I
—Entonces...esto es un trato —.Estrecharon las manos.
Drácula y el Hombre lobo, se habían reunido en el edificio central de "Negocios macabros y demás asuntos sangrientos", en presencia de una escribana. Les mostró el contrato y, totalmente conformes con los términos, acabaron convirtiéndose oficialmente en socios igualitarios. Un ambicioso proyecto planeado desde hace años (doscientos cincuenta, para ser exactos), estaba dando su primer y gran paso. Pronto, la mayoría de sus problemas se reduciría a contar el dinero...y evitar a la policía.
—D-disculpen —musitó la profesional. Ah, ¿olvidé decir que la llevaron en contra de su voluntad? Y no, el charco amarillo debajo de su silla, no era el té de manzanilla que tan amablemente le ofrecieron—. ¿Me dejarán ir ahora?
Los monstruos se miraron entre sí, cada uno en un lado de la mesa, y luego la observaron a ella.
—Obvio que no —. Contestaron al unísono.
Y se la comieron.
—Puaj, qué azco, cuánto botox —. El conde saboreaba una menta para quitarse el mal gusto.
—No te quejes, fui yo el que tuvo que comerse la silicona —.Frunció el ceño, y luego de un par de arcadas, vomitó un implante.
—Dezcuida —entrecruzó sus delgados dedos pálidos, y sonrió con suficiencia— pronto, amigo, zaborearemoz la gloria.
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Era media noche, la tormenta eléctrica cruzaba las grises y tétricas nubes que, por alguna razón extraña, no cubrían la luna llena. El moribundo satélite parecía observar, acechante, a la camioneta que se venía acercando por la carretera.
Eran cinco jóvenes. Planeaban irse de vacaciones, y a pesar de que el clima no estaba ayudando, ninguno pensaba detenerse.
—Eh, Bryan, ¿quieres que cambiemos? —Jack, el simpático de piel oscura, le habló al rubio deportista.
—No vamos a parar por eso, igual nos cae un trueno.
—Lo que cae es un rayo, genio —.Se rió Alexis, la nerd.
Hanna (la rubia sexy, con un interés amoroso por... Bueno, por todos), miraba distraídamente por la ventanilla, mientras el mejor amigo gay, gordito y carismático, revisaba sus redes sociales en el celular.
—Ay, ¿saben que Britany se sacó una foto hot? ¡Qué Zorra!
—¿Eh? A ver...—Los compañeros del fondo se interesaron por el nuevo chisme, analizando la pantalla.
O eso intentaron, porque ni las fotos cargaron.
—¡Vamos amor, mi vida, no le hagas esto a papi! —El amado amigo gay usó el índice con desesperación, pero la señal que sostenía su preciado 3G acababa de tener una muerte fulminante.
—Lo siento, Vic —se refirió cariñosamente a Víctor— con terrible campo magnético, es básicamente imposible que cualquier aparato electrónico funcione —. Alexis deslizó sus gafas sobre el puente de su nariz, y observó con gesto crítico la brújula que había llevado: la aguja daba vueltas, muchísimas vueltas—es como estuviéramos pasando por un solenoide gigante, es decir, como si los electrones fluyeran a modo de vórtice a nuestro alrededor, y generaran un campo que...
—Bebé, te amo, pero no estoy de humor para tener clases de física.
Ella rodó los ojos, y decidió ocultar su preocupación científica.
Nadie nunca escuchaba a los científicos. (Y por eso se vuelven malvados al final y matan a medio mundo).
Siguieron la trayectoria, pero pronto, la atmósfera se tornó oscura, tirante...
—Viejos, ¿esto se está poniendo feo, o es idea mía? —Jack, que estaba en el medio, observaba por todas las ventanillas disponibles.
—Tengo miedo... —La rubia se le recostó con temor genuino, pensando en que quizá algo horrible se le asomaría en pleno vidrio.
Víctor estaba igual, o peor, también aferrándose a su amigo del brazo.
—Soy demasiado diva para morir, y todavía no conocí a Taylor Swift —. Comentó igual a que si fuera una plegaria.
—Ciertamente, yo también me estoy asustando—. Alexis quiso sonar serena, pero en el fondo, deseaba resguardarse de cabeza en los asientos de atrás.
—¡Basta, gente! —Bryan se enojó— Dejen de joder, no les va a pasar nada —miró momentáneamente por el espejo retrovisor, y a su costado— cuando lleguemos, nos reiremos de esto —sonrió.
Entonces, un animal negro se golpeó contra la ventanilla frontal.
El impacto repentino les sacó un grito, y ocasionó que el coche comenzara a soltar chirridos por el asfalto. A pesar de que intentó retomar el control, acabaron chocando, dándose justo contra un árbol.
Algunas ramas y hojas atravesaron el interior, dejando entrar el olor a humo espeso y sangre.
—¿Están bien? —Bryan escuchaba quejidos varios, pero quería asegurarse. Sintió un líquido caliente deslizándose a un lado de la cara, pero sin ser por el dolor de sus músculos, todo estaba en orden.
—Estoy bien —Alexis se había salvado los ojos de milagro, pues la lente izquierda estaba completamente rota por una rama saliente. Traía un par de rasguños en las mejillas y los brazos, pero se encontraba entera.
—Un poco de maquillaje y estaré bien —dijo Hanna.
—¡Oh, mi amada Diosa Madonna! ¡Sabía que existías! —Víctor estaba contra la puerta, apenas rozado por las hojas.
Mas faltaba alguien...
—¿Jack?
Nadie respondió. Las ramas cubrían el centro del vehículo, sólo un inquietante y frondoso follaje de incertidumbre. ¿El negro murió? Un clásico, un absurdo y poco racista clásico.
—¡¿Jack?! Amigo, responde –. Se alarmaron todos, incluso la rubia estaba llorando.
—M-mi pierna —musitó— no siento mi pierna. Ah, no...le tocaba sufrir al pobre.
Alexis se movió con rapidez hacia el centro. Tenían que actuar rápido y sacarlo de ahí, porque donde le hubiera atravesado la femoral, moriría en dos latidos.
—Tranquilo, vamos a ayudarte. Chicos abran las puertas, necesitamos más espacio. Yo arrancaré las hojas para tener mayor visibilidad. Bryan, ¿las herramientas de tu padre siguen aquí?
Pestañeó, un poco en shock:
—Sí, en el maletero...
—Busca un serrucho de metal y tráelo.
Alexis jamás había enfrentado una situación semejante, nunca había sonado tan autoritaria. Supuso que se trataba de la adrenalina, aunque no lo sabía.
Cuando apareció de nuevo, le señaló con gesto serio:
—Trocea aquí y aquí. Sacaremos la rama principal. Debemos separar las secundarias por si alguna de ellas se encuentra enterrada en su cuerpo.
Así lo hizo. La tensión se palpaba, todos al borde del pánico, sumidos en la angustia.
—Jack, habla, tengo que localizar tu cara —ella arrancaba hojas mientras Bryan cortaba, y los otros dos sostenían los restos para que no se movieran.
—A-aquí —gimió— Alexis, no siento la pierna —. Lloraba.
—Lo sé Jackie, lo sé —le habló con suavidad, reconfortándolo— concéntrate en mi voz, ¿de acuerdo? Sólo somos tú y yo.
Por fin logró retirar los vestigios de su rostro y lo encontró, sangrante y sudoroso, en una mueca continua de dolor.
—Sáquenme de aquí, por favor...
Ella enfocó su mirada en Bryan:
— ¿Terminaste?
—Sí— respondió en un jadeo— ¿Ahora qué?
—Tenemos que tirar.
—Ay, Diosito, ay Diosito —Repetía Víctor, visiblemente nervioso.
Los cuatro amigos se dispusieron en distintos puntos y comenzaron a retirar el resto más grande.
Jack liberó un par de alaridos de dolor, y menguaron su agarre.
—¡No se detengan! —Alexis Les advirtió entre dientes, roja del esfuerzo.
Lo sacaron del coche y lo arrojaron lejos en un último impulso.
Cuando se acercaron a ver, soltaron un sofoco de horror al mismo tiempo.
Entre la mugre y las hojas, un oscuro rastro sanguinolento se desplazaba hacia los laterales de los asientos. El tembloroso cuerpo de Jack yacía flojo sobre su propia sangre, mientras del hombro y brazo asomaban, cual crudas estacas de tortura, dos ramas bastante gruesas y rugosas, que se habían cernido en su carne de forma sucia. Su pierna, en la zona de la pantorrilla, estaba hundida hacia adentro, mientras girones de músculo y piel exhibían sin misericordia el hueso de la tibia.
—Maldita sea, fractura expuesta —Murmuró ella. Ahora sí le faltaba la voz. Era una imagen que no se saldría de su cabeza, jamás.
Hanna casi se desmaya, si no es por Bryan, que la sostuvo por los hombros.
—¿Qué hacemos?
La cabeza de Alexis funcionaba a una velocidad infernal, mientras trataba de pensar en la siguiente maniobra.
Lo llevaron afuera con sumo cuidado (ay, sí, ahora quieren tener cuidado, ¿eh? Y el pobre árbol que se pudra... Malditos anti-ecologistas).
—Jack, ¿me escuchas? Sabes que eres mi amigo y te amo —cayeron unas lágrimas de su rostro—perdóname por lo que te voy a hacer —de un certero golpe, reacomodó el hueso en su lugar.
Los rayos se vieron apagados por el grito de Jack, que perdió la conciencia inmediatamente
Alexis buscó con la mirada y encontró lo que buscaba.
—Victor, botiquín, Bryan, aquellas dos ramas. Hanna, dame unas blusas. Le voy a amar un entablillado.
Los tres hicieron lo que pidió, y se puso manos a la obra. Unos minutos después, secó el sudor de su frente:
—Esto servirá por ahora, pero necesitamos llevarlo urgentemente a un hospital.
—Ya intenté llamar, no tengo señal —.Se lamentó Víctor.
—El auto no funciona —Bryan se llevó las manos a la cabeza— y el hospital está lejos —a él también lo desbordó la situación, y acabó llorando—. ¡Se va a morir!
—¡No! —le gritó Alexis, poniéndose de pie— ¡No se morirá!
Salió rumbo a la carretera.
—¿Qué haces?
—¡Voy a buscar ayuda!
Se detuvo unos pasos más adelante, cuando una luz que no había notado, apareció a menos de quinientos metros. Provenía del cartel de una especie de parador, algo así como una cafetería para viajeros.
—¡Miren, allí! Rápido, llevemos a Jack, quizá tengan un teléfono.
Víctor y Bryan cargaron con él, al tiempo que ella y Hanna corrían para avisar a los empleados.
Golpearon la puerta con ahínco, y una mujer fea les abrió, sumamente preocupada.
—Oh, ¡zielo zanto, niñaz! ¿Qué lez ha pazado? —Ese acento suena de algo, ¿verdad? Les doy dos pistas: Es hombre, y bebe sangre.
—Necesitamos ayuda, señora... sufrimos un accidente.
—Uno de nuestros amigos está grave, lo están trayendo para acá —. Profirió palabra Hanna.
— ¿Tiene un teléfono para llamar a emergencias?
—No cariño, el teléfono ze encuentra fuera de zervizio, pero...
—¿Qué sucede? —Un hombre con una mandíbula muy prominente y nariz remangada se les aproximó.
—Eztaz jóvenez dizen que zufrieron un aczidente... vengan niñaz, ziéntense aquí, lez traeré agua —. Corrió hacia la cocina. El conde no aguantaba las medias de nylon y necesitaba rascarse ya.
Sus ojos oscuros se enfocaron en ellas, dejándoles entrever su profesionalidad.
—No sé preocupen, soy médico. Déjenme revisarlas...
Ellas se negaron:
—Ayude a nuestro amigo, por favor... él está muy herido y se rompió una pierna. Le hice un entablillado, pero no durará mucho.
—Qué inteligente —sonrió por un instante, y luego observó hacia la entrada, yendo en tres zancadas para ayudar al convaleciente de Jack y sus dos ayudantes, que acababan de llegar.
Él era mucho más alto y musculoso que Bryan, por lo que sostenerlo por sí sólo no fue un problema.
—Vaya... necesitará mucho cuidado. Afortunadamente, este lugar también funciona como mi consultorio – los presentes desconfiaron y él lo notó, por lo que sonrió a modo de disculpas y agregó— Soy el hijo de Clara, este es el negocio familiar —les dio la espalda y avanzó justo cuando Clara traía los vasos. Cruzaron una mirada. — Mamá, no quiero que pasen hasta que les diga, necesito concentración para proceder. Dales algo de comer, los pobres se ven débiles. Y no se preocupen —habló en un tono más alto, para que todos lo oyeran— su amigo estará bien.
Todos se sentaron en torno a una mesa de madera, con asientos rojos de cuero ecológico, bastante cómodos.
—Oigan... ¿Creen que vaya a estar bien de verdad? —Preguntó Víctor.
—Sí, es nuestro amigo, Jack es fuerte. –Le animó Bryan.
—La que no parece estarlo es aquella señora... ¿Le vieron los bigotes? —Hanna se señaló las comisuras con rostro de desagrado. Ella podía estar en crisis, pero siempre captaría los detalles de ese tipo— Y ese pobre hombre se depiló los brazos con cera, eugh...
—Shhh, ¡Hanna!
—¡Es cierto! Ese sarpullido es característico de los que son alérgicos a ella, déjame recordarte que trabajo en un centro estético, querida.
Justo entonces, la mujer regresó con una pequeña bandeja.
—Aquí tienen, miz corazonez —. Esa última palabra la agregó con cierta emoción.
—Disculpe, señora –Bryan le dedicó una mueca amable— ¿puedo usar el baño?
Soltó una sonrisa exageradamente grande:
—¡Claro!¡Por zupuezto! —Apuntó a una puerta blanca con el símbolo masculino— Eztá allí.
Asintió y se puso de pie.
Los chicos lo vieron desaparecer tras la puerta.
Él entró, se metió en el último cubículo y bajó sus pantalones para sentarse sobre la tapa.
De la nada, escuchó que algo se encendía. Una especie de turbina.
—¿Qué demonios? —Intentó levantarse, pero la fuerza de succión era tal, que sus piernas permanecían pegadas — ¡Ayuda! ¡Ayuda! —nadie lo escuchó. El ruido aumentó paulatinamente, y pronto la potencia fue tanta, que le arrancó los intestinos desde el ano. Intentó desesperadamente escapar, golpeando las paredes entre jadeos y sonidos guturales plagados de muerte. Dio un último suspiro, y sus ojos vacíos continuaron pidiendo socorro.
Mientras tanto, los demás esperaban noticias sobre Jack. La mujer había vuelto a la cocina para prepararles algo de comer, y les prometió que todo se resolvería (sí, claro. Eso dicen siempre, ¿y el cadáver del water qué?).
Tras un rato, "Clara" regresó con unas deliciosas hamburguesas humeantes.
—¡Dizfruten!
Le clavaron el diente con total confianza.
—¡Está deliciosa! —Comentó Víctor, y todos lo confirmaron.
Excepto Hanna.
—Disculpe, soy vegetariana.
—Oh...no te preocupez, ze la comerá mi hijo .
Cuando entró, el supuesto médico estaba picando carne, mientras masticaba unos intestinos recién salidos del ducto conectado a la sala.
—Oye, come ezto también, tenemoz una vegetariana.
—Esas no me gustan, demasiada fibra en su dieta, luego me hacen seco de vientre —. Se llevó la hamburguesa a la boca.
El vampiro tomó un vaso de sangre y lo bebió de una.
—Mmm, ¿hiciste lo que te dije?
—Sí, diles que pasen, así aprovecho para limpiar el baño.
Salió de nuevo, con una sonrisa en el rostro. Haber sacrificado a uno de sus murciélagos estaba valiendo la pena.
—¡Pequeñoz! ¡Pueden pazar a ver a zu amigo! —Ellos se levantaron y fueron, ansiosos. Estaba bastante pálido, con los ojos cerrados y un semblante tranquilo. Lo cubría una sábana blanca, por la cual asomaba el yeso y su otra pierna— Eztá zedado por el dolor —les aclaró.
Alexis comenzaba a sospechar (y después la llaman inteligente). Era una dupla rara, una situación extraña, y su muñeca izquierda le ardía. Cuando lo hacía, las cosas normalmente se tornaban oscuras (igual medio tarde, amiga).
Ya más tranquilos, volvieron a sentarse. Pero Bryan no estaba.
—¿Qué le pasó?
Víctor recibió un mensaje en su celular, y se incorporó estrepitosamente.
—Chicas...voy a buscarlo, ya vuelvo.
En realidad, quería un lugar privado para tratar sus asuntos. Siempre quiso ser cantante, y se había hiperventilado cuando unos agentes de talento lo contactaron luego de enviar un video suyo a un concurso.
Justo cuando fue a escribirles, recibió una llamada. Soltó un grito y tiró el aparato al suelo, sólo para recogerlo, todo sudoroso:
—¿Momo? —No podía creerlo. Una vez había puesto su número, cuando estaba bromeando con sus amigos. Y ahora, el bicho del demonio lo miraba en la pantalla.
—Víctor... Morirás hoy, ¿lo sabías?
—¿Q-qué?
— Tu amigo está en el último cubículo. Quedan tres —.Cortó.
Con un nudo en el estómago, se aproximó. Se oían suaves gruñidos, como si un animal estuviera destrozando algo.
—¿Bryan? —Intentó decir, pero la voz no le salía. Puso su celular en el pecho como si lo fuera a proteger, y abrió la puerta.
Unas garras encontraron su cuello, tiñendo el espejo de rojo... (O sea, el carisma se le salió por la garganta).
Alexis tamborileaba con los dedos, nerviosa. Su muñeca quemaba. Bryan no había regresado, Víctor tampoco. Si esto fuera un campo de batalla, de seguro se trataba de una emboscada.
Dividir, y atacar.
Entonces entendió.
—Hanna —susurró— tenemos que irnos. Creo que cometimos un error al venir aquí.
—¿Qué? — Dejó de verse las uñas —¿Por qué? Bryan todavía no ha vuelto, Jack...
—Hanna —abrió los ojos con pánico cuando vio salir al doctor del baño, él le dedicó una sonrisa y se aproximó a ellas con naturalidad.
—¿Qué tal la comida de mamá? —Algo de agua goteaba de su barbilla. Al parecer se había lavado la cara.
—Estuvo buena —Alexis lo miró de reojo. Estrechó los párpados, y observó algo rojo en un lado de su oreja— eh...señor —su semblante se ensombreció— no se ha limpiado bien.
Antes de que reaccionara, le arrojó el plato vacío a la cara, rompiéndoselo en el rostro.
Liberó un aullido y retrocedió. Ella tomó a Hanna e intentaron atravesar la salida, pero el lobo, semiciego y sangrante, se interpuso, amenazador.
—Maldita...—gruñó. Sus garras habían crecido, al igual que sus dientes— ¡Las voy a triturar! — Saltó sobre ellas. Alexis reaccionó a tiempo y dobló rápidamente hacia la cocina.
Clara no estaba allí.
—Ayúdame a cubrir la puerta —Corría y tiraba cualquier objeto pesado que pudiera servir.
—Alexis...—mustió.
Ella se dio la vuelta, y se aterró al enterarse de la situación.
El vampiro, ya sin su disfraz, se había telentrasportado a su espalda, y le estaba clavando los dientes en la yugular.
—¡SUÉLTALA!
Pero era tarde.
Vio a su amiga caer, sin una gota de color en el cuerpo.
Recordando que quizá Jack permanecía con vida, de dirigió al consultorio y le quitó las sábanas.
Liberó un alarido de horror: En una fría mesa metálica, estaba su cabeza cercenada, y sus piernas. El resto había sido rellenado por bolsas de papas (ajá, papas).
Esa fue la gota de derramó el vaso. La marca de nacimiento en su muñeca comenzó a extenderse por todo su brazo, como lenguas de fuego impío, recuerdos de un ritual, su madre empleando extrañas palabras...
Los dos monstruos entraron, justo para presenciar su furia.
—¡Ez una bruja!
—¡Me lleva el demonio!
Una pregunta, ¿alguien quiere vampiro al ajillo y lobo asado para llevar?
(2992 palabras en Word).
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