Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo XX: Premios

Nota de autora: hola, mis amores. Es mi deber y responsabilidad hacerles saber que en este capítulo se hace mención de abusos, que si bien no es necesariamente explícito, podría desencadenar algún malestar. Es un capítulo que no necesita darte demasiados detalles para que duela, así que mi sugerencia es que lo leas con precaución y si sientes que es demasiado, pasa de el porque tu paz y bienestar mental es más importante que un capítulo. Un beso.


Capítulo XX: Premios

Jagger


El teléfono vibra y cuando bajo la vista descubro que una vez más se trata de papá, pero desvío la llamada sintiendo la mirada de Seth y James sobre mí.

—Yo opino que deberías hablar con él, no dejes que la enferma de Megan arruine tu relación con Mason, él ha sido un buen padre, Jagger —dice James con cuidado sabiendo que todo el tema ha sido espinoso para mí durante la última semana.

Tengo ojeras y he dormido muy poco. No siento culpa de declinar darle mi riñón a Megan, pero aun siento dolor de perder algo que en primer lugar nunca tuve y sobre papá, sé que debe haber alguna explicación, tiene que haberla, es solo que pensar en hablarlo ahora es abrumador y aunque puedo ser racional, también siento y mi dolor, ira y resentimiento no me hará ser tan receptivo. Me asusta discutir con papá, decepcionarme o desilusionarme.

—Hablaré con él cuando me sienta listo.

—Aun no puedo creer que Megan sea tan mezquina, malévola y escoria —murmura Seth—, pero al menos ya puede estar fuera de tu vida.

—¿Fuera de mi vida? —Me río sin humor mientras me pongo los guantes negros—. Es posible que su desesperación ya la llevó a venderme con Bryce, le puso su nombre a mi riñón.

—Eso no tiene nada de gracia como para que te rías —dice James con seriedad, tomando mi teléfono y guardándoselo en el bolsillo del pantalón para cuidarlo mientras no estoy.

—¿No te parece que ya lloré demasiado por Megan? Ahora me queda reírme.

—¿Por qué Bryce no le consigue un riñón en el mercado negro? —pregunta James.

—Porque es un hijo de puta sádico y Megan sabe que Jagger es su respuesta segura —Seth me mira con ojos entrecerrados— ¿Te sientes bien con ella muriendo?

—Para mí ella ya está muerta —respondo sin dudar.

La puerta de la camioneta se abre repentinamente haciendo que James grite y Seth se sobresalte. Cuando volteo encuentro a Dacon dándonos una mirada fría a través de sus lentes de montura.

—Si los niños ya terminaron de chismear, podemos empezar. Mi servicio de niñera no es por tantas horas.

—No creo que sepas realmente cuáles son las funciones de una niñera, porque definitivamente eso no es lo que eres —Le hace saber James.

Dacon mira a James y luego a mí.

—¿Por qué no podemos simplemente asesinar al tipo? Es rápido y efectivo.

—Porque no somos asesinos —responde James por mí.

—Habla por ti, eso definitivamente se lee en mi curriculum —asegura Dacon sin dejar de mirarme.

—Simplemente acabemos con esto —suspiro—. Debemos hacerlo antes de que vuelva.

—¿De verdad no podemos simplemente matarlo? —Me pregunta Dacon y sacudo la cabeza en negación—. Ese tipo de decisión me hace extrañar estar en Austria.

»Niño —Se refiere a Seth—, todo listo con las cámaras de seguridad para que juegues con ello y no haya evidencia. Tú —Asiente hacia James—, cronometra bien el tiempo y ante cualquier cambio no dudes en avisar. ¿Listo? —Me pregunta y me encojo de hombros saliendo fuera de la camioneta del crimen, como le gusta a James llamarla.

Dacon y yo caminamos lado a lado hacia la entrada principal de la casa. No sé qué pasa por la cabeza del criminal austriaco que me ayuda, pero por la mía pasa cada momento en el que quise hacerme cargo de Simon Clarke, mis intentos de ayudar a la chica que se atrevía a declarar y cuando aun así todo quedó impune, cuando lo veía alrededor de Lindsay, sus palabras hacia mí y en general cada segundo de su existencia dentro del campus.

No dejo de preguntarme cuántas chicas han sido víctimas desde entonces o mucho antes de ello, no dejó de pensar en la forma en la que ignoró las protestas, los gritos y como pudo regocijarse impartiendo dolor, sometiendo a mujeres que no querían participar en ningún acto sexual con él.

Siento tanto asco.

Darle nombre a los participantes en la abominación que le hicieron a Lindsay no ha sido fácil y tampoco ha sido digerible darle rostro a todos los que se han sumado a la cacería enfermiza contra mí.

No entramos a la casa por la ventana, lo hacemos por la puerta trasera con mucha facilidad en donde nos topamos con un gato que de hecho se restriega contra mis piernas.

—Hum, deberíamos llevarnos a su gato —dice Dacon con aire pensativo y arqueo una ceja hacia él, pero avanza siendo seguido por el gato que ronronea detrás de él.

La casa luce bastante limpia con un olor a pino, no es amplia lo que hace que las puertas de las dos habitaciones y un baño se vean desde la sala al igual que el comienzo de la cocina por donde Dacon se desplaza.

Acercándome a las paredes observo los cuadros colgando en ellas. Parecen de artistas callejeros, soñadores, pero presto atención al hecho de que todos tienen la firma de mujeres por lo que tomo fotografía de cada uno de ellos teniendo un sabor amargo sobre ello.

—¿Habitación o despacho? —Me pregunta Dacon y cuando volteo, sostiene al gato gordo de pelaje gris que se ve demasiado cómodo en sus brazos.

—Tú despacho, yo habitación.

Asiente y entra en la habitación de la izquierda por lo que avanzo a la derecha viendo que la del medio es el baño.

Un escalofrío me recorre en cuanto pongo un pie en la habitación. Las paredes son verde menta, la cama es grande y se encuentra perfectamente doblada, el olor de su perfume persiste en el lugar y todo parece tan adecuado y perfecto que me revuelve el estómago.

Al lado de la cama, en la mesita de noche, descansa un libro que al acercarme descubro que se trata de filosofía y también tiene un portarretrato con la foto de él y una niña que no pasará de los ocho años.

Su hija.

¿Cómo es posible que alguien tan perverso y asqueroso pueda dar vida? Lo que es peor, mi preocupación por ella es alarmante.

Alejándome de la cama camino hacia su guardarropa, yendo primero a los cajones, revisando uno por uno, pero no esperaba que fuese predecible así que no me sorprende que no encuentre algo. Lo siguiente es pasear mis manos enguantadas por las pechas, revisando los bolsillos de sus pantalones, abrigos y camisas de vestir. También me arrodillo para revisar la larga colección de zapatos.

—Te crees tan astuto, pero vas a caer.

Abriendo la mochila, saco un recipiente de vidrio sellado, sonriendo cuando veo el interior. Localizo un pañuelo grueso y envuelvo mi mano enguantada antes de abrir el frasco y liberar a los pequeños por su armario.

—Hagan un buen trabajo —murmuro antes de cerrar las puertas del guardarropa.

En teoría no morirá, puede que estos alacranes tengan veneno, pero no son letales, al menos que lo piquen todos o no reaccione rápido.

—Centruroides sculpturatus —digo en voz alta el nombre del tipo de alacrán—. Dolor inmediato, adormecimiento de zona afectada. Posibles espasmos musculares, sialorrea, diaforesis, taquicardia, hipertensión, dificultades respiratorias y otras tantas posibles consecuencias.

Intento relajar los hombros y avanzo a su mesita de noche en donde solo consigo tonterías, un libro de bolsillo, paquetes de condones, lubricantes y un paquete de cigarrillos.

Tomo lo último, dándome cuenta de que solo ha fumado tres y nuevamente abro la mochila sacando los cigarrillos especiales con los que vamos a suplantarlos.

Cigarrillos fabricados en Austria que lentamente irán perjudicando su salud, no sé qué los componen, Dacon no lo explicó, pero me basta con saber que poco a poco irá consumiendo sus pulmones y otras partes vitales de sus órganos. Cada caja de cigarrillos en este lugar está siendo suplantada.

Reviso debajo del colchón y encuentro un sobre con mucho dinero, su pasaporte y artículos sobre violaciones ocurridas en otras ciudades e incluso en Escocia y tengo que cubrirme la boca con una mano cuando lucho contra las náuseas al leer el caso de una niña de trece años que fue agredida sexualmente de una manera brutal hasta el punto de que tuviera un prolapso rectal.

—Hijo de puta —susurro sintiendo la rabia arder en mí.

Espero que, entre las consecuencias graves de los alacranes, los cigarrillos, el cambio en su agua, sus jugos, su suplemento de ejercicio y el polvo que saldrá desde sus ventilaciones, lo vayan destruyendo de a poco hasta que solo quede una cáscara que en algún momento simplemente perecerá.

Bajo el colchón dejando todo como lo encontré y gateo por el suelo golpeándolo porque estoy seguro de que podría encontrar algo, pero lastimosamente no lo hago por lo que me dirijo a su baño privado pulcramente limpio. Cambio su pasta dental, su enjuague bucal, su crema de afeitar, su shampoo, todo, con el propósito de que todo lo deteriore lentamente.

Lo siguiente es que levanto la tapa del estanque del inodoro para hacer daño también ahí y descubro una bolsa de plástico entre el agua. Y entonces lo sé.

Sé con certeza que necesito respirar hondo antes de dar otro paso.

Mis dedos tiemblan cuando tras dejar la tapa del tanque a un lado tomo la bolsa que abro con sumo cuidado.

Hay gomas para atarse el cabello, tres aretes sin sus pares, una pulsera y un anillo. Encuentro una moneda extranjera y entonces un broche de Swarovski que deja un nudo en mi garganta cuando lo reconozco.

Es de Lindsay, lo sé porque se lo regalé. Lo sé porque lo llevaba a un lado de su cabello la noche en la que todo cambió.

—Son sus premios —susurro mientras mis dedos temblorosos sostienen el broche que miro por un largo tiempo.

Puedo recordarla riendo cuando se lo entregué, su emoción e incluso el llanto por el que se sintió avergonzada antes de abrazarme y recordarme que no necesitaba darle ningún regalo, las pocas veces que lo usó porque le daba miedo perderlo y la manera sutil en la que giraba el rostro cuando lo usaba para que yo lo notara, siempre lo noté. Ella amaba ese broche, más que su valor monetario, le había dado un valor sentimental y eso es algo que él, junto a todas esas basuras, también le arrancó.

—Tienes que soltarlo —Me digo en un susurro, sabiendo que no puedo llevarlo conmigo.

Sabiendo que llevarlo no hará ningún cambio y tampoco me hará ningún bien.

—Tienes que dejarlo ir —digo sintiendo que el nudo en mi garganta crece.

Con lentitud mis dedos aflojan el agarre antes de dejarlo caer nuevamente en la bolsa. Lo miro entre sus otros premios y debo respirar hondo antes de tomar el sobre que se encuentra en el fondo de la bolsa, sin embargo, cuando lo hago, desearía no haberlo hecho.

Son fotos.

Son momentos atrapados de abuso, dolor, violencia y atrocidades.

Hago un conteo rápido y son más de veinte fotos de rostros que se repiten en algunas, pero en general diferentes mujeres entre edades en medio de actos terribles.

Los ojos se me llenan de lágrimas a medida que paso de ellas y la mayoría cae al suelo cuando me topo con una chica con ropa desgarrada en una mesa, golpeada, muslos sangrantes, lágrimas con manchas de rímel en el rostro mientras es obligada a tomar a un hombre con máscara en su boca y otro...

Me dejo caer de rodillas y lucho contra el vómito sabiendo que no puedo dejar evidencia, pero las arcadas son fuertes y aunque me asquea tener que tragarlo, nada se compara con el asco de lo que veo.

Es una raqueta de tenis y él...

—Enfermos. Malditos enfermos.

Ruidos extraños provienen desde mi garganta y me siento sofocado, mi visión es borrosa por las lágrimas que lucho por no derramar mientras veo en el suelo a tantas víctimas, pero la foto que está en mi mano es Lindsay.

Ella es esa chica sobre la mesa.

Alguna de las fotos se encuentran al revés en el suelo haciéndome ver que escribió detrás de ellas algún perverso mensaje.

«Sus lágrimas la hacían ver preciosa, sabía bien. Samantha Scott»

«Pura, virginal, tan asustada. Louise Rogers»

«Aun puedo saborearla. Sofía Corrales»

Todas llevan nombres y algunas de ellas son los nombres de las artistas de las pinturas que adornan los cuadros de sus paredes.

Leo todas las que cayeron volteadas, son tantas, y entonces giro la que tengo en mi mano.

«Inolvidable. Tomó tiempo, pero ella valió la pena. Lindsay Hoffman»

Nuevamente lucho contra el vómito que debo tragarme y creo que en automático recojo las fotos, no soy consciente de cuando dejo la bolsa de nuevo en el tanque ni cuando lo cierro.

Solo sé que camino fuera de esa habitación y me dirijo hacia el despacho en donde apoyo la mano en la puerta para sostener mi peso.

Un sudor frío me recorre y las arcadas quieren volver. Dacon voltea a verme con los labios en una línea recta mientras un video se reproduce en silencio en la computadora de Simon.

—No me importa si te opones, este tipo va a morir y no por toda la mierda que estábamos dejando, no merece una muerte tan piadosa. Merece sufrir sabiendo que en algún momento será su fin y me encargaré de hacerlo —Me informa.

No me salen las palabras porque en mi mente se repiten las fotografías y quiero tanto borrarlas de mi mente, deseo nunca haberlas visto.

—Tiene fotos —digo con la voz rasposa—, de las cosas que les hizo. Él... hizo tanto.

Lo último lo murmuro y me quito un guante para presionarme el dorso de la mano contra los labios.

—No vomites. Trágalo.

Mi cuerpo se sacude con las arcadas y cierro los ojos queriendo pensar en cosas buenas, pero es tan complicado.

—Inhala en profundidad y luego déjalo ir —Escucho a Dacon—. Siempre es difícil darse cuenta de hasta dónde llegan los monstruos.

Me cuesta trabajo controlarlo y cuando lo consigo, vuelvo a ponerme el guante. Mis ojos están acuosos por las arcadas y el dolor de todo lo que he visto.

—Bien, ya lo tienes controlado —murmura Dacon, girando y cerrando el video en la computadora. Luego escribe con rapidez códigos.

—¿Qué haces? —Mi voz suena ronca.

—Que el mundo conozca en donde está su ética.

Generalmente mi mente es hábil, pero me toma segundos entenderlo y aunque gran parte de mí está de acuerdo, otra me pide que lo detenga.

—Pero muchas de sus víctimas viven y no serán expuestas, ya les hizo suficiente daño. Las personas las culparán, las cuestionarán y luego encontrarán la manera de justificar el por qué les hizo esas cosas.

—Estoy protegiendo sus identidades, pero no a él —dice mientras escribe—. Da la orden al niño, esto tiene que estar en el jodido internet. Va a morir, pero antes de hacerlo el mundo necesita saber quién carajos era.

—¿Ellas no serán expuestas? —insisto porque no volverán a ser víctimas.

No daré campo libre para que el mundo cuestione sus silencios, sus dolores, sus traumas. No pondré sus rostros en internet ni divulgaré sus nombres, no permitiré que fotos o videos de los horrores que vivieron pisen en el internet. No es culpa de ellas.

—No lo serán. Tienes mi palabra y capaz no sabes cuánto significa eso, pero te juro que ellas no serán expuestas.

Mirándolo fijamente saco el teléfono desechable y llamo a Seth que no tarda en responder.

—Dacon está enviándote algo, libéralo.

—Entendido.

Cuelgo y me centro en Dacon que hace tantas cosas en la computadora.

—Eliminaré los videos porque si la policía o cualquiera los encuentra solo se divulgará, terminando en alguna página pornográfica en donde serán expuestas —dice sin voltear a verme—. Estas no son pruebas porque sabemos que la gente de Bryce en la policía podría encubrirlo o convertirlo en algo morboso en donde en internet muchos preguntarán «¿Quién tiene el video?» lo mejor es eliminarlos. Tal vez él no obtendrá la justicia por un sistema judicial, pero sí de mi mano.

—En su retrete hay fotos, premios —Le hago saber—, se ven sus rostros.

—Quémalas —Se detiene en la computadora para girar y evaluar mi expresión— ¿Puedes hacerlo o ha sido demasiado?

Mi respuesta es girar y volver al baño.

En el pasado vi videos, o al menos extractos, no por elección, de lo que sufrió Lindsay. Me enfermó y pensé que me enloquecería, sin embargo, haberlo visto fotografiado como un premio ha perforado hasta mi alma.

Su sufrimiento fue el entretenimiento de alguien que nunca se arrepentirá.

Nuevamente abro el tanque y sacando el encendedor del bolsillo de mi pantalón miro sin realmente ver sus rostros o lo que le hacen a cada foto arder. Borrando la prueba física de lo que sufrieron las víctimas, pero sabiendo que no podré borrarlo de sus vidas.

Cierro el tanque y vuelvo al despacho con la bolsa que aun contiene los aretes, pulsera, anillo y gomas para el cabello. Dacon se encuentra apagando la computadora.

—Está hecho, el mundo sabrá quién fue Simon Clarke —Poniéndose de pie me da un asentimiento—. Tienes que irte, no querrás ser parte de esto.

»No quieres ser un asesino y lo respeto, pero yo lo soy. Esta es mi elección y tengo luz verde de mis jefes, vendrá alguien a ayudarme y no será bonito. Hiciste bien tu venganza, ahora me encargaré de que esas niñas, chicas y mujeres puedan salir a la calle sin temer volverlo a ver.

Podría alegar que no lo haga, que dejemos que todo ocurra lentamente con el plan inicial, pero las palabras no salen mientras de una manera astuta tomo el salvavidas que me ofrecen sus palabras: no estoy quitándole la vida, abrí la puerta para ello, pero no soy quien la cerrará.

No sé si es cobarde el no quedarme, pero conozco mis límites y no sé si me hace un monstruo permitir que suceda lo que pasará, pero la vida consta de decisiones y he tomado la mía.

Camino hacia Dacon y le extiendo la bolsa.

—Haz que se trague cada uno de sus premios y que el broche sea el último —Me escucho decir y él asiente.

—Te veo cuando estés listo para tachar otro nombre —Me despide.

Mis pasos resuenan mientras me alejo y luego él dice mi nombre.

—Llévate al gato, no tiene por qué ver lo que sucederá. Ya luego pasó por él —dice y por alguna razón eso me hace reír.

No es mi típica risa, es extraña, pero la siento mientras recojo al gato que ronronea y salgo con el en mis brazos.

Llego a la camioenta en silencio y mis amigos me miran.

—¿Robaste su gato? —Me pregunta James.

—Lo salvé —murmuro en respuesta.

—¿Y Dacon? —pregunta Seth.

—No vendrá, aún no termina.

Se hace un largo momento de silencio.

—¿Somos conscientes de que cada acción tiene su consecuencia? —pregunta James con cautela—. Nosotros dimos pasos y Bryce también lo hará.

—Si no hacemos algo, también dará pasos —murmuro con la mirada al frente—. Hace mucho entendí que es un juego sin reglas.

No se habla más, simplemente intercambian una mirada mientras acaricio detrás de la oreja del gato cuyo nombre no conozco.

Suelto una risa y ambos me ven.

—¿Cómo le cuento a mi terapeuta las cosas jodidas que me han pasado? —Murmuro—. Eso sí que será interesante.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro