Capítulo Treinta y Tres: La Historia Del Capitán Crock
Habiendo encontrado a Nayla continúan su camino hasta una pequeña villa, ubicada en el medio de unas imponentes montañas. Una suave llovizna los toma por sorpresa al arrimar la noche, por suerte hayan refugio en una posada, centrada en ese pequeño poblado de seres mágicos.
Nayla está encantada al ver como la rodea la magia, en su viaje es el primer lugar donde hay más seres mágicos que personas y animales, hasta encuentra a Bubus acompañando a viajeros. Después de pedir dos habitaciones deciden sentarse a comer, para descansar de ese largo viaje a galope.
Son atendidos por un ogro, que a diferencia de los ogros que encontraron en el bosque, este no es salvaje, sino que se dirige a ellos con mucha educación, es esbelto, alto y está formalmente vestido, hasta le guiña el ojo a Nayla intentando coquetear con ella, pero la joven solo ríe y se ruboriza de vergüenza.
Cuando los platos están sobre la mesa se disponen a comer, nadie charla entonces, haciendo notar el apetito que, quizá sin saber, tenían. Después de la cena, Kyros y Caym se miran de manera cómplice, como si ocultaran algo, lo que Nayla no tarda en notar.
-Tenemos que decirle -menciona Caym.
-¿Decirme qué? -interviene Nayla.
Un silencio los interrumpe entonces, seguido de un suspiro por parte de Kyros.
-Yo se lo diré -menciona Kyros como si las palabras le pesaran-. Antes de conocer a quien será tu tercer guardián, Byron, es importante que sepas su historia...
-Soy toda oídos -responde Nayla.
-Está bien...
La costa de La Región de Las Plumas es conocida como: "Las Plumitas" tiene este nombre por las pequeñas plumas que dejan las aves que emigran ahí en primavera, también recibe el nombre de "La Calurosa", por las altas temperaturas a la que es sometida todos los veranos.
Aunque es un lugar muy agradable a la vista, el turismo escasea, ya que nadie se arriesgaría a tomar vacaciones en un lugar donde la única ley es la propia. Los habitantes viven con miedo, las olas del mar solo reflejan la piratería y el crimen, ya nadie se siente a salvo. Pero no fue así siempre, hubo un hombre que defendió este mar con vigor y valentía, su nombre es Byron.
Bajo el sol del verano se desarrolla este relato. Un barco decidió desembarcar en el puerto, pero la iniciativa es frustrada por un uniformado, quien se gana el desprecio de todos los hombres con solo mostrar su frío rostro.
-¿Quién eres? -preguntó el capitán desde la proa.
-Eso debería preguntarlo yo. -respondió el uniformado, haciendo que su voz resuene en las olas.
-¿Desde cuando las fuerzas de seguridad tienen pie en esta costa?
-Hace algún tiempo. Intentamos que la noticia no se divulgue, para que se acerquen más criminales con menos precauciones. Tenemos una orden jurídica para requisar todo el barco esperamos de su completa disposición.
De mala gana el capitán permitió que aborde, el oficial extiende una orden frente a sus ojos, la que detallaba sus funciones legales. Sin embargo, solo finge leer la orden, mientras se acercaba al uniformado con sigilo, tomando un puñal que descansaba oculto en sus prendas, para extenderlo en su espalda y dejarlo caer con suma fuerza y velocidad, cargado de saña y maldad.
Contra el pronostico que imaginó su mente, sus ojos se llenan de sorpresa, al ver que el metal del puñal se hace añicos contra la espalda de ese hombre.
-Interesante -dijo el oficial-. Los anteriores intentaron ofrecer soborno.
-¿Co co co cómo es posible? -dijo tartamudeando.
-Se llama magia física. Pero no es hora de hablar.
Con una audaz y rápida patada en el pecho, dada con esos pesados borcegos militares, el capitán queda inconsciente, escupiendo saliva por el suelo.
-Ni creas que ese hombre está solo -dijo a sus espaldas un fuerte marinero de voz grave, acompañado por toda la dotación del barco.
-Estaba a punto de decir lo mismo -resonó entonces la voz de un jovencito a sus espaldas. Él portaba el mismo uniforme, solo que con una sonrisa confiada iluminando su rostro.
Los gallardos marineros lo vieron como a una presa fácil y se prepararon para el ataque. Pero él no borró esa sonrisa, aunque era joven ya lidió con malandros así antes. El cielo se oscureció en un instante, y un furioso rayo azul cayó sobre ellos, diezmándolos con su descarga eléctrica, haciendo que, en cuestión de segundos, sus cuerpos decoren el suelo.
Sin embargo, cuando se los creía acabados, un hombre fiero y robusto se levanta entre ellos.
-Muy interesante niño -dijo él-. Pero no me impresionas, mi fuerte puño pondrá fin a este asunto.
-Es el hombre fuerte del barco -dijo el joven-. Todos los barcos tienen uno, ¿Qué hará este? ¿Tendrá un martillo, arrojará barriles?
-Yo solo uso mis fuertes puños...
Alzando su mano, con férreas intenciones de atacar, lo descargó con ira y una fuerza que parecía desmedida, pero, contra toda voluntad, su mano es detenida al chocar con la palma de otro uniformado, que apareció velozmente como un destello, y parecía medir más de dos metros de altura.
-Miserable -bramó el bandido, iniciando inútiles intentos de zafar su mano.
-Como pareces muy orgulloso de tu fuerza, te dejaré hacer otro intento.
Soltando su mano permitió que el pirata vuelva a atacarlo, repitiendo así el resultado, un puño bravo terminó estancado en la palma justa y poderosa de un guardia costero.
-Supongo que ahora es mi turno -mencionó, para darle un gancho con la derecha y liquidar ese asunto.
-Muy bien hecho Elías -dijo el primer uniformado que apareció, dirigiéndose al más joven-. Tu también Lebrón -menciona mirando al más alto-. Fueron formidables.
-Es un placer servirlo capitán -responde Elías.
-Se acercan dos barcos más. -informa Lebrón.
-Estoy seguro que vienen con estos bandidos. Dejemos que Madrick y Rafael se encarguen.
Se alcanza a ver entre las olas a una pequeña lancha dirigiéndose a toda velocidad contra estos dos barcos, solo una pequeña nave con los dos tripulantes uniformados que nombraron, contra las embarcaciones enemigas, repletas de hombres armados y quien sabe qué más.
-Propongo que nos dividamos -dijo uno de ellos, de estatura mediana y pelo castaño-. Iré por el barco de la derecha, el otro es todo tuyo.
Los bandidos reían al ver a dos oficiales acercándose a ellos en una lancha tan diminuta, sin embargo las risas acabaron cuando el castaño uso fuego como propulsor para elevarse por el aire, las llaman salían de la punta de sus dedos, dejando a todos boquiabiertos.
-Magia... -alcanzó a murmurar uno de ellos antes de que un brillante y feroz resplandor lo alcance.
Los tripulantes del otro barco toman sus armas de inmediato, las escopetas y pistolas se alzan con firmeza en sus manos. Aunque la valentía llenaba sus pechos, sus ojos se abrieron como platos al ver al otro hombre levitar, siendo rodeado por un resplandor violeta.
-Tienen armas -observó este-. Yo también tengo -extendió sus manos entonces, para que un millar de armas rodee el barco, dispuestas a abrir fuego en cualquier momento.
-Escuché sobre cosas como esta -exclamó uno de los bandidos-. Se trata del cristal de Ares.
-Así es -afirma él-. Lo que me da una infinidad de armas y capacidades sobre humanas para combatir.
Los criminales abren fuego, pero son aplacados por una lluvia de disparos. Esa fue otra victoria más para la guardia costera local, dirigida por Byron, también conocido como El Capitán Crock, se ganó ese apodo por el ruido que hacen los huesos de sus rivales.
Para hablar de los valientes hombres a su cargo, será necesario otros párrafos, por un lado estaba Elías, con veinte años se consagró como el más joven de ellos, poseedor del cristal de Zeus, el que le daba el poder para controlar el mismo rayo.
Quien le sigue se llamaba Lebrón, "La mano fuerte del equipo". Su fuerza desmedida se debía al cristal de Hércules, nunca encontró a un rival que lo sobrepase en fuerza, se creía que era invencible, como toda la dotación.
El castaño que iluminó al mar con llamas era conocido como Madrick, tenía el control del fuego, por ser el portador del cristal de Hermes, se cree que podía alcanzar la temperatura de un volcán.
Finalmente llegamos a Rafael, como ya se dijo, con el cristal de Ares podía acceder a una infinidad de armas, y adquirir habilidades sobrehumanas siempre y cuando sean usadas en el campo de batalla.
La táctica del capitán Byron era muy simple, mantener a su fuerza militar de manera secreta, para que los piratas y traficantes pasaran por ahí desapercibidos como acostumbraban. Esto dio resultado los primeros meses, pero no pudieron evitar que la noticia se propague por las aguas.
Entonces los piratas venían preparados, llevaron contra ellos malignas tácticas de batalla, pero nada les dio resultado. Pelearon con valor y fuerza, dejando todo en cada ocasión, sumando victoria tras victoria.
Ese verano se cumplió un año de aniversario de la fuerza, aunque Byron no quería celebraciones y alabanzas, no pudo evitarlo, la gente al fin podía caminar tranquila, sin temor a los bandidos que surcaban por la costa. Hicieron una fiesta en su honor, y gracias a sus hombres el duro capitán participó.
Era de esperarse que estuvieran agradecidos con estas cinco personas, ya que por su cuenta decidieron ponerle fin al crimen, y lograron estandarizarse ante la ley como una Guardia Costera Local.
Sin embargo no todo terminaba en victorias y alabanzas, al poco tiempo de cumplir un año, una amenaza se acercó a ellos como una oscura nube de tormenta. Se trataba de una advertencia escrita con sangre, que decía de manera tajante: "Pasaré con mi flota por su territorio. Apártense o mueran".
Era tan aterradora la carta como quien la firmaba, un hombre temido por todos los mares, el infame Nébula.
-Un pez gordo -dijo Elías ante el silencio de la sala-. Si lo capturamos seremos conocidos internacionalmente.
-Se cree que tiene una flota de magos poderosos, y todo un arsenal de hechizos prohibidos. -dijo Rafael.
-Los rumores siempre exageran. -Acotó Madrick.
-La carta solo infiere que están cerca, no especifican nada más -menciona Lebrón-. Por lo que podrían acercarse en cualquier momento. ¿Qué hacemos capitán?
Las miradas de todos se posaron sobre Byron, pero él se mantuvo inmóvil, con los ojos fijos en ese pedazo de papel.
-Todos revisen los rastreadores -dijo al fin-. Pueden estar cerca, deben advertirme ante la señal de cualquier barco. Por protocolo le avisaré a la guardia costera nacional de esta amenaza, aunque dudo que envíen ayuda. Y respecto a los rumores, investigué realmente a Nébula, su flota no es tan grande como todo el mundo cree, apenas cuenta con dos o tres barcos, pero cada vez que manda estas notas significa que su barco principal esta cerca, donde navega él junto a sus cuatro principales tripulantes.
-Nos igualan en número -mencionó Elías por lo bajo.
-Así es -respondió con una mirada severa-. Si estoy en lo cierto quiero que recuerden una cosa, Nébula es mío. Ahora a trabajar.
Esas fueron sus palabras, de manera tajante y me inmediato todos pusieron manos a la obra. Él dio el aviso desde su despacho, y antes de que sus pensamientos lo bombardeen en el silencio, dos golpes se hacen oír en la puerta.
-Adelante -dijo él.
La puerta se abre entonces, dejando ver a Lebrón del otro lado.
-Revisamos los rastreadores señor -informa él-. no hay ningún barco en varios kilómetros.
-Buen trabajo -responde Byron.
-También quería hablarte de otro asunto.
-Lo imaginé. ¿Qué sucede?
-Es por Elías...
-¿Qué pasa con él?
Entonces Lebrón cayó un segundo, como si buscara en su mente las palabras para formar una oración coherente.
-Es él más joven de todos nosotros -comenzó-. Aunque necesitamos su fuerza en la batalla, no puedo evitar temer por su vida.
Byron desvío la mirada de los ojos de su amigo, y se corrió del lugar de capitán para hablar con el corazón.
-Te entiendo -le respondió-. Temo por la vida de todos aquí en cada combate, porque no los veo como a una dotación, los miro como a una familia. Todos tenemos un cariño especial con Elías, y me gustaría que fuera a la facultad o se dedicara a otra cosa, en la que no pusiera en riesgo su vida, pero eligió estar aquí. Sea para bien o para mal estos momentos nos marcan, y como familia debemos estar unidos.
Su compañero guardo silencio entonces, y solo le limito a asentir levemente.
-¿Recuerdas la primera vez que le hicimos frente a los piratas? -preguntó Byron, rompiendo el silencio que se había formado.
-Claro, ¿Cómo olvidarlo? Fue hace poco más de dos años. -respondió.
-Esos malditos piratas desembarcaron en la costa y atacaron a los pobladores -mencionó evocando ese recuerdo en su memoria-. Dos titánicos barcos de batalla, con muchos hombres, codiciosos y vividores, atacando a nuestros amigos y vecinos de manera impune, sin temor a ningún tipo de represaría. Fue demasiado, no pude soportarlo, y los ataqué.
Lebrón sonrió, con la piel erizada, como si aun estuviera en ese momento.
-También lo recuerdo -dijo él-. El verte pelear de esa forma fue lo que me dio el valor para alzarme en armas. Tenía el cristal de Hércules guardado en una caja, me lo heredó mi padre antes de morir, él supo que encontraría el momento en el cual debería usarlo, y sabía que ese momento había llegado.
De sus prendas toma un cristal, de color marrón, que en sus enormes manos parecía una pequeña piedra.
-La magia de los cristales es única -dijo Byron.
-Es algo extraordinario -respondió-. Siempre me asombra que seamos justamente nosotros los que tienen estos cristales, que son únicos en su tipo. Los demás se forjaron por montones, los hicieron magos a la fuerza, para que los humanos los usaran en la inquisición, dando caza y exterminio a cualquier ser mágico. Pero en el caso de estos cuatro fueron elaborados por hechiceros poderosos, para los guerreros que con honor decidieron pelear contra la inquisición.
-O eso cuenta la leyenda -respondió Byron.
-No es una leyenda -dijo contradiciéndolo-. No entiendo como un mago puede ser así de escéptico. Tenés que admitir lo extraordinario en todo esto. Yo heredé mi cristal, ¿pero los demás? Madrick por ejemplo era un aventurero, hacía expediciones buscando tesoros ocultos, y encontró el cristal de Hermes en el interior de un volcán, al que simplemente se aventuró por diversión.
-El que busca encuentra -respondió Byron alzando los hombros.
-¿Qué hay de Elías entonces? -preguntó Lebrón retóricamente-. Él soñó con el cristal de Zeus, en sus sueños la Diosa Luna le marcó el camino para encontrarla...
-¿La Diosa Luna? -cuestiono Byron.
-Estoy seguro que fue ella -prosiguió Lebrón-. En sus sueños supo el camino que tenía que tomar, y lo siguió, hasta llegar al monte, caminaba por esas tierras como si las conociera desde hace años, y su corazón casi estalla al ver como caía una lluvia de rayos a la punta de la montaña donde debía ir. Se armo de valor y escaló piedra por piedra, hasta ver resplandeciente como el sol al cristal dorado de Zeus.
-Tengo que admitir que si es un caso extraño -respondió-. Pero aun así, creo que los cristales cayeron por buena fortuna en mano de las personas indicadas.
-No creo que sea simplemente "buena fortuna" -dijo para seguir en su debate-. En el caso de Rafael no fue nada bueno lo que le pasó.
Esas palabras hicieron que Byron baje la cabeza, recordando ese hecho que marcó la vida de su compañero con la tragedia.
Rafael era un estudiante de facultad, un académico buscando formarse y ser más letrado. Vivió toda su vida en la misma casa, cerca de la costa, era hijo único y su familia nunca fue adinerada eso fue lo que enfureció a los piratas esa noche, aunque todos creen que eso no los habría salvado.
Rafael volvía de la facultad, a pie, como acostumbraba, hasta que el humo y la ferviente vista de un ardiente resplandor le hizo apresurar el paso de manera frenética, deseando a cada instante que esa casa en llamas no sea la suya.
Sin embargo sus deseos no se harían realidad esa noche, la casa que vio construirse con amor yacía en escombros ardientes. Antes de que el llanto bañara sus ojos y los clamores emanaran sin piedad de su garganta, preguntó por sus padres, sólo encontrando caras tristes como una clara respuesta.
Los bomberos el impidieron acercarse al fuego, y sus rodillas tocaron el suelo exclamando brutales gritos ahogados sin consuelo. Se podía ver el brillo de la luna llena sobre la costa, como un ojo gris, con tanto resplandor como indiferencia.
Se determinó que los padres de Rafael murieron a causa de disparos en el pecho, que no los mató el fuego, pero eso estaba muy lejos de ser un consuelo. Sobre los escombros de su hogar caminó solo doce horas después de haberse extinguido el incendio. Fue entonces cuando la vio, brillando debajo de las cenizas, como si lo estuviera llamando.
Con el corazón palpitante lo tomó en las manos, creyó que era una leyenda, pero el cristal de Ares resplandecía frente a sus ojos, en los que quedó plasmado el color morado de esta piedra. La que haría más que sorprenderlo, también le mostró cómo sucedió todo, intensificando así su irá, su sed de venganza y de justicia.
Pudo ver como los asesinos entraron pateando la puerta con violencia, amenazando a sus padres, llevándose así las pocas cosas de valor que tenían y destruyendo todo lo que no les servía. Uno de estos piratas puso una mano encima de su madre, a lo que su padre reaccionó feroz, y su medalla a la valentía fue plomo caliente, que impactó sobre su pecho, quitándole la vida. Luego le dispararon a su madre, mientras lloraba encima del cuerpo de su esposo.
Como si no estuvieran contentos con eso decidieron prender fuego la casa, encendieron primero las cortinas, para alejarse mientras el incendio se propagaba. Pero eso no sería todo lo que el Cristal de Ares le mostraría, sino que también le enseñó el lugar donde estaban los bandidos. Él nunca había lastimado a nadie en toda su vida, y le bastaron cinco minutos para borrar a esos piratas de la fas.
-La tragedia hizo que se sumara a nosotros cuando vio que nos estábamos formando. -dijo Byron.
-Ojalá hubiéramos estado antes. -respondió Lebrón.
-Ojalá esa que llaman Diosa Luna le hubiera dado antes el Cristal de Ares, o pudo haber hundido el barco de los piratas para que no lleguen a la costa. Pero no lo hizo, no hizo nada -dijo el capitán con repudio.
-A veces las cosas pasan porque tienen que pasar...
Ahí fue donde esa charla concluyó. Los días y las noches siguientes transcurrieron con mucha vigilancia pero sin novedades, hasta el día quince de julio. Pasaban las siete de la tarde cuando Elías atravesó la puerta de la oficina de Byron.
-Capitán -dijo él con el pecho agitado-. El radar encontró un barco, pero desapareció después de dar las primeras señales.
De inmediato revisó las lecturas del radar, comprobando que el joven tenía razón.
-Encontró una forma de ocultarse del radar, pero lo hizo después de saber que la maquina advirtió su presencia -dijo Byron-. Fue a propósito, quieren que sepamos que están cerca.
-Puede ser una trampa -respondió el chico.
-Es posible. Pero aun así no podemos dejarlos escapar. Llamaré a la guardia nacional y al resto de la pandilla, prepárate para embarcar.
El llamado llegó en primer lugar a la casa de Lebrón, donde vivía con su pareja, su madre y su hijo Bastián, un muchachito de quince años al que despidió con un choque de puños esa tarde.
En segundo lugar el teléfono chilló en el hogar de Madrick, donde también compartía vivienda con su cónyuge, a quien haría su esposa el año entrante, y dos pequeños hijos, de cinco y seis años. Taíel y Thomas. El de seis le contaba lo que vio en la escuela y el de cinco le decía que quería estar en la escuela, para poder jugar con su hermano.
El último llamado impactó en la casa de Rafael, quien vivía solo, pero con cierta compañía ocasional, que parecía estar por volverse permanente, se trataba de una chica llamada Érica, que conoció en sus días de facultad.
En pocos minutos se encontraban todos en alta mar. Byron los dividió en dos grupos, Rafael y Madrick fueron los encargados de vigilar desde la proa, mientras que Elías y Lebrón estaban alerta desde la popa y estribor. El capitán se encontraba en la sala de mando, con los rastreadores y el equipo de comunicación. Estuvieron varias horas sin señal de sus oponentes, pero tenían la seguridad de que aparecerían.
Aunque estaban seriamente concentrados en la vigilancia, no perdían tiempo en hablar de cosas triviales.
-Algunos testigos dicen que si era el barco principal de la flota de Nébula -mencionó Elías.
-¿El barco principal la flota de Nébula? -cuestionó Lebrón-. ¿Cómo es eso?
-Cuentan algunos pescadores que parece un navío salido del infierno -respondió el joven, con cierto aire de ultratumba-. Con velas negras y siempre navega rodeado de tinieblas, que pueden ocultar a cualquier tipo de bestia de pesadilla.
-Son cuentos de vieja chismosa -refutó Lebrón-. ¿Cómo se ocultó del perímetro del radar entonces?
-Se dice que fueron envueltos en sus propias tinieblas, y desaparecieron.
-Puro cuento de vieja chismosa.
-¿Te dejaron salir? -le preguntó Madrick con ironía a Rafael, sabiendo de su nueva novia.
-Si, me pidió que me cuide mucho -respondió él luego de una leve risa.
-Y de paso irá viendo donde poner sus muebles -mencionó, a lo que se hoyó a Elías reír desde estribor.
-Tu no te rías mucho -le dijo Rafael-. Ya te va a pasar.
-Eso nunca, no quiero a una gruñona que me mande -respondió el joven.
-Ah pero tiene varias gruñonas -acotó Lebrón-. Es uno de los chicos más populares en el pueblo, siempre veo a un montón de chicas persiguiéndolo, más cuando vuelve con ese uniforme que le queda pintado -estas palabras provocaron que el joven se ruborice, subiendo la risa de los demás.
-Chicos -dijo el capitán Byron refiriéndose a sus camaradas-. La guardia costera nacional me pidió que me comunique con ellos una vez por hora, para informarles sobre alguna novedad.
-Entendido, capitán Crock. -le respondió Elías.
-¿Vendrán a ayudarnos? -preguntó Lebrón.
-Lo dudo -respondió-. Pero si algo pasa no me gustaría que usen el "no avisaron" como excusa.
-No sé que opinara el resto -dijo Madrick tomando la atención de todos-. Pero creo que podría tomarse un descanso en su despacho, viene de varios días con mucho trabajo encima. Además todos conocemos aquí las caras de estos bandidos, salvo la de Nébula, todos los demás rostros están en la lista de los más buscados, si se asoman no escaparán.
Todos asintieron con la mirada a esas palabras, nadie lo había mencionado, pero quizá todos lo pensaban, se cree que en ese momento él comenzó a sentir el peso del cansancio en sus músculos, y que les habló de forma serena, mirándolos a los ojos, esos que recibían la poderosa luz de la luna llena que iluminó el mar esa noche.
-Muchas gracias, pero no estoy muy cansado -respondió entonces, y sus palabras fueron apacibles como el agua-. Iré a dar el aviso. Sigan en lo suyo -dijo para retirarse con una sonrisa en el rostro, la que no duraría mucho.
Al llegar a la sala de control nota que el radio parecía apagado, como si no hubiera energía. Después de revisar brevemente las conexiones su sorpresa aumentó, porque todo estaba en su lugar, no tenía razones para funcionar mal. De repente un helado escalofrío recorrió su espalda, haciéndole sentir pavor y también peligro.
Sale como un rayo de la sala para ir a ver a sus hombres, pero sus ojos encontrarían un panorama que no imaginó. Las tinieblas cubrían todo a su alrededor, apenas podía ver la luz de la luna, y en lugar de sus leales subordinados, se encontró con sus enemigos tomando la proa, las cuatro cabezas principales de la tripulación de Nébula.
-¿Dónde está mi tripulación? -preguntó Byron, con el semblante repleto de ira.
-Ya es tarde para ellos -respondió uno, portando en su labios una sonrisa malévola-. Nunca los salvarás.
El pecho de Byron se llenó de diversas emociones, las risas y las burlas de sus enemigos no se hicieron esperar, uno de ellos se acercó a él, con una firme actitud amenazante, intensificando su ira.
-Malditos -bramó-. No me provoquen. Acabaré con todos ustedes.
Esas fueron las palabras que resonaron en las olas justo antes de que la batalla inicie. Byron los atacó con valor, dispuesto a demostrar porque es el temido capitán Crock. En la soledad y las tinieblas estalló la batalla que duró casi una hora. Cuando derribó a su último adversario exclamó un suspiro de victoria al cielo oscurecido, creyéndose un héroe.
-Bien hecho capitán Crock -dijo una voz salida de las tinieblas.
-¿Quién anda ahí? -respondió él-. Da la cara. Te derrotaré, así como vencí a tus hombres.
-Superar estando solo a mis cuatro principales subordinados hubiera sido una tarea muy difícil, hasta para ti, pero derrotar a tus amigos, quienes vacilarían en atacarte y en hacerte daño, no fue tan difícil cierto...
Esas palabras llenaron de confusión a Byron, quien miró sus manos, repletas de sangre mientras escuchaba un leve quejido a sus espaldas.
—¿Qué estás...
Fue en ese momento cuando miró a su alrededor, y la realidad lo golpeó más fuerte que nadie. Sus ojos se negaban a creer lo que percibían, mientras sus rodillas temblaban y un helado escalofrío recorría todo cuerpo.
Lo que vio, se convirtió en la imagen que lo atormentaría, en furiosas pesadillas, cada vez que su cuerpo intentara conciliar el sueño. Sus amigos eran los que yacían en el suelo, sin vida, su tripulación, las personas que tomó como su única familia, habían sido asesinadas por él, quien se juró a si mismo, que siempre los protegería
Escuchó esos débiles quejidos una vez más, y logró notar que Lebrón no estaba muerto, pero agonizaba. Su cuerpo estaba entre la lucha de la vida y la muerte. Lentamente Byron se acercó a él y aunque la luz se evaporaba de sus ojos, logró verlo sonreír.
—Perdón... -dijo Byron, temblando en llanto.
—No fue su culpa capitán —respondió apenas—. Fue un placer servir a su lado.
Esas fueron sus últimas palabras. Las tinieblas se dispersaron y su pecho se desgalilló en bramidos desgarradores y llanto sin consuelo, sintió como su corazón se rompía en pedazos y solo deseó morir. No hubo ningún testigo directo, salvo la luna, que se revestía de rojo, como si fuera una herida abierta.
Los gritos ensordecedores de angustia y pánico resonaron en las aguas, subiendo al cielo, quien no podría ofrecerle consuelo a tan indescriptible pena. Todo su mundo terminó en un segundo, los brazos de la agonía rodearon cualquier tipo de voluntad, no hubo más que tristeza, culpa y un helado tormento.
...
—La magia prohibida puede manipular tu mente —dice Kyros—. Por eso vio la cara de sus enemigos, en lugar de ver a sus amigos. Esa es la historia de la tragedia de Byron… —concluye, intentando disimular frialdad.
Nayla lo mira, buscando en sus ojos la tristeza que oculta. Desvía su vista hacia el vaso de agua que tiene en sus manos, recordando el momento que la marcó para siempre. Era tan solo una niña cuando, sin querer, tomo en sus manos la vida del padre Howard.
Al igual que Byron, ella también vio morir a la persona que amaba por su propio poder. No pudo evitar sentir cercanía por él, ambos comparten el mismo dolor.
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