02
pov's kim Jennie
Nuestra salida había sido cancelada, todo porque la nueva vecina de al lado, la apuesta Señora Manoban necesitaba usar nuestro baño. Entiendo su situación, a nosotras nos pasó lo mismo el primer día de llegada, pero no nos habíamos atrevido a preguntarle a algún otro vecino del piso que nos permitiera utilizar su baño, solo esperamos a que el plomero llegara e hiciera su trabajo. En estos momentos estaba algo molesta, comía una pizza que mamá tuvo que ordenar, mientras ella hablaba con la recién salida de la ducha.
Cambió su ropa a una más formal, odio admitir pero se ve bien.
Di otro mordisco a mi pizza mientras la analizaba con más detenimiento, entre cerré mis ojos para bajar mis vista a su cuerpo. Sí, como lo pensaba, no parece tener mucho músculo, es delgada pero no débil, mantiene su figura. Le doy unos treinta, o unos veinte y tantos. Ríe con mi madre sobre temas que no comprendo, ¡Oh, ella lo acaba de hacer! Hizo un mechón de su cabello castaño hacia atrás mientras mueve sus pestaña y ella le sonríe, ¡Mi madre es toda una conquistadora! Le gusta la Señora Manoban.
No se si eso signifique algo bueno...
¿Pero ella es buena para ella? Viéndola a simple vista es atractiva, eso es un punto a su favor. Seré yo quien decida si es puede estar con mamá, no permitiré que otra mujer u hombre rompa su ilusionado corazón en pedazos. Me levanté del sofá y caminé hacia la isla de la cocina para escuchar un poco de lo que hablaban tanto.
— Ella es Jennie, por si aún no te la he presentado. — mis hombros fueron tomados por ella y me colocó frente a la mujer, ésta bajó su mirada a mi, sentía sus ojos quemar en cada parte de mi cuerpo. ¿Por qué? desvié mi vista ante los nervios — Ella es tan encantadora, acaba de cumplir diecisiete años. — repartió unas suaves caricias en mi mejilla.
— A primera vista pensé que ustedes eran hermanas.
— Nos suelen decir eso mucho. — rió ella — ¿Me veo tan bien a mi edad? — ella asintió ― Me siento alagada.
— ¿Cuántos años tiene usted?
— Los suficientes para que me llames Unnie.
— ¿Unnie? A mis treinta años no pensé que seguía llamando a una mujer de esa forma. — bromeó, sonriendo.
Me gusta ver sus sonrisas, no comprendo la razón.
— Eres graciosa.
Creo que es un poco incómodo ver a tu madre coquetear con otra mujer, pero no es la primera vez que presenció algo así, después de todo es una mujer muy liberal y le encanta ser el centro de atención. La he visto hablar de esta misma forma con los padres de mis compañeros, de ahí su mala fama. Pero no dejo que los prejuicios me hagan una mala imágen de mi progenitora, abajo de su faseta coqueta es una increíble mujer que merece respeto.
La Señora Manoban tuvo que detener su conversación tras llegarle una llamada, se despidió de nosotras alegando que somos muy amables y nos devolvería el favor. Se fue dejándonos en un silencio que no supe romper, volví al sofá y jugué con mis dedos, pensando. ¿Y si es la indicada? tiene todo lo que mamá merece, y a ella parece gustarle también.
Solo necesito que hablen más, se conozcan y luego... ¡Se casarán y vivirán felices! Claro, es un plan genial.
— ¿En que piensas? — me interrumpió la mayor.
— En que... la vecina nueva parece amable.
— Oh, sí.— asintió, tomando una porción de pizza.
— Y guapa. — agregué — ¿Será soltera?
Debía encargarme de averiguar aquello, a su edad puede estar casada con alguien o incluso tener hijos, pero ella no mencionó nada al respecto.
— No lo sé. — levanto sus hombros — ¿Te gusta?
— ¡¿Qué?! Claro que no, mamá.
— Solo digo — rió —. Me sorprende que a tu edad aún no me hables de chicos. — ugh — A mi si me gusta. ― murmuró.
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