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⇝ mi príncipe

JiMin se inclinó hacia adelante, el agua cayéndole directamente en la espalda, relajándole los músculos durante unos segundos, y luego cerró el grifo; salió de la ducha, cogió la toalla sobre la banca y se secó el rostro, mirando rápidamente a ambos lados para comprobar que los demás hombres en las duchas no le estuviesen viendo, y sonrió orgulloso al notar que todos mantenían la vista en el suelo, sumisos. Temerosos.

Idiotas.

Se permitió mirar más allá, exactamente donde aquel guardia pelinegro, de voz y actitud dura e imponente, le observaba en silencio.

Oh.

— ¿Qué miras? — le gruñó —. ¿Te gusto, acaso? — le preguntó con voz socarrona mientras se ataba la toalla a la cintura y se acercaba a él con un caminar fuerte, enojado —. No deberías mirarme — le advirtió, parándose frente al guardia que le observaba impasible. — ¿Acaso no sabes quién es mi novio, oficial Jung? Podría acusarte y hacer que te maten.

El guardia le miró de arriba a abajo, casi con asco, y soltó una carcajada llena de burla.

— ¿Gustarme tú? — se le burló —. Ya te gustaría, Park. Y, sí, sé quién es tu novio. Todos aquí están hablando de cómo «la puta del pabellón» ascendió a: «la nueva puta de Kim» — le escupió con malicia, enseñando su perfecta hilera de dientes.

JiMin se pasó la lengua por los dientes, observándolo con todo el odio que en su ser había, y tuvo que contener las ganas de soltarle unos golpes en el rostro, pues sabía que no podía. Su novio podía ser el gran Kim SeokJin, narcotraficante y asesino más reconocido de toda Corea del Sur, pero HoSeok no era un simple guardia que no valía la pena. Claro que no. HoSeok era un Jung, de los famosos abogados, jueces y oficiales Jung, y nadie que quisiese seguir con vida se atrevía a meterse con él.

Ni siquiera JiMin.

— Al menos yo ascendí en algo, no como tú, que llevas quince años trabajando aquí y jamás te consideraron siquiera para ser jefe de guardia — JiMin se le burló, humillándolo.

Oh.

HoSeok lo empujó contra una de las paredes más cercanas y se le acercó rápidamente, dispuesto a enseñarle una lección, dispuesto a romper cada hueso que JiMin tuviese, mas se detuvo al ver a Kim NamJoon, la mano derecha del capo de la prisión.

— Quítate de mi puta vista, Park, si no quieres que mis hombres y yo te borremos esa estúpida sonrisa a golpes — le ordenó.

JiMin elevó una de sus cejas, como si estuviese dispuesto a burlarse de este guardia una última vez, mas la voz de NamJoon no lo dejó.

— SeokJin te quiere en la celda. Ahora, JiMin.

— Oh, ¡qué justo! Tengo algo para contarle sobre el oficial Jung — se burló, y el recién llegado le miró con interés.

Entonces, HoSeok empujó a JiMin con aún más fuerza, haciéndolo caer, y le puso la suela de sus botas en el cuello, pisando con la suficiente fuerza como para que JiMin se doblegara.

— La próxima vez que te atrevas a siquiera nombrarme, primero limpia esa asquerosa boca de puta que tienes — le advirtió, y se fue del baño dejando a los prisioneros soltando maldiciones a diestra y siniestra.

— ¡Agh! Estoy harto de este idiota — JiMin estrelló la planta de su pie sobre una de las bancas, y lo hizo con tanta fuerza que ésta se quebró —. Todos los días está sacándome de quicio, mas no puedo hacer nada porque SeokJin tiene un arreglo con el idiota mayor — JiMin se quejó, haciendo referencia al abuelo Jung, un aclamado (y corrupto) juez de allí.

NamJoon hizo una mueca.

— Según mis fuentes (TaeHyung y mis propios oídos), eres tú quien siempre está buscando pelear con Jung — le dijo con un claro tono de reproche, negando con la cabeza —. ¿Acaso estás buscando que SeokJin te mate, Park? Porque sabes que lo haría si se entera de que su nuevo juguete está jodiendo al nieto del juez que le permite entrar drogas aquí, ¿cierto? — le recordó.

   « Tú sabes que ni TaeHyung ni yo le diremos sobre ésto, pero no puedo decir lo mismo de las demás mierdas que hay aquí. Jung mismo podría contárselo, ¡por Dios! Estás siendo tan imprudente, JiMin.

JiMin le abofeteó, frunciendo las cejas, mas NamJoon no movió ni un músculo.

— Te diré dos cosas — advirtió — : no soy «el juguete de Kim», soy su novio, y Jung no va a abrir la puta boca. Sería muy bajo, incluso hasta para él — dijo, seguro de sí mismo, de sus palabras.

Y es que HoSeok ya le había prometido que no contaría nada sobre sus peleas.

— Como tú digas — NamJoon rodó los ojos, cruzándose de brazos —, sólo no te quiero muerto. Eres mi mejor amigo, y me preocupas.

JiMin se rió sin una pizca de gracia.

— Soy tu mejor amigo, pero te refieres a mí como "puta" o "juguete". Es muy interesante tu definición de amistad, NamJoon Hyung.

El mayor relajó los músculos, mirando a su menor con culpa.

— Sabes que no quiero ofenderte, Chim, pero-

— Pero eres la mano derecha del capo de la prisión y debes actuar acorde a tu posición incluso aunque estemos a solas — completó la frase —. Oí eso, al menos, siete veces en de tres días, Hyung, pero por mucho que lo repitas y te disculpes, aún me duele — le miró, decepcionado, y se comenzó a vestir, sin importarle si NamJoon le veía o no —. Ésto no vale la pena. Sólo cierra la boca y camina atrás mío hasta mi celda — le pidió, restando importancia, a pesar de que lo único que quería era darle tantos golpes como para enviarlo al hospital.

JiMin se estaba hartando de NamJoon.

El otro suspiró, derrotado, y en silencio ambos caminaron a la celda que JiMin compartía con el capo de la prisión. Una vez que SeokJin se lo permitió, NamJoon los dejó a solas.

Entonces, JiMin le sonrió, coqueto, moviendo exageradamente sus caderas para acercarse hasta SeokJin.

— ¿Me buscabas? — provocó. E intentó besarlo, pero SeokJin sólo lo empujó.

Oh.

— Póntela ahora — le ordenó.

¡No, por favor!

— No quiero — JiMin negó con lo que pareció ser un puchero que pronto se transformó en una mueca de dolor.

SeokJin le había abofeteado.

— Ahora — repitió —. Yo no soy ningún puto, princesa. Ponte la jodida peluca y actúa como la princesa desesperada por mi polla que eres — le ordenó con voz firme, no dándole lugar a quejas.

Y JiMin obedeció, a pesar de que odiaba aquello.

De la pequeña mesa de luz que había en el cuarto, sacó aquella peluca rubia perfectamente cuidada y se la colocó con suavidad, recibiendo una sonrisa enorme por parte de SeokJin, quien ya se estaba masajeando la polla.

— Ahora, ven hasta mí... gateando.

Dios.

JiMin cerró los ojos con fuerza y cogió paciencia antes de obedecer. No tenía otra opción más que hacer todo lo que SeokJin ordenaba si no quería volver a ser la puta del pabellón C junto a sus amigos, Kim TaeHyung y Min YoonGi.

Ser la puta de SeokJin era soportable la mayor parte del tiempo, y debido a éso ni siquiera los guardias (excepto, claro, HoSeok) se metían con él, pero a la hora del sexo... bueno, era igual o incluso más humillante a cuando era la puta de todo un pabellón.

A veces, como ésa, JiMin creía que ser la puta de SeokJin era mucho peor por el simple hecho de que éste no le veía como un «él», sino como un «ella», pues el gran capo no era ningún puto. Jin no follaba con ningún hombre, sólo con mujeres. Y JiMin, desgraciadamente, era uno de los tantos presos que vivían eso.

Porque SeokJin lo engañaba, JiMin lo sabía de sobra: el gran capo no era un hombre que follaba sólo a una mujer. Sin embargo, él no podía quejarse. No cuando todas las noches caminaba a aquella celda vieja que quedaba en un sector prohibido de la prisión para ver al único hombre, irónicamente, que lo trataba con amor y respeto.

Sólo debía aguantar, obedecer, y luego lo vería a él.

Aguantar y obedecer.

Por favor, sólo aguantar y obedecer.

JiMin gateó lentamente hasta SeokJin, meneando sus caderas y lanzándole miradas coquetas que poco a poco calentaban al gran capo, y una vez estuvo frente a la polla ajena, le sonrió como si de verdad quisiese llevársela a la boca, como si no le diese tanto asco que podría vomitar allí mismo.

— Señor — le llamó en un gemido que por poco casi hace que SeokJin se corra allí mismo —. Señor, quiero chupársela. Lo necesito, señor Kim.

SeokJin le sonrió satisfecho y asintió.

— Adelante, princesa. Chupa mi polla como la puta desesperada que eres.

Dios.

JiMin trató de sonreírle, coqueto, de seguir con su perfecta actuación, pero no pudo. Era demasiada humillación para él, incluso si ya lo había hecho millones de veces antes y sin quejarse.

— Espera — dijo, sentándose sobre sus rodillas, y le observó, encogiéndose un poco cuando Jin le devolvió la mirada: fría e impaciente, casi furiosa.

Por favor, no.

A JiMin se le aguaron los ojitos.

— Quiero quitarme la peluca, Jinnie — le informó, abultando los labios en un pequeño puchero —. Quiero s-ser u-un príncipe deseseperado. Quiero ser y-yo, un homb-

SeokJin le abofetó.

— Cierra la maldita boca si no quieres que te la cierre a puñetazos — le gruñó —. Tú no eres un hombre, eres mi puta, una mujer. Mi mujer. Yo no soy ningún puto, ¿oíste, princesa?

JiMin lloriqueó, llevando una mano a su mejilla enrojecida, super caliente, por el golpe.

— Sólo una vez, por favor — le rogó —. Te prometo que no se lo diré a nadie.

Mas esta vez no recibió una bofetada, sino una patada en el pecho que le quitó el aire y le hizo caer de espaldas al suelo mientras Kim SeokJin se preparaba para  golpearlo aún peor.

No era la primera vez, después de todo, y JiMin tenía la suficiente memoria como para saber de sobra que debía quedarse quieto, y con suerte el gran capo se aburriría de él rápidamente.

— ¿Qué tan estúpido me crees, puta? — le pateó el rostro, provocando que de su boca y nariz saliera sangre a montones —. ¿Crees que no sé que irás a contarle a las otras putas que el gran capo «es un puto»? — le escupió —. De verdad no sé qué tan estúpida eres como para creer que podrías engañarme, JiMin, o que me convencerías para que te dejara ser "él". ¿Acaso no entiendes que me das asco cuando eres un "él" y que sólo con follarte y dejarte ser mi puta te estoy haciendo un favor? Deberías agradecer que te esté follando.

Oh.

JiMin se mordió la lengua con fuerza para no reclamar y se concentró en pensar en otra cosa para evitar tanto el dolor físico como emocional por todo lo que el gran capo le estaba haciendo y diciendo.

Lo mejor sería esperar y rezar para que, por favor, aquello se terminase rápido.

— Lo siento — murmuró.

Y, para su suerte, así lo fue.

— Vete — le ordenó. — No me interesa tenerte o verte aquí en toda la noche. Me connseguiré otra puta — le restó importancia con sólo mover las manos y luego se fue de la celda en busca de su reemplazo, pero éso a JiMin no podía importarle menos.

Lo único que quería era levantarse, aún si su rostro seguía sangrando, si todo su cuerpo temblaba por el dolor o si el sólo hecho de respirar le nublaba la vista por unos segundos. Debía irse de allí antes de que SeokJin regresara.

Como pudo, se arrastró hacia su cama y se apoyó contra ésta para levantarse sin caerse en el intento, luego cogió una gran bocanada de oxígeno y se dirigió lentamente hacia la celda de la zona prohibida mientras intentaba no llamar la atención de nadie allí.

Una de sus manos apretaba su nariz para no dejar un rastro de sangre y la otra se mantenía abrazada a su estómago, el cual dolía como el jodido infierno.

No sabía en qué estaba pensando el día en que se dejó atrapar por los policías luego de robarle a ese tipo millonario. Porque, de haber sabido todo lo que le esperaba dentro de prisión, hubiese corrido mucho más, aunque sus piernas doliesen.

— Ábreme — le rogó.

Y no tuvo que esperar mucho más.

— Oh, Dios mío, debí suponer por qué te estabas tardando tanto — Jung HoSeok, el guardia con el que le gustaba pelear todos los días, cerró la vieja puerta de la celda con seguro una vez le dejó entrar y luego le condujo hacia la única cama que allí había —. ¿Por qué fue esta vez, eh? ¿Su orgullo se vio pisoteado nuevamente al verte desnudo? ¿O acaso tú provocaste es-?

— No quiero hablar de éso, Hobi — el peligris tragó seco —. ¿Podríamos sólo estar en silencio mientras me curas?

Oh.

HoSeok asintió a regañadientes y sacó el botiquín de primeros auxilios que había escondido hacía unos años tras una vieja mesa de luz, se sentó junto a el recién llegado y le curó en silencio, a pesar de que quería maldecir a todo Dios por permitir que golpeasen así a su príncipe.

— Listo — informó una vez le colocó una bandita arriba de la ceja, donde había un corte que le dejaría cicatriz. Otra de las tantas que ya tenía. — ¿Te reviso en alguna otra parte o éso es todo?

— Éso es todo — le aseguró.

— Okay — HoSeok le hizo pucheros. — Ven aquí, precioso — le animó, tomando suavemente las caderas del otro, y luego le besó en el hombro —. Perdón por los empujones de hace un rato y por todo lo que te dije — suspiró, arrepentido.

JiMin se encogió en su lugar, pegando la mejilla al pecho del mayor.

— Está bien — le aseguró. — Eres un guardia y yo un prisionero, debemos odiarnos y competir por ver quién humilla más al otro. Lo entiendo — JiMin alzó los hombros, sin importarle realmente.

Pero HoSeok lo detestaba.

— No me gusta ésto, mi amor — le confesó por millonésima vez en esos cinco años que llevaban juntos.

— Lo sé, a mí tampoco. No es divertido hacerte enojar tras estas paredes. Al menos, no la mayor parte del tiempo.

HoSeok rió bajito y le besó la mejilla con delicadeza, para no lastimarlo.

— ¿Cuántas horas tienes? — preguntó.

— Hasta el desayuno, soy sólo tuyo — JiMin sonrió débilmente —. ¿Y tú?

— Igual. JungKookie me cubrirá.

— ¿JungKookie?

— Jeon — aclaró —. Es el nuevo.

— Oh, ya sé quién es — asintió —. ¿Cómo conseguiste que te cubra?

El guardia se alzó de hombros antes de besarle el cuello para distraerlo, pero JiMin no era de ésos que se debilitaban por simples besos.

O, al menos, éso quería creer.

— Dime — le exigió.

— Sólo le di algo de dinero.

JiMin le observó, incrédulo.

— ¿Y?

HoSeok suspiró, rendido.

— Se la chupé — le contó, haciéndole puchero —, pero sólo porque me dijo que nadie se la había chupado y quería contarle a sus amigos- ¡Auch, Jimin! — se quejó al sentir cómo el peligris jalaba de sus cabellos con fuerza para que se callara en ese mismo instante. — Era éso o dejarte solo y golpeado a mitad del pabellón, a merced de cualquiera. ¿Qué querías que hiciera? Necesitaba que alguien me cubriera.

JiMin se cruzó de brazos e hizo un gran puchero, amando en su interior cómo HoSeok jamás le golpeaba o humillaba por comportarse así.

En cambio, al guardia parecía gustarle mucho que lo hiciera.

— No te quiero más, Jung.

— ¿Cómo que no? Si yo sólo lo hice porque quería pasar esta noche a tu lado, precioso — lentamente, HoSeok volvió a dejarle muchos besos en las mejillas mientras repartía caricias por toda su cintura —. Todo lo hago por ti.

El peligris puchereó y gimoteó como si estuviese realmente dolido, por lo que HoSeok también le hizo un puchero.

— No, mi príncipito. No llores — le dijo con voz dulce —. Por favor, no llores. Yo sólo te quiero a ti, mi amor. Todo lo que soy es tuyo. Mi corazón es tuyo.

HoSeok le ayudó a girarse para que ambos quedaran cara a cara y luego le besó en los labios, queriendo borrar así el puchero que allí había, mientras le acariciaba la espalda y profundizaba el beso una vez sintió que JiMin dejaba por fin su actuación de niño triste.

Sin embargo, no dejó de decir:

— Mi príncipe, yo sólo te quiero a ti.

Y JiMin mentiría si dijese que aquello no hacía que su corazón latiera feliz, muy emocionado, lleno de un amor que sólo HoSeok era capaz de hacerle sentir.

Mientras le besaba, JiMin sentía que sus heridas sanaban, y a medida que los besos bajaban hasta su cuello sin dejar de ser suaves y cuidadosos, JiMin pudo asegurar con certeza que en el mundo no habría otra persona que le hiciese sentir tan especial aún luego de todo lo malo que había hecho en el pasado. No habría otro como HoSeok, así que se dejó amar una vez más por el hermoso guardia que le quitaba la camisa con lentitud, procurando no tocar o rozar los recientes hematomas en su piel.

— Tan bonito — HoSeok le halagó mientras le recostaba lentamente en la cama y comenzaba a besarle el pecho con dulzura, usando de vez en cuando su lengua o sus dientes para oírlo gemir. — Bonito. Bonito. Bonito. Mi príncipe.

Y ahí otra de las cosas por las que Park JiMin amaba a HoSeok: jamás dejaba de recordarle lo bonito que era, lo mucho que lo quería o de decirle «mi príncipe», «mi amor» o llamarle por cualquier otro mote cariñoso que quisiera usar.

HoSeok tenía millones de motes para él y eran uno más bello que el otro.

El guardia le besó el hematoma más reciente de su pecho, así como los más viejos, y luego le rodeó el pezón con su boca, lamiendo, succionando y hasta mordiendo suavemente para dejarlos completamente sensibles. Luego, hizo lo mismo con el otro, y una vez que se sintió satisfecho con la sensibilidad de JiMin, bajó sus besos por la pancita y le besó las viejas cicatrices. Le quitó los pantalones junto a la ropa interior y siguió su recorrido hasta llegar a los muslos del menor, quien tembló un poco al sentirlo en aquella zona, mas eso no lo detuvo para seguir besando, amando y contemplando el cuerpo y alma de Park JiMin, su bonito amante.

Le besó hasta que se cansó, hasta que sus labios se secaron y JiMin lloriqueó por todo lo que le hacía sentir al ser tan malditamente cariñoso. Le sonrió tímido y se quitó todo lo que llevaba puesto antes de ubicarse una vez más entre las piernas de su menor, quien le tomó por el cuello y le besó lento, profundo, con mucho amor de por medio, mientras HoSeok le preparaba con dos dedos. Luego, HoSeok se apartó sólo un poco para colocarse un condón y lo penetró lentamente, admirando con una gran sonrisa la forma en que la boca de JiMin se abría en una perfecta "O" mientras arqueaba la espalda y flexionaba los dedos de sus pies por todo el placer que estaba sintiendo. Porque incluso si HoSeok sólo estaba adentrándose en su interior, él sentía que eso ya le bastaba para correrse, mas no lo hizo. JiMin se obligó a aguantar, a recibir todo de su amante y liberar suaves gemidos contra la boca ajena.

Le gustaba. Oh, cómo le gustaba estar de esa forma tan íntima con HoSeok.

JiMin lo abrazó para atraerlo aún más a su pecho y flexionó sus piernas para que HoSeok tuviera un mejor ángulo mientras le follaba, por lo que éste le agradeció el gesto besando su cuello hasta dejarlo sensible, creyendo que ya no podría soportar más. El placer era tanto, HoSeok empujaba tan fuerte su próstata y le besaba de tal manera en que podía asegurar que estaban en el cielo. O en el infierno, porque ambos estaban calientes como la mierda, mas realmente no le importaba dónde estuviesen. Mientras tuviera a HoSeok moviéndose tan malditamente bien en su interior, JiMin podría estar justo en frente del Papa y no darse cuenta de ello.

Su concentración se resumía a Jung HoSeok follándolo, a HoSeok besando su cuello, marcándolo, lamiéndolo, a HoSeok llamándolo «su príncipe» o «su amor» con voz dulce. HoSeok, HoSeok, HoSeok y más HoSeok. Siempre era Jung HoSeok. Siempre se trataba de él.

Y a JiMin no le molestaba que así fuera.

HoSeok empujó una, dos, tres, cuatro, cinco... Luego de unos segundos, JiMin perdió la cuenta de cuántas veces lo embistió con firmeza, pero tampoco era algo que realmente le importase. No si se estaba corriendo sin que HoSeok le hubiese tocado la polla, sólo con varias embestidas certeras a su punto dulce.

Jung HoSeok era un puto genio en lo que hacía, JiMin no temía admitirlo.

El guardia juntó un poco de las tiras calientes de semen que descansaban en su estómago y luego guió el pulgar hacia su boca, por lo que no tardó en recibirlo con un gemido de gusto y en lamerlo con insistencia, como si se tratase de la polla de HoSeok, quien, en tanto, volvió a atacar sus pezones con ayuda de su lengua y sus dientes.

Todo era tan caliente, tan sucio, tan íntimo y aún así ninguno quería parar nunca con todo eso, con su relación o con el amor que lentamente creció en ellos sin que se diesen cuenta.

Era demasiado tarde para parar, pues JiMin estaba nuevamente duro como una roca mientras volvía a lamer el pulgar de HoSeok, volviéndolo loco sólo con chuparlo y sonreírle coqueto.

Park JiMin también era un puto genio.

— T-Tócame — pidió el peligris —. Por favor, Hobi. Haze venir de nuevo.

Y HoSeok obedeció rápidamente, cerrando su mano derecha en la polla goteante de líquido presimal. Pasó su pulgar por la hendidura y extendió el líquido por toda la extensión antes de comenzar a bombear contra éste en lo que las embestidas se hacían cada vez más veloces, más profundas, más-

— ¡Oh, mierda! — JiMin exclamó, y le apretó los brazos como si eso fuese capaz de contener el rápido y muy desastrozo orgasmo que iba a tener.

El guardia sonrió orgulloso de sí y bombeó un poco más rápido, por lo que fue cuestión de minutos para que JiMin se corriera nuevamente en su mano mientras respiraba como si hubiese corrido una maratón, y luego de unos segundos más, HoSeok por fin se corrió en su interior, recostando su cuerpo sobre el pecho del peligris mientras recuperaba la compostura.

— Te quiero tanto — HoSeok confesó en voz baja contra el cuello del menor.

JiMin le sonrió.

— Yo también. Te quiero muchísimo.

Contento, HoSeok se retiró lentamente y se quitó el condón antes de lanzarlo al cesto de la basura, se recostó a un lado de su amante y lo atrajo hacia su pecho para luego besarle la frente.

Deben disfrutar aquél momento íntimo que están compartiendo, ambos saben, pues, cuando el sol salga y el gran capo de la cárcel recuerde la existencia de su puta favorita, ambos deben volver a su rutina diaria. Porque, después de todo, y a pesar de lo que sienten el uno por el otro, JiMin es el novio de un negador y HoSeok es tan sólo un simple guardia que cada noche le expresa su amor.

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