Capítulo 6 | Beso
"Me lᴏ pensé dᴏs ᴠeᴄes
Y te eleɡí las dᴏs."
Me vas a ver. Beret.
La casa es bastante grande y se encuentra rodeada por un amplio jardín y una piscina kilométrica. Mi mirada se centra en las chicas con bikinis minúsculos que bailan al ritmo de la música mientras los chicos las jalean, provocando que la danza sea aún más obscena.
Al otro lado del jardín y anclado a un suelo de madera oscura, se encuentra una barra de bar donde dos chicos se encargan de servir una sustancia naranja en vasos de plástico rojo. Cuando me adentro en la fiesta, Liam ya ha desaparecido de mi lado, al igual que Elena, de manera que decido buscar una cara amiga en aquella fiesta universitaria.
—¡¡¡Em!!! ¡¡¡Por fin llegas!!! —me saluda con la mano una pelirroja bastante alta y vestida ligera de ropa como las demás chicas. Cualquiera diría que ella es Sarah Blane.
—Vaya... estás... diferente —musito dándole un abrazo, que ella me devuelve de buena gana.
—Aquí todo el mundo viste así, Em, eres tú la que desentonas —afirma en una risotada, llevándose su melena pelirroja a la espalda—. Ven, voy a presentarte a mis amigos. ¡Te van a caer genial!
Me lleva a toda prisa hacia el interior de la casa y casi me caigo de bruces al subir el escalón de la entrada. Todo allí me perturba, la música está demasiado alta y el hedor a whisky barato me provocan ganas de vomitar. Una gran mesa de beer pong cruza la sala y una bola de discoteca deslumbra desde lo alto del techo. El humo concentrado del tabaco hace que tosa al instante. ¿Pero dónde me he metido?
—Em, estos son Patrick y Ashley —me informa dirigiendo su dedo índice hacia un chico alto de pelo oscuro y hacia una chica de pelo azul chillón, quienes están sentados en uno de los dos sofás que adornan la sala—. Y estos son Ackerman y Elena, pero creo que ya los conoces.
¿Por qué no me dijo antes que conocía a Liam?
Los ojos de Ackerman se clavan en los míos. Elena está sentada encima de él, mordiendo y besando su cuello. La imagen me da náuseas. Sarah me propina un codazo y yo aparto la mirada.
—Eh, yo a ti te conozco. Eres la chica de la fiesta de cumpleaños que le tiró una copa encima a Elena —asegura el chico de cabellos oscuros, estallando en una carcajada—. No creo que hayas podido hacer una mejor presentación que esa. Creo que tú y yo nos vamos a llevar muy bien —dice con una sonrisa que yo le devuelvo al instante.
—¿Quieres una copa? Es el famoso cóctel de Erik. Lleva vodka, ron y ginebra, mezclado con todo tipo de zumos. Aquí le llamamos agua de fuego, ya te puedes imaginar por qué —me ofrece Ashley con una amplia sonrisa.
—Ella no bebe —responde Liam cortante.
¿Quién demonios se cree que es para decidir por mí? Cojo la copa que me ofrece Ashley y me la bebo de un tirón. Miro de reojo a Liam, quien parece furioso.
—Otra, por favor —le pido. Ashley me rellena otro vaso de plástico rojo, pero esta vez con más cantidad de líquido naranja.
—Esta fiesta es un aburrimiento, juguemos a un juego —insinua Elena con una sonrisa malévola, mirándome fijamente.
—¿Qué propones? —pregunta Patrick.
—¡Juguemos al yo nunca! —responde Sarah al segundo y todos asienten, excepto Liam—. Em, te explicaré primero las reglas. Alguien del grupo dice algo que nunca haya hecho, y si los demás sí lo han hecho, beben un trago.
—¿Y quién gana? —alzo una ceja, confusa.
—Nadie... ¡Se trata de divertirse! —contesta Sarah llevándose el vaso de plástico rojo a la boca.
Vaya juego más absurdo.
—Voy yo —propone Patrick levantando el vaso—. Empecemos con algo sencillo. Yo nunca... me he puesto tan borracho que me he desmayado.
Todos beben un trago, incluso yo, sorprendiéndome a mí misma.
—Yo nunca me he lavado los dientes con el cepillo de dientes de otra persona —continúa Sarah y, todos, menos Liam y yo, beben un trago.
—Aburrido... —suelta Elena simulando bostezo—. ¿Qué es esto? ¿Una guardería?
—Venga va, voy yo —advierte Ashley justo después de beberse todo el contenido de su vaso de un tirón—. Yo nunca me he llevado más de seis meses sin follar.
Doy un trago largo a mi bebida y, al hacerlo, me doy cuenta de que he sido la única que ha bebido.
—¿En serio? Te acompaño en el sentimiento —dice Patrick mientras me da una palmadita en el hombro. Genial. Ahora soy la monja del grupo.
Liam me mira sorprendido mientras Elena dirige su mirada hacia mí y esboza una sonrisa diabólica.
—Estoy segura de que ni siquiera has follado con nadie. No hay más que verte —dice Elena, esbozando una sonrisa triunfal—. ¡Tenemos una monja en el grupo, chicos! —grita Elena, claramente satisfecha de sí misma.
—¡Mejor ser una monja que una zorra como tú! —grito aún más fuerte, bastante afectada por el alcohol que he ingerido.
Todos me miran atónitos mientras Elena se dirige velozmente hacia mí y, cuando está a punto de propinarme una cachetada, Ackerman la detiene agarrándola por la cintura. A Liam le basta solo una mirada para hacer que Elena vuelva a sentarse donde estaba.
—Ya me he cansado de este estúpido juego —escupo levantándome del sillón donde he estado sentada todo este tiempo y saliendo al jardín.
Exhalo una bocanada de aire y noto como el alcohol se apodera de mi cuerpo, haciendo que me tambalee. Me siento en las escaleras de mármol que dan al jardín y me distraigo observando el fondo del vaso medio vacío.
—¿Estás bien? —me pregunta Ashley, sentándose junto a mí.
—La verdad es que no. Odio a Elena y odio a Liam. Los odio profundamente a los dos —aseguro enfurecida, vertiendo lo que queda del líquido naranja al césped perfectamente cortado.
—Elena es una tocapelotas, es verdad. ¿Pero Ackerman? Ackerman es diferente.
—¿A qué te refieres? —pregunto con curiosidad.
—Pues que aunque parezca un tipo duro y un mujeriego, es todo pura fachada. No deberías juzgarle tan duramente, lo ha pasado fatal ¿sabes? —explica apartándose el pelo de la cara—. He visto como os mirabais antes y está claro que os gustáis —Ashley coloca su mano en mi hombro—. No le hagas daño, por favor.
—¿Yo? ¿Hacerle daño a Liam Ackerman?
Un sonido entre un grito sofocado y una carcajada escapa de mis labios. Ella se limita a hacer una mueca.
—Dejemos ya de hablar de Ackerman, le estamos dando demasiado protagonismo —afirma mientras me coge de la mano para levantarme—. Ven, te invito a un chupito.
Me lleva de la mano hasta la barra y le dice a un tal Ramón que nos sirva dos chupitos de jägermeister cargados.
—Salud —dice mi nueva amiga levantando el vaso de cristal diminuto.
Realizo el mismo gesto que ella y me llevo aquella sustancia verdosa a la boca. Al segundo, la garganta comienza a arderme y un sabor a hierbas y a alcohol invade cada centímetro de mi cuerpo. Por un momento creo que acabaré vomitando aquel líquido verde, pero logro recomponerme.
—¿Y cómo es que sabes tanto de Liam, Ashley?
—Porque él me ayudó cuando mis padres me echaron de casa. Ellos querían que yo estudiase ciencias políticas, pero a mí me movía más el mundo del arte. Ya sabes —afirma señalándose el pelo azul chillón—. Liam me acogió en su casa y trató de convencer a mis padres de que se equivocaban. No sé cómo, pero lo logró.
Eso no me lo esperaba. ¿Liam ayudando a alguien desinteresadamente?
—Tiene más corazón de lo que piensas —advierte mientras le pide otro chupito a Ramón, pero esta vez de tequila, limón y sal—. ¿Te cuento algo que nadie más sabe sobre él? En realidad se llama Liam Alexander Ackerman, pero odia que le llamen así —asegura entre risas.
Al final acabo bebiéndome otro chupito y bailando con Ashley como toda una experta. Ambas movemos nuestras caderas y levantamos las manos cuando el deejay pregunta quién está soltera. Noto como mi moño se deshace y tiro del coletero para soltarme el pelo y dejarlo caer sobre mis hombros. Una sensación de libertad me invade al momento; me lo estoy pasando realmente bien. Un tipo un poco más bajo que Ashley, tira de ella y ambos comienzan a bailar juntos a un milímetro de distancia. Yo decido entrar en la casa y buscar a mi mejor amiga. Buceando entre el gentío y sin encontrar a nadie conocido, me rindo y me apoyo contra una pared, bastante perjudicada por el alcohol.
—Eh, borrachina, me alegro de verte otra vez —una voz masculina se acerca a mí. Le miro a los ojos y lo reconozco al momento. Erik.
—Yo también me alegro de verte. Siento no haber contestado al...
—No te preocupes —dice sin dejarme acabar la frase—. ¿Quieres una calada? —pregunta señalando con la mirada el cigarrillo que sostiene entre los dedos.
—No, gracias —respondo y siento como se acerca más a mí.
—Estás muy guapa —susurra aproximándose cada vez más, hasta que sus labios logran rozar los míos.
Antes de que pueda besarme, alguien tira de él con fuerza y lo aparta de mí. Liam comienza a golpearle con fuerza mientras yo le grito que pare, sin lograr nada en absoluto. Patrick viene corriendo desde el otro extremo de la habitación y logra separarlos junto con otros dos tipos bastante fuertes. Erik se levanta con dificultad y veo que le sangra la nariz. Ashley se lo lleva fuera y los otros chicos intentan tranquilizar a Liam.
—Estás como una puta cabra, tío —le reprime Patrick a Liam—. Le has partido la nariz.
Liam ignora las palabras de su amigo, centrando su mirada únicamente en mí.
El corazón me va a mil por hora y no soy capaz de mover ni un músculo de mi cuerpo. Cuando parece que la situación ya se ha calmado, Liam se acerca a mí, me coge del brazo y me lleva a una habitación apartada.
—¿Te dejo sola cinco minutos y ya estás morreándote con el primero que pasa? —brama enfurecido.
—No eres el único que sabe como seducir a alguien —doy un paso hacia él y tiro del cuello de su camisa. Mi corazón se dispara. El efecto que produce el alcohol en mí está empezando a gustarme.
—Eres una niña estúpida —da un paso hacía mí, recorriéndome con la mirada.
—Y tú un imbécil arrogante —tiro aún más del cuello de su camisa, hasta que la distancia que hay entre nosotros desaparece.
Le miro una última vez y sin poder impedirlo, mis labios impactan contra los suyos. Liam ahoga un gemido y mi cuerpo se retuerce de placer. Mis manos se posan en su cuello, presionando mi boca contra la suya. Ackerman introduce su cálida y deliciosa lengua con sabor a ginebra y a tabaco en mi boca, y yo me rindo ante el placer. Siento como inspira súbitamente y me levanta del suelo, mientras yo le rodeo con mis pequeñas piernas y le atraigo hacia mí. Me acaricia la parte interior del muslo mientras yo le voy desabrochando uno a uno los botones de su camisa hasta dejar al descubierto su marcado abdomen. Mis labios se separan de los suyos y van directos a su clavícula, donde le muerdo sin pudor.
—Joder, Em —me encanta como suena mi nombre en su boca.
Liam me agarra del pelo y me besa salvajemente; su lengua juguetea con la mía y empiezo a sentir un calor incontrolable debajo de las bragas. Quiero hacerlo, quiero que Liam me haga el amor, aquí y ahora.
Alguien entra en la habitación y nos pilla infragantis, provocando que nuestras bocas se separen. A Sarah se le forma una ''O'' inmensa en los labios al vernos y sus ojos se abren de par en par. Liam me deja en el suelo automáticamente y se pasa la mano por el pelo, confuso.
—Perdón por interrumpir... —comienza a decir Sarah, sin ocultar su cara de sorpresa.
—No has interrumpido nada —afirma Liam tajante.
Ackerman sale de la habitación rodeando a Sarah y sin mostrar la más mínima expresión en su cara.
¿Qué ha sido eso?
—¡¡¡Tienes que contármelo todo, Em!!! ¿De verdad... Ackerman y tú...?
—No hay nada entre nosotros, Sarah, estábamos borrachos y nada más —intento justificarme ante ella.
—No sé cómo se lo va a tomar Elena, ella y Ackerman llevan saliendo bastante tiempo. Se va a armar una buena —me informa Sarah preocupada.
—¿Liam y Elena... están... juntos? —pregunto arrastrando las palabras, mientras se forma un grueso nudo en mi estómago. Jamás he sido de esas chicas que se prestan a poner cuernos, es más, siempre las he criticado. Y ahora me he convertido en una de ellas por culpa de Liam Ackerman.
Enfurecida, salgo de la habitación a toda prisa mientras mi mirada se clava en uno de los dos sofás del salón donde Liam está sentado tomando un trago del vaso rojo. En paso firme y con las mejillas encendidas de furia, me acerco a él para propinarle una cachetada. Levanto mi mano que va directa a su cara, pero Liam es más rápido que yo y me la para en seco, obligándome a desistir del intento.
—¿Pero qué coño te pasa? —ruge.
—¡Tienes novia! ¡Tienes novia y has dejado que te bese! —grito.
Liam con una mirada impasible me ordena que me calle. Afortunadamente no nos ha escuchado nadie, todos están demasiado borrachos como para prestarle atención a nuestra conversación.
—Nos vamos —me ordena.
—No me pienso mover de aquí hasta que no me expliques... —comienzo a decir, pero Liam me agarra por la cintura y me sube a horcajadas sobre sus hombros, quedando mi cabeza bocabajo.
—¡Bájame ahora mismo, maldito imbécil! —mis pies se mueven rápidamente mientras le propino fuertes puñetazos en la espalda a cada paso que da, sin que sirva absolutamente de nada.
Noto como la gente nos mira, y no es para menos, parecemos dos lunáticos. Por fin consigo que me deje en el suelo, justo al lado del bmw negro de mi padre. Recupero la compostura y me aliso el vestido. Liam da la vuelta al coche y se sube al asiento del conductor, ordenándome de mala gana que ocupe el lugar del copiloto.
Como no tengo ganas de que me monte otra escena, accedo. Pone el motor en marcha y bajo la ventanilla para que el aire me roce la piel y se entrelace con mi pelo. Éste comienza a moverse en forma de ola a consecuencia del viento. Mi respiración vuelve a la normalidad y mi cuerpo comienza a despojarse del alcohol y de aquella sustancia naranja. Me acomodo en el asiento y se me pone la piel de gallina debido al frío que entra por la ventana. La subo de inmediato y trato de darme calor frotándome los brazos desnudos.
—Si tienes frío hay un chaquetón en el asiento de atrás —me ofrece Liam, observándome de reojo.
Asiento y me doy la vuelta para coger el chaquetón negro de plumas, me lo pongo y entro en calor enseguida. Exhalo su aroma a limón y sé al momento a quien pertenece. Su aroma es tan ácido como él.
—¿Por qué no me dijiste que tenías novia? —inquiero.
—Porque no la tengo —responde de forma tranquila.
—Sarah me dijo que...
—Sarah se equivoca —se limita a decir, zanjando la conversación.
El resto del camino lo pasamos en silencio. Todas las calles me parecen iguales, debido a la poca iluminación de las carreteras. Opto por encender el móvil y distraerme con el WhatsApp, encontrándome un mensaje de Erik disculpándose por todo. Qué ironía, quién debe disculparse es Liam, no él. Sin embargo, en mi interior sé que eso no va a pasar.
Liam parece percatarse del mensaje de Erik, ya que sus labios se convierten una fina línea y una expresión de furia le cruza el rostro, aunque no dice nada. Tras veinte minutos llegamos Menlo Park, pero esta vez no rodea el coche para abrirme la puerta, lo que me produce una punzada de dolor. Ambos entramos en mi casa, subimos las escaleras y nos encerramos en nuestro cuarto.
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