Zanjar
Después de unos cuantos meses, les traigo la continuación directa del capítulo anterior. ¿Cómo terminará el día? Tendrán que descubrirlo ustedes.
—¡Chuza otra vez! —exclamó Saeko— A este paso voy a ganar la partida muy fácilmente, Maki-san.
—Sí, bien por ti —dijo la pelirroja con desánimo.
—¿Qué pasa? Pensé que esto te animaría, pero siento que estás peor. Además, aunque al final decidiste jugar, ni siquiera has podido golpear un pino; todas las bolas se te han ido por la canaleta. Por favor, cuéntame qué te afecta.
—... Ya te lo dije antes: son cosas mías. Nada importante realmente.
—Maki-san..., tú y yo somos amigas, ¿cierto? Puedes hablarme de todo lo que te ocurre, sin miedo.
A pesar de las palabras de Saeko, la doctora no estaba segura de querer contarle nada; creía que sus problemas solo le atañían a Nico y a ella.
—... Lo siento, Saeko-san. Mantendré esto en reserva.
«Esa enana maldita... No he podido sacártela de la cabeza».
—Creo que solo te estoy incomodando con mi actitud... y, a decir verdad, necesito tiempo a solas.
—¡No! ¡Tú no me incomodas para nada! Estoy segura de que eso que te está afectando pasará pronto.
—Discúlpame, pero debo retirarme.
—¡Maki-san!
La pelirroja fue por sus zapatos normales y abandonó el salón de bolos. Caminó hasta la popa del barco, en donde, apoyada en el borde metálico, miró brevemente la estela que dejaba tras de sí, rompiendo por unos segundos la uniformidad del agua. Con cada milla náutica recorrida, las chances de establecer una relación con Nico disminuían. ¿Podían considerarse amigas siquiera? Cualquier respuesta que se diera a sí misma le parecía imprecisa.
Volvió a sacar el celular y miró de nueva cuenta la foto de la discordia. A ella le gustaba, hasta se la había enviado por mensajería electrónica a su madre; pero comenzó a reconsiderar el tenerla; si a Nico le molestaba, podría borrarla y hacer como si nada hubiese pasado.
«Solo espero que podamos arreglar pronto este entuerto».
Por su parte, en el salón de bolos, Saeko masticaba la rabia. Lanzaba bolas de forma furiosa y errática. En el fondo, le hubiese encantado que Nico fuese como los pinos y ella como la esfera que rodaba y acababa con todo.
En eso, vio a una pareja entrando. Una de las chicas tenía cabello castaño rosáceo, mientras que la otra era pelinegra, salvo por algunas de sus puntas, teñidas de verde.
—Ayumu, no me molesta que me abraces, pero ¿tiene que ser tan fuerte?
—Hay demasiadas chicas que han puesto sus ojos en ti, Yu-chan. No quiero que alguna te aparte de mi lado.
Mientras observaba la escena, Saeko pensó lo siguiente:
«Vaya que esa chica es celosa. Yo por suerte no soy así; yo defiendo lo que es mío».
(...)
«¿Acaso estaré exagerando?».
En su camarote, Nico pensaba en lo ocurrido en Hawái con Maki. No era que le hubiese desagradado el beso, pero sí que la hubiesen pillado con la guardia baja.
«Bueno, incluso las amigas hacen esas cosas en otros países».
El punto era ¿ella y Maki podían considerarse como tal?
En Australia le dijo que le daría una oportunidad de serlo, pero aunque habían compartido algo de tiempo, creía que eran más bien conocidas. O quizás un poco menos; sabían algunas cosas la una de la otra, pero su lazo no era lo bastante fuerte. De todas formas, no le desagradaba su presencia.
«Tal vez debería hablar con ella. Sí, la situación no es tan seria... Pero tenemos que encontrarnos en un lugar donde estemos completamente solas; no quiero que nadie nos vea... Ni siquiera tengo su celular o alguna forma de contactarla... Nozomi. Ella es la única que puede darle un mensaje».
Determinada, salió del camarote y se dedicó a buscar a su amiga de cabello morado.
(...)
—Oye, Nozomi, ¿qué te parece si vamos a la piscina?
—Me parece bien, Elicchi. Me muero de ganas de usar mi bikini y refrescarme un poco.
—Por lo menos no habrá cerdos con cerebro de músculo que nos echen miradas lascivas como en Australia —declaró Eli—. Aunque tampoco me confiaría de las arpías que están en este barco.
—Vamos, Elicchi, no es para tanto.
Mientras las chicas conversaban, vieron a una figura de cabello negro y escasa estatura acercarse a ellas.
—Menos mal las encontré.
—Nicocchi... ¿Qué ocurre?
—Acérquense un poco. No quiero que nadie más me escuche.
La cantante del crucero les contó en secreto que quería hablar con Maki, pero como no tenía forma de contactarla, confiaba en ellas para transmitirle el mensaje.
—Ella estaba de lo más bien con esa tipa. Esa tal Masuko —afirmó Eli.
—Saeko-chan no es una buena opción para Maki-chan —le dijo Nozomi—. Ella necesita a una chica que de verdad la quiera y le brinde apoyo, no a una centinela.
—Tú sabes que lo que le ocurra a Nishikino no nos concierne. —Resopló—. Yo vine a este crucero para disfrutar nuestra luna de miel y ahora tenemos que hacer de cupidos.
—No es lo que crees —aseguró Nico, impidiendo la respuesta de Nozomi—. Lo único que quiero es solucionar un par de cosas pendientes con ella, nada más.
—Nicocchi... —la pelimorada miró a su amiga con una expresión seria—, si quieres puedo darte su número de teléfono para que la llames tú.
La ojirrubí alzó una ceja.
—Aunque me lo des no voy a llamarla.
—¿Por qué?
Nico se mordió el labio y desvió la mirada, con el ceño fruncido.
—¿Acaso es por lo que pasó? —preguntó Nozomi.
—No quiero hablar de eso. En todo caso, tampoco es como si pudiera; en altamar la cobertura es terrible.
A pesar de la respuesta, la pelimorada le dio el teléfono de Maki a su amiga, tras lo cual esta se fue.
—¡Recuerden decirle! —exclamó mientras se alejaba.
La pareja se miró mutuamente.
—Elicchi, voy y vuelvo.
—¡Pero la piscina!
—Iremos cuando regrese. —La besó en los labios antes de emprender el rumbo.
Viendo cómo su esposa se dirigía a cumplir su misión, Eli apretó un poco el puño mientras el enojo la poseía.
—Nishikino, si mi luna de miel resulta un desastre, tú serás la principal responsable —le dijo al aire.
Oculta tras una pared metálica, estaba Saeko, quien había terminado su juego de bolos. Tenía la intención de encontrarse nuevamente con Maki, pero se topó por pura casualidad con el grupo de amigas, escuchando gran parte de su plática. En cuanto terminaron y vio a la rubia molesta, sonrió con maldad; sus finos labios de víbora se abrieron dejando entrever los dientes.
«Hay cosas interesantes que puedo sacar de esto».
(...)
Tras su breve estancia en la popa del crucero, Maki entró a un salón con paredes sumamente gruesas y un pasillo estrecho. Seis puertas a cierta distancia la una de la otra eran lo único que llamaban la atención del lugar.
La única puerta abierta en ese momento era una séptima, que parecía ser un baño.
«Según me enteré, este lugar es para karaoke. Quizás cantar me ayude a aliviar la tensión», pensó la pelirroja.
No sabía si alguno de los cuartos estaba disponible, pues intuía que muchas de las pasajeras querrían presumir sus dotes musicales. Tuvo una respuesta parcial, eso sí, cuando una de las puertas se abrió y Kotori salió por ella.
—Kotori...
—¡Maki-chan! —exclamó sorprendida la peligris—. ¿Viniste a cantar también?
—Eh..., sí.
—¡Genial! Umi-chan y yo estamos en este cuarto. —Lo señaló con el dedo.
—¿Umi canta? —preguntó la ojimorada, extrañada.
—Oh, sí. Muchas veces lo hace en casa cuando necesita inspiración para sus escritos... o cuando quiere despejar su mente de sus problemas familiares.
—... Debo decir que me sorprende.
—Umi-chan tiene un lado realmente adorable. —Kotori emitió una risita juguetona—. Si quieres, puedes entrar a nuestro cuarto. Dile a Umi-chan que vienes de parte mía. Yo voy al baño y vuelvo.
La peligris ingresó por la puerta abierta, mientras que Maki entró al lugar del que su amiga acababa de salir. Sorprendentemente, vio a Umi cantando una canción que parecía ser de idols; la peliazul estaba tan animada que no se dio cuenta de la presencia de la doctora hasta que esta le habló.
—¿Umi?
La aludida lanzó un grito tan agudo que pudo haber rivalizado con el de un murciélago.
—¡Maki! ¡¿Qué haces aquí?!
—Kotori me dijo que podía pasar. ¿Molesto?
—... No, no, descuida —dijo un tanto avergonzada—. Eso sí, tengo una petición que hacerte. —Se acercó a la pelirroja y adoptó una postura suplicante—. ¡Por favor, no le digas a nadie más sobre lo que viste!
—¿Eh? —Maki lucía confundida.
—¡Kotori es la única que conoce ese lado mío! ¡Que tú lo vieras fue accidental!¡No quiero que las demás chicas sepan de esto!
—... Bien, no diré nada al respecto. También me avergonzaría si me hubiesen sorprendido actuando así.
En eso, se abrió la puerta.
—Veo que entraste, Maki-chan —dijo Kotori—. ¿Quieres cantar?
—... No, gracias —contestó ella casi en automático—. Digo..., déjenme buscar una canción primero.
—Je, je.
Umi le facilitó el catálogo. Ya con él en sus manos, Maki empezó a revisar las opciones que tenía: en su mayoría eran canciones en japonés, aunque también había unas cuantas en inglés y otros idiomas.
«Veamos... Tal vez... esta».
Había una canción en español en la lista. La pelirroja recordaba haberla escuchado alguna vez en un viaje a la península y, aunque no dominaba el idioma, trataría de cantarla.
«... Creo que tiene un poco que ver con mi situación actual. Estoy segura de que vi una traducción de la letra alguna vez».
—¿Ya elegiste una canción, Maki? —preguntó Umi.
—Sí.
—Entonces —se acercó— ten el micrófono.
Con el aparato en sus manos, la doctora se preparó para cantar. Comenzó a sonar la música y la letra apareció en la pantalla del televisor.
—¿Eso es... español? —preguntó Kotori.
—Sí.
—¿Lo hablas? —la interrogó Umi.
—Realmente no. Solo conozco palabras sueltas.
En eso, el indicador dio la señal para empezar a cantar.
Perdóname
Si pido más de lo que puedo darSi grito cuando yo debo callarSi huyo cuando tú me necesitas más
Maki dejaba que sus sentimientos la guiaran en cada palabra. Aunque a veces la pronunciación le salía poco natural, no le importaba. Todo lo que quería era desahogarse un poco.
Perdóname
Perdóname
Perdóname
Si hay algo que quiero
Eres tú
Cuando la canción terminó, Maki sintió cómo se sacaba un enorme peso del pecho.
—¡Muy bien cantado, Maki-chan! —exclamó Kotori mientras aplaudía.
—No sabía que tuvieras tan buena voz —agregó Umi.
—Tengo educación musical. Creo que alguna vez se los mencioné.
—En todo caso, fue muy valiente de tu parte que cantaras algo en español. No sé si yo lo hubiera hecho —comentó la peliazul.
«Si las circunstancias fueran distintas, yo tampoco», pensó Maki.
(...)
Tras unas dos horas de canto, Maki se despidió de la pareja de novias y dejó el salón de karaoke. Para entonces, el sol se sumergía en el mar y el cielo estaba rojo como su cabello.
«Bien, supongo que ahora iré al comedor para la cena».
Llegó al lugar y encontró que varias de las pasajeras ya estaban ubicadas en alguna de las mesas. Unas cuantas se veían especialmente acarameladas, cosa que hizo que Maki lanzara un suspiro de resignación.
«... No importa. Vine a comer, no a mirar arrumacos de otras».
Se sentó en una mesa vacía y esperó a que alguna de las meseras viniera. Por suerte para ella, se le acercó Honoka.
—¿Cómo estás, Maki-chan?
—... Quisiera estar mejor.
—Mmm, sí, no te veo con buena cara..., ¡pero nada que una buena comida no pueda arreglar! Te traeré la cena del día, eso te ayudará.
—Por favor.
La pelirroja continuó mirando el escenario; ninguna de sus conocidas estaba ahí. Sin nada mejor que hacer, comenzó a jugar con el tenedor, apoyándolo en la mesa y haciéndolo girar sobre su eje. No dejó de hacerlo hasta que Honoka llegó con el plato.
—Aquí tienes, Maki-chan. Buen provecho.
—Gracias.
Luego de eso, la pelijengribre se fue a atender otra mesa.
Viéndose nuevamente sola, la doctora se llevó un pedazo de carne a la boca. El sabor no estaba mal, pero pensó que podría haber sido más delicioso con un mejor estado de ánimo. De todas formas, continuó con su cena sin mayor problema.
En medio de su comida, Eli y Nozomi entraron al comedor. La pelimorada se dio cuenta de la presencia de su amiga pelirroja, por lo que decidió acercarse.
—No dejes que se te insinúe demasiado —le dijo su esposa.
—Tranquila, Elicchi, no pasará nada de ese estilo.
Al llegar a la mesa de Maki, la ojiturquesa la saludó.
—¿Qué tal, Maki-chan? ¿Disfrutando la cena?
—... Eh..., sí, Nozomi.
—¿Cómo está?
—Bien, supongo...
—Tengo algo que le dará un mejor sabor a ese plato —hizo un alto al tiempo que sonreía—: Nicocchi quiere hablar contigo.
—¡¿En serio?! —preguntó Maki, asombrada.
—En serio. Estuve buscándote gran parte de la tarde para decírtelo, pero no te pude encontrar.
La ojimorada pareció sentir algo nuevo en las papilas gustativas; de repente, la cena se había vuelto más deliciosa.
—Ve a la proa del barco a las once. Ahí va a estar ella.
—¡Ahí estaré! —exclamó ansiosa, aunque trató de hacerse la tonta—. Digo, quizás estaré por esos lares a esa hora. Tampoco es que tenga tantas ganas de verla —aseguró con el rostro rojo mientras jugueteaba con un mechón de su cabello.
—Excelente. Ahora, si me disculpas, debo volver con Elicchi; sabes que ella piensa mal si paso mucho tiempo con otra chica. —La señaló con discreción.
—No tienes que decírmelo.
—Menos mal fuimos a la piscina o si no... —rio—. Como sea, yo ya cumplí con mi misión. Buen provecho.
Nozomi se alejó y regresó al lado de su esposa. Por su parte, Maki sentía el pecho a punto de estallar.
«Ella... quiere hablar conmigo».
En sus labios casi se dibujó una sonrisa boba, pero logró mantener la compostura.
(...)
Minutos antes de las once de la noche, Maki ya se encontraba en la proa. Inconscientemente se arreglaba el cabello, a la vez que se revisaba la cara en un espejo de mano en busca de basurillas o imperfecciones.
«Calma, Maki, calma. No estás ansiosa por verla. Claro que no».
—Vaya, veo que llegaste antes que yo.
La pelirroja se volteó y vio a Nico acercarse a ella. La ojirrubí vestía de manera sencilla, contrastando enormemente con los atuendos que lucía en el escenario.
—¡No creas que es porque tenía ganas de verte! —exclamó Maki por impulso.
—Entonces no habrías llegado antes que yo... o no habrías llegado.
Maki guardó silencio, con el rostro tan rojo como su pelo. Nico, por su parte, lanzó una risita.
—Bien, ya estás aquí, así que no dilatemos más esto. —La pelinegra la miró—. ¿Cómo has estado después de lo que pasó en Hawái?
—... ¿Cómo quieres que esté? —dijo la doctora—. Me siento como si hubiese cometido un crimen o negligencia médica.
Nico se rio.
—¡Deja de burlarte de mí! —se quejó Maki.
—¡Es que... es que... ja, ja, ja, ja!
La pelirroja hizo un puchero.
—¡Nico-chan!
—¡Dis... disculpa... ja, ja, ja..., pero es que... es que... me pareces encantadora!
—¡¿Ah?!
Nico necesitó de unos minutos para poder recomponerse. Al final, después de las últimas risotadas, logró continuar.
—Maki-chan, mira, sí, me pillaste desprevenida con ese beso, pero... lo estuve pensando mejor; el asunto tampoco es tan grave. En el extranjero, hay amigas que se besan así, no es nada tan serio.
—... Es... es verdad.
Lo único que rompió el silencio posterior fue el constante sonido de las olas golpeando la estructura del barco.
—Pensé... que estarías molesta conmigo —dijo Maki.
—Admito que me sorprendiste al principio, pero tampoco es para que dejemos de hablar. Fue solo un beso en la mejilla y ya, nada serio.
—¿Entonces... seguimos siendo amigas?
—Por supuesto que sí, Maki-chan. ¿Qué creías, que te iba a arrojar al océano o algo así por eso? No, no soy esa clase de persona.
Las dos se quedaron mirando unos segundos y emitieron risas juguetonas; un incidente menor se había solucionado.
—Y... ¿volveremos a pasear juntas en la siguiente parada?
—Si lo permite mi agenda.
—Ojalá que sí.
El sonido del agua, acompasado y suave, ayudaba a volver más placentera la atmósfera.
—¿Más tranquila?
—Sí.
—Qué bueno. —Nico miró el cielo nocturno—. Ahora creo que debo volver a mi camarote; necesito descansar un poco.
—¿Puedo acompañarte hasta la puerta?
—... No veo problema. Pero solo porque eres tú; no le cuentes a ninguna otra pasajera dónde estoy.
Las chicas comenzaron a caminar.
—Ah, por cierto, Nozomi me dio tu número hace rato.
—¡¿De verdad?! Podrías haberme enviado un mensaje o algo así.
—No hay una buena conexión telefónica en altamar. Además, hay otros motivos que prefiero mantener en secreto.
En el pecho de Maki resonaba un bombo de fiesta. Solo esperaba que este la dejara dormir después.
(...)
—No... ¡No, no, no, no! ¡No puede estar pasando esto! ¡No puede!
En su camarote, Saeko hacía un berrinche, arrojando cosas al piso y gritando como una loca.
Nuevamente había estado espiando a Maki, oculta entre la oscuridad del cielo y las paredes metálicas del crucero, y al ver que la pelirroja y Nico parecían haber arreglado sus problemas, la sangre comenzó a hervirle. Si quería ganarse el corazón de la doctora, tendría que apresurarse... o buscar algo en el pasado de la pelinegra que pudiera usar en su contra.
Mientras por un lado las cosas parecen ir mejor, por el otro empeoran. Creo que ya muchos encendieron las alarmas desde hace varios capítulos. De ser el caso, manténganlas tal cual.
Yendo con la canción que cantó Maki, es muy conocida. Dudo que necesite decirles cómo se llama; está en el estribillo.
Sobre la próxima actualización, lo más probable es que sea para el 2022. Mis lectores recurrentes ya saben que escribo muchas cosas y le estoy dando más prioridad a los proyectos personales, sobre todo a uno.
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