La gata y la ruleta
Gente, les cuento la verdad: había algunos lectores que se estaban impacientando por la continuación... y no los culpo, porque este es un fic lento. Lo curioso del caso es que no tenía nada pensado para seguir (salvo las ganas) hasta hace unos días, cuando el título del capítulo apareció en mi cabeza. De ahí surgió lo que hoy les traigo.
¿Por qué el encontrar la verdadera esencia de uno es tan complicado?
¿Por qué dar una respuesta a un asunto serio cuesta tanto?
¿Es justo hacer sufrir a una persona que ha estado contigo en las buenas y las malas?
Esas eran las preguntas que Hanayo se repetía mentalmente una y otra vez. Encontraba rarísimo que a su edad no hubiese dilucidado aunque fuera de forma parcial algunas de esas cosas, siendo la primordial con respecto a su sexualidad. Pasados los veinte años, una persona promedio sabría si le atrae el sexo opuesto, el mismo sexo, ambos o derechamente ninguno. No era el caso de Hanayo. A su edad ni siquiera sabía qué le gustaba y no entendía bien por qué. Podría atribuirlo a haber sido una niña sobreprotegida y tímida que nunca tuvo muchos amigos ni exposición a la sociedad fuera de la escuela, pero esa visión era demasiado simplista. Sea lo que fuera, no poder definir sus gustos era un asunto muy serio para ella, sobre todo porque había alguien esperando desde hacía mucho tiempo, alguien que merecía un sí o un no.
Fuera de su familia, la única persona cercana que tenía Hanayo era su vecina y mejor amiga Rin, la chica a la que no le importó su timidez, la que la hizo salir un poco de su caparazón, la que la animaba constantemente a hacer cosas que jamás haría en otras circunstancias... y quien esperaba una respuesta de su parte. No quería darle falsas esperanzas, pero tampoco sentía que pudiera rechazarla de plano, sin poder explicarse el por qué.
Frescos estaban los recuerdos de aquel día, en el que un sol poniéndose en el fondo decoraba la escena como en una postal playera del trópico. Ambas estaban en su primer año de preparatoria, y como ocurría con las típicas adolescentes, las hormonas hacían de las suyas con una de ellas.
―... Kayo-chin..., la verdad es... que... me gustas, nya.
―A... A mí también me gustas, Rin-chan.
―¡No lo digo en ese sentido, nya! Quiero decir... que estoy enamorada de ti. Te amo, Kayo-chin.
Enterarse de que su amiga de la infancia tenía sentimientos más allá de la amistad la dejó perpleja.
―¿Estás... enamorada de mí?
Rin asintió mientras expresaba un enorme temor. Para Hanayo, verla así era rarísimo. Solo recordaba una ocasión en la que apreció el rostro de la pelinaranja envuelto por esa sombra de pesadumbre, y fue durante su infancia, cuando sus compañeros de curso se burlaban de ella por no ser femenina, al punto de asegurar que en realidad era un hombre. Un evento como el que acababa de pasar les hubiese dado pie para más mofas crueles, y ahí sí dirían de plano que Rin no era una mujer.
―No sé cómo te tomarás esto, nya. Sé que es raro que una chica se enamore de otra, pero...
―No es raro, Rin-chan.
―¿Qué?
―No creo que el amor sea raro. Amar es algo hermoso y no importa si te enamoras de una chica siendo una también. Es solo...
―¿Solo qué, Kayo-chin?
―Que... ―sus labios se trabaron por unos segundos― no sé si pueda corresponder a tu amor.
Hanayo vio cómo Rin se decaía y comenzaba a llorar.
―Lo siento, Rin-chan... No es malo que me lo hayas dicho... La verdad es... ―un sonrojo tan tenue que resultaba imperceptible tiñó las mejillas de la castaña― que me siento halagada. Nunca pensé que alguien se fijaría en mí así.
Escuchar aquello hizo que la pelinaranja levantara la cabeza, con sus ojos color limón todavía húmedos.
―Lo que no sé es... qué me gusta. No sé si me gustan los hombres, las mujeres, ambos o ninguno. Perdóname, Rin-chan, no quiero mentirte ni lastimarte. Deseo ser honesta contigo como tú lo has sido conmigo.
Tras secarse un poco las lágrimas con el puño de su chaqueta, la de la muletilla felina le dijo:
―Entiendo, Kayo-chin.
En eso, Hanayo miró fijamente a Rin y le habló con voz suave:
―Dame un poco de tiempo para entregarte una respuesta. Quiero conocer más gente, tener algunas experiencias, ver si mi corazón puede latir por alguien. Así podré responderte de manera sincera. ¿Puedes hacerme ese favor, Rin-chan?
La aludida anhelaba una respuesta inmediata, pero sabía que Hanayo era pésima lidiando con la presión.
―... De acuerdo, Kayo-chin. Lo haré por ti.
―Muchas gracias, Rin-chan.
Ambas se dieron un fuerte abrazo.
―Por cierto, Kayo-chin, a mí también me gustaría pedirte un favor, nya.
―¿Qué favor?
―Quiero seguir a tu lado. Hagas lo que hagas, por favor no me alejes de ti. Eres una de las personas más importantes para mí y... no sé qué haría si me abandonaras, nya. No me importa si al final me rechazas, no te vayas.
La voz de Rin sonaba con un ligero desespero, por lo que Hanayo la calmó acariciándole la espalda.
―Tranquila, Rin-chan, no me alejaré de ti.
Así transcurrieron varios años. La castaña conoció más personas, experimentó nuevas cosas y se graduó de la preparatoria, siempre acompañada de su mejor amiga. Sin embargo, el dilema de su sexualidad seguía sin resolverse, entristeciéndola sobremanera.
No fue hasta que Rin llegó cierto día con un curioso anuncio que Hanayo encontró una nueva chance de dilucidar las dudas.
―¡Kayo-chin, mira, mira! ¡Hay un anuncio de un crucero para lesbianas por todo el Pacífico, nya! ¡Quiero ir, quiero ir, nya!
―Si quieres ir, hazlo, Rin-chan. Yo no me opondré.
―Pero... me gustaría que tú me acompañaras.
―¡¿Qué?! ¡¿Yo?!
―Sí, nya. Sé que habrá muchas chicas ahí, pero me sentiría más cómoda si estuvieras conmigo.
―Pero, Rin-chan, yo no soy lesbiana... O eso supongo.
―Por favor, nya.
Los ojos suplicantes de la pelinaranja lograron que Hanayo cediera.
―De acuerdo. Iré contigo.
―¿En serio? ¡Eso es genial, Kayo-chin! ―exclamó Rin mientras la abrazaba, incomodándola un poco.
―¡R-Rin-chan!
Ese mismo día compraron los boletos.
Sabiendo a lo que iría, Hanayo comenzó a mentalizarse. No sabía cuáles serían sus reacciones con las demás pasajeras, pero esperaba que el viaje despejara la bruma en su mente y pudiera darle su merecida respuesta a Rin.
Hasta ese momento, la confusión no había desaparecido, aunque no negaba que en un par de ocasiones se quedó mirando a su amiga más de la cuenta, sobre todo después de las sesiones de zumba. Asumirse lesbiana, eso sí, no estaba dentro de los planes, al menos no a corto plazo.
(...)
―Creo que esto podría ser interesante... Y esto también... ¡Hay muchas cosas que Kayo-chin y yo podríamos hacer, nya!
Rin revisaba un montón de folletos en el salón del barco. No podía esperar más tiempo; estaban a nada de llegar a su próximo destino y llevaba años esperando una respuesta definitiva de Hanayo: era momento de que ambas cosas se ligaran.
Para una persona tan enérgica e impaciente como Rin, aguantar tantos años en vilo era algo a destacar. De todas formas, durante todo ese tiempo de espera tuvo sus arranques de impulsividad, abrazando y besando las mejillas de la castaña sin importarle mucho el qué dirán, e incluso declarándose varias veces más, sin éxito. A pesar de ello, la pelinaranja tenía sus límites en cuanto a las muestras de afecto: los labios de Hanayo eran territorio prohibido para ella; quería que un beso ahí fuera uno de mutuo amor, no uno robado.
―Tengo que hacerlo. Tengo que hacer que Kayo-chin se dé cuenta de sus sentimientos por mí, nya. Ya no quiero seguir esperando más tiempo.
Cada rechazo resonaba en su cabeza como un eco algo lejano pero todavía perceptible.
―Sí..., no quiero seguir esperando.
Días antes, se había topado con Maki, quien la vio sumamente motivada. Esa misma motivación era la que pretendía mantener una vez que llegaran a tierra. Lamentablemente, así como se mostraba animada la mayor parte del tiempo, sentía muchas dudas de tanto en tanto, y en ese momento experimentaba uno de esos bajones que mellaban su espíritu y nublaban su mente con la niebla de la duda.
―¿Pero... qué pasaría si Kayo-chin me dice que no? ¿Si me dice que no le gustan las chicas? ¡No, eso sería horrible! ¡Horrible, nya!
Recibir una respuesta negativa de Hanayo sería un mazazo demoledor para la pobre Rin; no podía permitirse fallar.
―¡No! ¡Definitivamente haré que Kayo-chin se enamore de mí! ¡Sé que le gusto, yo sé que sí! ¡Es solo...! Solo que ella no se ha dado cuenta aún.
Más que una verdadera afirmación, aquel era un intento de autoconvencerse.
¿Qué pasaría si al final la espera resultaba en vano? ¿Si Hanayo declaraba que no era lesbiana? Rin se decía a sí misma que, aunque le doliera, aceptaría la respuesta que su mejor amiga le diera, pero sabía que aquello era mentira: no podría aceptar un no, sin importar cuánto se mentalizara.
Dentro de todo, sentía que las demás chicas del barco la tenían más fácil, incluso si terminaban el viaje sin pareja.
Mientras pensaba en su dilema, aparecieron dos figuras conocidas para ella.
―¿Cómo estás, Rin-chan?
―¡Nozomi-chan! ¡Eli-chan, nya!
El matrimonio se sentó cerca de la pelinaranja.
―¿Qué haces?
―Viendo panoramas para cuando lleguemos a tierra, nya. Quiero visitar lugares bonitos y hacer muchas cosas divertidas. Solo miren los folletos ―dijo mientras los extendía ante los ojos de sus amigas.
Interesada, Eli los tomó.
―Oye, Nozomi, creo que podríamos hacer algunas de estas cosas ―comentó revisándolos con lujo de detalles.
―A ver... Sí, muchas de estas cosas se ven interesantes, Elicchi.
Ver a la pareja interactuar generaba una envidia sana en Rin; esperaba lograr una química similar con Hanayo en el futuro, y cuanto antes, mejor.
―Por cierto, Rin-chan, viendo estos folletos me he dado cuenta de algo: estás buscando algo más que diversión ―dijo Nozomi mientras sostenía una carta de tarot entre sus dedos―. ¿O me equivoco?
Aquello resultó sorpresivo para la pelinaranja, casi como si la hubiesen desnudado.
―Eh... Eh... ―balbuceó muy nerviosa.
―Supongo que Nozomi tiene razón. Esa reacción es más que evidente ―destacó Eli al percatase de las reacciones de la ojilimón.
Acorralada, Rin lanzó un suspiro.
―Sí..., la verdad es que quiero que pase algo más en la próxima parada... ¡Pero no puedo decir mucho de eso! ¡Si lo hago, podría arruinarlo todo!
Nozomi sonrió al verla así, mientras que Eli se mostró indiferente.
―Esto es... Esto es... Esto es algo que necesito hacer, nya. Llevo años esperando algo importante, pero no puedo seguir así, nya. Me voy a hacer vieja si las cosas continúan igual, nya. ¡Quiero que todo me salga bien ahora, nya!
La cantidad exagerada de nyas que salía de la boca de Rin denotaba su nerviosismo. Aunque le mencionó de sus planes a Maki tiempo antes, que Nozomi se hubiese dado cuenta de ello la hizo sentir indefensa, descubierta.
―... ¡Ay, ahora no puedo tranquilizarme, nya! ¡No debí haber hablado de esto, nya!
―Rin-chan, sea lo que sea que estés planeando, no percibo malas intenciones en ti. Me lo dicen las cartas. En todo caso, no creo que tengas nada de qué avergonzarte, sobre todo si tus planes tienen que ver con el amor ―dijo Nozomi mientras sacaba dos cartas de su mazo: los Amantes y la Rueda de la Fortuna, cabeza arriba y cabeza abajo respectivamente―. Por ahora, lo único que puedo hacer es desearte suerte.
―... Gracias, Nozomi-chan.
Para calmarse un poco, Rin decidió retirarse de ahí, no sin antes decir:
―Pueden quedarse con los folletos. Ya vi lo que quería, nya.
Tras quedarse solas, Eli abrazó con fuerza a su esposa.
―Por fin puedo mimarte como me gusta. No es que Rin me caiga mal, pero quería que se fuera para tener un momento solo para nosotras dos.
―Lo sé, Elicchi. Lo sé ―respondió Nozomi mientras acariciaba aquel rubio cabello―. Me encanta ver este lado cariñoso de ti... Por cierto, ¿cómo crees que le irá a Rin-chan con su asunto?
―No es algo que me incumba realmente...
―Elicchi...
―..., pero ojalá le vaya bien.
―Yo confío en que sí, aunque la Rueda de la Fortuna invertida me hace dudar. Espero que la carta de los Enamorados la contrarreste.
―Esa carta te salió cuando nos conocimos.
―Y qué buenos resultados hemos tenido hasta ahora.
Ambas chicas se colocaron en la posición más romántica y empalagosa que pudieron mientras el crucero era golpeado suavemente por las olas. La siguiente parada estaba cada vez más cerca, y al igual que Rin, planeaban disfrutar de ella en cuanto pusieran un pie.
(...)
―Creo que a Nico-chan podría gustarle esto..., aunque quizás ya haya hecho las cosas que salen aquí. No lo sé.
Inspirada por Rin, Maki comenzó a revisar sus propios folletos. A diferencia de su amiga pelinaranja, eso sí, su intención no era confesarse; todavía era muy pronto y quería conocer bien a Nico antes de realizar dicha acción. Lo que buscaba era, justamente, conocerla más.
―No es que ella me atraiga, pero... Pero...
Un palpitar en su pecho y un calor suave se dejaron sentir. ¿Cómo una chica tan fastidiosa y petulante podía ser tan dulce y adorable al mismo tiempo? Eso sí, en ese momento dichos detalles pasaban a segundo plano. Lo único que quería Maki era que Nico pudiese bajar del barco en cuanto llegaran y pasar otra jornada con ella, ojalá aún mejor que la de Australia.
La parte de Hanayo fue la más fácil de escribir en esta ocasión. La de Rin, por otro lado, me costó más de lo que esperaba.
No sé cuándo saldrá el siguiente capítulo, pero ya tengo ideas para lo que viene. Para los dos siguientes capítulos, siendo más claro (alerta de spoiler: llegarán a puerto en dos capítulos más).
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