de la ternura a la intimidación, del enojo a la pasión, del cansancio al frenesí, cada día era una sorpresa, por mínima que fuera, y si antes le hubieran sugerido tener una relación profunda con alguien así, seguramente desecharía la propuesta de inmediato, sin embargo... en el presente, se daba cuenta que en realidad no podría estar otro segundo más sin esa ruleta rusa de experiencias, adoraba el tinte divertido y enérgico que Aioria le daba a su forma de ser, le gustaba... mucho, mucho, mucho, ¿y quererlo?, vamos, lo amaba con cada fibra de su ser, y despertar presenciando su respiración calmada, abrazando con sus fuertes brazos la blanca almohada (o él mismo), era una imagen de ensueño.

Así que podía soportar llevar una rutina en la que debía estar preparado para todo, aunque él se esforzara por mantener el orden, la calma, la reflexión, digamos que... el choque de sus personalidades hacían un gran equipo, que le daba al otro las herramientas para compensar sus debilidades.

Y hacer el amor, ¿ya mencionó el gran placer que era dejarse llevar por el sensual toque de la piel bronceada y deliciosa de ese hombre?, eso era simplemente glorioso, y sólo ese lindo joven de ojos verdes lo hacía temblar de esa forma. Para todos sus socios y clientes de negocios Shaka era el dominante, el que tenía la última palabra en los proyectos, el que los sepultaba con estrategias impresionantes para crear las construcciones más hermosas, ¡ilusos!, si supieran... Aioria le podía tronar los dedos y en un minuto lo tendría vestido de Maid para su deleite, para su fortuna y defensa al mismo tiempo, se jactaba que eso también era recíproco, no estaría mal comprar esas orejas de gato que vio en Amazon, y hacer que ronroneara o maullara un poco esa noche.

Y hablando de ronronear y maullar..., Central Park no contaba con música ambiental, y el viento que pasa a través de las ramas de los árboles no se escuchaba así. Era medio día de un sábado, acababa de ver a Camus en su departamento y de paso saludó a su sobrino Hyoga, (Milo estaba trabajando en la planta de Ford). Después de un rato de charla amena, y buena compañía, se retiró para poner en orden sus propios pendientes en casa, pero antes decidió caminar un poco, mala idea, su cabello rubio le estaba comenzando a molestar un poco debido a la ola de calor que lo golpeó de repente, y ni loco se lo amarraría en una coleta alta, se vería idéntico a Yuzuriha y eso ya le había traído un fuerte conflicto en el pasado, anécdota que hizo que tardara en iniciar su relación con su amante más bello.

Tan enfadado estaba de su temperatura corporal, que casi se le olvida ese peculiar sonido, entre un arbusto observaba movimiento inusual, seguía oyendo quejidos de un animal, un cachorro quizá, y a pesar de que muchas personas transitaban de aquí para allá, parecía que nadie se percataba de que ahí estaba alguien abandonado, sonrió para si mismo, recordó aquella patética tarde en la que se deshizo en lágrimas en la banca de un parque, pensando que el amor ya no tenía ninguna sorpresa para él, que equivocado estaba..., en medio de esa torrencial lluvia un rayo de luz se abrió paso entre la oscuridad, y de su mano amable lo llevó por un camino lleno de esperanza y colores que danzaban a la par de sus sentimientos.

Se remangó su camisa hasta los codos, y con toda su templanza, comenzó a llamar en susurros a lo que sea que estuviera ahí rogando por un poco de ayuda, con una posición nada decorosa, buscó entre la hierva, tanteó el terreno hasta que un suave pelaje le hizo cosquillas en la punta de sus dedos, era diminuto, estaba asustado, trató de ser sumamente cuidadoso, hasta que sus esfuerzos rindieron frutos, porque de un instante a otro, ya estaba de pie, con un gatito que apenas y le cubría la superficie de sus palmas, era de color anaranjado con tintes rojizos, y unos profundos ojos verdes que lo miraban con gratitud y humildad.

-Pobre... se nota que has sufrido, ¿verdad?, ¿nadie te hacía caso en esta enorme ciudad?, comprendo lo que es sentirse solo.

El minino comenzó a tallarse en el pecho de Shaka, entrecerrando sus párpados, la criatura ya lo había elegido como dueño, o al menos eso era lo que intuía, sus maullidos ya no se asemejaban a la súplica de auxilio, si era posible, el rubio sonrió aún más, no le importaban las pulgas que pudiera traer, o la tierra que lo manchaba, sus costillas resaltantes producto de la desnutrición, sabía que eso cambiaría con el tiempo, el amor transformaba todo, él era su prueba máxima, Aioria le enseñaba tantas cosas hermosas por las cuales valía la pena vivir.

-¿Creo que no podré deshacerme de ti cierto?, te pareces mucho a alguien que conozco, que se coló quién sabe cómo hasta lo más profundo de mi ser, de acuerdo, vendrás conmigo, vamos a casa.

Las mujeres suspiraban en su camino, debía dar una imagen muy tierna, y su sonrojo sólo acrecentaba esas miradas soñadoras, vaya que era tímido en cuanto a los temas de relaciones personales, por eso agradecía tanto que su querido Leo fuera tan espontáneo. Pasados veinte minutos de una caminata mucho más amena, entró a la casa que compartía con su novio, se aseguró de darle agua y un poco de leche al gatito, y buscó números de teléfono y recomendaciones de un buen veterinario, tan concentrado estaba que no se dio por enterado cuando Aioria entró a su hogar.

Se sobresaltó en el sillón blanco de su sala minimalista, al sentir que su castaño se aproximaba a toda velocidad hasta su sitio, el joven jadeaba intentando recuperar aire, sus mejillas estaban sonrojadas, sus ojos vidriosos y empapados, como si quisiera llorar, y en sus brazos, el gatito hacía ese delicioso ronroneo felino que demostraba su gratitud también con él, Shaka se asustó, no comprendía la reacción de su pareja, ¿le molestaba?, ¿le agradaba?

-Shaka...

-¿Qué tienes Aio?- Aioria abandonó su postura de pie y se arrodilló apoyándose en las piernas de su querido hombre espiritual, mirándolo directamente a los ojos y con el gatito tiernamente acunado en su regazo.

-Amor... él, ¿de dónde salió?- El chico Leo señalaba al gatito con una expresión indescifrable.

-Lo encontré en Central Park, parece que lo abandonaron, apenas y dejó de ser un bebé, recordé que tuviste uno en tu niñez, y pensé que no te molestaría...

-¡Oh Shaka!, lo adoro, lo amo, pero más que todo, te amo a ti, no puedo... no puedo creer lo feliz que soy, tengo a mi hermano, a Milo, a nuestros amigos, pero... tú, tú eres más inmenso para mi que el cosmos, y éste gatito..., me recordó momentos muy felices, me di cuenta que tengo tan bonitos recuerdos que crear contigo, gracias...

Aioria lloraba con la más cálida de las sonrisas, ahí estaba la dualidad de la cual estaba prendado, lágrimas y risas, que denotaban la más pura de la felicidad, se veía tan tierno, que no pudo evitar acariciar su cabello y darle un beso en la frente, para después abrazarlo a su pecho, con el gatito entre los dos.

-El que tiene que agradecerte soy yo, me has salvado tantas veces... como no tienes idea, eres el amor de mi vida...

-Es pecado que seas tan hermoso...

-¿Te gustaría ponerle el nombre al gatito?

-Mejor tú, tienes un gusto exquisito, mira nada más la maravilla de prometido que elegiste.

-Ay Aioria... tonto, me encantas, ¿sabes?, me recuerda a ti, creo que le vendría bien llamarse Leonardo, así le podemos decir Leo.

-Me encanta, y hay algo que me gustaría más, ¿quieres que hagamos una locura?

-¿Una locura?

-Ausentémonos unos días, en Ginebra prometimos algo que no hemos cumplido, ya pasaron cinco meses, y por cosas del trabajo o lo que sea no quise incomodarte, pero ya no puedo esperar más, tomemos el primer avión y vayamos a Las Vegas, por el gatito no hay problema, se lo encargo a Aioros, ¿Qué dices?

-Digo que...

-Que...

-Que estoy locamente, absolutamente enamorado de ti Aioria, hagámoslo...

-Arma tus maletas guapo.

Seguía confirmando lo que ya sabía, su vida al lado de ese sexy y perfecto castaño era mejor de lo que alguna vez imaginó, a pesar de que siempre prefirió la quietud y la paz, no cambiaría ni un momento de sus instantes preciados al lado de su querido león, no le importó empacar descuidadamente ropa sin ningún orden o coherencia, ni pasar tres horas entre el veterinario y la tienda de mascotas, ni mentir descaradamente a su cuñado y su pareja sobre que se iban para atender un negocio al otro lado del país, con un cliente muy exigente, lo único que quizá le dolió fue dejar a su nuevo amigo, pero al ver que Aioros era igual de amoroso que Aioria su corazón se tranquilizó.

Más tarde, el avión estaba en total quietud, a través de la ventanilla veía el contraste azulado de las nubes en el cielo nocturno, estaba nervioso, su corazón se aceleraba a cada bello pensamiento que le cruzaba por la mente, desvió su vista hasta la calidez que sentía en su mano entrelazada con la de Aioria, la llevó hasta sus labios para darle un casto roce, el castaño estaba dormido en su hombro, su boca entreabierta le invitaba a decirle por medio de un beso todo lo que sentía, estaba en medio de un debate, sobre si dejarse llevar y robar ese preciado regalo, o despertarlo para que fuera consciente de que lo amaba, que se lo repetiría siempre, a cada momento.

Sus recuerdos lo asaltaron en una grata sorpresa, rememorando la primera vez que Aioria lo besó, ebrio hasta los huesos, pero tan apasionado que le fue muy complicado zafarse de sus sensuales caricias que casi lo hacen caer la noche de la bienvenida de la Universidad, su entrepierna le empezó a molestar bajo sus ajustados jeans, esa madrugada pudo sentir esos fuertes músculos cuando lo cargaba hasta su cama, la lengua que se metió a la fuerza en su boca lo quemó hasta el punto que le ardía toda su garganta, el aroma del alcohol combinado con su sudor y perfume no se lo consiguió sacar por más que se duchaba, la calidez de su piel la tenía tan impregnada que lo mareaba, y todo para que ese lindo chico pensara que había sido un sueño y nada más, el sueño era él, con toda su salvaje presencia.

Se moría de ganas por aterrizar y consumar el matrimonio antes de que sucediera, ¿desde cuando era tan impulsivo?, exacto... desde que su amado gatito se cruzó en su camino, y le enseñó lo bella que podía ser esa forma de amar. Los sonidos, las imágenes, los aromas, todo era capaz de sentirlo, de grabárselo, el pisar tierra, de la mano de Aioria lo hacía muy feliz, y se sorprendía de cómo las acciones más cotidianas eran maravillosas con la persona correcta, el tomar un candente baño juntos, disfrutando del agua caliente resbalando por su espalda, abrazado a su cuello, besándose hasta que el aire se les acababa en sus pulmones, secarse mutuamente, ayudarse a anudar sus corbatas, que le cepillara el cabello con tanto cuidado y cariño, todo eso, que cualquiera haría en un día normal, era su gloria personal.

El camino a esa capilla rosa llena de flores blancas y con un ministro curiosamente vestido como si lo hubieran sacado de un programa de horóscopos no le importó, lo único que su cuerpo era capaz de captar era la imagen preciosa de Aioria en su traje negro, que contrastaba con el suyo de un tono perla, apenas y entendía las palabras del juez, y con mucho trabajo recuperó su cordura cuando le indicaron que debían decir sus votos matrimoniales.

-Shaka..., desde que murieron mis padres, tuve miedo de volver a querer con tal intensidad a alguien además de mi hermano, por temor a que el destino me lo arrebatara, sin embargo... contigo, no pude hacer nada, te metiste tan profundo en mi ser, que fue imposible luchar con mis sentimientos, te amé casi de inmediato, con fuerza, con pasión y entrega, tu amor me dio la valentía que me hacía falta, contigo a mi lado creo que soy capaz de superar cualquier cosa, todo con tal de ver tus hermosos ojos del color del cielo, y de tocar tu cabello que me recuerda a los rayos del sol, me das vida, me das esperanza, te amo...

El anillo en su dedo anular brilló con destellos llenos de fe, y se conmovió hasta el infinito cuando Aioria le acarició tenuemente antes de soltarlo, esperando por escuchar lo que él tenía que decir, Shaka miró a un lado, pero sólo por un momento, sólo trataba de encontrar las oraciones que le hicieran justicia a todo lo que su león representaba para él, suspiró y le sonrió en complicidad, ya sabía lo que deseaba expresarle.

-Aio..., cada que intento compararte con algo, entro en un conflicto, me pareces tan majestuoso como una fiera salvaje, por tu entereza, tu valor, tu fuerza, pero por otra parte, tu tacto es tan delicado, tu alma es tan pura como las flores, tu amor me parece suave y terso, entonces puedo verte como un diente de león, que florece en la austeridad, me has enseñado tanto, que ya no sé quién es el mayor aquí, adoro caminar de tu mano, ser tu compañero de aventuras, ser tu amante en tu intimidad, eres mío, soy tuyo, así es esto, representas mi nirvana, te amo para siempre.

Lo tomó como si se tratara la primera vez, Shaka dejó salir el fuego combinado con el cariño en su sangre, enredó sus dedos en los sedosos cabellos castaños de su ahora esposo, la capilla pintoresca les pareció a ambos la más majestuosa y lujosa de las catedrales construida en el Renacimiento, sus labios eran saboreados con tal pasión y lentitud, que los pocos presentes sintieron envidia, el ministro y su ayudante carraspearon con disimulo, y ellos se rieron por ser incapaces de esperar para estar solos para darse una muestra de amor así, los anillos seguían destilando luz cuando firmaron su acta de matrimonio, y posaron para las fotografías mirándose el uno al otro, que los disculparan todos, lo sentían por Dita que no pudo planear su boda, pero el estar uno al lado del otro era ideal, utópico, no importaba el lugar, importaba la persona.

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Shaka forcejeaba en los brazos de Aioria, puede que tuviera muchos actos de valentía antes, sin embargo estaba llegando a su límite, y que lo cargara al puro estilo romántico de recién casados era algo que ya estaba fuera de sus cabales, le avergonzaba llamar la atención así, y su sonrojo no era únicamente por las miradas innecesarias, si no porque la sonrisa de su esposo era deslumbrante, durante su cena en ese restaurante le llevaron un pastel con un mensaje escrito: "Gracias por casarte conmigo", y desde entonces impresionaba a todos con su bello rostro, lo quería... lo quería tanto.

-¡Bájame Aioria!, esto es innecesario.

-No, y es mi última palabra, somos esposos, y como tal, nuestra noche de bodas tiene que ser memorable.

-Es cierto..., es nuestra noche de bodas.

Se rendía, era lo mejor, ¿para qué luchar contra lo más bonito de su ser?, porque eso era Aioria, parte esencial de su felicidad que lo iluminaba con sus abrazos reconfortantes, su habitación ya no estaba como la dejaron antes de ir a su boda, estaba inundada de muchísimos girasoles, una lluvia de pétalos se esparció por el aire cuando cayeron de lleno en la cama en medio de besos interminables.

-Shaka... ¿no te preguntas por qué elegí ésta flor?- Aioria tenía la voz entrecortada, luchando por hablar en medio de esa falta de aire.

-Me encantaría escucharlo de tus labios.- El ojiazul acarició los mismos, esperando anhelante por esa respuesta.

-Tu cabello... me encantó desde que vi su reflejo cuando caí aturdido en el pasillo de nuestro edificio, creí ver un ángel.

Aioria volvió a ese estado de timidez que a veces presentaba, agachando la cabeza, y riendo por lo bajo ocultando el enrojecimiento de sus mejillas, Shaka lo seguía intimidando por su bello rostro, era como un Dios, si, su hombre más cercano a Dios..., el rubio comprendió todo sin la necesidad de que siguiera hablando, su urgencia era más bien otra, tomarlo y hacerlo suyo como la noche que por fin se entregó a él.

-Te quiero Aioria... estoy muy enamorado de ti... hoy lo haré yo...

-Justo eso iba a pedirte...

Igual como se apoyaron a vestirse, sus manos temblorosas viajaron hasta las solapas de sus ropas, para resbalarlas en medio de una complicidad que sólo ellos eran capaces de comprender, sus sombras se balanceaban en la pared intentando seguir sus insinuantes movimientos, todo era llevado con calma, Shaka acarició la zona de los hombros de Aioria cuando por fin pudo despojarlo de su camisa, y con sus labios húmedos depositó miles de besos ahí, la fuerza de gravedad y su necesidad hicieron que el castaño volviera a recostarse entre los pétalos y las sábanas, el cabello dorado de Aioria le acariciaban los costados de su cintura. Gimió su nombre una vez, cuando esa cálida y mojada lengua le hizo un camino glorioso en todo su pecho, para después subir y hacerlo sonrojar todavía más cuando Shaka lo besaba, desabrochando con lentitud su cinturón.

Las caricias, los roces, los toques siguieron hasta que ya no hubo nada que los separara físicamente, en esa velada Shaka se dejó hacer, al igual que hizo, sentado en el regazo de su esposo, sintiendo sus intimidades calentarse mutuamente, suspirando por el amor de su vida, dejando que la punta de su cumbre de placer vertiera ese líquido cristalino, que bebieron como la más embriagante de las infusiones, primero Aioria, luego Shaka... demorándose más de lo necesario, haciendo magia con su boca y labios, logrando que el ojiverde clamara por más y más, entonces se derramó sin remedio, entregado al éxtasis por un momento, que se acrecentó al sentirse invadido por su anhelante marido.

-Hacía tanto que no estaba dentro de ti Aioria..., me voy a mover, ya no aguanto más.

No pudo contestar, y tampoco hizo falta, su unión era lo único que le llenaba el alma en esos momentos, la humedad podía respirarse, su transpiración igual hacía que la piel de los dos centellara por las miles de gotas transparentes, el cabello de Aioria se le pegaba a la frente, tenía los ojos entrecerrados, echando la cabeza hacia atrás en cada suave y profundo empuje.

Shaka tenía un poder que él no, y ese era la capacidad de contenerse por muchísimo tiempo, alargando el gozo por casi una hora, inclusive más, no era necesario que su cadencia se acelerara, sus caderas no chocaban, se quedaban juntas en un abrazo interminable, al igual que el firme agarre de una de sus manos, pues la otra el castaño la tenía ocupada dejando rasguños, y el de ojos azules se aferrada fuertemente a su cintura, varias veces detuvieron el orgasmo, hasta que fue inevitable, las tibias paredes de Aioria se contrajeron apretando deliciosamente el miembro de Shaka, ocasionando espasmos a sus propios músculos, para expulsar su esencia clara, uno dentro, el otro entre los dos. Los besos por todas partes duraron igual: bastante, adornando palabras sinceras y dulces, luchando contra el cansancio, no querían dormir hasta que fuera estrictamente necesario, puesto que esa velada era el festejo de su lazo inquebrantable.

Poco a poco Hipnos fue ganando partida, y Shaka sucumbió apoyando su cabeza en el hombro de Aioria, abrazando su torso con cariño, el castaño lo último que vio fueron los labios entreabiertos de su rubio favorito, y antes de seguirlo a la inconsciencia, le dio otro beso, igual al que le robó cuando estuvieron en su casa aquella madrugada de lluvia, sabía que ese era el principio de una historia que jamás querría borrar.

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El timbre de su teléfono martilleaba sus tímpanos, juraba que en cualquier momento se le iban a romper, molesto tomó su celular del buró y miró con envidia como Aioria no despertaba ni con la alarma de sismos, eran las 8 de la mañana, cansado vio quién le llamaba, y sus ojos azules se agrandaron al máximo, ¿su padre?, Asmita tendría que estar trabajando, con temor contestó, y sus oídos quedaron todavía más lastimados que al principio:

-"¿Papá?"

-"¡Eres un ingrato!, ¡te casaste y no me invitaste a tu boda maldito primo malagradecido!, ¡los voy a matar cuando regresen a Nueva York!, llevo llorando toda la madrugada porque no me dejaste ser tu dama de honor."

-"Yuzuhira, ¿por qué tienes el celular de mi padre?"

-"Asmita me lo prestó, sabía que si yo te llamaba no me ibas a contestar, ya les dije a todos lo que hicieron, y aunque Camus diga que no nos metamos, no estoy de acuerdo."

-"Espera... ¿Cómo se enteraron?"

-"Velo por ti mismo, Aioria no se guarda nada."

Shaka recibió una imagen en su WhatsApp, era una captura de pantalla del perfil de Facebook de Aioria, ahí estaba una de las fotos de su boda, donde lo tomaba de la barbilla con un muy buen beso, y como pie de foto tenía: "Con el más guapo, ahora si es de mi propiedad, ¡cuidado con quien se le acerque!, TE AMO SHAKA", y para rematar puso su ubicación a la vista de todos, enojado tomó su almohada dispuesto a matarlo, pero como se veía tan adorable y apuesto durmiendo, sólo le dio un golpe con ese mullido objeto, que si logró despertarlo.

-¿Amor?, ¿por qué me pegas?

-¿Por qué posteaste que nos casamos?, ¿no iba a ser un secreto que revelaríamos juntos?

-Ah... es que quería dejarle en claro a todos, que de ahora en adelante, legalmente ya eres mío, y quizá sea momento de recordártelo a ti, ahora es mi turno de entrar en ti...

Aioria en un gesto seductor alejó la almohada de las manos de Shaka, para recostarlo y besarlo entre las sábanas, estaba ansioso de sucumbir de nuevo a la sensualidad de su cuerpo. Se moría por consumar su matrimonio una y otra vez.

















Continuará....








Comentarios: Hola niñas, volví pronto, tan pronto que no alcancé a contestarle sus comentarios, pero si los leí todos, son tan lindas, muchísimas gracias a todas, en serio me hace feliz que les agrade lo que humildemente hago, es para ustedes, tengo la intención de volver por aquí con la misma velocidad jeje antes de que las ideas se me vayan, y no extrañen a la OTP, en el siguiente capítulo les toca a ellos, será el último y con eso termino la historia, (sigo sin decidirme por un epílogo jaja, aunque si tengo idea para uno, ya verán), un abrazo a todas.


Nos leemos pronto, Yare.

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