Estrellas de brillo tenue
Gente, con todo esto del coronavirus hay, evidentemente, mucha preocupación. Sin embargo, después de varios meses (como siempre), les traigo un nuevo capítulo de esta historia para pasar la cuarentena. Esto surgió de una sugerencia que me hicieron ustedes.
Tras una noche de sueño tranquilo, Maki se dispuso a realizar su ritual diario: ir al comedor para desayunar. Mientras caminaba por la cubierta, comenzó a rememorar lo vivido el día anterior; había muchas vivencias duras entre sus amigas, y podía apostar casi con seguridad de que entre otras pasajeras también.
―No quiero pensar en esas cosas ahora. Quiero disfrutar lo que me queda de viaje.
Al llegar al salón, se topó con camareras y con una persona con la que había hablado apenas la noche pasada.
―¿Saeko-san?
―Vaya, pero si es Maki-san.
La pelimagenta se acercó sin mostrar señales de mala intención.
―Así que viniste para el desayuno.
―Sí, mi estómago está gruñendo por comida.
―Tienes razón, ya lo oigo ―dijo Saeko con una sonrisa. Inclusive rio un poco―. No es el único; el mío también quiere comida.
―Entonces... ―Maki dudó un poco; todavía tenía sus reparos sobre su interlocutora―, ¿buscamos una mesa para que nos atiendan?
―Lo siento. Me encantaría desayunar contigo, pero no quiero ser una molestia para ti. Recién ayer me diste una oportunidad de enmendar mis errores y no quiero arruinarla con mi carácter; aún hay mucho que debo hacer.
―Como digas. Entonces nos vemos después.
―Nos vemos después.
Ambas se dirigieron a mesas distintas. De todas formas, eso no significaba que Saeko no estaría viendo a Maki a la distancia; simplemente no se acercaría a ella.
Volviendo con la pelirroja, una vez sentada se le acercó su camarera frecuente.
―¡Buenos días, Maki-chan! ―la saludó con un gran grito y su alegría usual.
―Buenos días, Honoka. Por favor, trata de ser menos escandalosa para la próxima.
―Je, je, lo siento. Es que me nace.
Tras tomar su orden, la pelijengibre se dirigió a la cocina. No tardó mucho en volver con la comida.
―Aquí tienes, Maki-chan. Buen provecho.
―Gracias.
―Es lo menos que puedo hacer por mi segunda clienta favorita en este tour.
Aquella afirmación sorprendió a la ojimorada.
―¿Soy la segunda? ¿Quién es la primera?
Honoka se dio cuenta de que había hablado de más.
―Eh... Bueno... Es...
La llegada de una rubia de larga cabellera salvó su pellejo.
―Discúlpame, Maki-chan, pero tengo que ir a atender más mesas. Nos vemos.
La pelirroja miró el trayecto de la mesera y le fue fácil obtener la respuesta.
―Creo que he visto a esa chica antes. Ella y Honoka suelen conversar mucho cuando tienen oportunidad... Es obvio: ella es la número uno.
No había celos de por medio; Maki ya tenía a su propia número uno, una que brillaba en el escenario con su propia luz.
(...)
Tras terminar sus labores, Honoka salió a la cubierta para descansar un poco. El aroma a mar y el sol en lo alto la calmaban cada vez que tenía una oportunidad. Lamentaba estar lejos de su familia, pero al mismo tiempo adoraba conocer gente nueva, y su trabajo le permitía precisamente hacer eso; hizo muy buenas migas con muchas chicas que conoció en viajes anteriores, y si bien nunca llegó a nada con ninguna, sí logró mantener contacto y amistad con varias.
Lo que estaba viviendo con Tsubasa, no obstante, era diferente a todo lo demás.
La fama de la castaña no era algo que la obnubilase, por el contrario, la trataba como a cualquier otra chica, y esta, a su vez, le respondía con la misma amabilidad; Tsubasa no era la típica estrella engreída que esperaba que todos besaran el suelo que pisaba, sino lo opuesto, y eso era algo que Honoka admiraba.
Quizás se debía a que ella, a su manera, también fue una estrella.
Honoka era la hija mayor de una pareja de fabricantes de dulces japoneses. Desde muy pequeña se habituó a las distintas variedades de masa, el olor de la harina y los diversos rellenos para pasteles. Nunca se destacó por ser muy brillante en la escuela, pero en lo que respectaba a preparar bizcochos y manjuu era excelente. Eventualmente, Yukiho, su hermana menor, también se uniría al negocio de los dulces, adquiriendo mucha habilidad también. Con la ayuda de ambas, las ventas en Homura, la tienda familiar, eran estupendas, permitiéndoles a los Kousaka vivir de manera estable.
Dentro de su pequeño mundo, Honoka era una estrella, querida por sus vecinos y clientes frecuentes, e incluso llamando la atención de unos cuantos jóvenes. Sin embargo, la pelijengibre, aunque amable con ellos, no respondía a sus insinuaciones. La razón: durante su etapa escolar se dio cuenta de su atracción por las mujeres, llegando a enamorarse de una que otra compañera. No eran los bíceps sobredimensionados de un varón los que le atraían, sino las curvas de las señoritas, aunque la personalidad también influía mucho; no sería muy lista, pero incluso Honoka sabía que un envase bonito no servía de nada si estaba vacío.
Volviendo con el tema del «estrellato», de entre todos los chicos que trataban de llamar la atención de la ojiazul, había uno que parecía ir más allá, jurando a los cuatro vientos que algún día se casaría con ella. Siempre trató de hacerse el galán en su presencia, pero Honoka, a pesar de que lo trataba bien, quería dejarle en claro que solo podían ser amigos.
Un día, él trató de ser más directo.
―Honoka-san, tú y yo podríamos ser una gran pareja. Por favor, dame una oportunidad. Te prometo que te haré la chica más feliz de este mundo.
―Lo siento, Hiroshi-kun, pero yo no puedo quererte de la forma en que te gustaría.
―¿Por qué? ¿Acaso te insulté de alguna forma? ¿Acaso hice algo mal? Me disculpo desde ya si lo hice.
―No, no has hecho nada malo. Es solo... ―dudó un poco si contarlo o no. Se mordió el labio a causa de la tensión― que a mí no me gustan los chicos.
―¿Qué? No entiendo de qué hablas.
―Eso, no me gustan los chicos... Soy lesbiana.
Hiroshi comenzó a reír de forma nerviosa, como tratando de convencerse de que había oído mal.
―Es... Es broma, ¿cierto? Tú... Se suponía que tú ibas a ser mi esposa... No, tú vas a ser mi esposa.
―Hiroshi-kun...
―¡Tú tienes que ser mía! ¡No pueden interesarte las mujeres!
El escándalo que hizo el sujeto fue tal que tuvieron que echarlo a rastras de la tienda. Eso sí, no dejó el lugar sin antes gritar un sinnúmero de incoherencias, de paso soltando el dato de que Honoka era lesbiana, cosa que su familia escuchó.
La revelación fue impactante para los Kousaka, pero la pelijengibre no la negó. Tanto su hermana menor como su madre trataron de tomarse las cosas con la mayor naturalidad posible, pero su padre fue más reacio. De todas formas, no le quitó el saludo ni le dejó de hablar, aunque evitaba tocar el tema.
Con respecto a Hiroshi, aunque insistió por un tiempo más con flores, cartas de amor y serenatas con letras dignas de un poetastro, eventualmente cedió al ver que el corazón de Honoka jamás sería suyo. De todas formas, esparció por el barrio la noticia del lesbianismo de la pelijengibre como su acto final de venganza. Aquello causó una baja en las ventas de Homura; muchos clientes no querían que una «rara», como la llamaban algunos, les pegara la homosexualidad. La situación empeoró cuando Yukiho, molesta por el trato que le daban a su hermana («menos mal tú no saliste rara», le decían unos cuantos), decidió salir del clóset también. No fue un mero capricho o una muestra de rebeldía; como Honoka en su momento, ella también se dio cuenta de que estaba empezando a mirar a las chicas de su edad de manera diferente.
Aquel fue el período más oscuro de la tienda.
Con aquel brillo de «estrellita» extinguiéndose, Honoka decidió buscar nuevos rumbos, rumbos en los que pudiera ser ella misma y recuperar la alegría que la caracterizaba. Su esfuerzo rindió frutos cuando, tras ver avisos clasificados en un diario, encontró un trabajo que consideraba acorde a ella. Significaba pasar mucho tiempo alejada de los suyos, pero a cambio podría sentirse libre, siendo los únicos motivos para que la señalaran con el dedo la torpeza o la idiotez.
Dicho trabajo era ser camarera en un crucero para lesbianas.
(...)
Honoka se apoyó en la baranda para apreciar de mejor manera el azul del océano que se extendía frente a ella. Algo de brisa soplaba, moviéndole el cabello con suavidad.
―Me encanta esta vista.
―¡Vaya! No esperaba encontrarte de nuevo tan pronto, Honoka.
―¡Tsu...! ―Bajó la voz―. Tsubasa-chan...
―¿Puedo acompañarte?
―Claro.
Oculta bajo su peluca y sus lentes, la cantante se ubicó al lado de la camarera.
―En verdad es una vista muy bonita. El azul del mar ayuda mucho a relajarse. Un artista hasta podría sentirse inspirado para crear algo.
―Eso si no te mareas. Más de una vez he terminado vomitando en la cubierta y las auxiliares del barco han tenido que limpiar mi desastre; me he llevado unos cuantos regaños por eso ―dijo Honoka con una tristeza caricaturesca. Tsubasa solo atinó a reírse.
―Me encanta la naturalidad con la que cuentas cosas así.
En los días que llevaban de conocerse, la castaña se había dado cuenta de que con la pelijengibre podía ser ella misma, sin preocuparse de la presión del estrellato ni del qué dirán. Como artista consagrada, estaba muy expuesta al ojo público, por lo que cada paso, decisión y acción estaba sumamente controlado.
―Ojalá... pudiera ser un poco más libre.
Ella había elegido aquel rumbo, pero aun así deseaba un poco más de flexibilidad.
(...)
Desde muy pequeña, Tsubasa conoció las dos cosas que más sentido le darían a su vida: el canto y las mujeres. Tuvo sus primeros enamoramientos estando en secundaria, en los que trataba de conquistar a las chicas con su prodigiosa voz. A pesar de su esfuerzo, nunca tuvo éxito en el departamento del amor, pero en lo referido al canto, pronto comenzó a destacar: era participante frecuente de los festivales escolares, en los que más de una persona se encandilaba por sus dotes artísticas. Eventualmente, comenzó a agregar rutinas de baile a sus presentaciones, aumentando el interés en estas y su fanaticada.
Cuando llegó el momento de que Tsubasa entrara a la preparatoria, eligió una femenina; seguía esperanzada en encontrar a esa chica especial. No la encontró, pero sí conoció a dos personas que se convertirían en parte importante de su vida, sus amigas Anju y Erena, lesbianas como ella y también aficionadas a cantar.
―¿Y si formamos un grupo? ―sugirió Tsubasa un día.
―Me encantaría, sobre todo si Erena usa ropa sexy.
―¡Anju, por favor, deja de decir esas cosas!
Así fue como las tres formaron un grupo al que denominaron A-RISE.
La primera presentación de ellas como banda fue en un festival escolar. Los bailes, los trajes y las canciones causaron curiosidad en las alumnas, quienes al principio las vieron como una divertida curiosidad. No pasó mucho para que dicha curiosidad se convirtiera en un fenómeno de masas, al punto que su fama traspasó los límites de su escuela; al cabo de unos meses no eran solamente unas pocas fanáticas las que las escuchaban, sino personas a lo largo y ancho del archipiélago japonés.
La estrella de A-RISE brillaba con intensidad, y a sus componentes les gustaba eso. Se convirtieron en el objeto de deseo de hombres y mujeres, con muchos esperando conocer algún día a sus adoradas cantantes. Eso hizo que las chicas hicieran una promesa: cuando se graduaran de la preparatoria, se convertirían en cantantes profesionales y llevarían al grupo a nuevas alturas nunca antes vistas por nadie.
―Chicas, aspiro a convertir a A-RISE en el grupo más importante de su género. ¿Me apoyan?
―Por supuesto que sí ―respondió Anju.
―Cuenta conmigo ―la secundó Erena.
Cabe hacer notar que, para esa altura, Anju y Erena ya estaban saliendo, aunque Tsubasa era la única que lo sabía.
Llegado el momento, las chicas se graduaron. Muchas agencias se pelearon por contratar a A-RISE, siendo Sunrise la ganadora. Fue a partir de ahí que el grupo alcanzó total relevancia, aunque un detalle amenazaba con echar por tierra todo lo obtenido.
―Miren, no me molesta que sean lesbianas y que ustedes dos sean pareja ―les dijo su agente, refiriéndose en ese último punto a Anju y Erena―, pero creo que lo mejor sería que ocultaran esos detalles de los fans. Ya saben: tenemos que mantener la ilusión de que son... alcanzables de alguna manera para el público masculino.
―Pero, señor, eso sería engañar a los fanáticos ―protestó Tsubasa.
―Lo sé, pero ya conocen cómo es el negocio del espectáculo; a veces hay que vender ilusiones en pos del éxito. De seguro ya están conscientes de eso.
―Lo sabemos. Pero aun así...
―A-RISE podría salir del mapa musical si se filtra la información.
Aunque dudosas al principio, las chicas terminaron aceptando las condiciones a regañadientes. Por el bien de la fantasía, optaron por ocultar la realidad.
Bajo la fachada de heterosexualidad, los discos de A-RISE se vendían como pan caliente, con la estrella de la fama brillando con intensidad. Sin embargo, cuando bajaban del escenario, las chicas se sentían como si las hubiesen liberado de una camisa de fuerza. En la intimidad de su hogar, Anju y Erena daban rienda suelta a sus bajas pasiones, cosa que Tsubasa no podía hacer; sin novia y con una imagen pública que mantener, ir a algún club de lesbianas en busca de una chica sería un suicidio social. No confiaba ni siquiera en el disfraz que solía usar para pasar desapercibida en la calle.
Viendo la situación, la pareja decidió ayudar a su amiga a conseguir una pareja durante las vacaciones, y qué mejor que consiguiendo unos boletos de crucero con una conocida, una de las pocas que conocía la realidad. Convencer a la ojiverde de que fuera, eso sí, significó una lucha aparte.
―No puedo ir a un crucero de lesbianas. ¿Qué pasaría si me topo con alguna fan? Se daría cuenta de mi sexualidad y los medios estarían volcados sobre mí.
―Tsubasa, ¿crees que no hemos visto tus reacciones cuando Anju y yo estamos juntas? No me lo niegues: sientes envidia; quieres algo así para ti.
―... Sí, yo también quiero una novia. Pero arriesgarme así... Ni siquiera confío en mi disfraz.
―¡Solo arriésgate, Tsu-chan! Además, no queremos que los próximos días los pases sola ―dijo Anju.
―¿Por qué lo dices?
―Anju y yo nos vamos a Venecia por unos días. No vamos a estar para ayudarte si te pasa algo o si necesitas un paño de lágrimas.
Saber eso puso a Tsubasa en una encrucijada; o se quedaba en su casa lamentándose de las condiciones de su contrato o tomaba la oportunidad de conocer chicas en un crucero en el que nadie le preguntaría sobre su orientación sexual.
―Tsu-chan..., por favor toma ese crucero. Hazlo por nosotras.
No queriendo ser la única aburriéndose en Tokio, la castaña terminó cediendo. Eso sí, se vio obligada a llevar la peluca rubia que siempre usaba.
(...)
―Tsubasa-chan, ¿estás pensando en algo?
―¿Eh? Ah, no, no. Solo veía al mar.
La ojiverde posó su mirada en el azul del agua.
―Bueno..., la verdad, sí estaba pensando en algo. Recordaba todo lo que he vivido hasta antes de conocerte. Esas son cosas de las que ya hemos hablado antes ―Hizo un alto―. Aquí puedo ser un poco más libre. Lo sería más si no tuviera que usar peluca, pero bueno, por lo menos no hay nadie de la farándula espiándome o algo así.
―Es genial no tener gente presionándote..., aunque a mí me presiona mi jefa, je, je. Sí, a veces es mejor alejarse de todo por un rato y regresar cargada de energía.
―No voy a discutir eso.
La charla fluyó de manera tan natural entre ellas que el tiempo se les hizo corto. Fue el término del descanso de Honoka el que les impidió seguir.
(...)
Desde otro rincón del barco, Maki también veía el mar. Con el viento meciéndole el cabello y el vestido, la pelirroja no pudo evitar sonreír; necesitaba un momento de calma como ese.
―Me encantaría vivir cosas así con Nico-chan..., pero no es porque me atraiga un poco ―pensó mientras un ligero sonrojo le pintaba las mejillas.
Ella no lo tenía en consideración en aquel momento, pero también fue una estrella a la que trataron de opacar. La diferencia fue que sus familiares y la gente que la quería bien se encargaron de que su resplandor se restaurase.
Los pasados de Honoka y Tsubasa habían sido tocados de manera muy somera en capítulos anteriores, así que en esta ocasión profundicé un poco en eso. Sé que Maki es la protagonista del fic, pero me estaba quedando sin ideas para ella por ahora. Creo que retomará el protagonismo con fuerza cuando el crucero vuelva a tocar tierra, eso por si se lo preguntan.
Acepto sugerencias para los capítulos que vienen.
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