Siempre supe que tenía una vida privilegiada.

Lo sabía desde antes de mudarme a Nueva York e independizarme de mis padres. Lo sabía incluso antes de que mi vida diera un giro inesperado, o como lo llama mi manager, "mi salto a la fama". Porque cuando aún no era reconocida por las personas en las calles, cuando no me pedían fotos o autógrafos, cuando mi rostro no pertenecía a una marca o estaba en algún anuncio publicitario, tenía una casa, una familia que se preocupaba por mí y comida cada noche en mi mesa. Queramos o no, eso es un privilegio, porque en alguna parte de este mundo, hay alguien que no lo tiene.

Un privilegio para mí también es que mi padre fuera un fotógrafo reconocido en toda la industria del modelaje, pues solo bastó que me hiciera una sesión, hablara con sus contactos y me lanzara a la fama como "la nueva revelación" o "La nueva nepo baby".

Jamás me molestó que me llamaran así, pues era verdad. Sin mi padre y sus contactos jamás habría logrado todo lo que tengo hoy en día, o quizás sí, pero sin duda tendría que haberme esforzado mucho más.

Es por eso que siempre había sido agradecida con las oportunidades que se me brindaron, no tenía de qué quejarme o razones para estar deprimida, ya que tenía todo a mi alcance.

O eso fue lo que pensé cuando terminaba de beber mi café, observando desde la ventana, la hermosa ciudad con la que fantaseaba desde que veía series en Disney.

Solía no levantar mi teléfono hasta después de desayunar, pero ese día estaba sonando demasiado y en cuanto leí el nombre de mi manager de inmediato contesté.

—Buenos días Lu.

—¿Cómo estás?— preguntó en cierto tono preocupado.

—Perfectamente, ¿por qué?— inquirí.

—No has visto la televisión, ¿verdad?.

—No...¿Sucedió algo?

—Es mejor que no veas la televisión y aléjate de la tecnología hasta que yo llegue.

Ojalá le hubiera hecho caso y no hubiera visto la televisión. Pero era demasiado tarde, los titulares del noticiero ya habían captado mi atención, en especial cuando iban con una foto mía junto a mi familia.

Ese día todo cambió radicalmente.

La primera en llamarme fue mi hermana mayor, Mónica. Sabía que trataría de calmarme o convencerme de que todo era mentira, pero no respondí. En cambio marqué directamente el número de mi padre con la esperanza de alguna explicación coherente, pero luego de dejarle miles de llamadas y mensajes me resigne a que él no respondería.

Mi segunda opción fue marcar el número de mi madre.

Ella por supuesto contestó, pero jamás esperé lo que tenía para decirme. Entre lágrimas y sollozos me confirmó todo lo que decía la prensa. Me explicó como papá había descubierto una infidelidad por parte de ella hace años y que ambos lo habían mantenido en secreto. Que papá había superado eso, pero que un par de meses después, la gota que rebalsó el vaso fue cuando se dio cuenta de que mi ADN y el suyo no eran compatibles.

Todo lo siguiente en mi vida fue de mal en peor.

Mi agencia me despidió por estar en un drama familiar que perjudicaba su marca. Por más que traté de buscar alguna otra agencia que me contratara, nadie quería a "la exitosa hija de Gabriel D'amico que resultó no ser su hija". El que algunos medios insinuaran que mi madre tenía todo planeado para sacarle dinero a mi padre, o que incluso yo sabía todo y me colgaba de su fama, solo empeoraba la situación. Creo que lo único bueno de esto fue que comprendí que Lucía, antes que mi representante, se había convertido en mi amiga, porque fue la única que se preocupó por mí.

Por suerte tenía dinero guardado, así que monetariamente no estaba tan afectada, no pasó lo mismo con mi estado psicológico. Me la pasé en cama durante tres semanas completas y me atrevería a decir que sin dejar de llorar.

Para lo único que me levanté fue para hacer mis necesidades, y por desgracia para Lu, que era quien me soportaba, en mis necesidades durante esas semanas, no estaba contemplado bañarme.

Un mes pasó. Y entre llantos, evitar a mi familia y tratar de ir al gimnasio para que mi cuerpo liberará algo de dopamina y se me fuera la tristeza del cuerpo, la llamada que Lucía y yo esperábamos finalmente llegó.

No era el mejor contrato al que nos habíamos enfrentado, mucho menos uno que me llenase de esperanza, pero era una oportunidad.

Lu trató de negociar, pero aquel señor que pasaba de los cuarenta y le costaba trabajo el inglés no daba su brazo a torcer.

Nos dio una semana para pensarlo y lo trate de hacer, pero a pesar de la presión de que la oferta se retiraba mañana, no tenía la respuesta.

—¿Tú crees que tengo otra opción? — le pregunté a Lu.

—Mads, siempre hay otra opción— me sonrió llena de entusiasmo, pero borró su sonrisa y con seriedad me observó —excepto esta vez.

Solté un pesado suspiro lleno de frustración. —No quiero ser recordada como la chica que tenía todo gracias a su padre, que no era su padre...

—Entonces demuestra que eres más que tu apellido. Demuestra que tienes más potencial de lo que ellos creen. —Me alentó.

—Su trato tiene condiciones— le recordé.

—Durarán un tiempo— trató de animarme —Pero si logras reincorporarte en la industria, sin trampas y solo a costa de tu esfuerzo, no te volverá a ocurrir esto. Yo me aseguraré de ello.

—El contrato va en contra de mi derecho legal como mujer a elegir con quien estar.

—Quizás Mads, pero ¿tienes otro plan?

—No— me encogí de hombros.

—¿Entonces?

Sabía que no tenía más opciones, mucho menos alguna otra salida. Si quería seguir manteniendo mi vida y dejar de quedar frente a todos como una chica antiprofesional y mimada, debía por primera vez hacer las cosas por mí misma. Es por eso que sin darle más vueltas de las que ya le había dado, llena de determinación, murmuré:

—Bien, pero quiero conocerlo. Quiero firmar el contrato frente a él, que ambos firmemos cara a cara.

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Nepo baby: Modelos que logran ser famosas en el mundo de la moda gracias a las conexiones de sus parientes, que ya tienen fama y acceso.

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