11
Hyunjin no entiende en qué momento las cosas se le salieron tanto de las manos, antes sentía que tenía todo bajo control y que aquello que no podía controlar era lo mínimo, por ejemplo, los pensamientos de los nobles del reino Lee, el conocimiento superior que siempre tendría Minju sobre él respecto a los tratados de su reino y sus estrategias para llevar al pueblo de forma próspera.
Pero todo se arruinó y por muy vergonzoso que sea de admitir para él, fue justo por cosas que creía tener bajo control.
Llevó su diestra hacia su cabeza después de dar un sorbo de agua, se sentía abrumado, estaban pasando tantas cosas en su vida, no sentía tener el tiempo suficiente para procesar una cosa cuando de pronto ya tenía que verse atento a otra.
— ¿Todo bien, príncipe Hwang?
La voz de Chan se empieza a escuchar a una salvación en esos días, era muy eficiente y disminuía las preocupaciones de Hyunjin al ayudarlo con las cosas que él no puede hacer, como investigar o moverse por el castillo, no podía verse sospechoso pero que un guardia divague por el lugar no es raro, menos si es nuevo, debe conocer el lugar como la palma de su mano en caso de emergencias.
— Solo estoy pensando.
— ¿Necesita otro encargo?
— No, todavía me encuentro pensando en lo que dijiste sobre aquella noche, como un bucle del cuál no puedo escapar.
— ¿Se refiere a lo acontecido con el príncipe Minho?
— De todos los rincones donde podría resguardarse, ¿Por qué una sucia taberna?
Hyunjin hace una mueca ante el recuerdo de esa noche. Chan llegó luego de haber seguido a Minho hasta altas horas de la madrugada, incluso él ya estaba preocupado porque la tarea fue que al regresar Minho al castillo, debía informarle al momento, pero las horas pasaban y no había información. ¿Le habrá pasado algo a Minho? ¿A Chan? ¿Su guardia habría sido descubierto? Pero no, al volver casi al amanecer, le dice con una expresión avergonzada que el príncipe estuvo hasta esa hora en la taberna junto a su guardia personal, no pudo ver mucho, las ventanas no dejan ver el interior por privacidad de la gente ahí, pero Chan sabe que solo hay hombres sucios y vulgares dentro además del chico del que tanto se murmura en el pueblo, Han Jisung.
Hyunjin no sabía sobre la existencia de Jisung, no es algo que disfruten hablar entre nobles, ni siquiera Minju lo había mencionado, así que se horrorizó cuando Chan le contó al respecto.
Han Jisung, un omega del que se desconoce la edad exacta. Su padre murió poco después de su nacimiento y su madre se refugió en la taberna, también le tomó reencor a Jisung, alegando que era una maldición y que por eso su padre había muerto por una enfermedad rara que no tuvo hasta que él llegó. La mujer era una alcohólica reconocida en el pueblo y por ella, Jisung encontró un segundo hogar en la taberna. El chico creció prácticamente en ese lugar, cuando tenía entre ocho y diez años empezó a hacer encargos a los hombres del lugar a cambio de unas monedas, iba por cualquier cosa que les habían encargado sus esposas y que claro, ellos no habían comprado por ir a beber, a veces solo tenía que ir a casa de alguno para asegurarse que no se incendió por cualquier razón o que simplemente sigue en pie, ya que había hombres que pasaban mucho tiempo en ese lugar sin volver a casa.
El chico se mostraba muy feliz cada que podía ganar un par de monedas, además de ayudar al encargado del lugar a limpiar las mesas y llevar algunas bebidas, pero eso no lo hacía por dinero, eso era más bien un trato por comida ya que su madre estaba tan alcoholizada la mayor parte del día y por ende, no preparaba nada para comer. Aunque Jisung duda que, de poder, le hiciera algo rico, ya que la mujer se mostraba muy resentida hacia él pese al tiempo. Aunque eso no importaba, Jisung era como el hijo de la taberna, todos ahí lo adoraban e incluso algunos hombres solían llevarle algunas noches pedazos de postres que sus esposas habían hecho, al inicio, el chico quería darles una moneda a cambio pero los hombres se negaron, sabían que él era feliz juntando sus monedas aunque no sabían para qué.
Hasta que llegó esa noche.
No hay una versión exacta, nada que se pueda decir es completamente real pues los hombres del lugar hicieron una especie de voto de silencio, pero hay una versión más aceptada que aseguran corroboró un hombre del lugar demasiado ebrio para saber que había hablado de más.
Jisung llegó al lugar corriendo como si su vida dependiera de ello y tal vez, era así. En cuanto entró buscó la barra para resguardarse bajo el encargado, abrazándolo con tanta fuerza que el hombre sentía que sus costillas se romperían. Pocos segundos después, entró la madre del chico, exigiendo que le regresen a Jisung. Uno de los hombres detuvo a la mujer, se veía histérica, el encargado intentó calmar al chico mientras buscaba el rostro de éste y cuando consiguió verlo, sintió por un momento que el color abandonaba su cuerpo.
El chico tenía un ojo morado y su nariz sangraba, pero algo que también destacaba era un tono rosado en sus mejillas y boca, ese que muchas veces vió entre las damas del pueblo.
— ¡Es un monstruo! —grito la mujer, ebria—. ¡Usa el dinero para comprar cosas para pintar su rostro y faldas! ¡Como una mujer!
— ¿Es eso cierto, Sung? —preguntó el hombre.
Jisung sollozó mientras volvía a esconder su rostro contra el cuerpo del hombre, que se limitó a suspirar.
— ¡Estoy harta de él! ¿¡Qué seguirá!? ¿¡Pelucas!? ¿¡Vestidos!? ¡Le daré la golpiza que debí darle cuando nació!
El hombre hace un gesto hacia otro, que cierra la puerta con seguro. Se agacha hasta la altura de Jisung y le acaricia su cabello.
— Tu vaso con leche y galletas estará listo en un minuto, ¿De acuerdo? Mientras tanto, ve a descansar a mi alcoba.
El chico asiente mientras corre hacia la habitación, se siente avergonzado, extrañamente humillado, ¿Qué haría ahora? Siempre tuvo cuidado, no se suponía que su madre llegue a casa, no esa noche pero lo hizo y descubrió a Jisung pintándose mientras usaba una falda que compró en la tienda de antigüedades y objetos importados, aunque era el nombre más educado que se le daba a los objetos que otros robaban en tierras ajenas y revendían ahí.
Se acostó en la cama y cerró sus ojos, le dolía el cuerpo pero también algo dentro de él se sentía muy roto debido al rechazo. Debido al miedo que sentía de ser ahora marginado por los hombres que tanto lo protegieron desde que era un bebé.
Jisung se quedó dormido, se percató de eso hasta que el encargado fue a despertarlo con un pequeño toque en el hombro.
— Despierta, dormiste mucho, Sung. Tienes que comer algo.
— ¿Jefe Gong? —preguntó el chico, adormilado.
— Dormiste diez horas, Sung. Es momento de comer algo.
— ¿¡Di-diez horas!? ¿¡Qué hora es!? ¿Y... Mamá?
El hombre le dedicó una sonrisa mientras hacía un ademán con su mano para restarle importancia.
— Tú ya no tendrás que preocuparte por tu madre, muchacho.
— Pero...
— Anda, Dong Wook preparó algo rico para ti, debes estar muy cansado y tenemos que poner algo de hielo en ese ojo.
Jisung asiente mientras se levanta, su cuerpo duele incluso más que cuando fue a acostarse pero tiene más hambre que dolor y eso lo motiva a seguir caminando.
— Oye, Sung —habla el hombre—, ¿Tú... Eres feliz así?
— ¿Así como, jefe?
El hombre eleva una ceja y Jisung entiende, se siente abochornado otra vez mientras sus manos empuñan la delgada tela de la falda que olvidó por un momento que vestía, ya que salió huyendo luego de la golpiza que le brindó su madre. Jisung asiente antes de girar para ir con Dong Wook.
Jisung fue esa noche a su casa con miedo de encontrarse a su madre, pero no la vió ahí, ni el día siguiente, ni a la semana. En realidad, no la volvió a ver pero eso no era malo, se sentía más libre. Además, a las dos semanas, los hombres del lugar dijeron que tenían algo especial y el encargado Gong le entregó a Jisung un vestido, uno muy bonito que no podía compararse para nada a sus faldas de segunda mano. Al parecer los hombres se habían cooperado para comprar un vestido nuevo y muy elegante. Entonces el chico se sintió tan conmovido que prometió ya no volver a sentirse avergonzado de lo que era, actuaba con libertad porque sabía que siempre lo cuidarían.
Hyunjin se siente frustrado, de todas las personas con las que Minho podría hablar, ¿Tenía qué ser ese sujeto? Les traería mala reputación si descubren que el heredero al trono habla con alguien como él. Realmente tiene que hablar con Minho al respecto pero no sabe cómo hacerlo sin delatar el hecho que le pide a Chan seguirlo cuando sale.
— ¿Dónde está el príncipe Lee?
— En el salón real siendo instruido en oratoria.
— Pensé que tenía clase con su instrumento clave.
— La reina insistió en oratoria para hoy.
— Debe ser un castigo por su actitud altanera hacia el conde Fang —dice más para él mismo.
Todos los príncipes debían destacar en un instrumento, las princesas en algún baile en particular. Hyunjin era muy bueno con el violín y aunque nunca escuchó a Minho tocar el piano hasta la cena, estaba seguro que el príncipe practicaba mucho también y que era algo que disfrutaba. Pero Hyunjin estaba más sorprendido por haber olvidado por completo que esa regla aplicaba a Minho, el verlo siempre divagando por el castillo y saltándose los eventos con la nobleza habían hecho que él lo vea como alguien por completo incompetente, pero no lo era... Bueno, no del todo. Hyunjin nota que tiene las habilidades pero necesita pulirlas.
Sobre todo mejorar esa actitud tan desafiante, Minho no estaba acostumbrado a convivir con los nobles, no ha pasado esos momentos tensos dónde otros cuestionan sus habilidades y no puede decir nada, pero está seguro de una cosa, Hyunjin intenta disimular su disgusto ante esos comentarios pero Minho no se dejaría intimidar. Tenían que hacer algo al respecto.
— ¿Cómo logras que un alma salvaje se doblegue ante los carroñeros?
Pregunta Hyunjin, tras unos segundos sin respuesta mira a Chan, quien se sorprende de saber que le ha preguntado a él y que no se trata de una pregunta al aire como suele hacer luego el príncipe. El guardia frunce sus labios intentando pensar en una respuesta que sea satisfactoria para el príncipe pero entiende, que no habrá una respuesta buena, porque era mediar la importancia de la opinión de los nobles contra el heredero al trono.
— Tal vez... Consiguiendo que los nobles estén de su lado.
— Desarrolla.
— ¿Cómo calma una pelea entre dos partes? Haciendo que esos dos lados se vuelvan uno. Si consigue aliarse a los nobles más destacados conseguirá el apoyo del resto. Recuerde que a diferencia del pueblo, con tener a la nobleza correcta de su lado, tendrá a todos porque los demás quieren estar en buenos términos, mientras puedan codearse de la crema y nata, no cuestionan nada.
— Llevo toda mi vida sin lograr agradarles pese a ser prometido de Minju, a quien todos amaban, ¿Cómo lo lograré ahora? Casado con alguien a quien aborrecen.
— Es porque intenta aliarse a la gente incorrecta, alteza —Chan carraspea un poco antes la mirada dura de Hyunjin—. Con todo respeto. Aliarse a los reyes no será beneficioso, creo incluso que a ellos les agrada Minju solo porque es el Rey Lee quien la elogia tanto, no porque ella les agrade de forma genuina. Tiene que aliarse a los futuros gobernantes.
— ¿Los príncipes?
Chan asiente. Hyunjin empieza a pensar mejor en ello, es cierto, muchos reyes pronto estarán dejando sus tronos, no le servirá aliarse a gente que está a punto de salir y ser inútil para él. Incluso si debe soportarlos otro poco, es mejor buscar a aquellos que van a reemplazarlos, gente con la mente más abierta a la situación y espera, más comprensiva, personas que pueden servirle y él servirle a ellos.
Alianzas prósperas.
Alianzas que garanticen no intentarán derrocar el nuevo orden que impondrá junto a Minho.
Alianzas que garanticen su apoyo incondicional a ellos como gobernantes y que no esperen fielmente el regreso de Minju. Se siente mal de buscar un plan de emergencia para evitar que sea su ex prometida quien gobierne, él mejor que nadie sabe lo mucho que se ha esforzado para ascender al trono. Pero Hyunjin también lo ha hecho, a desperdiciado su infancia por un futuro próspero a cargo del reino y no iba a dejar que se le escape de las manos por ser "buena persona".
Uno de los dos debía caer e iba a garantizar que no sea él.
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