Una serpiente a bordo
Tras el desayuno, Maki se dirigió al salón del barco para leer un rato. Aunque solo tenía los libros que trajo consigo, y que ya había releído cientos de veces, pensó que no estaba de más darles una nueva repasada.
―Quizás debí haber comprado algunos nuevos en Australia, pero...
Con suerte pudo comprar recuerdos para sus padres; el tiempo vivido con Nico hizo que se le olvidara prácticamente todo lo demás. Todavía no podía decir que eran amigas, sobre todo porque la pelinegra ocultaba mucho de sí, pero comparando las cosas a cómo estaban en Tailandia, había un avance enorme.
―Nico-chan...
El solo pensar en esa pequeña cantante provocó un sonrojo en Maki.
―¡Maki-chan!
Aquel agudo grito interrumpió lo que prometía ser un silencioso tiempo de lectura, e hizo que la doctora tratara de ocultar el rubor en su cara.
―Kotori, Umi...
Las aludidas se sentaron frente a su amiga. Cada una cargaba algo en las manos: la peliazul, una agenda y un lápiz; la peligris, una revista de modas.
―¿Qué les pasó? No las vi en el desayuno. A ninguna, en verdad, salvo a Honoka, y eso porque ella es la mesera.
―Bueno..., sobre eso...
Kotori abrazó a Umi con fuerza, provocándole una evidente vergüenza. Maki, por su parte, se puso un poco pálida.
―No me digan que...
―No, no ―dijo la peligris mientras lanzaba una risita―. Solo nos quedamos en la cama hasta más tarde haciendo arrumacos; hacía mucho que quería hacer algo así con mi Umi-chan.
Maki lanzó un suspiro de alivio.
―Eso sí, ya hemos tenido nuestras... cosas en este viaje.
―¡Kotori, eso es privado!
Umi se sonrojó hasta las orejas. Maki no se quedó atrás, con su cara mimetizándose con su cabello.
―No necesitaba enterarme de eso, ¿sabías? ―le reclamó a la ojiámbar.
―Je, je.
―Como sea, ¿a qué vinieron?
―... Yo vine a escribir algo de poesía ―respondió Umi tratando de recuperar la compostura―. Kotori, en cambio, vino a ver nuevos modelos de ropa.
―Es verdad, algo me comentaron sobre sus trabajos. Tú eras escritora y tú diseñadora de modas, si no recuerdo mal ―dijo Maki apuntando primero a la peliazul y después a la peligris.
―Así es ―Kotori confirmó la información―. Umi-chan es la mejor poeta que he leído alguna vez y yo soy una diseñadora emergente.
―Me estás dando demasiado crédito ―opinó la peliazul―. Sigo siendo una escritora desconocida que apenas ha podido vender ejemplares de su primer libro. Tú en cambio has captado la atención de gente importante en el mundo de la moda por tus diseños.
Kotori hizo un puchero.
―Umi-chan, eso no es cierto.
Maki pudo ver un elemento recurrente en la relación de la pareja y que confirmaba de primera mano: ambas discutían por cuál de las dos era la mejor, con cada una pensando que era la otra.
―Se nota que ambas se aman a su manera.
Un pequeño sonrojo tiñó las mejillas de las chicas.
―... Es que nos conocemos demasiado ―comentó Umi.
―Desde niñas ―agregó Kotori.
Ambas se tomaron de la mano mientras miraban atentamente a Maki.
―Mi mamá siempre supo de mi sexualidad y que me gustaba Umi-chan. Cuando se enteró de que éramos pareja, se puso muy feliz por mí. Además, ella tuvo una muy buena opinión de Umi-chan desde el principio, y hasta hoy la mantiene.
Escuchar a su novia hablar así le causaba unos cuantos sentimientos dolorosos a la ojimarrón. Lo único que se le ocurrió para intentar controlarlos fue apretar la mano de su amada con un poco más de fuerza y morderse ligeramente el labio.
―¿Qué pasa, Umi? ―le preguntó Maki. La aludida suspiró.
―Me hubiera gustado que las cosas hubiesen sido iguales para mí.
―¿Acaso... has tenido problemas?
La peliazul le contó a la ojimorada su historia a profundidad, explicando la complicada relación que tenía con su familia debido a su homosexualidad. Mientras más hablaba la escritora, más encontraba la doctora similitudes con su propia historia.
―Para ellos, Kotori sigue siendo solo mi amiga. Mi hermana mayor y mi cuñado son los únicos que la tratan como mi novia.
Hubo un momento en el que Umi casi se quebró.
―No sé cómo Kotori ha aguantado tanto... De no ser por ella, yo...
Ni corta ni perezosa, la peligris abrazó a su novia para confortarla.
―Umi-chan...
―Podré sonar algo egoísta..., pero lo quiero todo. Quiero una familia que me acepte tal cual soy y quiero que Kotori siga a mi lado. Yo sigo siendo la misma..., me comporto de la misma manera..., hago las mismas cosas que hacía antes... ―La voz de Umi sonaba cada vez más quebrada. Las lágrimas ya eran visibles―. ¿Por qué no pueden darse cuenta? Mi lesbianismo, mi amor por Kotori es solo una parte de mí. El resto ya lo conocen... No lo entiendo... No lo entiendo...
La peliazul comenzó a llorar sin importarle que hubiese más mujeres viéndola. Su novia estrechó el abrazo mientras le acariciaba el cabello y le besaba la cabeza de tanto en tanto.
―Por favor, discúlpala ―se excusó Kotori con Maki―. Para Umi-chan, este es un tema muy difícil.
―La entiendo perfectamente.
La doctora dio un suspiro antes de seguir hablando:
―Cuando salí del clóset, fue un momento de quiebre para mí. Muchos parientes con los que me llevaba muy bien dejaron de hablarme de un día para el otro, y eso hasta hoy ―Hizo un alto―. Al menos conté con el cariño y la aceptación de mis padres y de los sirvientes de mi casa, pero saber que por el solo hecho de ser lesbiana causaría tanto rechazo... Tuve compañeras en el colegio que me miraban con asco y se burlaban de mí. Ellas nunca lo supieron, pero yo lloraba por todo lo que me decían.
Maki dejó su libro en el sillón, se acercó a Umi y se arrodilló frente a ella.
―Que te sientas así es muy normal. Por suerte no estás sola ―dijo mirando de reojo a Kotori―. Ojalá algún día logres lo que quieres; no es un deseo egoísta. Para nada.
La peliazul, a pesar de las lágrimas que empañaban sus ojos, pudo distinguir el rostro de su amiga pelirroja.
―... Gracias, Maki.
La aludida sonrió.
―Mejor hablemos de otra cosa. ¿Tienes algo escrito en ese cuaderno, Umi?
―Eh..., sí, pero... ―Desvió un poco la mirada.
―¿Qué pasa?
―Casi todos los poemas que Umi-chan escribe se basan en sus experiencias con su familia ―le reveló Kotori.
―Dicen que el dolor alimenta la creatividad ―se justificó la ojimarrón.
Maki solo pudo darle la razón; muchos artistas habían hecho lo mismo en el pasado.
―Aun así... quiero leer.
Sabiendo que había gente que leyó sus penas antes (todos los que compraron su primer libro), Umi le pasó su cuaderno a la pelirroja. Esta comenzó a hojear las páginas y ahí se dio cuenta de que lo que le dijo Kotori era cierto: había mucha tristeza volcada en aquellos versos, así como también un anhelo de que las cosas cambiaran para bien.
―Creo que eres una buena escritora ―dijo Maki tratando de ser honesta.
―Mi Umi-chan es la mejor ―trató de corregirla Kotori.
―Kotori, eso es vergonzoso.
Ninguna de las tres se percató de la presencia cerca de ellas, presencia que se desvaneció en un santiamén, sin darle tiempo a ninguna de notarla.
(...)
La conversación con Umi le dio a Maki mucho para pensar. Sabía que las cosas para las lesbianas como ellas podían ser complicadas, pero cuando eran los más cercanos, los que se suponía que debían quererlas quienes las complicaban, todo se ponía más cuesta arriba. Por la cabeza de la pelirroja pasaron fantasías de qué hubiese pasado si sus padres la hubiesen rechazado. ¿Cómo habría reaccionado? ¿Rogaría por aceptación? ¿Les pediría perdón? Todo eso quedaba a la especulación; para ella las cosas habían resultado de otra manera. Había dejado de hablar con algunos parientes, pero seguía recibiendo el cariño de los más cercanos. Eso le bastaba.
Mientras daba un paseo por el barco totalmente concentrada en lo suyo, se escuchó una voz familiar:
―¡Maki-chan, nya!
―¡Rin!
La pelinaranja lanzó un grito tan agudo que sacó bruscamente a Maki de sus pensamientos.
―¿Paseando?
―Eh..., sí. ¿Qué hay de ti?
Rin colocó sus manos tras su espalda y comenzó a caminar de un lado a otro frente a la doctora.
―Estoy pensando en algo.
Escuchar aquello fue una sorpresa para Maki; su amiga ya había demostrado que no era precisamente una persona muy intelectual.
―¿En qué?
―En una manera de declararme a Kayo-chin. Leí el itinerario del viaje y ya sé a dónde llegaremos ahora; quiero pensar en algo romántico para que Kayo-chin por fin acepte mis sentimientos, nya.
Rin se veía bastante motivada. En sus ojos color limón se apreciaba el fuego de la determinación y parecía que nada podría extinguirlo.
―Ella ya me ha rechazado antes, pero igual sigue junto a mí. Yo sé que está confundida, que no le gustan los hombres. ¡Ya lo verás, Kayo-chin! ¡Seré la novia perfecta para ti, nya! ―La última parte se la dijo a una Hanayo invisible.
Maki no sabía cómo responder ante lo que vio, por lo que decidió pedir más información al respecto.
―¿Te rechazó?
―... Sí..., varias veces. Kayo-chin dice que no sabe si le gustan los hombres o las mujeres y que no quiere darme falsas esperanzas... ―le tiritó un poco la voz―; ¡pero yo la he visto! ¡La he visto nerviosa conmigo! ¡La he visto mirándome! ¡Yo sé que le gusto! ¡Lo que pasa es que tiene miedo de admitirlo, nya!
Maki vio a Rin tan convencida que no quiso matarle las ilusiones; después de todo, quizás tenía su base; no conocía tan bien a esas chicas como para decir que todo fuera una mentira.
―Bueno, te dejo para que sigas pensando. Dale mis saludos a Hanayo.
―Lo haré, Maki-chan, nya.
La pelirroja siguió su andar por la cubierta. Cerca de ella, unos brillantes y tóxicos ojos verdes la vigilaban.
(...)
Tras la cena, Maki se dirigió a la proa del barco para pensar. Podía considerar aquel día como uno agitado, a pesar de no haber vivido grandes experiencias; de todas formas, eso no significaba que hubiese sido un desperdicio. Mientras miraba las olas, se dedicaba a la reflexión.
―¿Cuántas historias como las de Umi y Rin habrá en este barco?
¿Cuántas historias de rechazo se ocultaban en las habitaciones, ya fuera en el pasado o en el presente? ¿Cuántas sufrieron el desprecio de quienes juraban que las querían? ¿Cuántas se enamoraron de la persona equivocada? Maki conocía aquello por experiencia propia, no solo por lo ocurrido con sus parientes, sino también con la primera chica de la que se enamoró, esa que la trató abiertamente de anormal por el solo hecho de ser lesbiana.
―Ahora eso da igual. Es parte de mi pasado y prefiero mirar hacia adelante ―pensó mientras la imagen de Nico se dibujaba en su cabeza.
El murmullo del agua contribuía a calmar a Maki. Las olas la arrullaban mientras su mente vagaba en recuerdos tanto tristes como alegres, pero de los que había sacado experiencias valiosas.
―Maki-san...
―¿Eh? ¿Saeko-san?
La pelimagenta se acercó lentamente a la doctora, y si bien esta última ya conocía el carácter de la primera, no parecía haber vibras de amenaza o mala intención.
―Hace mucho que no hablamos.
―... Sí.
Un breve silencio, solo interrumpido por el sonido del mar, se produjo entre ambas.
―Discúlpame ―dijo Saeko agachando la cabeza―. Es mi culpa que nuestra relación se haya deteriorado. Sé que me enojo con facilidad y que a veces soy un poco posesiva, pero... no es algo que pueda controlar. Créeme, durante años he luchado con esto y no he sido capaz de superarlo. Mucha gente se ha alejado de mí por eso... ―Una lágrima se asomó en su ojo izquierdo―. Eso ha sido difícil para mí... Muy, muy difícil.
Los verdes ojos de la pelimagenta se llenaron de lágrimas.
―Me disculpo si he cometido errores, si te he incomodado... No quiero perder tu amistad... ¿Podrías... darme otra oportunidad?
Maki vio dolor en el rostro de Saeko. Habiendo pensado en el rechazo durante un buen rato, sintió que sería un tanto hipócrita de su parte el rechazar a alguien que buscaba ser su amiga. Aun cuando tenía unas cuantas dudas, decidió no ser tan cruel y confiar en ella.
―... De acuerdo. Te daré otra oportunidad.
La respuesta fue un golpe energético para la ojiverde.
―¡Gracias, gracias! Te prometo que no te decepcionaré ―dijo limpiándose los ojos y con una enorme sonrisa.
Saeko iba a decir algo más, pero en ese mismo momento Maki lanzó un profundo bostezo.
―Disculpa..., he tenido un día agitado y me está dando algo de sueño.
―No quiero interferir con tu descanso. Hablemos en otro momento, ¿sí?
Maki asintió. Tras eso, se despidió de Saeko y se dirigió a su camarote.
―Ojalá sueñe con Nico-chan... ¡Un momento! ¡¿En qué estoy pensando?! ¡Claro que no quiero soñar con esa enana latosa a la que quiero abrazar todo el tiempo!... ¡No, no!
En cuanto a Saeko, ya con la pelirroja fuera de la escena, sonrió maliciosamente.
―Fue fácil convencerla. Tal vez demasiado.
Volteándose hacia el mar, se enfocó en el horizonte.
―Hoy conseguí mucha información interesante, aunque todavía me falta conseguir un poco más. Ya veré después cómo usar todo para que Maki-san sea mía.
Poseída por las ansias, se lamió los labios, casi como saboreando la victoria.
Si sienten que este capítulo fue más corto que los habituales, pues sí, tienen razón. Creo que solo el primero es similar en cuanto a extensión. Las razones son porque no sabía qué más decir y también porque quería terminar el capítulo antes de que acabara el año. Podría haberme extendido con Saeko espiando y todo eso, pero sentí que no era el momento idóneo.
Gente, necesito ideas para lo que viene. Todavía no quiero que pisen tierra y necesito algunas cosas más antes de eso. Estaré atento a las sugerencias.
Por último, no puedo irme sin desearles a todos un feliz Año Nuevo. Ojalá el 2020 sigamos leyéndonos.
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