EPÍLOGO
Hace 25 años, la mansión abandonada en las afueras de la ciudad fue el hogar de la familia Lee, una familia adinerada y respetada, cuyas paredes ocultaban secretos oscuros que pocos se atrevían a imaginar. La mansión, imponente y envuelta en un aura de misterio, se erguía entre árboles retorcidos, con ventanas rotas y un ambiente pesado, como si la casa misma estuviera al acecho. Fue un hogar de lujos, pero también de corrupción, donde lo oscuro se infiltró y destruyó todo lo que tocó.
La familia Lee estaba compuesta por Lee Joon Ho, el patriarca, un hombre obsesionado con lo paranormal; su esposa, Lee Min Ji, una mujer elegante pero cada vez más frágil, cuya mente se fue desmoronando por las fuerzas que Joon Ho había desatado en su propia casa; y sus dos hijos: Lee Kyung, un joven que intentó resistir la locura y Lee Seo Young, una niña inocente que sería la víctima final de la codicia y los errores de su padre.
Joon Ho, en su insaciable deseo de poder y riqueza, había comenzado a experimentar con rituales oscuros, invocando entidades de otras dimensiones. Durante meses, trabajó en su laboratorio secreto en el sótano, donde libros arcanos y artefactos extraños prometían abrir un portal hacia lo desconocido. Min Ji, inicialmente escéptica, comenzó a mostrar signos de estar atrapada en las mismas sombras que consumían a su esposo.
Una noche, todo se desmoronó.
Min Ji, completamente consumida por las voces que se filtraban en su cabeza, sucumbió a las influencias oscuras. En un intento desesperado por complacer a las entidades invocadas por Joon Ho, sacrificó a su hija, Seo Young. Nadie entendió qué sucedió exactamente, pero su alma fue arrancada de este mundo, como si nunca hubiera existido.
El dolor y la desesperación invadieron a Min Ji, pero fue la culpa de Joon Ho lo que lo llevó a un punto sin retorno. Desesperado por revertir lo que había desatado, intentó destruir el portal, pero las fuerzas que había liberado no podían ser detenidas. Los espíritus no solo poseyeron a Min Ji, sino también a Kyung, convirtiéndolos en sombras vacías. Joon Ho, al darse cuenta de que no podría controlar aquello, intentó escapar, pero algo más oscuro y maligno lo alcanzó.
Esa misma noche, un horror indescriptible se desató. Los vecinos informaron sobre extraños ruidos provenientes de la mansión, pero nadie se atrevió a acercarse. La policía llegó al día siguiente y lo que encontraron los dejó helados.
Los cuatro miembros de la familia Lee fueron hallados en la sala de la mansión, en una disposición que parecía un macabro ritual. Estaban muertos, pero no por una causa visible. Los cuerpos de Joon Ho, Min Ji, Kyung y Seo Young estaban alineados, de forma extraña, como si estuvieran esperando algo o alguien. Lo más perturbador era la expresión congelada en sus rostros: terror, desesperación, y algo aún más inquietante, la sensación de que sus almas habían sido arrancadas de sus cuerpos. Los ojos de los muertos no mostraban vida, pero sus cuerpos se mantenían intactos, como si aún estuvieran atrapados entre dos mundos.
Los forenses no pudieron determinar la causa de sus muertes. No había signos de violencia, ni de una causa natural, ni siquiera de una enfermedad. Los rumores comenzaron a circular rápidamente y la mansión fue considerada maldita. Nadie se atrevió a acercarse a ella, y la gente evitaba el vecindario. La mansión, con sus puertas cerradas y ventanas tapiadas, se dejó desmoronar con el paso del tiempo, como si la oscuridad que residía allí hubiese sellado su destino.
La mansión de los Lee fue olvidada por todos, salvo por aquellos que se atrevían a acercarse en busca de respuestas. Las leyendas sobre la familia y las fuerzas oscuras que los destruyeron siguieron creciendo, alimentando el miedo en el pueblo.
Nadie se atrevió a entrar hasta que, en una noche oscura de Navidad, Jimin y Jungkook decidieron desafiar las advertencias y adentrarse en la mansión con la esperanza de obtener fama con una transmisión viral.
Lo que no sabían es que al cruzar el umbral despertarían algo mucho más antiguo y maligno que aún acechaba entre las paredes de la mansión. Lo que comenzó como un juego inocente se convirtió rápidamente en una lucha mortal. Las sombras de la familia Lee seguían acechando, esperando que alguien más cayera en su trampa, deseosas de alimentar su hambre interminable.
La mansión de los Lee sigue allí, esperando a la próxima víctima, siempre esperando. Porque una vez que alguien cruza su umbral ya no hay regreso. La casa se alimenta de los que buscan respuestas y aquellos que entran nunca regresan.
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