Nadie me cree
Ya ha pasado una semana desde entonces, y todo ha sido aburrido. Ghosty desaparecía cada vez que quería hablar con él.
—Me llamo Ghost, niña. No "Ghosty", suena muy...—señala el gato negro con cierta seriedad.
No esperaba encontrarlo debajo de mi cama, ya de por sí tenía un aura de misterio, pero no de metiche. Era hora de interrogarlo.
—¿Dónde estabas todo este tiempo? Cada vez que te servía las croquetas no estabas por ningún lado.—demando, mi tono ya sonaba de por sí autoritario, exigiendo una respuesta clara.
Me atrevo a acercarme con calma, lo menos que quería ahora. Para mi suerte, el minino no se intimidó por mi presencia, más bien, parecía divertirle mi atrevimiento.
Inhalo el aire de nuestro alrededor, y casi me tiro para atrás. Oh, no, otra vez no... ¿Por qué siempre tiene ese hedor, apesta. Ghosty parece vacilarse ante mi incomodidad, incluso sus risitas eran del mismo tono gutural y bajo cuando habla. Lo veo rodear
—¿Sabías que a tu madre le gusta usar lencería, pero a tu padre le repugna?—comenta en un suave susurro. Por alguna razón me dio un escalofrío, pero a la vez... me indignaba, sin saber lo que quería decir.
Nos quedamos en silencio, sus ojos grandes y amarillos, ansiosos por ver mi reacción, cualquier mueca o sonido que provenía de mí. Su sonrisa no hacía más que ensancharse, lleno de malicia y anticipación. Desvío la mirada por un momento, algo inquieta por su mirada fija.
—¿Qué es "lincería"?—cuestiono, algo tímida y apenada. Cuando lo vuelvo a mirar a los ojos, sólo encuentro decepción.
—Es lencería, niña idio-
***
Estaba jugando un rato en mi habitación, siento que el hambre me invade. Oh, ya es tarde, de seguro que todos deben estar almorzando, o incluso terminando de almorzar. Así que con prisa, bajo las escaleras, y encuentro la mesa con la mayoría de platos sucios, y por supuesto, mi almuerzo esperaba.
Mi madre llega al comedor, en calma y silencio, sólo me mira de reojo antes de acercarse y recoger los platos que estaban regados en la mesa. Mientras saboreaba la comida, me acordé de algo importante.
—Mamá, es la verdad. Ghosty puede hablar.—exclamo, mientras tomo el almuerzo. Miro a mi alrededor, sólo estábamos las dos, era muy extraño. Mamá lavaba los platos, y me escuchaba en silencio. No hizo ninguna mueca al respecto.
—Te está ignorando.—susurra el minino mientras me arrebata una papa frita. Ante ello emito un jadeo, indignada. Aunque no le doy mucha importancia, tenía otra pregunta en mente.
—Por cierto, ¿a dónde se fueron papá y mamá Sofía?—cuestiono, y esta vez, parece que capto la atención de mi madre, quien la oigo soltar un jadeo de frustración.
El sonido de agua cayendo deja de sonar, y mi madre pasa una mano por la cara. Sus ojos cansados se fijan en los míos. ¿Acaso... no debí preguntar?
—Sally...—gimotea mi nombre. Oírla así sólo hace que me sienta culpable.—... ellos salieron un rato a ver la feria navideña. Probablemente no lleguen temprano.
Ante ello, asiento con la cabeza, en señal de entendimiento. Una vez más, silencio total. Mi madre tenía la mirada perdida hacia el fregadero. Me hace cuestionarme si de verdad está triste por algo... ¿Cuál sería ese 'algo'?
Algo... algo... lencería.
<<¿Sabías que a tu madre le gusta usar lencería, pero a tu padre le repugna?>>
¿Será por eso? Pero si hago de esto mención ahora... se pondrá aún más triste de como se encuentra en estos momentos.
<<a tu padre le repugna>>
Repugnar... repugnar... odio... odio... pelea. Oh, no... Otra vez mis padres han peleado. Y por esa razón se quedó en casa.
Ghosty nota mi expresión decaída, y brinca hacia mi regazo, casi suelto otro grito. Lo miro con los ojos bien abiertos.
—Pregúntaselo. Hay probabilidades de que no sea lo que estás pensando.—más que un consejo, era una pequeña orden. Sus palabras me animan a preguntarle, pero otros pensamientos me desaniman.
—¿Me responderá? Justo ahora no tiene cara de que-
—Hazlo—ordena, con voz fría y autoritaria. Esa palabra invadió mi mente, sin dejar espacio para dudas y vacilaciones.
***
—Mami, está bien si a papá no le gusta que uses lencería, pero, de seguro le agrada otras cosas que haces.—dije mientras me acomodaba en el sofá a su lado. Veo cómo sus ojos cansados se abren más de lo normal, y las comisuras de sus labios se separan lentamente.—Pero, si no es eso, ¿hay algo más que quieres compartir conmigo?—indico con cierta calma, e incluso le dedico una sonrisa amistosa.
Hubo silencio, uno no muy cómodo. La mirada de mi madre se tornó de conmoción a una asesina. Fue muy tonto al oírme reír nerviosamente, quería salir corriendo. Pero justo ahora se me ocurrió cambiar de tema.
—Bueno...—balbuceo, y trago saliva disimuladamente, evitando sus ojos a toda costa—¿sabías que Ghosty puede hablar...? Además, fue él quien me lo-
No pude terminar la oración, cuando el sonido de su palma contra mi mejilla resonó a nuestro alrededor. Inmediatamente siento el ardor y dolor producto de este...
Mamá no me cree... No, no, no... No puede ser...
Si mamá no me cree... Nadie más es capaz de hacerlo.
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