Una pequeña y brillante estrella de mar
- Llevo tres horas en este barco y ya me siento fuera de lugar. Creo que regresaré a Japón apenas toquemos tierra.
Era pasado mediodía y Maki caminaba por la cubierta del crucero viendo las actividades de las chicas a bordo: unas cuantas se dedicaban a tomar sol en unas sillas similares a las de playa, otras nadaban en la piscina con todo tipo de trajes de baño y bikinis, y otras simplemente se dedicaban a mirar el horizonte absortas en sus pensamientos. De más está decir que había algunas que coqueteaban entre sí; después de todo, no todas venían solas, y muchas otras querían encontrar pareja durante los meses que durara el viaje.
- Mejor me voy a otra parte.
En su paseo por el barco, Maki vio otras escenas de las mujeres a bordo. Un grupo parecía estar haciendo zumba con una atractiva instructora a cargo. Muchas parecían sentirse atraídas por su torneado cuerpo, pero por ahí se esparcía el rumor de que ella era una de las pocas heterosexuales en el barco.
No queriendo mezclarse con el grupo, la pelirroja siguió su recorrido. Sus pasos la llevaron a un salón tipo casino en el que mujeres de todas las edades jugaban. Una pareja en particular captó su atención: dos chicas de más o menos su edad, una peliazul y otra peligris, jugaban cartas. La de cabello azul sostenía dos naipes y desafiaba a la otra chica a tomar uno.
- ¡Esta vez no me ganarás, Kotori!
- Umi-chan, con esta ya van diez partidas. ¿En serio quieres seguir?
- No pararemos hasta que pueda ganar aunque sea una. Anda, toma una carta.
La ojiámbar parecía pensárselo un poco a la vez que sus dedos iban de una carta a otra. Dependiendo de dónde estaba la mano de su oponente, la cara de la peliazul cambiaba de forma drástica; pasaba de la risa al miedo más rápido de lo que cambia de color un camaleón.
Finalmente, la peligris tomó una de las dos cartas.
- ¡No! ¡Otra vez no!
- ¡Sí, gané, Umi-chan!
- Por qué... Por qué nunca puedo ganar -se cuestionó la ojimarrón con frustración-. Dime cómo lo haces, Kotori.
- Je, je, je, es-un-se-cre-to -respondió la peligris con un aire de inocencia y separando cada sílaba-. No te sientas mal, Umi-chan. Anda, dame un beso.
- ¡¿Aquí?! ¡¿En público?!
- Umi-chan..., onegai.
- ... Kotori, eres injusta.
- Y Umi-chan es muy linda, je, je. ¿Mi beso?
A los ojos de Maki, esas dos transmitían algo especial, algo que ella nunca había experimentado. Se sintió atraída por algunas chicas en su adolescencia, pero jamás llegó a enamorarse. Ahora, frente a ella, dos muchachas se demostraban su cariño libremente, jugueteando y besándose de manera amorosa y pícara.
- Mejor me voy.
Sin ganas de seguir su recorrido, la pelirroja se dirigió a su camarote y allí se encerró, acostándose en la cama y sintiendo cómo el bamboleo de las olas movía sutilmente la embarcación.
Tratando de distraer su mente, decidió sacar un libro de su maleta: era un libro de medicina que había leído y releído hasta el hartazgo. Por lo mismo, no fue capaz de hojear más allá de las primeras páginas. Cansada, dejó a un lado su texto y dio un largo y profundo suspiro.
- Tal vez debería revisar el itinerario -se dijo en voz alta.
El tour incluía paradas en Asia, Oceanía y América antes de regresar a Japón. Eso sí, Maki no estaba segura de cuántos de esos lugares alcanzaría a visitar antes de tomar el avión de vuelta a casa. Unas horas en el barco y ya se sentía totalmente fuera de su ambiente.
- Creo que mejor dormiré. No se me ocurre qué más hacer.
(...)
El sueño se posó sobre los párpados de la doctora casi al instante. A su dormido cerebro llegaron recuerdos en forma de sueños sumamente vívidos, casi como reviviéndolos. La imagen de una antigua compañera de escuela, la primera chica que le atrajo, se hacía presente en su mente..., y eso fue un tanto amargo para ella.
El nombre de la susodicha era Kaguya, una muchacha de pelo dorado y ensortijado. Maki nunca tuvo el valor de acercársele porque era sumamente popular y siempre estaba rodeada de sus amigas, así que se conformaba con mirarla a la distancia. Ella fue la única persona que le hizo sentir algo parecido al amor romántico, pero tan fácil como generó esos sentimientos en su corazón, fácil los hizo esfumarse; Kaguya se burló en una ocasión de las lesbianas con su grupo de amigas y Maki la oyó por casualidad. Quedó destrozada.
- Yo por suerte soy normal. A mí me gustan los hombres -remató con tono burlesco y dando una risotada que fue imitada por las otras.
Poco después del incidente, la pelirroja decidió arriesgarse y confesarles a sus padres su homosexualidad, aun cuando sabía que estaban tratando de comprometerla. La reacción de su padre la sorprendió; sabía que podía ser un hombre duro cuando se molestaba, pero se mostró más bien tranquilo. Eventualmente, tanto él como su esposa aceptaron la sexualidad de Maki, pero hubo unos cuantos parientes que le quitaron el saludo, así como también socios de mente estrecha que dejaron de hacer negocios con la familia, en especial el padre del que era el principal candidato a esposo.
- Y a pesar de eso, siguieron apoyándome -pensó en sueños-. ¿No será que, en el fondo, la razón por la que trabajo tanto no es solo para mantener en alto el nombre de mi familia?
Bien podía ser una mezcla de cosas: el peso del apellido Nishikino, la frustración por los dichos de Kaguya, el mostrarle a los que la rechazaron que sí podía destacar en su campo y una forma de agradecerles a sus padres el haberla aceptado a pesar de todo.
Con respecto al último punto, empezó a considerar que continuar con el viaje era una mejor forma de mostrar su gratitud. Era cierto que el estudiar medicina había sido idea de ellos, pero nunca la obligaron a trabajar al ritmo en que lo hacía; eso era cosa de ella.
- Mamá, papá, los amo -pensó-. Gracias por aceptarme como soy.
(...)
Aunque el comienzo fue intranquilo, el sueño de Maki terminó siendo sumamente reponedor. Al despertar, comenzó a sentir hambre, por lo que fue al comedor para almorzar.
- Espero poder comer en paz. Aún no me siento del todo cómoda en este barco.
Se sentó en una mesa y esperó a que le trajeran el menú. Mientras lo hacía, vio a la misma pareja del casino a unos metros de distancia, ya con su almuerzo servido. La peligris, con una sonrisa en los labios, acercaba el tenedor con comida a la boca de su novia peliazul, quien se sonrojaba e intentaba mirar hacia otro lado.
- Vamos, Umi-chan, abre grande y di «Ah».
- Kotori..., es vergonzoso.
- ¿Por qué lo dices, Umi-chan?
- Así llamaremos mucho la atención. No quiero eso.
- No creo que seamos las únicas haciendo esto. Además, ¿qué tiene de malo? Darle de comer a tu pareja es algo común.
- Kotori, no insistas.
- Umi-chan..., onegai.
La peliazul no pudo resistirse a los ojos de cachorro que puso su novia. Con bastante nerviosismo, abrió la boca y dejó que un poco de comida ingresara a ella.
- Qué vergüenza.
- Ya, ya, Umi-chan, no fue tan terrible, ¿cierto? -dijo Kotori, tras lo cual le dio un beso a su amada sin darle tiempo para responder o reaccionar-. Ahora hazlo tú. ¡Ah!
Maki no pudo ver si Umi cumplía el capricho de su pareja. Una mesera pelijengibre se acercó a ella y le ofreció un menú.
- Bienvenida al comedor del crucero. Me llamo Honoka y seré su camarera el día de hoy. Avíseme si ve algo que sea de su agrado.
La pelirroja ordenó su almuerzo y devolvió el menú, tras lo cual la ojiazul se dirigió a la cocina.
Al llegar su orden, Maki procedió a comerla con calma. Para entonces, la pareja de Umi y Kotori ya se había ido. El verlas le daba algo de envidia; en el fondo, quería vivir algo similar con alguien y exorcizar el infausto recuerdo de la funesta Kaguya.
- Incluso si no hubiese sido homofóbica, nunca habría sentido lo mismo por mí.
No valía la pena seguir pensando en esa horrible mujer.
En medio de su almuerzo, decidió ojear el salón una vez más: había tanto mujeres solas como parejas comiendo. Unos cuantos ojos se posaban brevemente en la mirona para después volver a enfocarse en lo que hacían.
- Nada interesante.
La doctora prefirió concentrarse en masticar y tragar. Cualquier intento por socializar podía esperar un poco más.
(...)
Maki pasó la mayor parte de la tarde en la cubierta, ya fuera descansando o mirando el horizonte. No había logrado hablar con nadie para la puesta de sol y nadie se le acercó tampoco. Por lo demás, no volvió a ver a la pareja que tanto llamó su atención.
Al caer la noche, muchas de las mujeres se dirigieron a una especie de salón que era usado para eventos especiales. La razón: justamente había uno para recibir a todas las pasajeras que participarían del viaje. Sin saber qué más hacer aparte de aburrirse, la ojimorada decidió ir; no perdía nada.
Se ubicó junto a la barra del lugar y pidió un trago. Cerca de ella, se alzaba un iluminado escenario. Un micrófono descansaba en su soporte, listo y preparado para ser usado.
Maki no pudo evitar echar un vistazo a los alrededores. Había muchas mujeres sentadas en mesas circulares, bebiendo y conversando alegremente antes del espectáculo. La pelirroja debía admitirlo: varias de ellas eran bastante atractivas; sin embargo, ninguna le llamó mayormente la atención como para acercarse a conversar.
- Mejor sigo bebiendo.
- ¿Qué hace una chica tan linda bebiendo sola?
La pelirroja giró la cabeza en dirección de la voz; se encontró con una pelimorada de ojos turquesa y busto prominente. Esta sonreía con picardía, incomodando a la doctora.
- ¿Puedo sentarme?
Maki no sabía qué era, pero algo de esa chica no le agradaba. Pudo haber sido la forma tan familiar en la que le hablaba o la misteriosa aura que emitía. Sea lo que fuera, y a pesar de su suspicacia, no era quién para negarle el derecho a sentarse.
- Haz lo que quieras.
- Vaya, vaya, parece que no eres muy amable -dijo la pelimorada sin perder la calma y ubicándose al lado de la pelirroja-. ¿Alguna razón para eso? ¿Tu novia te dejó? ¿Tus padres rechazan tu lesbianismo? Soy toda oídos.
- No es de tu incumbencia. Ahora déjame beber tranquila.
- ¡Cantinera, un trago por favor! -gritó la misteriosa chica.
Una vez que la ojiturquesa recibió su bebida, decidió insistir en su intento por conversar con la arisca doctora.
- Percibo algo en ti, algo de frustración mezclado con ego. Mira -dijo sacando una carta de tarot de su bolsillo-, esta carta me lo dice.
- ... No pienso hablarle a una extraña.
- Mi nombre es Nozomi Tojo. Listo, ya no soy una extraña.
- ... Soy Maki Nishikino -respondió la pelirroja con desgano.
- ¿Nishikino? ¿Como el hospital Nishikino?
- ... Mi papá es el director.
La sorpresa se apoderó de Nozomi.
- Nunca hubiera pensado que la heredera de ese gran hospital fuera una de nosotras. ¿Él lo sabe?
Maki no respondió.
- ¿Acaso pregunté algo que no debía?
- ... Sí lo sabe -respondió susurrando.
- ¿Eh? Disculpa, no te escucho.
- Sí lo sabe... De hecho..., él pagó por mi boleto.
La doctora no entendía cómo terminó conversando con aquella pelimorada que le parecía molesta al principio; la tal Nozomi parecía ver a través de ella y de su rígido carácter.
- Parece que tienes un padre comprensivo, eso es bueno -dijo sonriendo la de grandes pechos-. Supongo que es tu primera vez viajando en este crucero.
Maki asintió ligeramente.
- Para mí es la segunda, pero esta vez es más especial -comentó Nozomi mirando el anillo que tenía en la mano izquierda con un brillo en los ojos-. Estoy celebrando mi luna de miel.
- ¿Luna de miel? -preguntó la doctora con suspicacia-. Las bodas gay no son legales en Japón.
- Nos casamos en el extranjero..., aunque todavía no me acostumbro del todo a mi nuevo apellido. Sigo usando más el de soltera.
- ¿Qué haces hablando con esa mujer? -preguntó una nueva voz.
La dueña de esta era una chica rubia y de ojos azules. Se veía que estaba molesta.
- Te dije que te adelantaras al salón. ¿Y qué haces en mi ausencia? Te pones a coquetear con otra.
- Elicchi, no estoy coqueteando con nadie. Solo conversaba con mi nueva amiga, Maki-chan.
- Solo llevamos unos minutos hablando, ¿y ya dices que soy tu amiga? -pensó la doctora entre confundida y molesta.
- Maki-chan, ella es mi esposa, Elicchi. Vamos, Elicchi, sé educada y preséntate.
- ... Mi nombre es Elichika Ayase.
- ... Maki Nishikino.
La ojimorada no necesitó muchas señales para darse cuenta de que no era del agrado de Eli. Era evidente que la rubia estaba celosa, y cualquier mujer que estuviese cerca de Nozomi podía convertirse en blanco de su enojo.
- Tiene un aura intimidante -pensó inquieta.
- Elicchi, no hay necesidad de ponerse celosa. Ven, siéntate conmigo.
- Pero es que...
- Elicchi...
La ojiazul decidió hacer caso.
- Sabes que te amo a ti y solo a ti. Juntas para siempre -dijo Nozomi mientras tomaba el rostro de su esposa y le daba un beso en los labios.
- ¿Lo prometes?
- Lo prometo -respondió antes de besarla otra vez.
Ahí estaba esa sensación de nuevo, esa sensación que Maki nunca había experimentado de primera mano. Así como Umi y Kotori antes, ahora Eli y Nozomi mostraban su amor libremente y sin miedo.
Fue inevitable pensar en Kaguya.
- No, ya no pienses en ella. Ya fue, nunca pasó y nunca pasará -se decía a sí misma.
Estaba en medio de su malestar mental cuando las luces se apagaron. Solo las del escenario quedaron encendidas: el espectáculo comenzaría pronto.
No pasó mucho para que saliera alguien a escena. Pequeña, de cabello negro largo y ojos color rubí; así era la chica que se colocó frente al micrófono. Por un momento, Maki pensó que era una niña que había sido obligada a trabajar en el crucero por colarse como polizona en algún viaje anterior; pero la actitud que mostraba no era para nada infantil.
La artista lucía un elegante vestido de noche lleno de lentejuelas y llevaba un brillante adorno en su cabellera suelta. Nada más ponerse en posición, comenzó a cantar con una melodiosa y cautivadora voz, captando la atención de la audiencia.
La doctora no pudo evitar sentirse atraída por ella; sus facciones le daban cierto aire adorable y se notaba su talento. Como gran amante de la música que era, la pelirroja pudo notar que aquella pelinegra era una apasionada por lo que hacía y que se movía en ese escenario como pez en el agua.
- Qué linda.
El show fue perfecto: canto, presencia escénica, cercanía con el público, todo resultó del gusto de las mujeres presentes. Para Maki, por otra parte, la pequeña cantante se convirtió de repente en una sirena que la había engatusado.
- ¡Pero qué estoy pensando! Tal vez sea mayor de edad, pero debe ser demasiado joven. No, debo quitarme estos pensamientos de la cabeza.
- Vaya, vaya, parece que te quedó gustando Nicocchi.
- ¡¿Eh?!
Las palabras de Nozomi hicieron que la ojimorada volviera a la realidad.
- ¿De qué estás hablando? Por supuesto que no me gustó... Bueno, reconozco que canta bien, pero solo eso.
- A mí no me engañas, Maki-chan. Te la comías con los ojos.
- ¡Claro que no!... Espera un momento... ¿le dijiste «Nicocchi»? ¿Acaso la conoces?
- No solo la conozco: fuimos compañeras en la preparatoria.
- ¡¿Ah?!
- Elicchi, Nicocchi y yo asistimos a la misma escuela y nos convertimos en grandes amigas. ¿No es cierto, Elicchi?
- ... Sí. -La rubia seguía sin confiar del todo en la pelirroja.
A Maki se le había presentado una oportunidad única de saber más sobre la misteriosa pelinegra. Al parecer, el flechazo había sido poderoso, pero para poder llamar amor a su sentimiento, necesitaba todavía más.
- ¿Podrías... contarme de ella? -preguntó desviando la mirada y jugando con un mechón de su cabello.
- Claro -respondió Nozomi-. ¿Por dónde quieres que empiece?
(...)
En una mesa lejana, unos brillantes ojos verdes observaban a la doctora. La dueña de esos ojos, una chica de cabello magenta y rasgos finos, parecía especialmente interesada en la joven.
No obstante eso, decidió no acercarse, limitándose a beber de su copa.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro