FINAL
La casa parecía respirar con ellos, el aire viciado y pesado se filtraba por sus pulmones, como si la misma estructura estuviera alimentándose de su miedo. Las paredes crujían, las luces parpadeaban, y una sensación insoportable de estar siendo observados desde cada rincón les oprimía el pecho.
Ya no importaba si estaban siendo grabados, si la transmisión seguía en vivo o si las vistas subían a números estratosféricos. Todo había dejado de ser un juego. La realidad se había desmoronado. La casa los había reclamado.
Jungkook y Jimin se encontraban en la habitación principal, donde la oscuridad parecía tan densa que ni siquiera el brillo de sus teléfonos podía penetrarla. Ambos sabían que algo terrible los acechaba, algo que se había despertado con su presencia. La risa, el susurro de voces distorsionadas, los movimientos fugaces en las sombras; todo indicaba que ya no había vuelta atrás.
—No sé cuánto más puedo soportar esto... —murmuró Jimin, su voz quebrada, mirando a Jungkook con una mezcla de miedo y desesperación.
Jungkook no respondía. Estaba demasiado quieto, sus ojos fijos en la esquina de la habitación, donde la sombra de la figura alta había aparecido por segunda vez. Ahora, sin embargo, no estaba solo. Junto a la figura había otras más, difusas, como si cientos de presencias se agruparan en la oscuridad, observándolos, esperando.
—No... no podemos... salir... —susurró Jungkook, apenas un aliento, mientras la opresión en su pecho crecía. —Nos atraparon. Todo fue un error. Perdóname, por favor Jimin, perdóname.
La figura se acercó lentamente, sus pasos suaves pero firmes, resonando en el suelo como ecos de una condena inevitable. En su rostro no había emoción, solo una ausencia de humanidad. Sus ojos brillaban con una luz helada que hacía que los corazones de ambos latieran con fuerza, como si el miedo mismo les estuviera robando la vida.
—Ya es demasiado tarde —dijo la figura con una voz que parecía provenir de todas partes a la vez. —Lo que vinieron a buscar aquí no los dejará ir.
Las pantallas de sus teléfonos se apagaron de golpe, sumiendo la habitación en la oscuridad total. Ni el resplandor de sus rostros pálidos ni el sonido de sus respiraciones agitadas podían llenar el vacío. La casa se había quedado en silencio, pero el silencio era más aterrador que cualquier ruido. Era un silencio absoluto, opresivo, como si el tiempo mismo se hubiera detenido.
Jungkook cerró los ojos por un momento, sintiendo que el frío lo envolvía por completo, helando sus venas. —Te amo —murmuró, sin saber si Jimin lo escucharía, si todavía podía escucharlo.
Jimin giró hacia él, lágrimas en los ojos, su voz apenas un susurro. —Yo también... te amo...
En ese momento, las sombras se abalanzaron sobre ellos.
Pronto, dejaron de respirar. Sus corazones, que alguna vez latieron al unísono, se detuvieron sin previo aviso, en un silencio abrumador que se tragó todo lo que alguna vez fueron. No hubo despedidas, no hubo palabras y mientras sus cuerpos caían en la quietud, un dolor profundo los envolvía, un vacío tan grande que ni siquiera el amor que compartían podría llenar.
Recordaron, tal vez en sus últimos momentos, cómo todo había comenzado. Hace años, se habían encontrado en una fiesta, dos almas perdidas entre millones, y se habían reconocido al instante, como si la vida los hubiera preparado para ese encuentro. Se reían, soñaban juntos y construían su futuro frente a una cámara, compartiendo sus vidas con miles de desconocidos, creyendo que nada podría separarlos. El amor que se habían prometido parecía indestructible, tan firme como las promesas que se hacen cuando se es joven y todo parece posible.
Pero ahora, en ese lugar maldito, esas promesas se desvanecían, al igual que sus respiraciones. Todo lo que habían sido, todo lo que habían soñado, ya no existía más. La casa que los había atrapado, que los había observado durante tanto tiempo, ahora los tenía y no había vuelta atrás. Ya no habría más noches de risas frente a las cámaras, ni más planes, ni más sueños compartidos. Solo quedaba el eco de lo que alguna vez fue, como una melodía rota que ya no se puede escuchar. Y cuando el silencio se apoderó de la habitación, la vida de Jimin y Jungkook se extinguió en un suspiro, tan rápido, tan doloroso, que el mundo entero pareció detenerse por un momento.
La casa, satisfecha con la captura de sus almas, volvió a la quietud. La oscuridad la envolvía de nuevo, sin dejar rastro de los dos jóvenes que una vez fueron solo una ilusión en una pantalla.
La transmisión, por fin, se cortó.
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