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Al diablo la razón (Parte I)

Después de que el auditorio de la Universidad cesara en los aplausos provocados por la excelsa presentación de Aioria y Shaka, solamente se quedaron las personas que esperaban orgullosos a los estudiantes ganadores del proyecto, el pequeño buffet de comida y bebidas obligaba a todos a poner sonrisas gráciles y sonidos de satisfacción ante el fino menú que patrocinaba la Facultad de Arquitectura, Camus en especial disfrutaba de un postre francés que lo hacía sentirse menos lejos de casa, el delicioso sabor le resbalaba por la garganta, entrecerrando los ojos en cada diminuta probada a esa cuchara, relamiéndose un poco sus labios para no dejar ni un rastro de ese créme brulée, sin percatarse que con ello estaba arrancando suspiros a su querido griego, para Milo cada ocasión era perfecta para adorar a quien era la persona más extraordinaria en su vida, y le fue imposible contenerse cuando su hermoso aquamarina se quitó un resto de esa exquisita crema de la comisura de su boca con una servilleta, el gesto por si mismo era elegante, refinado, como Camus siempre era, pero para el peliazul, la connotación trascendió a un plano más sensual y erótico, con un movimiento errático de su mano, detuvo a su novio de la muñeca, llevándoselo con pasos apresurados a una esquina donde podían tener un poco más de privacidad, detrás de una enorme planta de sombra se recargaron en una pared, que los apartaba parcialmente de la vista de los demás.

-Cam..., ¿sabes lo que estás haciendo?, ¿lo que me provocas?-La voz de Milo era más grave de lo habitual, arrastraba cada una de sus palabras acompañada de una mirada profunda, sintiendo de cerca el calor que emanaba la piel de su lindo galo, aspirando el aroma de su cabello, se acercó para darle un beso en donde antes estuvo el resto del postre, provocando que Camus cerrara los párpados con pesadez, mientras respiraba con dificultad.

-¿A qué te refieres?, sólo disfruto de algo dulce...-La corbata y el saco comenzaban a asfixiarle, y se sintió morir cuando discretamente Milo tomó un poco de créme brulée con su dedo índice, para después lamerlo sugestivamente ante su mirada atónita y levemente excitada, los ojos del heleno parecían los de un depredador que analiza detenidamente a su presa, para seducirla y lograr que caiga en sus redes.

-Cammie, ¿te imaginas hacerlo en un lugar público?

-¿Perdiste el juicio?, jamás podría hacer algo así, deja de decir estupideces...-La expresión de Camus era un poema, que se debatía entre la perplejidad, la ironía y el deseo, porque a su pesar, Milo era inusualmente atractivo, y ese perfume Swiss Army era el arma perfecta para caer sin remedio en esa atracción letal.

-¡Oh!, ¿de verdad es tan difícil de imaginar?, piénsalo, sólo tenemos que ir a buscar un cubículo desocupado, tras bambalinas también se puede..., o encargarme de que toques las estrellas en el apoyo de un lavabo, sólo tenemos que poner el seguro a la cerradura, y dejar de contenernos, esto no se tratará de tomar un vino, a sorbos, si no de embriagarte con un intenso y ardiente trago de una sola estocada... anda, dime que si...

El miedo se apoderó de cada músculo del francés,su cuerpo se tensó en un adictivo éxtasis cuando Milo le apartó delicadamente su cabello de su cuello, para pasar la tibia punta de su lengua por esa pálida y suave piel desnuda, estaba a punto de gemir su nombre, pero la palma de su novio lo calló, lo cual fue increíblemente acertado, ya que los besos se transformaron en mordidas hambrientas, los sonidos producto de la lujuria seguían luchando por salir, hasta que el peliazul sustituyó su mano con su boca, bebiendo de esa fuente de amor que era Camus para él.

-Cammie... mira cómo estás por unos simples besos, observa cómo estoy yo con un sencillo roce, no quiero esperar más.

-Los demás pueden vernos...

-Claro que no... todo mundo está buscando a Aioria y a Shaka, nadie nos extrañará, y yo... yo te necesito ya, ahora, quiero sentirme preso de ti...

La sangre de ambos fluía como un río candente de lava por sus venas, el calor subió de pronto, y aún así Camus buscaba desesperadamente en un rincón de sus pensamientos un poco de raciocinio, su mente le daba un sin fin de argumentos sobre por qué eso estaba mal, pero su piel, sus sensaciones, y el amor por Milo le suplicaban que dijera que si, que diera rienda suelta a su pasión, que se dejara llevar por esa actitud arrolladora de su Milo.

-Milo... enserio me pregunto, si tú... saliste de algún libro del Marqués de Sade..., ¿puedes mantener la compostura?, no es el lugar.

-Te dije que conmigo las cosas serían muy diferentes, yo te quiero enseñar que esto también es parte de querer, de adorar, de estar enamorado, para mi eres como una tormenta de verano, no sales de mi cabeza..., me encantas como no tienes idea, tu alma, tu cuerpo...-Milo tomó con suavidad una mano del galo, para colocarla en su pecho, y así transmitirle por medio de los latidos de su corazón todo lo que sentía.

-Al diablo la razón.

Y con esa última frase dicha por el francés, los prejuicios que ambos pudieran guardar se fueron al infierno, Camus se abalanzó sobre el cuello de su peliazul, para continuar con besos cada vez más profundos, el recipiente donde estaba el postre se fue directo al suelo, y Milo sonrió entre los labios de su aquamarina, y le susurró con voz ahogada.

-Supongo que la delicia francesa que degustaré será otra.

-Cada vez que quieras bichito...

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La declaración estaba hecha, el alma se puso al descubierto con cada palabra, y el estado caótico de Shaka trataba de calmarse y hacerse presente para convencer a Aioria de que lo quería más que nunca, no le importó que al principio el castaño de ojos verdes tratara de separarlo bruscamente de su cuerpo, su fuerza se concentraba en sus muñecas hasta dejarlas pálidas por la falta de circulación, y el beso desesperado decía mil y un sentimientos.

El fuego logró arrasar ese espacio, despacio y peligroso, hasta que Aioria comenzó a corresponder con todas las ganas que tenía escondidas, su deseo por estar con Shaka fue más que sus pensamientos fatalistas que lo agobiaban en escenarios donde su sentir no era recíproco, con el paso de los segundos, el leonino sintió en sus hombros y espalda caricias que le provocaron escalofríos, cuando el rubio deshizo el agarre de sus manos para estar más cerca, confirmó que no estaba delirando, y que lo que sucedía era real, sin tapujos de por medio, olvidó todo juicio.

La ansiedad de Shaka al sentir que Aioria le estaba entregando más que una aceptación fría, lo emocionó hasta lo más profundo de su ser, sus dedos parecían tener vida propia, grabando en su corazón todo que que tocaban a su paso, hasta que los enlazó entre ese cabello rebelde cobrizo, era como un sueño dulce, hermoso, del que no quería despertar nunca. La necesidad de aire los orilló a separarse de mala gana, jadeando tratando de recuperar el aliento, la voz de Aioria salió insegura, intentando asegurarse una vez más de que tenía la oportunidad de anhelar más, mucho más de Shaka.

-Shaka... dime que esto no es un juego para ti....

-No soy una persona que goce de ser sádica, mucho menos contigo, no... no podría mentirte, lamento hacer esto, sólo quería que me escucharas... y como vi que eso no iba a pasar, quise demostrarte con mis besos lo que siento.

-Yo... yo te quiero, no tienes idea de lo que estoy viviendo en este preciso momento, si pudieras verte como yo lo hago, te darías cuenta...

- Lo sé, lo sé...- Un beso, y otro más siguieron entre esa hermosa confesión, hasta que Shaka atrapó al ojiverde en sus brazos, escondiendo su rostro en ese fuerte pecho, desearía haberse quedado así por siempre, quizá había muchos detalles que aclarar, pero por ahora, las cosas estaban bien, como debieron ser desde un principio, Aioria por su parte, dejaba que la esencia de la tranquilidad y la felicidad se apoderara de él, suspiró largamente mientras pasaba sus dedos entre esas hebras del color del sol, le parecía el más precioso de los metales, su brillo le recordaba al oro.

-Discúlpame por hacerle daño a Yuzuriha, en eso no logro terminar de sentirme bien, yo sé que me comporté como un imbécil, pero...

-Ella sabe de lo nuestro, bueno..., si es que me dejas que exista un "nuestro".

-Shaka, no deseo otra cosa...

-Aioria, yo estoy listo, y quiero vivir esto contigo.

La suave y cálida superficie de los labios enrojecidos de ambos volvió a unirse en un glorioso beso francés, donde la saliva se hacía una sola, al igual que sus emociones que se estaban equiparando a los giros inesperados de un huracán, en una cadena de sensuales movimientos, la corbata de Shaka cayó al suelo, y la camisa de Aioria estaba siendo desabotonada entre temblores y toques de sensualidad, la temperatura comenzó a subir como la espuma que produce la leche cuando hierve, ascendente, imparable... hasta que el castaño sacó fuerzas de un lugar recóndito, para tratar de resistirse a esa placentera situación, pero cada vez que se separaba, un muy decidido Shaka volvía a traerlo a esa deliciosa entrega, el de mirada jade temía perder esa batalla, ya que sin duda se estaba volviendo un adicto a ese hombre comparable con Adonis, estaba a punto de sucumbir y no pelear más contra sus deseos, cuando unos severos golpes en la puerta de madera los interrumpió, claro, era obvio que en ese lugar no tendrían su tan anhelado encuentro, al menos no como querían.

Desde fuera la voz de Aioros y Asmita hizo que los dos se miraran con un poco de vergüenza, por lo que estuvo a punto de pasar, así que como pudieron, lograron reponerse, antes de contestar a esas llamadas de atención por parte de sus familiares que representaban para ambos su máxima autoridad.

-¡Aioria!, ¿estás aquí?, ayúdame a buscar a Milo, que tampoco está por ninguna parte, ¡debemos irnos, nos cancelarán la reservación en el restaurante!

-¡Si Aioros!, estaba guardando mis cosas, no sabía que se puso el seguro, ya voy.

-¿Y tú Shaka?, ¿qué tanto haces que no le contestas los mensajes a tu padre?, tenemos que ir al hospital a ver a Shion, Yuzuriha y Afrodita no se quieren ir sin ti y Camus.

-Padre... lo siento, daba unas últimas instrucciones a Aioria.

Desganados, pero con una sonrisa tierna, los chicos se miraron con cariño, en un lenguaje de miradas, se dijeron en silencio que esa promesa muda seguía pendiente, después de todo, sus hogares estaban convenientemente cerca, Aioria tomó su carpeta y mochila para salir primero, pero un suave pero firme agarre de Shaka en su brazo lo hizo girarse otra vez hacia él, un beso rápido aconteció, además de un diálogo por demás íntimo.

-Aioria... tenemos algo que dejamos inconcluso, la noche que estuvimos en la constructora... ¿te parece si hoy al regresar al edificio...?

El joven Leo respiró profundamente, llenándose del perfume relacionado con la divinidad del mayor, desvió su mirada por un momento, con un color escarlata en sus mejillas, para después quedar frente a frente, se acercó hasta quedar a la altura de su oído, para decir con la voz nublada y ronca.

-Shaka... no.

-¡Pero qué demonios!, ¡¿no?!

-Shhh, silencio, no sabemos si siguen ahí afuera.

-Si... lo siento, pero cómo que no, explícate.

-Sufrí mucho por ti, llevas meses torturándome sin ser consciente de ello, esa noche que casi llegamos a algo más, me insultaste sin escucharme, me alejaste fervientemente de ti, ¿y pretendes que te la ponga así de fácil?, será cuando yo quiera...

El ojiazul se quedó estático, sin saber qué decir exactamente, su expresión herida y furiosa hizo que Aioria riera discretamente, al momento que lo veía de pies a cabeza mientras se mordía ligeramente los labios, lo estaba provocando a propósito, sin embargo lo dejó ir, con una sonrisa igual de arrogante a la que su castaño estaba usando, con una misión en su mente.

-"Con que será cuando tú quieras Aioria..., no, haré que quieras mandar al diablo la razón".

Al salir, con Aioria, Aioros y compañía ya lejos, Shaka se concentró en Yuzuriha y Afrodita que estaban recargados en la pared más cercana, la primera con las manos en la cadera divertida, y el segundo con los brazos cruzados con una actitud que lo inspeccionaba profundamente.

-Primito, ¿todo bien ahí adentro?

-Si, ¿podemos irnos ya?

-Oh vamos Shaki, cuéntanos, además, sin Camus no podemos ir al hospital, quedamos en que los acompañaríamos, nos odiará si lo dejamos, y yo me imagino que está perdido junto con Milo y por eso no lo encontramos, ¿Aioria y tú estaban en una situación similar?, por que él dijo que no sabía que se había puesto el seguro, pero ninguno de nosotros intentó abrir la puerta...-Dita disfrutaba de todo aquello, se reían cómplices con Yuzuriha, parecía que esa noche, la mayoría había tenido suerte, él con Shura, y su amiga con su hombre misterioso que todavía no le revelaba su nombre.

-Dejen de molestarme, no les voy a dar detalles, par de chismosos.

-¡Por favor Shaka!- Dijeron los otros dos con expresiones dolidas, que el aludido ignoró con mucha maestría, lidiar con berrinches era su especialidad.

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La mañana del sábado llegó, el sol se levantaba en el horizonte en un crepúsculo que pintaba las nubes como arreboles de fuego rojo y anaranjado, el magnánimo evento de esa noche de la Orquesta de la prestigiosa Universidad de Columbia estaba en boca de toda la comunidad estudiantil y parte de la sociedad de Nueva York, en especial en el sector femenino, que esperaba ansiosa poder presenciar la leyenda urbana de amor que se comenzaba a instaurar sobre la pareja de Milo y Camus, los rumores sobre su conexión en el escenario, y su exquisita habilidad para producir bellísimas melodías alimentaban el fervor de la admiración.

El dúo dinámico tuvo que separarse después de un encuentro furtivo y ardiente en un cubículo destinado a los vestuarios del club de teatro la velada anterior, entre rubores y labios sellados como una tumba, Milo tuvo que soportar las burlas de Aioria y una intensa mirada de Kanon, y Camus por su lado la chocante y dulzona voz de Afrodita y la risa nerviosa y coqueta de Yuzuriha, sin embargo, eso era nada comparado a las sonrisas que no pudieron quitarse hasta que se durmieron, cada uno en su cama, pensando en su amante y cómplice de vida.

A las 9:00 am, seguido de un corto viaje compartido en el elevador hacia el lobby, además de un fuerte abrazo y un dulce beso, acordaron encontrarse hasta la presentación en el auditorio, puesto que cada uno pasaría el día con su respectivo padre. La incertidumbre estaba a flor de piel, no sólo por parte de los más jóvenes, si no también en Kardia, si no es que en una máxima parte.

El señor Scarlet tardaba en concentrarse en la compra del traje de gala de Milo, la boutique masculina de Versace resplandecía por su porte y buen gusto, a pesar de la mala cara que ponía el peliazul menor, se divertía al hacer sonrojar con toda intención a cuanta dependienta se le pasara, pero se extrañó al notar que su progenitor, del cual aprendió cada ápice de esa actitud de casanova, no hacía lo mismo, con preocupación observaba a su papá con la mirada distante, y la expresión perdida, no podría decirse que estaba triste, pero si nostálgico, así que cuando el menor se colocó un impecable smoking decidió probar suerte al poner en evidencia a Kardia.

-Viejo, quiero éste.

-Si Milo, toma la tarjeta platino...

-Papá... ¿ya viste cuánto cuesta?- Milo no podía esconder su lado travieso, la vestimenta que eligió era la más cara de toda la tienda, y casi le da un infarto de risa al ver a Kardia desencajado.

-¡Cuál es tu problema bicho!, está bien que seamos algo ricos, pero no puedo permitir que mal gastes de esta manera, así no aprenderás el valor del trabajo duro.

-Papá... por favor, tu marca es básicamente hermana y competidora de ésta, así que puedes pagar lo que sea, hazlo por mi, nunca te pido nada, sólo me quiero ver bien para Camus.

-Oh, si Camus...

¡Bingo!, ahí estaba, el enojo naciente del peliazul mayor se esfumó con que Milo mencionara a su francés, él sabía que su papá tenía un cierto nexo con Francia, después de todo, pasaron mucho tiempo de su vida de ciudad en ciudad en ese país, dejando Grecia para siempre, en el interior de Milo, siempre estuvo la incógnita de por qué Kardia tenía esa obsesión, no quiso averiguar más, sabía que a pesar de llevarse como lo hacían, el respeto que le tenía era más grande, y estaba seguro que en el corazón de ese hombre se guardaba un gran secreto, intentaba comprenderlo, aunque en el camino se llevara su concepto de familia y estabilidad, después de todo, las sesiones con Saori le sirvieron para dejar poco a poco el rencor y agradecer que gracias a esa vida errante, fue que se topó con su Cammie.

El probador de caballeros quedó vacío, y una sonrojada cajera que atendió a los dos les daba la despedida, de pronto Kardia volvió a hablar mientras caminaban hasta su flamante lamborghini, con su personalidad de costumbre, dejando más tranquilo a Milo.

-Bicho..., ya que mencionaste a tu novio, te digo que de verdad me alegra que hayas encontrado a alguien que te haga feliz, ¿si nos veremos hoy con su padre?.

-Gracias papá, en realidad no me veo con nadie más y si, ya le confirmé que terminando el concierto iremos a cenar, los dos están dispuestos.

-Eso es genial, lucha por lo que quieres y nunca lo dejes ir...

-¿Por qué me dices esto ahora?

-Por nada... sólo veme, no quieres terminar como yo.

-Oye, sé que te molesto con que eres un anciano, aunque yo sé que no es así, sabes, si de pronto tengo alguna madrastra... yo, no me molestaría, además se nota que mi mamá tomó esto muy bien al quedarse en Japón con quién sabe quién, y si ya sé que me ama, yo igual, por eso deseo que tú también seas feliz papá.

De pronto, una imagen de Afrodita lanzando un beso coqueto resaltando su lunar en su rostro, apareció en los recuerdos de Milo, que carraspeó para no delatarse ante su papá, eso jamás se lo diría, así que bajó el cristal para despejarse, sin reparar en que Kardia lo miraba con todo el amor que se le puede tener a un hijo, con esa autorización que le dio sin saber, el mayor estaba más ansioso que nunca de ver a Dégel, ¿sería tan bello como la última vez?

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Dégel adoraba su tiempo junto a Camus, ambos habían pasado el día en el Museo Metropolitano de Arte, en la biblioteca más grande de la ciudad y bebiendo té de manzanilla con miel en Manhattan, charlando con calma sobre su carrera en Literatura, y entre comentarios confidenciales sobre lo mucho que quería a Milo y su sueño de algún día publicar la novela que estaba escribiendo, ambos eran sumamente reservados con otras personas, menos entre ellos, y es que la calidez que sentía el peliverde al estar con su hijo era lo único que le daba calma a su agotado corazón, por eso aceptó sin reparos cuando el menor lo invitó a los Estados Unidos, le sentaba perfectamente un cambio de aire, para dejar de morir lentamente en París, sobre todo cuando no soportaba ver a Natassia enredarse con un tipo mucho mayor que ellos sólo por despecho, era cierto que no amaba a su ex esposa, pero la apreciaba, intentaba procurarla, y siempre le agradecería darle el regalo más hermoso de toda su vida que era su petit.

Al llegar la noche, la cita con el destino estaba dispuesta, ambos franceses llegaron excelsos antes que los Scarlet, a la recepción del auditorio de la Universidad, sus pasos elegantes eran una fiel muestra de que la clase de Camus era heredada, con educación, y su característico acento que rayaba con lo romántico, el aquamarina le presentó a Dégel, a Shaka, Aioria, Yuzuriha y Afrodita, éste último le habló en un francés perfecto, dando muestra de su impresionante habilidad para los idiomas, el mayor estaba convencido de que su pequeño estaba haciendo una buena vida, con agradables personas, solamente le faltaba conocer a su novio para comprobar que su Cammie estaba a salvo, por lo menos esa parte de su existencia no sería un completo desastre, porque él podría hundirse en la oscuridad, recordando a Kardia con dolor, pero Camus no, verlo infeliz lo destrozaría.

Y en un momento que el peliverde de ojos amatistas se ajustó sus anteojos al rostro, pudo notar la expresión más bella y soñadora que le había visto a Camus, escuchó un tenue "ya están aquí", giró su rostro en la dirección que su hijo estaba atento, y su pulso se congeló, juraba que no podía moverse, la boca se le secó, y un sudor traicionero se escapó de las palmas de sus manos, quiso correr, gritar, frotarse los párpados porque tal vez había enloquecido en su afán de seguir amando con fervor al único hombre que no pudo quedarse a su lado para compartir su dicha juntos.

Los ojos azules de Kardia lo miraban de una manera indescifrable, como si en su interior el amor lo consumiera en su anhelo por tenerlo frente a frente, después de tantos años, Dégel quiso llorar, un impulso idiota le incitaba a huir, sobre todo porque nunca le contó a Camus esa parte de su vida, aunque era consciente de que su primogénito era demasiado inteligente como para no imaginarse que él quería a otra persona, y por eso su familia se deshizo en ese escandaloso divorcio, se sintió de igual forma culpable de ser inmensamente feliz, ese griego... su maldición, su perdición era tan guapo como cuando eran unos adolescentes, no parecía que ambos casi rondaran los 40, en su alma, volvieron a tener 17 y 18 años, tal y como eran sus hijos en esos momentos.

El abrazo de Milo y Camus le permitió respirar por fin, el oxígeno le daba un poco más de claridad y compostura, sobre todo al fingir que nada estaba pasando cuando le presentaron a su yerno.

-Milo, él es mi padre, Dégel Boissieu.

-Es un gusto señor Boissieu, como ya dijo mi hermoso Cammie, soy Milo Scarlet, y aquí está mi padre, Kardia.

-Es un gusto verte Dégel, y no puedo esperar a que nos acompañen en la cena

-Igualmente a los dos..., será un placer.

El tono impersonal de Kardia engañó a todos, aparentaba una tranquilidad que estaba muy lejos de sentir al estrechar la mano del amor de su vida otra vez, quemándole la piel en el acto, todo el cariño y la tristeza del pasado volvió a relucir como las gotas de rocío que brillan en las hiervas por la mañana, lágrimas internas y letales se desataron en ambos, de pronto, escucharon a lo lejos que un profesor de nombre Orfeo llamaba a sus hijos para prepararse para el concierto, la mágica y utópica atmósfera que se formó, no se rompió cuando los jóvenes se marcharon junto con sus amigos a tomar su lugar, no sin antes despedirse de ellos.

-Deséame suerte viejo.- Milo le daba un enorme abrazo a Kardia, éste correspondió de igual forma despeinando su cabello como era costumbre cuando era niño.

-Hazlo bien mini alacrán, después de todo, que Shaina te obligara a tomar clases de piano rinde frutos, estoy orgulloso de ti.

-Regresaré contigo cuando termine mi dueto con Milo, gracias por venir papá.- Camus le saba un cariñoso beso en la mejilla a su padre, y a su vez, Dégel le acarició uno de sus hombros con cariño.

-No me lo hubiera perdido nunca mi petit.

Los pasos apresurados de Milo y Camus no impidieron que el primero se girara antes de perderse de vista para gritara todo pulmón una incoherencia a Dégel, que consistía en un "¡Señor Boissieu, acompañe a mi padre!, ¡lamento si lo hace morirse de aburrimiento!", recibiendo un golpe en la nuca y una mirada asesina por parte de su novio.

Dégel tuvo el impulso de darse un golpe en la cara y ver si así despertaba en su habitación en París, pero descartó la idea, eso era el presente, y la presencia de Kardia a su lado que le sonreía como la primera vez lo trajo de vuelta a la tierra, no sabía qué hacer o qué decir, sus manos le temblaban, el sonrojo se apoderaba de los laterales de su rostro, y sin pronunciar algo, estaba más que dispuesto a alejarse de ese hombre tan atrayente, por su propia paz, sin embargo el peliazul no permitió tan atroz acción, sujetándolo de su mano para que el francés lo mirara.

-Dégel por favor, yo sé que a pasado un tiempo, y que nuestros hijos se enamoraran puede parecer la cosa más absurda del mundo, sólo te pido que por hoy no pensemos en nada, ni hablemos de lo que pasó, déjame compartir esto contigo, es importante para los chicos.

-Lo cierto es que... no pretendo reprochar algo, como dices tú, no hoy, estoy cansado de esta carga, sigo en estado de shock, tratando de recuperar la razón, nunca pensé volver a verte... y no es correcto que lo haga, solamente me quedaré por Camus, pero no junto a ti, al menos hasta esa cena que es tan importante para nuestros hijos, déjame tener serenidad al menos durante el concierto.

El galo le dio la espalda a Kardia, su cara inexpresiva volvía a la elegancia gélida de siempre, ocultando perfectamente su pasión, el heleno se quedó ahí observando su grácil figura perderse entre la multitud, el corazón le ardía en el pecho, no esperaba la frialdad con la que Dégel le dijo su único argumento, donde lo rechazaba claramente, sin embargo, su confianza no estaba derrotada del todo, porque durante un breve lapso de tiempo, sintió el cuerpo de ese hermoso hombre temblar a una muy corta distancia de él, y eso, le daba la más profunda esperanza.

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Las cuerdas, los instrumentos de viento, y las maravillosas teclas del piano, acariciaban de forma inmaterial a todos los presentes en ese pulcro recinto, las ovaciones y aplausos eran el obsequio a la maravillosa forma que tenían de hacer arte, y el momento crucial fue el final donde la dupla de enamorados otorgó a todos una preciosa interpretación de Beethoven y Mozart, que era enriquecida por la forma en la que Milo miraba a Camus, era como si toda su alma estuviera mandándole señales de lo que significaba para él, a su vez los ojos amatistas del francés, enfocaban sutilmente al griego con diminutas sonrisas y dedicatorias escondidas en su violín.

Los padres de ambos se conmovieron hasta lo más profundo, al filo de sus butacas, protegidos por la oscuridad confidente, levemente descubierta por las luces amarillas, dando un aspecto viejo al lugar, observaban con el corazón al límite, que en ese escenario estaba constituida la imagen que ellos hubieran deseado para ellos mismos, al igual que sus hijos, sus sentimientos estaban unidos en un lazo invisible que los atormentaba en cada una de sus horas, sufriendo, luchando por resistir e ir al final del camino, para acercarse de nuevo y desafiar al destino.

La reverencia que al final hicieron todos los miembros de la sinfónica, uniéndose a Milo y Camus, les dio el mensaje a los mayores de que no podían esconderse más, el momento de estar cerca se anunciaba peligroso, Dégel se abrazó a si mismo por un instante, en un intento de tomar valor para enfrentar lo que sentía por Kardia, despacio, sin apresurarse, se levantó de su asiento para reunirse con su hijo.

La multitud se retiraba encantada, a una distancia considerable, aún en los pasillos del recinto, vio a su petit siendo cargado por un Milo que le daba besos en cada una de sus mejillas, el smoking negro de los dos, contrastaba con la cálida bruma que reflejaban sus sonrisas radiantes, el peliverde esperó hasta que los amigos de los jóvenes terminaran de felicitarlos y darles un caluroso adiós, para confrontar que a su lado estaba Kardia, se moría por decirle que empezaran de nuevo, para vivir mucho más, pidiendo a la vida recuperar lo que les arrebató.

La cena en ese exclusivo restaurante italiano,no fue más fácil para ninguno, por más que la atmósfera íntima a la luz de las velas los invitara a la tranquilidad, los mayores concentraban sus esfuerzos por ser medianamente normales, Milo se imaginó levemente que esa no era la única ocasión en la que había visto al papá de Camus, y el francés menor pensó lo mismo, aunque su amor mutuo los ayudó a despejar esa idea, ya que sólo querían que su relación fuera aprobada.

Afortunadamente el humor negro y coqueto de los Scarlet sofocó las llamas en parte, gracias a las bromas pesadas que se jugaban entre ellos, ocasionando leves y sofisticadas risas por parte de los franceses, que dejaba embelesados a los helenos, entre pasta y vino tinto, el preciado tiempo siguió su curso, llegando al final de esa peculiar reunión, Dégel fue el primero en levantarse, con la intención de dejar a Camus en su departamento.

-Será mejor que me retire a mi hotel, gracias por la cena señor Scarlet, estoy satisfecho por saber que mi hijo está con tan buen joven.

-¡Espera!, Dégel no tienes por qué irte, yo puedo llevar a los muchachos y después dejarte a ti en tu hotel, ¿en dónde te hospedas?

El peliverde se pensó mucho su respuesta, miró de reojo a Camus, y después a Milo, que parecían no prestarles demasiada atención, por estar concentrados en tomar sutilmente sus manos por debajo del mantel, recordó lo que lo separó de Kardia, pero también todo aquello que lo hizo amarlo, y dando un salto al vacío, puso su espíritu por delante, mandando al diablo a la razón.

-The Roosevelt Hotel.

-Perfecto.- Kardia sintió el triunfo en esa última copa de vino, ignorando el semblante serio de Dégel, que rayaba en el reproche.

















Continuará....











Comentarios: ¡Nenas!, jajajajaja no me vayan a matar, que ésta es sólo la parte uno, jajajaja así que en la siguiente tenemos el segundo lemon de la trama, entre nuestro escorpión y cubito mayor, estén pendientes, ¡Ah! y si creen que la relación de Milo Y Camus seguirá perfecta, les diré que su historia puede que sea tan tormentosa como la de sus papás, ya tengo las ideas en mi mente, además, Aioria negándosele a Shaka jajaja traerá muchos momentos sofocantes y espero divertidos y románticos :3 sin olvidarme de mis otros queridos personajes.


Nos leemos pronto, Yare.

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