Entré a la habitación que en algún momento compartí íntimos momentos con el líder del santuario; Negan se encontraba paseándose de un lado a otro mientras se tapaba la cara con sus manos dando a entender que se encontraba frustrado.

—¿Me llamabas? —hablé con mi típico semblante serio.

Negan me miro con sorpresa, estaba tan metido en su mundo que no se había dado cuenta de mi presencia.

—Tenemos que hablar. —me invito a sentarme y me negué.

—Se rápido y preciso Negan, no quiero vueltas.

Carraspeo un poco nervioso e incómodo.

—T-Tienes que irte, marcharte de acá. —fruncí el ceño.

—¿De qué hablas Negan?

—Se acerca una guerra _________, no quiero que sepan que tengo una debilidad, si no estas acá, no lo sabrán.

—¿Me echas por que tienes miedo? —reí sin gracia.

—No es broma, le pedí a Simón que empaquetara la ropa necesaria y comida para sobrevivir. Tienes que partir mañana a primera hora.

Lo mire sin expresión alguna, mis ojos se cristalizaron y mordí mi labio para evitar que las lágrimas salieran.

—No llores, no me gusta verte llorar. —se acercó y yo volví a reír sin gracia.

—Después de hacerme mierda, te atreves a decirme que no te gusta verme llorar.

—Te buscare cuando todo acabé ________, eres única, eres mía preciosa. —rodé los ojos.

—Cuando me busques y no me halles. Dirás: ella era única y era mía. Era. —recalque la última palabra, él agachó la mirada. —vete a la mierda Negan.

Me marche dejándolo sólo, al fin y al cabo la vida sigue, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido*.

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La vida sigue, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido*, frase referencial al libro "El túnel" de Ernesto Sabato.