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Te escapas de entre mis dedos.

Llegué sin resuello al final del paseo marítimo. Tuve que detenerme un momento para recuperar el aliento, doblando ligeramente las piernas, apoyando las manos en ambas rodillas, respirando agitado y con cierta dificultad. Como podía, tragaba saliva y me mojaba los labios con la lengua para que recuperaran algo de cuerpo, ya que, de la carrera, se habían quedado secos. Arrugué el gesto en una mueca de molestia cuando volví a incorporarme, ya que, de la carrera, mi espalda se había quedado algo dolorida. Me llevé la mano a un costado, soltando aire en forma de bufido de molestia por los pinchazos que sentía en esa zona. "Con lo pequeño que es el pueblo y lo que me está costando llegar." Pensé. Pero un simple flato no iba a detenerme, no cuando ya estaba tan cerca de mi destino. Frente a mí, a varios metros, al final de la extensa playa de arena fina y dorada, se erguía el alto acantilado, sobre el cual, hacía no mucho que habían construido el nuevo faro. Era la parte más alta del pueblo, y más cercana al mar; era el emplazamiento perfecto, la ubicación idónea para construirlo. Así los barcos lo verían desde lejos y sin problemas en una noche tormentosa y oscura. Pero no era el faro el motivo de mi tan apresurada carrera, sino otro muy distinto.

A medida que recorría la playa a la carrera, tras recuperar esas fuerzas que había perdido con el sprint anterior, mi vista solo estaba fija en un lugar: la cueva a los pies del acantilado. De lejos parecía pequeña, pero cuanto más cerca estaba, más podía admirar su magnitud. Habría necesitado a 5 más como yo, unos subidos en los hombros de los otros, para alcanzar el final del arco que daba forma a la entrada de ese accidente natural provocado por el mar.

"Tienes que estar aquí, por favor..."

Ya no sabía a qué más dioses encomendarme, alguno escucharía mis plegarias, si es que de verdad existían, y me concedería el deseo que con tanta fuerza estaba pidiendo.

La cueva, cuanto más te adentrabas en ella, más estrecha se hacía. El agua del mar entraba en ella en tranquilas rachas; pequeñas olas golpeaban las pasarelas que se habían formado a los lados de la cueva, dejando entre ellas un espacio en el cual el mar campaba a sus anchas. Hacia el final de la cueva, las dos pasarelas se unían en un solo punto, una pequeña abertura excavada en la roca con un pequeño riachuelo que comunicaba el exterior con lo que parecía ser una nueva cámara. Me costó acceder a ella, la brecha de la roca era muy angosta, pero finalmente lo conseguí, no sin que mis extremidades corriesen un grave peligro de sufrir desde pequeños raspones a una seria luxación si me quedaba atrapado entre las rocas. De ahí que resoplase aliviado cuando ya estaba al otro lado, y en mi cuerpo no había señales de heridas ni rasguños, lo cual era de agradecer. Pero en cuanto giré y miré a mi alrededor, las heridas pasaron a ser lo último por lo que me preocuparía en esos momentos.

Me encontraba en una segunda cavidad, esta vez más pequeña de lo que era la anterior, por la que había accedido. Aún así, era lo bastante ancha y alta para que pudiera andar sin problemas por los corredores laterales. Tenía forma esférica, y en el centro había un pequeño estanque lleno con el agua del mar que entraba por la grieta, y que se agitaba en paz, llenando aquella estancia de un brillo turquesa que ponía los pelos de punta y dejaba al corazón en una situación total de calma. Durante unos segundos, mi mente quedó vaciada de pensamientos. Allí dentro hacía una temperatura agradable; ni demasiado calor, para ser verano, ni demasiado frío. Parecía ser un mundo a parte, se sentía como si estuviese soñando, como si mi cuerpo hubiese abandonado la tierra y estuviera viajando a otro lugar, esos de los cuentos de hadas. Abrí rápidamente los ojos al notar una sensación extraña ocupando mi cuerpo. En un acto reflejo, me llevé la mano al lado izquierdo del pecho, y respiré aliviado al notar que mi corazón seguía latiendo. Por un momento había pensado que estaba muerto. De pronto, ese lugar ya no me parecía tan agradable como al principio.

ㅡ Será mejor que me vaya de aquí...

No sabía ni siquiera por qué había querido entrar, había sido un acto involuntario, como si algo al otro lado de esa grieta estrecha me estuviese llamando. No había rastro de Hakyeon en esa cueva. Me había vuelto a equivocar, y él seguía en peligro. Y lo peor es que estaba perdiendo el tiempo allí dentro, un tiempo que podría ser determinante para encontrar o no al chico. Podría estar vivo, pero si tardaba un poco más en encontrarlo, quizás podría acabar muerto. Apreté la mandíbula de la rabia solo con pensar en esa situación. Decidido. No podía seguir allí dentro cuando él estaba en peligro y sin dar señales de vida. Me giré sobre mis pies y me encaminé hacia la grieta.

Pero entonces...

ㅡ ¿Wonsik..?

Mi cuerpo se congeló al instante. ¿Estaba loco? Había escuchado una voz a mi espalda, llamándome, pero sabía de sobra que tras de mí no había nadie, hacía escasos segundos que había estado mirando en esa dirección. Seguramente me lo habría imaginado, no podía ser verdad. Porque aquella voz no era cualquiera voz. Era su voz. Un tono grave inconfundible. Agudicé el oído, esperando por si volvía a oírlo, pero estaba en calma todo, por lo que suspiré, sacudí la cabeza -en un vago intento de despejarme, como si fuera cosa de mi imaginación que me llamaba- y recuperé el control de mi cuerpo, para salir de allí.

ㅡ Wonsik, ¿eres tú..? No te vayas... ㅡIgnoré la voz, mientras en mi cabeza se repetía una y otra vez "No es real, te lo estás inventando".

En cuanto intenté dar un paso, mi pantalón se enganchó en algo. O más bien, algo había agarrado mi pantalón. Fruncí el ceño y bajé la mirada para ver si era una piedra, una rama, algo de ese estilo, pero, para mi sorpresa, no era ningún objeto en lo que se había atascado mi ropa. Era una mano humana. Y como toda mano, esta iba unida a una muñeca, y esta, a un brazo, que terminaba en un hombro. Abrí los ojos al descubrir qué era lo que me estaba reteniendo.

ㅡ ¿Hakyeon...?

Allí estaba, no había duda que era él. Los mismos ojos, el mismo cabello, la misma expresión triste, arrepentida de algo que yo no alcanzaba a saber, porque él no dejaba que nadie lo supiera. Se me tuvo que notar en la cara que no podía creerme que, realmente, estuviese allí, porque vi cómo en su cara aparecía una pequeña sonrisa cómplice. Mis piernas, súbitamente, perdieron la fuerza, se volvieron blandas, gelatinosas, y yo caí de rodillas contra la fría y húmeda roca del interior de la cueva, justo frente a él. Aún perplejo, alargué una temblorosa mano hacia él, rozando en primera instancia su mejilla con un par de dedos, para terminar pasando la mano al completo por ella. Hakyeon, como si de un felino se tratase, giró la cabeza, persiguiendo mi mano en busca de un mayor roce. Eso me hizo sonreír y respirar algo más aliviado al darme cuenta de que realmente estaba allí, que no era un espejismo, un producto de mi mente, desesperada por encontrarlo. Pronto esas caricias fueron a más, terminando en un fuerte abrazo. Poco me importaba que se me mojase la ropa, necesitaba abrazarlo y asegurarme, de nuevo, que Hakyeon era real.

ㅡ ¿Se puede saber dónde te habías metido? Estamos todos muy preocupados por ti. ㅡ Antes de hacer esa pregunta, me había apartado de él, al menos lo suficiente para poder mirarlo a la cara, sin llegar a romper el abrazo. Gracias a eso, pude ver cómo la expresión en su rostro cambiaba radicalmente, pasando a una mueca mezcla de miedo, preocupación y tristeza.
ㅡ N-no puedo decir nada, Wonsik... Simplemente tuve que desaparecer. Es mejor que ni tú ni los chicos sepáis nada, no quiero que os pase nada malo.

Eso me dejó desconcertado.

ㅡ Pero, ¿de qué hablas? No entiendo...

Hakyeon recuperó la sonrisa de nuevo, aunque esta vez, no mostraba sus blancos dientes, ni la usual alegría que siempre desprendía. Era como una sonrisa de compasión, como la que mostraría una madre a su hijo cuando se le muere una mascota. Al mismo tiempo, era ahora él quien alzaba una mano hasta mi mejilla, mojando esta por el agua.

ㅡ No tienes por qué entenderlo, es mejor así... Aunque, la verdad, me alegro de que me hayas encontrado. Sabía que vendrías. Llevo todos estos días esperando a que aparecieses. Eres un poco duro de mollera, mira que tardar tanto en acordarte... ㅡ Entonces, escuché su risa. Ese sonido melodioso que tanto adoraba, pero que, en esos instantes, sonaba igual de triste que la sonrisa que me había mostrado segundos atrás. Eso me hizo suspirar, además de fruncir el ceño, algo incómodo y molesto. No me gustaba verlo así, y menos, sin saber por qué.

Aún tuvieron que pasar un par de minutos hasta que reaccioné, apartándome de él al ponerme en pie.

ㅡ Venga, nos vamos. ㅡ Cogía su mano con firmeza y tiré de él para sacarlo del agua, pero él hizo contrapeso.
ㅡ No puedo irme... Tú no lo entiendes, Wonsik. No puedo salir de aquí. ㅡFue la única explicación que me dio. Mientras hablaba, no dejaba de mirar a la grieta por la que había entrado yo, con visible nerviosismo, respirando algo agitado.

Durante unos segundos más, estuvimos "forcejeando". Yo intentaba llevarlo conmigo, y cuanto más tiraba de su mano, más me arrastraba él hacia el interior de la cueva, alejándome de la grieta. Debió escuchar algo, que yo no fui capaz de captar, porque de pronto, se puso tenso, su mano me apretaba más de lo normal, a lo cual yo correspondí, pero esta vez, para transmitirle algo de tranquilidad, aunque sin saber por qué.

ㅡ ¿Se puede saber qué pasa? ㅡ Me vi forzado a reducir el tono de mi voz, como si alguien pudiese escucharnos, pero estábamos solos en aquella húmeda cavidad rocosa. Tan solo el sonido del agua golpeando las rocas, de forma pacífica y tranquila, se escuchaba además de mi voz. Hakyeon parecía ido, no dejaba de mirar en dirección a la abertura. No parpadeaba. En sus ojos se podía ver claramente un miedo, un terror, inexplicable.

ㅡ Tienes que irte... ㅡ Musitó, con la voz rota.
ㅡ ¿Irme? ¿Por qué? ¿Qué ocurre, Hakyeon? ㅡ No pude evitar alzar la voz un poco, por culpa del nerviosismo.
ㅡ Ya están aquí...

Tal y como lo dijo, me habría esperado hasta que apareciesen unos extraterrestres. No era culpa mía, esa frase era muy de película. Pronto, la cueva se oscureció, y la razón no fue otra que la luz que entraba por la grieta había sido obstaculizada por una gran figura negra, la cual, estaba avanzando hacia el interior, hacia nosotros. A esta oronda silueta, le siguió otra, más enjuta. En cuanto la grieta quedó liberada, la luz volvió a entrar en el lugar, y a reflejar contra el agua, lo que me permitió, por primera vez, ver sus rostros. El más alto, de delgada figura, tenía un rostro aguileño, nariz afilada, y una nada desapercibida cicatriz en forma de cruz en la mejilla. Parecía ser más mayor de lo que seguramente sería, rompiendo con ello el "mito" de que los asiáticos aparentaban ser más joven de su edad real. Su compinche, por el contrario, parecía ser el típico chico de treinta y pocos, con sobrepeso, pero con la agilidad de un jaguar. Tenía las mejillas amplias, de apariencia blanda, y levemente rosadas; sus ojos eran dos pequeñas canicas negras, escondidas entre la maraña de pelos que hacía las veces de cejas. Sus labios iban en concordancia con el resto de su cuerpo, pues eran gruesos y pequeños, formando una forma similar a un círculo. Ambos iban vestidos de manera muy similar: ambos llevaban un jersey negro de surcos, con cuello vuelto, unos pantalones que simulaban ser de camuflaje (un intento un tanto fallido), y unas botas negras de cordones que le llegaban hacia la mitad de la pierna. En el cinturón colgaban, a plena vista, una funda de pistola, y un estuche de algo que presumía ser una daga, de las que llevan los cazadores, o los exploradores en la selva amazónica. ¿Qué estaba pasando, quiénes eran esos hombres extraños? Parecía como si yo no estuviera allí, por el simple hecho de que esos hombres tan solo tenían ojos para Hakyeon, y él para ellos. Se cruzaban intensas miradas, en las que yo parecía no tener ningún papel. Aunque, por la pinta que tenían esos extraños, no tenía ganas tampoco de ser partícipe de la fiesta.

ㅡ Al final hicimos bien en seguir al panoli este. ㅡFue el alto el que habló primero. Tenía una curiosa voz nasal y aguda que para nada pegaba con su apariencia. Al decir aquellas palabras, sobre todo las dos últimas, dirigió hacia mí su mirada, acompañada de una sonrisa ladeada y sádica que me hizo estremecer de pies a cabeza.ㅡ Nos ha traído justo donde queríamos.

Miré a Hakyeon, sin comprender qué pasaba. En su rostro había aparecido una mueca de auténtico terror, y se le podía ver perfectamente retroceder lentamente, aún en el agua. En algún momento, giró la cabeza y nuestras miradas coincidieron. Sentí su urgencia, su miedo, esa llamada silenciosa de auxilio. Asentí de forma ligera, que solo él se diese cuenta, y giré mi cuerpo, en dirección a aquellos desconocidos, que había salido de la nada. No sabía quiénes eran, pero si algo tenía claro, es que me habían seguido, y todo por encontrar a Hakyeon. Y podía imaginar el motivo de su interés en él. En esos momentos no era tanto el miedo que sentía, sino más la rabia de pensar que podía hacerle algo, y más delante de mí. No quería sentirme inútil, y conseguí que mi cuerpo reaccionase por primera vez en varios minutos. Separé las piernas, coloqué un pie más atrasado que el otro, y flexioné las rodillas. Me incliné hacia delante, tratando de conseguir una postura lo más intimidante posible. Quería que ellos se asustaran de mí tanto como lo estaba yo de ellos, o al menos que no viesen lo que realmente sentía en esos momentos. Me temblaban las manos, pero conseguí calmar ese tembleque cerrándolas en dos amenazadores puños.

ㅡ Alejaos de él. No le vais a tocar un pelo. ㅡFruncí el ceño y oscurecí mi rostro tanto como pude, agravando mi tono de voz. Pero todos mis esfuerzos parecieron ser en vano.
ㅡ ¡Jajaja! ㅡ Esa fuerte carcajada, producida por el orondo cuerpo del más bajito me hizo tragar saliva. Retumbó en toda la cueva.ㅡ ¿En serio te crees que vas a poder con nosotros? Si eres un crío miedica.

Un sudor frío recorrió mi espalda por culpa de sus palabras, y chasqueé la lengua. Mis puños se tensaron de nuevo, más si era posible, hasta el punto que hundía mis uñas en las palmas de mis manos, poco más y podría hacerme sangre, pero eso era lo que menos me importaba en ese instante.

ㅡ ¡Cállate! ¡Iros por donde habéis venido, no dejaré que os acerquéis a él!

De los nervios, terminé gritando, pero eso, lejos de asustarlos, tan solo los hizo reír más de lo que ya había conseguido antes.

ㅡ Qué tierno. ¿Acaso es tu novio, sois parejita? Panda de maricones. Eso no es como las películas, no le va a salvar el poder de tu amor, por muy fuerte que lo desees, no puedes ganarnos.

La sorna con la que se dirigía hacia mí me cabreó aún más, pero no pude evitar sentir un dolor punzante en el centro del pecho. Sabía que aquel extraño hombre tenía razón en sus palabras, con tan solo desearlo no iba a poder salvar a Hakyeon, o al menos evitar que le hicieran algo malo, lo que parecía ser totalmente su intención. Arrastré los pies para afianzar mi postura. Estaba bloqueado, no sabía qué podía hacer, cómo debía actuar en esos momentos, y ellos parecieron darse cuenta de ello, pues unos segundos después los vi actuar.

ㅡ No perdamos más el tiempo, el jefe se impacientará, y la tomará con nosotros si llegamos tarde. ㅡ Comentó el más alto, mientras comenzaba a moverse en dirección al agua.

Hakyeon gimoteó, asustado, y me miró con urgencia. Pero, esa vez, vi algo más en sus ojos. Una señal, como si en lugar de pedir mi ayuda, me pidiera que actuase junto a él. Sin saber muy bien qué era lo que pretendía hacer, asentí de forma disimulada, y volví mi mirada hacia ellos.

ㅡ ¡Ahora!

El aviso de Hakyeon me puso en alerta, sabía que quería hacer algo, pero no sabía el qué, y eso me tenía en tensión, pero confiaba en él, y le ayudaría en lo que me pidiera, fuese lo que fuese. No por ello me sorprendí menos en cuanto, frente a mí, apareció de la nada una gran cortina de agua, que dejó aturdidos a los dos extraños. Al más gordo lo derribó al tirarlo al pequeño lago del interior de la cueva, y al otro, tan solo lo dejó mareado, sin saber dónde estaba, y eso fue lo que yo aproveché. Quizás fuese eso lo que Hakyeon necesitaba, para lo que me pedía ayuda. De donde pude saqué valor y fuerzas para avanzar hacia el más alto, a grandes zancadas, tendiendo mi brazo derecho hacia atrás para luego echarlo justo sobre el contrario, propinándole un fuerte puñetazo que terminó por dejarlo tirado en el suelo, gruñendo de dolor. A él le dolía la cara, y a mí la mano, era la primera vez que pegaba a alguien, y con esa fuerza, la mano me ardía, podría jurar que me había roto algún hueso, pero no podía pensar en nada más que no fuese el chico moreno, que seguía en el agua, forcejeando con el otro criminal, el cual intentaba capturarlo por todos los medios posibles. Pero, iluso de él, creía que podría ganar en el agua a un tritón experimentado. Pronto ese tonto combate se resolvió, quedando el gordito flotando boca arriba, inconsciente, sobre el agua.

ㅡ Tenemos que irnos de aquí.

Yo seguía insistiendo con huir del lugar, si habían llegado esos hombres, nada nos aseguraba que no fueran a aparecer más en cuestión de minutos. Teníamos el tiempo justo. Esta vez, Hakyeon asintió a mis palabras, aunque no se le veía muy contento, ni convencido, de que era lo correcto. Se hundió en el agua al tiempo que yo corría hacia la salida, esa pequeña grieta con la que tanto cuidado había tenido al entrar, pero que ahora, por la emoción y la necesidad de escapar, acabé saliendo a trompicones, algo que me provocó varios rasguños en brazos y piernas, algunos de ellos más profundos y de mayor gravedad de lo que me habría gustado. Llegamos ambos dos a la playa casi al mismo tiempo, y por primera vez en varios días, cuando me encontré fuera de peligro, y al lado de Hakyeon, el cual me miraba como si no acabase de creérselo, pude respirar aliviado, tranquilo. Lo había conseguido, lo había encontrado, y para colmo, estaba sano y salvo, sin ni un solo rasguño.

Movido por la emoción, corrí hacia el mar, y me zambullí de lleno, sin perder tiempo, nadando en su dirección. En cuanto estuve a su altura, no me contuve las ganas de darle un fuerte abrazo, como si fuera a desaparecer en cualquier momento. También debido a la alegría que me daba saber que todo estaba solucionado, unido a lo sensible que ya era yo de por sí (aunque nunca lo admitiría), terminé llorando en su hombro, buscando consuelo en la humedad de su cuello. Noté que me correspondía el abrazo, e incluso juraría que lo escuché reír, cerca de mi oreja.

ㅡ Eres peor que los niños, ¿uhm? Llorando cual crío... ㅡ Una de sus manos acabó colocándose sobre mis cabellos, empapados y revueltos por el agua del mar.

Sus caricias me resultaron tan agradables que, de haber estado en otras circunstancias, después de lo mal que lo había pasado esos días sin poder verlo, me habría quedado dormido al instante. Lo abracé aún más fuerte, temiendo que pudiera desaparecer en cualquier momento; aquello era como un sueño, tan real como una pesadilla, una de esas en las que empieza todo bien, y termina en una tragedia inesperada.

ㅡ Estaba tan preocupado por ti... ㅡ A duras penas me salió la voz en aquellos momentos, y mucho fue que no se me quebrase, que pudiera decir la frase del tirón sin parecer de verdad un niño llorón y quejica.
ㅡ Lo siento mucho. Tuve que hacerlo... Lo has debido pasar mal, ¿no? De verdad que lo siento.

Su voz era tan suave y cálida como recordaba, sus palabras recordaban a las que una madre le diría a su hijo para consolarlo en un momento triste, y en mí causaron el mismo efecto calmante. Pronto, mi cuerpo se relajó, se dejaba mecer por las olas, como si apenas pesara. Lo único que me mantenía en el sitio eran los brazos alrededor del cuerpo del más mayor. Tuvieron que pasar varios minutos antes de que volviese a tomar el control de mis nervios, músculos y extremidades.

ㅡ ¿Por qué tuviste que hacerlo? ¿Quién era esa gente, Hakyeon? ¿Qué quieren de ti?

Era consciente de que eran demasiadas preguntas así de sopetón, pero tenía muchas dudas. Bastante confuso estaba y bastante trabajo tenía intentando asimilar que el chico de que me había enamorado, y con el que días atrás me había acostado, era medio pez, como para ahora meter en la historia desconocidos que habían intentado secuestrarlo y matarme a mí, porque tenía muy claro que esos hombres de la cueva, o eran los mismos, o eran compañeros de los que habían entrado en casa de Hakyeon y me habían golpeado. El muchacho, de cabellos azules, me miró, frunciendo el ceño en una mueca de preocupación y gravedad, pero no llegó a hablar, tan solo suspiró y apartó la mirada. Se le veía incómodo, y me tuve que tragar mis dudas y mis preocupaciones tan solo para no ponerlo aún peor. Parecía que ese asunto era serio, y aunque me moría de ganas por saber qué era, no quería obligarlo a que me lo contara directamente si no quería, tendría que esperar a que se sintiera cómodo para ello.

Cuando me disponía a abrazarlo de nuevo, él giró la cabeza, en dirección a unas rocas que había tras el acantilado, al otro lado de la cueva, como un gato que escucha un ruido lejano. Noté cómo su cuerpo, bajo mis manos, se tensaba, y unos segundos después, el agua a nuestro alrededor se agitaba, cada vez con más fuerza.

ㅡ Huye... ㅡ Me susurró.
ㅡ ¿Qué?
ㅡ ¡Que huyas!

Tuvo que gritar para que yo pudiera oírle, pues en el momento en que yo hice la pregunta, una lancha motora apareció de entre las rocas a las que estábamos mirando. El ruido del motor era ensordecedor, y cada vez más fuerte a medida que se acercaban a nosotros a toda velocidad. Sobre ella iban montados tres hombres, uno conducía, y los otros dos eran los que nos habían atacado en la cueva. El más alto y delgado, al que yo había atacado, tenía el pómulo amoratado e hinchado por el golpe que le había sacudido. Tuve el tiempo justo de chillarle lo mismo a Hakyeon, pero él fue más rápido que yo, y con los brazos, me empujó hacia la costa, alejándome de la barcaza. Él, sin embargo, no corrió la misma suerte, y no pudo escapar. Cuando saqué la cabeza del agua y miré en dirección a la lancha, vi cómo Hakyeon era atrapado por una gruesa red de pescar, de la que no podía salir por mucho que gritase y forcejeara. De nuevo, al estar dentro del agua, me vi en desventaja, aunque por todos los medios intenté alcanzar a nado la lancha.

ㅡ ¡Hakyeon!

ㅡ ¡Wonsik, huye! No te preocupes por mí, estaré bien. ¡Escapa!ㅡ ¡No quiero, no me iré sin ti!

A pesar de que la lancha era mil veces más rápida que yo, como un tonto, seguía nadando en su dirección, mientras la veía alejarse cada vez más de mi posición. Estaba agotado, me pesaban los brazos, y las lágrimas, junto al golpeteo del agua contra mi cara debido al movimiento que había provocado las aspas del motor, me impedían ver mucho más allá de lo que tenía a un palmo de distacia.

ㅡ ¡Hakyeon! ¡¡HAKYEON!!

Su nombre resonó en el aire cuando ya la lancha había desaparecido, y el ruido del motor era un suave ronroneo que se perdía por segundos. Tras este, un terrible grito de rabia escapó del fondo de mi garganta.

Lo había vuelto a perder.

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