Volvía a estar de vuelta en mi habitación. Ya habíamos cenado, y la verdad es que me había sentado de lujo. Era verdad eso que decían que la comida de la abuela era la más rica de todas. En ese momento, no había otra cosa que me apeteciese más que tirarme un rato en el césped del jardín y componer algo, para pasar el rato. A ello me dirigía cuando, de pronto, al abrir las puertas de la terraza, vi al fondo del paisaje, el mar agitarse bajo la luz de la luna llena. La verdad es que parecía la típica foto que pondrías en una postal para mandar a tus padres, o la que imprimirías en forma de puzzle.
A lo mejor había sido efecto de la gran comilona, que me daba sueño, o a lo mejor por culpa de que estaba en un ambiente más tranquilo en comparación al de la capital, pero me pareció ver allí abajo, entre las olas, una figura oscura moverse de lado a lado. Parpadeé un par de veces, y ahí seguía. Incluso me froté los ojos, pero no desaparecía. Sin comprender muy bien qué estaba pasando, lo achaqué todo al cansancio por el viaje, pero como aún no quería irme a dormir, opté por salir a dar un paseo.
A esas horas el vecindario estaba tranquilo. Tan solo se escuchaba el ruido de las hojas de los árboles al chocar unas con otras debido al viento, el murmullo de las olas al fondo, entremezclado con algún que otro maullido de los gatos callejeros en busca de comida. Uno de ellos saltó desde lo alto de un muro, yendo a parar a mis pies.
ㅡ Hey, pequeño... ¿No deberías estar durmiendo? Ya es tarde para estar por la calle. ㅡ El gato maulló, mirándome de una forma que yo entendí como "¿Y tú no duermes? También estás por la calle.", a lo que simplemente me reí y me encogí de hombros. El gato era de un color negro azabache que brillaba incluso bajo la luna, y sus ojos eran de color oscuro, pero debido a la penumbra, no pude estar seguro de qué color eran exactamente. Por alguna extraña razón, el gato echó a correr cuesta abajo, pero no había avanzado mucho cuando, se detuvo y me miró directamente de una forma que, sin que yo me diese cuenta, me estaba haciendo andar hacia él. Para cuando quise ser consciente, el gato me estaba haciendo correr calle abajo tras él, llegando finalmente al paseo marítimo, como esa misma mañana. El felino, no contento con haberme arrastrado hasta la parte baja del pueblo, me hizo entrar corriendo incluso en la playa.
Cuando regresé la vista al suelo, el gato ya no estaba, había desaparecido. En su lugar, a pocos metros de mí, en la orilla de la playa, había una figura tumbada en la arena. Avancé un par de pasos para asegurarme de qué era, descubriendo, para mi sorpresa, que era una figura humana. Más concretamente, un hombre, y para más detalles, él. Eso último me sorprendió bastante. ¿Qué hacía Hakyeon tirado en la playa a esas horas de la noche? Comido por la curiosidad, me acerqué más al chico, pensando que a lo mejor estaba dormido. Cuando ya la distancia entre nosotros era escasa, pude ver que aún seguía con el traje de neopreno puesto. ¿Había estado practicando hasta entonces? Sí que era un chico dedicado... Se veía que le gustaba aquello del surf. En cierta parte me recordaba a mí, con mi afición el rap, y ese pensamiento me hizo sonreír con cierta sonrisa. Por desgracia, esa sonrisa desapareció en cuanto me fijé en su cuerpo. Su pecho no se movía, tenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos. Me arrodillé rápidamente a su lado y coloqué una mano bajo su nariz. Comencé a asustarme de verdad cuando noté que no salía aire. No estaba respirando. Para estar del todo seguro, me agaché sobre él, colocando la oreja cerca de su nariz. Ya confirmado, me dispuse a poner en práctica todos los cursillos de primeros auxilios que había aprendido en el colegio, aunque me acordaba de poco, rezaba porque fuesen suficientes.
ㅡ No me puedo creer que un profesional como tú le haya pasado lo que haya sido... No te puedes morir, Hakyeon... No ahora...ㅡ Murmuraba para que me escuchase, aunque estábamos solos en la playa, y el contrario parecía estar inconsciente. Presionaba su pecho con ambas manos entrelazadas, sin pasarme de fuerza, contando hasta diez antes de agacharme, pinzar su nariz con un par de dedos, y soplar por sus labios para llenar sus pulmones de aire. Era muy posible que hubiese caído de la tabla y hubiese tragado agua, pero le había visto esa mañana manejarse entre las olas, me parecía impropio de él. Aún así, continué de manera rítmica y mecánica con los movimientos, hasta que vio que el chico reaccionaba. Empezó a toser, sacando el agua que se había alojado en sus pulmones. Le ayudé a incorporarse, a colocarse de lado para que le fuera más fácil echar todo el agua.
Una vez consiguió tener un ritmo de respiración medianamente normal, alzó sus oscuros ojos hacia mí, mirándome directamente a los míos. Ese contacto, tan cercano, me hizo temblar de pies a cabeza, y tragar saliva, nervioso. Pude ver cómo entreabría los labios de nuevo, y entonces fui consciente de que lo había besado; por una buena razón como era salvarle la vida, pero lo había hecho.
ㅡ Wonsik...ㅡ Su voz resonó en el interior de mis oídos. ¿Cómo sabía mi nombre? ¿Acaso ese bocazas de Hongbin se lo había dicho? De todas formas, no era eso lo que debía importarme. Estaba sorprendido de lo bien que sonaba mi nombre dicho por él, pronunciado con ese tono de voz que, de nuevo me hizo temblar entero, y por esos labios que, cuanto más los miraba, más apetecibles me parecían. Tuve la sensación de que iba a decir algo más, pero cuando fue a hacerlo, se desvaneció entre mis brazos de nuevo. Entré en un estado de pánico. Estaba empapado por el agua del mar, y en ese pueblo, no era precisamente calor lo que hacía por la noche, de hecho, yo había tenido que salir de casa con una sudadera por el fresco que corría. No quería que el contrario se pusiera malo, que cogiera una pulmonía o algo peor, por lo que empecé a buscar con la mirada un buen lugar donde podría dejarlo y secarlo. Encontré, para mi suerte, la caseta del socorrista a un lado, así que cargué a Hakyeon en brazos y lo más rápido que pude, lo llevé hasta allí. La puerta estaba cerrada, pero solo fue necesaria una fuerte patada para abrirla.
Una vez dentro, no me quedó más remedio que dejar al contrario en el suelo del habitáculo, para poder ir a buscar una buena manta y secarlo con ella. Por el momento todo parecía sencillo. Estaba controlando los nervios bastante bien, algo que era sorprendente, pues por lo normal, yo era un chico bastante nervioso que era difícil que estuviese tranquilo a la hora de hacer algo que no tuviese relación la música. Lo complicado vino a la hora de quitarle el traje. Estaba claro que de nada serviría taparlo con una manta si el neopreno seguía empapado, pues estaba bastante frío y eso lo único que conseguiría sería reducir su temperatura corporal, todo lo contrario de lo que yo en ese momento buscaba. Fue en ese momento cuando mi mano empezó a temblar, justo en el instante en que tuve que coger la cremallera del traje y bajarla poco a poco.
La luz de luna que se filtraba a través del cristal de la única ventana que había en la caseta iluminaba cada centímetro de su oscura piel a medida que la iba descubierto cuando retiraba la mojada prenda de ropa, la cual se hallaba pegada a su cuerpo y era complicado quitársela. Y mucho más si me temblaban las manos como si tuviese algún tipo de enfermedad. ¿Qué era lo que me pasaba, por qué estaba tan nervioso? No tenía sentido que estuviese así. Era un chico al que estaba desnudando, no una chica, lo cual tendría más lógica a la hora de encontrar una explicación a su falta de pulso exagerada. Intenté no mirar cuando retiré la parte baja del traje, sabía que el chico no llevaba nada debajo, era lo habitual. Siendo un chico, ¿por qué no podía mirar? No es como si tuviese algo diferente a mí entre las piernas... Todo eso pasaba por mi cabeza, como si intentase convencerme a mí mismo de que no debía estar nervioso con todo aquello, pero era inútil. Mi corazón parecía que se iba a salir del pecho a ese paso.
Finalmente lo conseguí, y un poco a ciegas, ya que me negaba aún a mirarlo estando desnudo justo en frente a mí, le tiré la manta encima. Si a eso le sumamos los nervios de adolescente que tenía en ese momento por una cosa tan simple. Terminé tirándole la manta donde no era. Le dio en la cara. Y por lo que pareció, fue eso lo que, increíblemente, le hizo recuperar de nuevo la conciencia. Mientras el más mayor se revolvía por el golpe, yo trataba de cubrirlo bien, apurado, antes de que abriese los ojos por segunda vez en lo que iba de noche.
Asomó la cabeza por debajo de la tela, tapando con esta la mitad de su rostro, haciendo con ese gesto que su expresión tuviese un deje adorable bastante fuerte y atractivo para mí. Apreté las manos en sendos puños, tratando de controlarme, sin saber por qué ni qué intentaba frenarme a mí mismo de hacer. Una de sus manos salió también de debajo de la manta mientras continuábamos con ese concurso de miradas improvisado, y me llamó, moviendo uno de los dedos en una conocida e universal seña. Sin saber por qué, incluso cuando no había terminado con el gesto, yo ya me había acercado a él. Esos oscuros ojos de un color que no conseguía reconocer era demasiado atrayentes, eran como dos potentes imanes; me hacían recordar algo que en ese momento no parecía querer aparecer en mi mente. Antes de que me hubiese dado cuenta, esa misma mano que había sacado, ya estaba en mi nuca, y de esta tiraba hacia abajo, hasta que consiguió que sus labios se unieran a los míos en un suave beso. En medio de este, mis ojos estaban abiertos como platos. Era mi primera vez besando a un chico, siendo consciente de ello, y la verdad es que si hubiera sido cualquier otro, me habría apartado deprisa y corriendo, pero ese beso... Estaba siendo mejor de lo que habría pensado, y que fuera con él, intensificaba la dulce sensación. Antes de que pudiese frenarme a mí mismo, ya estaba correspondiendo el beso, y atacando sus labios con los propios, cerrando los ojos. En una parte de mi cabeza se albergaba la esperanza de que aquello fuese una especie de broma, y que cuando el contrario se diera cuenta de que yo le estaba siguiendo el juego, se asustase y se apartara, pero no pasó, más bien fue más allá. Giró la cabeza hacia un lado y dejó que ambas bocas encajasen, provocando que el beso fuese un poco más intenso que los dos anteriores y, con ello, que mi piel se erizase. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que desde que lo había visto por primera vez, había estado deseando compartir ese tipo de momento con él.
El beso poco a poco se fue tornando más húmedo, más pícaro y más intenso. Ya no solo eran nuestros labios los que chocaban en la oscuridad de la cabaña, sino también nuestras lenguas, provocando que en la estancia resonara un chasquido bastante sucio y lascivo, que a cualquiera otra persona en ese momento le habría desagradado, pero a mí, inexplicablemente, me excitaba cada vez más. Antes de que pudiese darme cuenta, tanto mi ropa como la manta con la que estaba cubierto, acabaron a los lados de ambos, como si fueran el público, los testigos de lo que estaba ocurriendo allí delante de ellos. Ya me encontraba entre las fuertes piernas de Hakyeon, él me rodeaba con ellas a la altura de la cintura y con ellas hacía fuerza para que cayese sobre él, lo que aún me daba un poco de miedo, pues no quería ser demasiado pesado, por eso me resistía un poco, pero terminé cediendo, y lo que ocurrió a continuación fue que tanto su erección como la mía acabaron chocando, algo que a ambos nos hizo jadear de puro gusto, terminando por sonreír como dos estúpidos.
Entre beso y beso, mis caderas se movían contra las de él, produciendo así mayor roce y fricción entre ambos miembros, al mismo tiempo que mi lengua se hacía la dueña de su cavidad bucal, igual que mis dedos se apoderaban de su interior, moviéndose a su antojo, siempre con delicadeza y buscando provocarle el mayor placer posible con tan solo esas dos dedos. Parecía estar consiguiéndolo, pues entre los besos podía escuchar mi nombre escapar en forma de gemidos, lo que, más que alejarme de él o frenarme en aquello, me hacía tener muchas más ganas de hacerlo. Aún así, me comía la curiosidad y, por primera vez, las dudas. Quería preguntarle si eso estaba bien, si no era un error, si no quería parar, pero él pareció leer mi mente, adivinar mis temores, porque antes de que pudiese decir nada, me había vuelto a enganchar de la nuca y tiraba de mí para besarme con fiereza y hambre. Fue en medio de todos esos ardientes besos cuando lo escuché hablar después de tanto tiempo en toda la noche:
ㅡ Si es tu primera vez con un hombre, no te preocupes... Déjate llevar... No me harás daño...
Realmente no necesitaba nada más, con eso, con saber que iba a estar bien, tenía las fuerzas necesarias para continuar. La verdad es que una vez pasado el momento de la penetración, en cuanto noté todo ese calor, esa estrechez, la humedad aún presente de mis dedos en su interior, me volví loco. Era mucho mejor de lo que podría haber imaginado jamás, de ahí el jadeo que me provocó y que no pude (tampoco quise) esconder.
ㅡ I-impresionante... Hakyeon... Ah...ㅡ No di tiempo a que el mayor me pudiese responder, pues ya había comenzado a moverme casi sin darme cuenta, llevado por el placer.
Cada vez eran movimientos más intensos y rápidos, mis caderas chocaban contra las de él, produciendo un característico sonido que me ponía los pelos de punta, así como los gemidos que Hakyeon dejaba escapar, uno tras otro, tan profundos y dulces que me volvían loco. Me era imposible detenerme, la sensación de su interior succionándome, como si quisiera que nunca me fuera de allí dentro, los ruegos del chico pidiendo por más, sin importarle si alguien nos oía. En verdad, ¿quién iba a escucharnos? No sabía ya qué hora era, había perdido completamente la noción del tiempo, pero sabía que sería demasiado tarde como para que alguien anduviese por la playa, por lo que no me contuve, y con toda la fuerza que tenía en esos momentos, comencé a embestirlo. Pareció ser la opción correcta, pues los gemidos y los gritos de mi pareja en ese momento se hicieron mucho más intensos que los anteriores, algo que me provocó escalofríos de puro placer.
Pasaban los minutos, y cada vez el acto era más violento, más intenso. Podía sentir las gotas de sudor resbalar por mi espalda, así como notar el cuerpo del contrario igual de resbaladizo por la misma razón. En cualquier otra situación, ese detalle no me habría parecido tan erótico como me estaba pareciendo entonces. No pude contener las ganas de agarrar su erección y comenzar a masturbarlo, primero lento, queriendo ver cómo se desquiciaba bajo mi cuerpo, acariciando además su hinchado glande con el pulgar para hacerlo retorcerse, cosa que conseguí, y saber que ya era mío me provocó tal sensación de gusto que no se podía comparar con nada. Intenté que se sintiera de la misma forma que yo, y tan solo se me ocurrió aumentar una vez más el ritmo hasta que fue algo frenético e intenso, tanto mis caderas como mi mano.
El final fue algo explosivo. Acabamos ambos sin respiración apenas, manchados por la esencia de los dos, uno encima del otro hasta que alguno se cansara del calor del contrario, cosa que no pasó, al menos en los primeros minutos de después. Casi como si nos hubiésemos leído la mente, acabamos abrazados el uno al otro, tapados con la manta que una hora atrás había servido para que yo no me descontrolase, función que no había cumplido bien, pues había acabado perdido complemente. Había caído presa de un hechizo que desconocía los efectos y también si tenía algún tipo de conjuro para deshacerlo, si tenía cura. En verdad... Si la tenía, no me importaba. Me había sentido tan bien con él, había disfrutado tanto que me daba igual el resto del mundo en ese momento. Cuando me quise dar cuenta, Hakyeon se había quedado dormido entre mis brazos, lo que me arrancó una suave y tierna sonrisa. Jugué unos instantes más con sus oscuros y azules cabellos, apartándoselos de la frente, la cual tenía empapada en sudor por el esfuerzo, para terminar besándole de nuevo, con toda la suavidad de la que fui capaz, con tal de no despertarlo.
Tenía pinta de que ese verano iba a ser mejor de lo que en un principio había pensado, y la verdad, la idea no me desagradaba en absoluto. Con esos pensamientos, terminé por caer rendido debido al cansancio, dormido a su lado, bien abrazados los dos, desnudos bajo la manta.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro