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pov's omnisciente

En esta vida, Lalisa sabía como actuar, tenía su mente despejada y las metas bien trazadas. Por ello, al abrir la caja que prometió ya no ver por su propio bien mental, respiró hondo e intentó no caer. Estaba ya en su apartamento, Leo se encontraba acostado a su lado en el suelo de la sala, esperando ser acariciado por su dueña. Pero ésta no le daba ni la más mínima atención, porque los recuerdos de lo que fue su pasado llegan a su mente como puñetazos. Siempre fue una persona obsesiva con sus sueños, actuaba conforme ella lo creía mejor, por eso, de esta forma caía en las trampas de su propia mente. Cometió muchos actos poco morales, dibujó un futuro que ahora llevaba, pero de una manera diferente.

Jennie no estaba en sus planes desde un principio, pero cuando la vió, no pudo evitar olvidar todo, porque la quería, y debía ser de ella. Tal vez fue aquella vez en la cafetería, cuando usaba su uniforme de la escuela y a su lado tenia un niñato que la observaba lleno de cariño. O tal vez la segunda vez, cuando estaba en el cajero con su madre, y tenía una sonrisa encantadora en sus labios. En una de esas veces, cayó por ella, algo en su cabeza se removió, volviendo a ser como antes, solo una mujer enamorada de las jóvenes inocentes. Cuando se dispuso a tenerla, tuvo que cambiar muchas cosas, se mudó, cambió de oficina, de personalidad, de vida... todo por ella.

Sacrificó mucho por Jennie, así que no podía permitirse echar todo a perder. Solo habían dos opciones: Tenerla o Matarla.

Porque, si no era suya, no sería de nadie más.

Frente a ella las fotos y cartas innumerables que escribió para todas sus víctimas, para todos sus primeros amores de adolescencia, para todas esas mujeres que amó pero que nunca la amaron, para ellas, tenía un espacio en su corazón. Esperaba tener próximamente unas de su linda conejita, así la atesoraria para siempre cuando ya no esté a su lado.

Su madre desde que era pequeña tenía un gran apego a ella, inevitablemente sus hermanos mayores se sentían solitarios, y su padre era un imbecil agradable que pocas veces estaba en casa, posiblemente tenía una amante. Con una familia disfuncional fundida en dinero, Lalisa la mayoría de las veces colocaba sus anhelos en chicas que le parecían tiernas, las que cumplían con sus estándares. Inocentes, ingenuas, y fáciles de capturar. Esas que no recibían atención de ningún tipo por otras personas, eran las presas más fáciles porque nadie notaría cuando ya no estén. Fueron tres, Tzuyu, Solar y Krystal. Habían sido perfectas, aunque las amó, ellas no sentían lo mismo, lo que destruyó su corazón.

¿Por qué las mujeres eran de esa forma? Ella les había dado todo, esa atención que ellas necesitaban, pero la dejaron... así que no permitiría que Jennie haga lo mismo. Después de todo, ella ya le pertenecía.

Cuando el timbre del apartamento sonó, Lisa se levantó tomando en sus manos la caja ya cerrada, apuradq la dejó bajo el sofá, esperando que de esta forma no sea vista. Dejando a su mascota en el mismo lugar, caminó hacia la entrada, abrió la puerta, encontrándose con su vecina. Frustrada fingió sonreír.

— Mina, pensé que saldría con alguna amiga hoy...

— En realidad, pensaba en ir con Jennie. — dijo— Pero quería que me acompañes.

¿Qué? no podía ser cierto.

— Lisa, quiero que esto se vuelva serio — sus manos frías fueron tomadas por las de ella —, amo a mi hija, y también te amo a ti. Quisiera que ustedes olviden lo que pasó, y que Jennie pueda verte como un padre, mi sueño siempre fue que ella tuviera una familia junta.

Era retorcida su manera de ver, llena de egocentrismo. Estaba siendo tomada por sorpresa, pero nuevamente, algo en ella hizo click. Formalizar una relación con Lisa atrasaria sus planes de fugarse, pero al mismo tiempo le aseguraria estar cerca de la menor, al tenerla en su mismo techo, no corría el riesgo de verla con otra mujer o hombre, porque tendría el control absoluto de ella. Simplemente tenía que mantener las cosas en secreto, sin que la mayor supiera, de lo contrario, allí sí estaría en severos inconvenientes. Solo debía aparentar ser la pareja perfecta, y ocasionar unos inevitables celos en Jennie.

— ¿Estas segura? Si tu ex...

— Recuerda que él se irá, no podrá decir nada de esto. — aseguró, ilusionada — Podríamos vivir juntas, y se que es rápido, pero se que ambas sentimos lo mismo, ¿No?

— Es verdad — asintió —. Sería un martirio seguir ocultando lo que siento por ti.

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