El patio
Gente, yo sé que esperaban este nuevo capítulo desde hace mucho, pero ya saben cómo son las cosas con esta historia. Lo bueno es que la idea ya estaba de antes, así que no necesité pensar tanto sobre cómo continuar.
―Nozomi, ¿qué te parece este?
―Elicchi, no necesitas preguntarme. Sabes que te ves hermosa con cualquier cosa que te pongas.
En su camarote, Eli se probaba distintos tipos de ropa veraniega; quería lucir bien en su siguiente parada.
―Siempre me dices eso. Yo quiero tu opinión objetiva.
―Esa es mi opinión objetiva, Elicchi.
La rubia hizo un puchero, algo inusual en ella.
―A veces no sé qué hacer contigo, Nozomi.
―Yo puedo darte algunas sugerencias: puedes abrazarme, besarme, darme mimos y mucho, mucho amor. Ah, sí, y "disfrutarme" también.
Con una sonrisa juguetona en el rostro, Eli se acercó a su esposa y la tumbó en la cama mientras ambas reían como niñas pequeñas. Realmente Nozomi se sentía en el séptimo cielo: disfrutar de un viaje romántico con su amada rubia era algo que había planeado desde hacía tiempo, y por muy celosa y posesiva que resultara ella, se deleitaba de verla en su faceta más dulce.
―Nozomi, promete que no vas a dejarme nunca.
―Lo prometo, Elicchi.
La pelimorada no podía evitar sentirse feliz. Durante mucho tiempo su vida fue bastante inestable, con constantes mudanzas de ciudad en ciudad que le impedían hacer amigos duraderos. Fue recién cuando llegó a Tokio que su situación cambió. Ingresó a una preparatoria femenina en la que el ambiente le resultó muy agradable y, sabiéndose lesbiana, podía pensar en la posibilidad de tener novia. Esto último no era del todo descabellado, ya que varias alumnas mostraban interés por su mismo sexo, con algunas de ellas recibiendo cartas de amor de manera constante.
Tanto fue el gusto que Nozomi le tomó a la escuela que les dijo a sus padres que ya no se movería más, lo que derivó en que terminara viviendo sola en un departamento pagado por ellos. Todo su mundo cambiaría desde ese punto, gracias a una presencia que se convertiría en algo insustituible y a la que agradecía desde el fondo del corazón; de no ser por ella, su ambiente seguiría siendo gris.
Era cierto que Eli fue la chica que le dio la vida estable que tanto anhelaba. Sin embargo, la responsable de que se quisiera quedar e iniciara dicho proceso fue otra persona, su primera amiga en la preparatoria.
―¿Qué tal? Soy Nozomi Tojo ―se presentó en su momento.
―...
―¿No me vas a hablar? Es de mala educación no saludar, ¿sabes?
―... Nico Yazawa.
―¿Te molesta si te digo Nicocchi?
―¿A qué viene esa confianza conmigo? ―preguntó con el ceño fruncido―. Tú y yo no nos conocemos.
―Es cierto. No nos conocemos... todavía.
Aquel fue el primer paso para la relación que ambas establecerían después.
Nozomi se concentró en Nico porque la vio como un espejo de sí misma: ambas, solitarias y con complicaciones para relacionarse adecuadamente con otros, destacaban del resto de las alumnas, pero a la vez no. Eran las paradojas andantes del salón.
―Miren a esas raras ―solían cuchichear las demás a sus espaldas. A Nozomi no le importaba lo que decían de ella, pero a Nico, aunque trataba de hacerse la fuerte, le dolían las habladurías venenosas de las demás.
―Nicocchi, no dejes que te afecte lo que dicen. Ellas hablan así porque te consideran un blanco fácil. Ya sabes: bajita, solitaria, gruñona...
―Tú no eres quién para decirme cómo debo sentirme. A ti te dará igual lo que dicen porque eres un bicho raro. En cambio yo... Yo tengo sueños, sueños que esas tontas jamás podrían comprender ―sollozó.
―¿Entonces por qué no los compartes conmigo? Soy muy buena escuchando a otras personas.
―... ¿Por qué confiaría en ti?
―Porque tú y yo estamos en la misma situación, aunque no lo quieras creer.
A pesar de la indiferencia inicial de la pelinegra, eventualmente se fue ablandando y comenzó a pasar tiempo con la pelimorada. Era cierto que esta última muchas veces se convertía en una fuente de fastidio, sobre todo cuando le hacía washi-washi; pero antes Nico jamás había encontrado a una confidente con la que pudiera explayarse por el tiempo que quisiera. Con Nozomi podía enojarse, frustrarse, llorar y conversar de cualquier cosa, detalle que, aunque no lo reconociera, la hacía feliz. Llegado el momento, ambas le contaron a la otra los detalles más importantes de sí mismas, como la conformación de sus respectivas familias, lo ocurrido en sus vidas antes de conocerse y qué planes tenían para el futuro. Cada vez que Nico hablaba de las idols, se notaba su emoción; en verdad las adoraba, al punto de crear su propio club en la escuela con un par de antiguas amigas. Sin embargo, las cosas no resultaron como ella quería.
―... Y entonces esas tontas decidieron dejarme sola. Si se rindieron tan fácilmente, significa que no tenían madera de artista.
―Eres muy dura con ellas, Nicocchi.
―El mundo del espectáculo es duro. Yo estoy consciente de que a más de alguno no le gustará tu trabajo y que tendrás que esforzarte mucho por ser la mejor; pero si logras cumplir con el objetivo que te trazaste, entonces todo habrá valido la pena.
La determinación de Nico solía ser del gusto de Nozomi.
―Estoy de acuerdo contigo. Si tan solo usaras ese impulso para estudiar, todo estaría perfecto.
―¡Oye!
La ojiturquesa se rio.
―En todo caso, me alegra ver que sigues tus sueños tan vehementemente. No es algo que yo pueda decir. No tengo planes tan grandes como los tuyos... o tan claros.
―¿Qué quieres decir? ―preguntó Nico al notar el tono triste de Nozomi.
―Con todas las mudanzas y cambios de ciudad, aspirar a algo grande me es imposible. Si pudiera elegir algo para mí... ―hizo un breve alto, como si se estuviera decidiendo―, elegiría un hogar estable, buenas amigas y una linda novia con la que compartir mi vida.
―¿En serio eso es todo? Conociéndote, estoy segura de que eso no te bastaría.
―... Tienes razón, pero hay cosas que se van descubriendo con el tiempo.
Testigo de todas las conversaciones entre las dos era un enorme árbol ubicado en el patio, bajo cuya sombra se sentaban las dos chicas para sus pláticas. Él escuchó sobre el padre fallecido de Nico, los padres ausentes de Nozomi y cuando esta última le confesó a su amiga pelinegra su gusto por las féminas. Por supuesto, siendo un simple vegetal, todo lo dicho se quedaría con él, como una especie de guardián secreto.
―Serás una odiosa, pero espero que logres cumplir lo que te propones.
―Deseo lo mismo para ti, Nicocchi.
A primera vista, parecía que la dinámica entre ambas nunca cambiaría, pero el arribo de una nueva chica al salón cambiaría todo lo establecido. Su sola llegada iniciaría las habladurías de las demás, quienes sentían un aura fría de su parte y las incitaba a alejarse en cuanto la veían.
―Mucho gusto. Me llamo Eli Ayase. Un placer.
Aunque la recién llegada no disipó los rumores que decían sobre ella al abrir la boca, provocó una reacción potente en Nozomi: nunca había sentido algo así por otra chica, a pesar de que se había enamorado anteriormente. Su cabello rubio, sus brillantes ojos azules, sus largas piernas y su hermoso rostro capturaron su atención al instante, igual que como un cepo captura a un oso.
―Es bellísima...
Por supuesto, la primera en enterarse de los sentimientos de la pelimorada fue su amiga Nico.
―Nicocchi, me enamoré.
―¿En serio?
―¿Por qué suenas tan poco interesada? ¿Tal vez deba aplicar medidas extremas para despertar ese interés dormido?
―¡Aleja tus manos de mí, pervertida! ―exclamó la pelinegra cubriéndose el pecho.
Ya habiendo asustado a su amiga lo suficiente, Nozomi retomó el punto:
―Como te decía, me enamoré. No sé cómo describirlo, supongo que como un flechazo de Cupido.
―Ay, qué cursi.
―Lo dice la chica que adora abrazar a sus peluches ―dijo la ojiturquesa con una sonrisa pícara. La respuesta de Nico fue un chillido.
―... Y... ¿de quién? Pregunto porque sé que seguirás fastidiándome si no lo hago.
―De Eli Ayase.
Si la más baja hubiese estado bebiendo algo, lo habría escupido de la impresión.
―¡¿De Ayase?! ¿La rusa de hielo?
―La misma.
―¿Pero acaso no has visto cómo trata a las chicas del salón? No les habla, rechaza sus invitaciones a salir y las ignora totalmente. No me extraña que no tenga amigas.
―Pues entonces yo seré la primera.
―No sé de dónde surge tanta confianza.
―Nicocchi no tiene fe en mí. Qué mala es ―dijo mientras se enjugaba una lágrima imaginaria.
―No seas tan dramática, Nozomi.
―Como digas, Nicocchi. Por cierto, ¿recuerdas cómo fue que tú y yo nos hicimos amigas?
―... Ganaste esta vez.
La pelimorada sonrió victoriosa.
―En todo caso, aun si logras hacerte amiga de ella, no hay garantía de que se enamore de ti. Ni siquiera sabes si le gustan las chicas.
―Eso lo sabré cuando empecemos a hablar.
Determinada a conocer mejor a la adusta rubia, Nozomi buscó su oportunidad. Estudió su actuar con detenimiento, evaluó sus movimientos con una calma digna de un pescador y, finalmente, logró encontrar una oportunidad en las escaleras, justo cuando ella estaba por marcharse a casa.
―¡Disculpa!
―¿Quién eres?
―Yo... ―el temor se apoderó por unos momentos de Nozomi, pero logró colocarse una máscara de despreocupación―. ¡Soy Nozomi Tojo!
Aquellas fueron las primeras palabras que intercambiaron.
Así como ocurrió con Nico, Eli eventualmente se ablandó con la pelimorada. Lo más curioso de todo era que, a pesar de su dureza, la rubia se tomaba de mejor manera las bromas de Nozomi que la pelinegra, al menos después de que hubo transcurrido un tiempo.
En un principio, la ojiturquesa manejó sus amistades por cuerdas separadas, pero llegado el momento, decidió que sería bueno presentarlas.
―Y ella es Nicocchi, mi mejor amiga en todo el mundo. Nicocchi, ella es Elicchi.
―Hola ―respondió la aludida con sequedad.
―¿Qué forma es esa de tratar a nuestra nueva amiga, Nicocchi? Tal vez debería disciplinarte otra vez ―dijo Nozomi mientras movía amenazadoramente los dedos.
―¡Aléjate de mí, monstruo pechugón!
―¿Siempre tienen esa dinámica? ―preguntó una confundida Eli.
―Todo el tiempo ―respondió una despreocupada Nozomi.
―Y yo siempre soy la víctima ―se quejó Nico.
Las tres terminaron volviéndose un grupo muy sólido. Sin embargo, eran dos de ellas las que destacaban más. Para muchas de las chicas de la escuela, Nozomi y Eli formaban una pareja ideal, y es que lo tenían todo: belleza, cerebro, actitud. Ayudaba mucho que la rubia hubiese suavizado un poco su carácter con las demás; no era una persona en extremo amistosa, pero tampoco imponía esos muros invisibles de antes; y en eso Nozomi tenía mucho que ver.
Mientras más tiempo compartían ambas, más fuertes se volvían los sentimientos de la pelimorada. Queriendo desahogarse con alguien, optó por conversar con su querida Nico en el sitio de siempre: bajo el árbol en el patio.
―Elicchi es demasiado linda, Nicocchi. Siento que cada vez me estoy enamorando más de ella.
―Pero sigues sin saber si le gustan las chicas. Has hablado de todo con ella, incluso la has llevado a comer parfaits todas las semanas, y aun así no te atreves a hacerle la pregunta definitiva.
―... Lo sé.
Nozomi podía transmitir una enorme confianza en sí misma, pero en realidad era más temerosa de lo que sus compañeras podían imaginar. Nico era la única que lo sabía.
―Tengo mis sentimientos muy claros, pero a veces no sé si sea bueno exponerlos. Ella y yo nos llevamos bien; no quiero que esa relación se rompa por un mal paso mío.
―... ¿Estás hablando en serio?
La pelimorada se mantuvo en silencio.
―No puedo creer la tontería que acabas de decir. Luchaste contra la adversidad para acercarte a ella ¿y ahora quieres renunciar? Eres una cobarde. Una cobarde como esas dos ―reclamó Nico mientras hacía mención a sus antiguas compañeras.
La ojirrubí podría ser mala académicamente, pero no era tan tonta cuando se trataba de la vida real.
―... Oye, Nicocchi, supongo que ya sabes que Elicchi se va a postular a la presidencia del consejo estudiantil. Ella... Ella me preguntó si quería ser su vicepresidenta.
―¿Por qué lo piensas tanto? Si fuera tú, no lo dudaría, sobre todo porque la misma chica que te gusta te lo pidió.
Nico tenía razón: una oportunidad como aquella no se daba dos veces en la vida, en especial cuando podía servirle para comprobar los verdaderos sentimientos de Eli con respecto a ella.
―... Supongo que le diré que sí.
―No «supongo». Sí aceptarás. Además, ¿quieres que alguien te la quite? Eli tendrá su carácter, pero hay muchas chicas que están detrás de ella.
―Hasta le han escrito cartas de amor. La misma Elicchi me lo contó.
―Si lo sabes, ¿entonces por qué las dudas? No sigas actuando como tonta y lánzate como candidata a vicepresidenta.
―... Nicocchi, me están dando ganas de abrazarte y besarte.
―¡Aléjate de mí! ¡No quiero que me asfixies con esos globos que llamas senos!
Como se lo dijo a Nico, Nozomi aceptó la propuesta de Eli, cosa que agradó mucho a la rubia. Cuando tras la elección ganaron los puestos en el consejo estudiantil, la sensación de euforia fue enorme. Eli estaba realmente feliz por su triunfo, mientras que Nozomi estaba feliz por el triunfo de la chica que le gustaba.
―Nozomi... ¿podrías acompañarme al árbol en el patio? Hay algo que quiero decirte ―le dijo de repente tras la victoria.
―Eh..., claro.
Ambas se dirigieron al lugar señalado, en donde Eli comenzó a hablar:
―Nozomi, lo primero que voy a decirte es... gracias. Gracias por acompañarme en esta elección, gracias por ayudarme a conseguir votos y gracias por ser una amiga maravillosa conmigo.
―No tienes que agradecerme, Elicchi. Son cosas que haría por cualquier persona a la que quisiera.
―Querer... ―Eli se veía un poco nerviosa―. Yo pensaba que solo mi abuela y mi hermana podrían quererme.
―... Eso no sonó muy bien, Elicchi. ¿Qué hay de tus padres?
La ojiazul se mordió el labio.
―Digamos que esperan cosas de mí que yo nunca podré darles.
Dicho eso, se aferró a los hombros de Nozomi, haciendo que los ojos de esta se abrieran como platos.
―La verdad es que yo... yo...
No pudiendo contenerse más, Eli unió sus labios con los de la pelimorada, hirviendo de deseo. Para Nozomi, por su parte, ese beso fue una verdadera sorpresa, una emocionante y hermosa sorpresa.
―Nozomi..., te amo. Por favor, sal conmigo.
―Elicchi..., yo...
A la ojiturquesa no le salían las palabras, lo que provocó que Eli se mostrara decepcionada.
―... No me digas que... me precipité. Debí imaginármelo, tú no eres como yo.
Era necesario aclarar el malentendido.
―¡Por supuesto que soy como tú! ¡A mí también me gustan las chicas y una en especial! ¡Mucho!
―... ¡¿Qué?!
―La verdad es... que he estado enamorada de Elicchi desde hace un tiempo, pero tenía miedo de que mis sentimientos no fueran correspondidos
Con los ojos brillando y con lágrimas, Nozomi tomó las manos de Eli, pudiendo palpar su suave piel.
―Elicchi, sí quiero ser tu novia.
Un nuevo beso entre ambas no se hizo esperar. A lo lejos, podía apreciarse a una pelinegra con coletas que sonreía tenuemente.
―Felicidades, tonta ―pensó.
La noticia de la relación entre las nuevas presidenta y vicepresidenta se esparció como un virus, dejando en el camino muchos corazones rotos. De todas formas, Eli y Nozomi se convirtieron en algo así como celebridades de la escuela, con varias chicas queriendo un noviazgo como el de ellas. Sin embargo, Eli de novia mostró un lado suyo que Nozomi no conocía: el celoso y posesivo. Acercarse de más a la pelimorada hacía que la rubia enseñara su peor cara, y aunque la primera agradecía que su amada la defendiera, en más de una ocasión sentía que esta exageraba.
―Parece que te tocó una loca ―le dijo Nico en una ocasión.
―Elicchi no está loca. Es solo que... es demasiado intensa. E insegura. Muy, muy insegura. Después de todo lo que me ha dicho de sus padres, creo que la entiendo un poco.
―Tú estás tan loca como ella, aunque eso lo sabía desde hace mucho.
―Nicocchi..., dije que entendía a Elicchi. No que la justificaba.
A pesar de los problemas que se presentaron posteriormente, incluyendo que a Eli la desheredaran y la apartaran por «anormal», la pareja se mantuvo junta, casándose en los Estados Unidos con Alisa, la hermana de Eli, como única testigo. Si no fuera porque Nico había iniciado su carrera como cantante de cruceros y se hallaba en altamar, la habrían invitado también.
Volviendo al presente, mientras recibía los mimos de su esposa, Nozomi se dejaba envolver en la felicidad que esta le producía. Salvo sus aspectos más tóxicos, le gustaba el carácter de ella, con su seriedad, su instinto protector y su dulzura, siendo ella la única que podía ver todos los detalles.
―Oye, Elicchi, pensemos en alguna actividad interesante para cuando toquemos tierra.
―Hagámoslo después. Ahora solo quiero mostrarte mi amor.
Nozomi se acurrucó en los brazos de su pareja para seguir disfrutando del cariño que le daban, mientras que Eli pensaba en el momento en el que llegaran a su nuevo destino; deseaba con toda el alma que no hubiese imbéciles que se les insinuaran como en Australia, porque después de ese incidente, no tendría problemas en destrozar unas cuantas entrepiernas a puntapiés.
(...)
En su camarote, Maki anhelaba con ansias que el crucero llegara pronto a puerto. Esperaba también que Nico la acompañara; Australia significó un antes y un después en su relación, y deseaba que las cosas siguiesen fluyendo en la dirección correcta.
En las manos de la doctora, un llamativo folleto invitaba a uno de los paraísos en la tierra, el siguiente lugar donde se detendrían.
―Hawái, espera por mí ―pensó con el entusiasmo recorriéndole las venas.
Ya dejé el pie para el capítulo siguiente. Por supuesto, y como ha sido la tónica, no puedo darles una fecha exacta de actualización. Los que siguen la página saben que mi foco principal ahora mismo es otro, algo que espero que alcance el suficiente éxito.
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