Nayeon's so hot (Final): Then we woke up together, as it should be
El destino parecía haberse alineado de manera inesperada, reuniendo a Nayeon, Sana y Tzuyu en la misma casa en un miércoles inusual. Era una coincidencia extraña, pero se sentía como una señal de algo más profundo, un lazo que continuaba fortaleciéndose con cada momento que pasaban juntas.
A medida que las tres se acomodaban en su hogar compartido, se daba cuenta de que la relación que habían construido no era común, sino una mezcla compleja y fascinante de amor, deseo y cuidado mutuo. Era una relación donde cada una encontraba su lugar, donde se amaban en todas sus formas: desde las caricias más tiernas hasta los arrebatos más apasionados.
Nayeon, Sana y Tzuyu se complementaban de maneras que ninguna de ellas había experimentado antes. Su amor era incondicional, pero también profundamente sexual, libre de las limitaciones impuestas por la sociedad. No se avergonzaban de su deseo, sino que lo celebraban, explorando cada rincón de su pasión con una libertad que pocos se atrevían a soñar.
El recuerdo de la tarde anterior, cuando Tzuyu había llegado a casa tarde para encontrar a Nayeon y Sana entregadas en un acto de puro placer, permanecía fresco en la mente de todas. La escena había sido tan intensa, tan cruda, que había borrado cualquier duda que pudiera haber existido en Tzuyu. Sabía que pertenecía a ese vínculo, que estaba destinada a compartir su vida con estas dos mujeres extraordinarias.
Pero no todo era lujuria y pasión; también había un profundo respeto y cuidado entre ellas. Sana y Nayeon, al despojar a Tzuyu de sus prendas, lo hicieron con una mezcla de urgencia y ternura, como si comprendieran la magnitud de lo que estaban compartiendo. Y Tzuyu, entregada a sus manos, sintió que finalmente había encontrado un hogar en los brazos de estas mujeres.
Las tres comprendían que su relación no era convencional, pero era auténtica. Se habían liberado de las restricciones morales y sociales para crear algo que era solo suyo, un amor que desafiaba las normas y se construía sobre la base de la confianza, el respeto y el deseo mutuo.
Esa tarde, mientras el sol se ponía y las sombras se alargaban en la casa, Nayeon, Sana y Tzuyu sabían que estaban construyendo algo duradero, algo que les permitiría enfrentar cualquier desafío. Juntas, se habían convertido en un frente unido, una fuerza imparable que no temía mostrar su amor al mundo.
Y así, mientras se adentraban en la noche, con la promesa de nuevos descubrimientos y aventuras, sabían que no había nada que no pudieran superar mientras se tuvieran unas a otras. El amor, en todas sus formas, era su arma más poderosa, y con ella, estaban listas para enfrentarse a cualquier cosa que el destino les arrojara.
El ambiente se había llenado de una electricidad palpable después de ese momento. Sana, quien solía ser la más controlada de las tres, recuperó su aliento y, con una mirada que reflejaba tanto gratitud como una determinación peligrosa, decidió que Nayeon no se saldría con la suya tan fácilmente.
Nayeon, aunque disfrutaba de tomar el control, no pudo evitar sentirse ligeramente vulnerable ante la intensidad que veía en los ojos de Sana. No había forma de detener lo que se avecinaba, y una parte de ella lo anticipaba con un deseo incontrolable.
Con un movimiento rápido, Sana cambió las posiciones, tomando a Nayeon por sorpresa. La pequeña, quien minutos antes había estado en control, ahora estaba a merced de la rubia, sintiendo cómo su respiración se aceleraba en respuesta a la energía dominante de Sana.
Tzuyu observaba desde un costado, sus ojos brillando con anticipación. A pesar de ser testigo de las muchas dinámicas entre ellas, nunca dejaba de sorprenderse cómo el poder cambiaba de manos tan fluidamente entre las tres.
Nayeon intentó desafiar a Sana con una mirada, pero la rubia no estaba para juegos. Se inclinó hacia Nayeon, acercándose tanto que podía sentir su aliento caliente contra su cuello. Sus labios apenas rozaron la piel de Nayeon, enviando una descarga que recorrió su cuerpo como una corriente eléctrica.
“Creíste que podías simplemente hacer lo que quisieras y salirte con la tuya, ¿verdad?” murmuró Sana con una voz que era a la vez suave y peligrosa. Nayeon intentó mantener su compostura, pero la combinación de las palabras de Sana y su presencia abrumadora la dejó temblando ligeramente.
Antes de que Nayeon pudiera responder, Sana la empujó suavemente hacia la cama, inmovilizándola con su propio cuerpo. Nayeon podía sentir la presión, el peso de Sana, y esa mezcla de fuerza y suavidad la hacía sentir al borde de la rendición.
“Hoy, tú eres la que va a suplicar,” Sana susurró al oído de Nayeon, mientras deslizaba sus manos por su cuerpo con una sensualidad devastadora.
La promesa en esas palabras era clara, y Nayeon no podía hacer otra cosa que rendirse a lo que sabía que sería una experiencia inolvidable, llena de intensidad y deseo incontrolable.
Tzuyu, al darse cuenta de que Sana tenía todo bajo control, se unió a ellas, ansiosa por ser parte de la experiencia. Sabía que lo que estaba por suceder sería algo digno de recordar, un momento en el que las tres estarían completamente sincronizadas en su deseo y placer.
Esa tarde, el sol se había puesto y el día común había dado paso a una tormenta de pasión que ninguna de las tres olvidaría jamás. Cada beso, cada caricia, cada gemido se convirtió en una pieza más de la compleja y ardiente sinfonía que crearon juntas. Y cuando finalmente llegó el final, quedaron agotadas, pero profundamente satisfechas, conscientes de que su vínculo se había fortalecido aún más, si es que eso era posible.
En el silencio que siguió, solo se escuchaban sus respiraciones entrecortadas. Yacían juntas, enredadas entre sí, sus cuerpos aún vibrando con la energía de lo que acababan de compartir. Ninguna de ellas habló; no había necesidad. El lenguaje de sus cuerpos había dicho todo lo que necesitaban saber.
Sin embargo, ese día, las circunstancias se alinearon de manera peculiar. La clase de Sana fue cancelada de manera inesperada, mientras que Tzuyu, por una rareza del calendario académico, no tenía que asistir a clases con su grupo habitual. Así que, por un giro del destino, las tres se encontraron compartiendo el mismo espacio.
A pesar de estar todas bajo el mismo techo, ninguna de ellas parecía tener intenciones de hacer nada. No había una agenda oculta ni conspiraciones premeditadas. Nayeon se encontraba en la habitación de Sana, mientras tanto, Sana ocupaba la sala, absorta en sus propios pensamientos o tal vez hojeara algún libro que encontró en el estante. Por otro lado, Tzuyu permanecía en su habitación, sumida en sus propios asuntos.
¿Cómo demonios terminaron Nayeon y Tzuyu haciendo maravillas con sus lenguas en el coño de Sana?
Eso era complicado de explicar.
Era un día como cualquier otro, la rutina un poco cambiada, pero todo como normalmente iba. Cada una por su lado con sus cosas.
El problema surgió cuando a Sana se le ocurrió la idea de ofrecerles algo para refrescarse a las otras dos. Con una sonrisa amistosa, sugirió que podrían disfrutar juntas de una bebida para aliviar el calor de la tarde. Reunió a Nayeon y Tzuyu en la sala, anunciando su propuesta con entusiasmo contagioso.
Sin darse cuenta del alcance de su decisión, Sana se embarcó en la misión de preparar algo especial para sus compañeras. Decidió ir más allá de simplemente ofrecerles un vaso de agua o un refresco común. Optó por algo más elaborado, algo que pudiera convertir la tarde ordinaria en un momento especial.
Así que, con determinación, Sana se puso manos a la obra y preparó un generoso galón de sangría para las tres. Se esmeró en seleccionar cuidadosamente los ingredientes, mezclando vino, frutas frescas y un toque de licor, creando una bebida exquisita que prometía deleitar los sentidos.
Una vez lista, llevó la jarra de sangría a la sala, donde Nayeon y Tzuyu la esperaban con curiosidad.
Era algo inocente, solo estaban probando la bebida que su novia había hecho para las tres…
¿Verdad?
Las cosas tomaron un giro inesperado y vertiginoso cuando una gota de sangría se escapó por los labios de Sana. Fue un momento aparentemente insignificante, pero que desencadenó una cadena de eventos que cambiaría el curso de la tarde.
La mirada intensa de Nayeon hacia Tzuyu fue suficiente para comunicar la idea que había llegado a su mente, un impulso irresistible. Entonces las barreras se desvanecieron, dejando espacio para el salvajismo.
Nayeon, lejos de ser la instigadora de malas intenciones, no buscaba romper su rutina ni sumergirse en un vaivén sexual recurrente. Sin embargo, el impulso del momento era demasiado poderoso como para ignorarlo.
Nayeon se acercó a la pelinegra, su mirada ardiente reflejando su hambre. Con un movimiento suave pero decidido, mordió el labio inferior de la mujer, enviando una oleada de electricidad a través de ellas. Luego, sin perder un instante, se volvió hacia Sana, cuya expresión de sorpresa se mezclaba con un atisbo de excitación. Nayeon atacó la barbilla de la rubia, lamiendo y chupando la gota de sangría que escurría por su barbilla.
¿Y el resultado?
Un recuerdo, memorable.
Sana agarraba con firmeza la cabellera de Nayeon y Tzuyu, sintiendo cómo sus manos se hundían en los mechones sedosos mientras ambas mujeres le proporcionaban lo mejor de ellas. Era una escena familiar, una práctica recurrente en la intimidad de su trío, pero esta vez, la intensidad era abrumadora, como si estuvieran poseídas por una fuerza primitiva.
Nayeon y Tzuyu se inclinaban sobre ella, devorando su húmedo coño con una voracidad que casi rayaba en el desdén, como si estuvieran en una competencia por complacerla. Sus lenguas se movían con destreza, explorando cada pliegue y recoveco con una habilidad experta.
El sonido de los jadeos resonaba en la habitación, mezclándose con el suave chapoteo de sus cuerpos en movimiento. Sana se aferraba únicamente a sus cabelleras al mismo tiempo que sentía oleadas de puro placer en su cuerpo.
“¡Justo así, así! ¡Joder!”, decía Sana entre sus jadeos, sus palabras una mezcla de súplica y agradecimiento.
La comieron, la devoraron con un hambre que parecía no tener límites, hasta que Sana alcanzó un orgasmo poderoso que la sacudió hasta lo más profundo de su ser. Fue un momento de éxtasis puro, donde el mundo se desvaneció y solo quedó la sensación abrumadora y los espasmos que la destrozaron, todo gracias al hábil manejo de sus lenguas expertas.
Pero para Sana, el clímax no solo fue físico; también llevaba consigo una carga emocional abrumadora. El deseo sexual que sentía por ambas mujeres, Nayeon y Tzuyu, se mezclaba con la gratitud y la alegría de ser amada y deseada por ellas en igual medida.
Se corrió con una intensidad avasalladora, dejándose llevar por la corriente de sensaciones que la envolvían. Se corrió en las bocas de esas dos demonios con una fuerza que la dejó sin aliento.
Las otras dos mujeres recibieron su orgasmo con gusto, saboreando cada gota como si tuvieran sed. Para ellas, no había mayor placer que ver a Sana entregarse por completo, dejándose llevar y perdiendo un poco del control que la caracterizaba en la cama.
Pero cuando esa mujer recuperó el aire, no hubo piedad para las otras dos.
Sobre todo, para Nayeon.
Sana poseía una paleta de madera exquisitamente elaborada, con un acabado prolijo y suave que contrastaba con el relieve distintivo en su parte más ancha. Las iniciales “MS” estaban grabadas en la madera, un sello personal que marcaba cada golpe que Sana impartía con la paleta.
Con una determinación sin igual, Sana utilizó su paleta para marcar el trasero de Nayeon y Tzuyu, quienes se entregaron a ella con una confianza absoluta. Colocaron sus culos a su disposición, ofreciéndose como lienzo para sus deseos más oscuros y sus caprichos más intensos.
Los golpes se escuchan por toda la habitación, acompañados por los gemidos y los gritos de placer de ambas mujeres. Cada azote dejaba su marca en la piel, como si Sana estuviera reclamándolas como propias, marcándolas.
Pero no había dolor sin placer, y Sana no escatimaba en demostrar su devoción por sus amantes. Mientras las azotaba, también las besaba con una ternura que contrastaba con la intensidad de sus golpes. Sus labios recorrían sus espaldas desnudas, dejando una estela de calor y humedad a su paso.
Cada vez que Sana las golpeaba, no podían dejar de pensar en lo bien que habría de estar sintiéndose la rubia al tenerlas a su dulce disposición.
Al terminar su juego de dominación, Sana se apartó un momento para contemplar las múltiples marcas de “MS” que adornaban los traseros de sus novias.
Era una vista exquisita.
Aunque Sana sabía que su trabajo aún no había terminado. Con determinación, se acercó a Tzuyu, cuyo semblante era permisivo. Con manos expertas, separó sus nalgas revelando su agujero húmedo.
Sin titubear, Sana escupió en él antes de abrirlo para el deleite de sus ojos. Las cosas estaban lejos de detenerse ahí. Aunque había estimulado a Tzuyu con sus dedos durante unos minutos, sabía que no quería dejarla insatisfecha. Decidió llevar las cosas al siguiente nivel, sabiendo que solo un juguete especial podría llevar a ambas al éxtasis deseado.
Con determinación, Sana tomó un dildo doble y lo preparó meticulosamente. Una de las partes del dildo fue introducida en el húmedo y ansioso coño de Nayeon, mientras que la otra encontró su lugar en la intimidad de Tzuyu. La visión de ambas mujeres unidas por el juguete sexual era cautivadora, sexy, deliciosa y pecaminosa.
Con el dildo doble en su lugar, Sana tomó el control, sosteniendo el juguete firmemente mientras instaba a Nayeon y Tzuyu a moverse. Con una voz ronca y cargada de deseo, les daba órdenes sucias que las empujaban hacia el límite.
“Fóllate como la perra necesitada que eres, vamos, cariño”, susurraba Sana al oído de Tzuyu.
Ambas mujeres boca arriba con sus piernas abiertas follándose contra el dildo que agarraba la rubia y mirándose de vez en cuando.
“Y tú, pequeña demonia…”, susurró ahora al oído de Nayeon. “Será mejor que te corras pronto o te dejaré el culo rojo”.
Nayeon y Tzuyu obedecían sus órdenes con fervor, moviéndose al compás de sus deseos más oscuros y sus ansias más profundas. La combinación del dildo doble y las provocaciones de Sana llevó a ambas al clímax deseado.
El ambiente estaba cargado de un aura pecaminosa y lujuriosa, donde el sudor perlaba las pieles entrelazadas y los gemidos eran como música para el oído de la arrogante Sana. Cada rincón de la habitación estaba impregnado del aroma a sexo la vista era maravillosa.
Los jugos fluían libremente, testigos silenciosos del intenso placer que se compartía entre las tres mujeres.
Había muchos espasmos, movimientos rápidos y desesperados, gemidos y súplicas que llenaban el aire y las volvía loca.
Y ni hablar de la humedad…
La sonrisa de satisfacción de Sana brillaba como un faro en la oscuridad, reflejando la dicha y la satisfacción de darles a las mujeres más importante de su vida el placer que merecían. Era una sensación única, algo que llenaba su ser y la elevaba a nuevas alturas de realización.
No era solo el hecho de tener el poder sobre Nayeon y Tzuyu lo que impulsaba a Sana, sino también el deseo de retribuirles la felicidad que le brindaban. Sentía una profunda gratitud porque le permitieran poner sus cuerpos a su entera disposición e intenciones lascivas y por brindarle la oportunidad de liderarlo, era una bendición.
Una vez que el dildo doble estuvo fuera de ambas, el frenesí sexual llegó a su fin. Tzuyu, exhausta y con el trasero ardiente por los azotes recibidos, se dejó caer en la cama, mientras que Nayeon la siguió con paso cansino.
Las dos mujeres se acomodaron juntas, acurrucándose entre sí en un gesto de cariño, ajenas a la mirada de Sana. A pesar del desgaste físico y emocional, encontraron consuelo y seguridad en la presencia mutua, y pronto sucumbieron al sueño reparador que necesitaban.
Mientras Nayeon y Tzuyu caían rendidas en un sueño profundo, Sana se ocupó de limpiar y ordenar el desorden que habían dejado atrás en la sala. Recogió la ropa dispersa y las cosas que habían tirado al piso, restaurando un poco de orden en el caos que habían creado durante su arrebato.
A pesar del agotamiento que la invadía, Sana se sentía plena y satisfecha. Había compartido un momento íntimo y memorable con las mujeres que amaba, y esa sensación de conexión y complicidad era suficiente para alimentar su corazón y su alma.
Después de comer algo ligero, Sana regresó a la habitación y se deslizó suavemente detrás de Nayeon, rodeándola con sus brazos protectores y sintiendo el cálido contacto de su piel. Se acurrucó junto a ellas, sintiendo la tranquilidad y la serenidad que las caracterizaba.
Pronto, el cansancio acumulado y la sensación reconfortante de estar entre sus dos amores la llevaron a un sueño profundo y reparador. Sana se durmió con una sonrisa en los labios.
Al despertar al día siguiente, Nayeon abrió los ojos para encontrarse con los hermosos labios de Tzuyu a centímetros de distancia. Una sonrisa juguetona se formó en su rostro mientras se acomodaba entre las sábanas, sintiendo los brazos de Sana aún envueltos alrededor de ella, brindándole una sensación de seguridad y amor incondicional.
El ciclo se repetía.
Se amaban, se sentían y luego despertaban juntas, como debería ser.
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Sana top 🌝
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