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Cubriendo a las chicas en cubierta

- Nicocchi y yo nos conocimos al entrar a la preparatoria y ahí nos hicimos amigas. Elicchi se nos unió un tiempo después, y desde entonces las tres hemos estado juntas.

Maki oía atentamente lo que Nozomi le decía. Podía considerarse afortunada; no todos los días uno se interesa en alguien a primera vista y se tiene a un amigo de esa persona para dar datos sobre ella. En lo que respecta a Eli, vigilaba atentamente que la interacción entre las dos no fuera más allá de las palabras; no permitiría que su preciosa Nozomi le fuera arrebatada, y menos por una mujer que acababa de conocer.

- Ella siempre tuvo grandes sueños... Quería ser una figura del mundo del espectáculo, pero por factores externos a ella, terminó trabajando en este crucero.

- ¿Qué clase de factores?... Digo, no es como si en verdad me interesara ella o la encontrara linda, pero...

- Jeje, definitivamente Maki-chan no es muy honesta -se burló Nozomi-. Tranquila, nadie te va a juzgar aquí por el hecho de que te guste. Es decir, estamos en un crucero de lesbianas, ¿no?

La pelirroja agachó un poco la mirada mientras un ligero sonrojo adornaba su cara.

- Respondiendo a tu pregunta, creo que eso tendrás que preguntárselo a ella misma. Yo lo sé, pero no me corresponde hablar de ello.

- Nozomi, ya es suficiente. No quiero desperdiciar la noche conversando con una extraña.

- Vamos, Elicchi, es nuestra nueva amiga y solo quiere saber más sobre Nicocchi. Mira, quedémonos un rato más y después en nuestro camarote podemos hacer todas esas posiciones que tanto te gustan.

- ¡Nozomi, no tan fuerte! -dijo Eli entre dientes y sumamente avergonzada. Maki no estaba mucho mejor; parecía que en cualquier momento echaría humo de lo roja que estaba.

- Elicchi, ¿te he dicho alguna vez que te ves adorable cuando te avergüenzas?

- Silencio.

El resto de la noche transcurrió con temas triviales. No sería acertado decir que hablaban como amigas de toda la vida, pues todavía existía desconfianza; sin embargo, era un avance para la doctora, quien nunca antes había hablado así con alguien que no fueran sus padres.

- Bueno, creo que es mejor que Elicchi y yo nos retiremos -dijo la pelimorada un rato después-. Dame tu número, así estaremos en contacto por cualquier asunto sobre Nicocchi.

- ... Sí, como digas.

- ¡Un momento! ¡Nozomi no será la única que tenga ese número!

- ¿Eh? -Se sorprendió la pelirroja.

- Dámelo a mí también.

- ¿Por qué lo haría?

- No voy a darte la oportunidad de hacer cosas con mi esposa a mis espaldas. Si llega a pasar algo, quiero asegurarme de que te encontraré de alguna forma.

- Esta chica sí que es celosa.

Maki lanzó un suspiro de resignación.

- Como sea.

El matrimonio obtuvo el número de la chica pelirroja, mientras que esta también consiguió los de ellas. Tras eso, cada una se fue por su lado.

- Si se da la oportunidad para que conozcas personalmente a Nicocchi, te lo haré saber.

- ... Gracias, supongo.

- No hay de qué. Buenas noches, Maki-chan.

- Buenas noches a ambas.

En tanto la doctora se dirigía a su camarote, un par de ojos verdes, los mismos que la miraban a la distancia en el salón, seguían su trayecto. La pelimagenta dueña de estos, todavía guardando la distancia, tenía una sonrisa un tanto difícil de descifrar.

- Lástima que no pude oír de lo que hablaba con esas dos. No importa, me aseguraré de conocer a esa chica tan hermosa.

Se pasó la mano por su larga cabellera y luego se dirigió a su propio camarote.

- Ella tiene que ser mía, sí o sí.

(...)

- Esa tal Maki no me da buena espina.

- Elicchi, tú tienes celos de cualquier persona que se me acerque, en especial si usa falda. Menos mal conociste a Nicocchi antes de que empezáramos nuestra relación.

- Es que... no quiero perderte. Ya sabes las dificultades que tuvimos para estar juntas.

- Lo sé, lo sé. Y por lo mismo sería incapaz de traicionarte. Vamos, dame un beso y olvidemos que esto pasó.

La rubia y la pelimorada se dieron un rápido beso en los labios.

- Te amo, Nozomi. Te amo mucho.

- Yo también te amo, mi tonta Elicchi.

Se dieron otro beso y continuaron su camino rumbo a su camarote.

- Y... vamos a hacer eso, ¿cierto?

Una sonrisa pícara se dibujó en los rosados labios de la tarotista.

- Por supuesto, mi rusa pervertida.

- No soy pervertida.

- Claro, no lo eres -dijo la ojiturquesa rodando los ojos y manteniendo la sonrisa-. ¿Quieres que te recuerde a quién le gusta hacer...? -le susurró algo en el oído a su esposa- ¿Y también...? -susurró de nueva cuenta-. Y no olvidemos... -Una última vez.

- ¡Nozomi!

Eli, que era de ascendencia rusa, mostraba un rojo en su cara tan notorio que fácilmente podría rivalizar con el de la bandera de la Unión Soviética.

- Tranquila, Elicchi, haremos todo eso y más. Estamos de luna de miel y vamos a disfrutar.

La luna, como único farol en el cielo nocturno, era testigo del amor entre las dos, y en unos minutos más, a través de una ventana, se convertiría en un voyerista mudo, y nadie nunca se enteraría de los detalles.

(...)

En otro de los camarotes, Kotori y Umi yacían en su cama. La peligris dormía plácidamente abrazada a su novia, mientras que esta miraba el techo con semblante pensativo. Había algo que la molestaba desde hacía tiempo y quería encontrar una pronta solución.

Se trataba de la relación con sus padres.

Las dos chicas habían sido amigas desde pequeñas y siempre jugaban juntas. Al ir creciendo, ambas se dieron cuenta de que preferían a las personas de su mismo sexo; pero mientras la madre de Kotori se tomó el asunto con naturalidad, los padres de Umi fueron más reacios. No era que los lazos se hubiesen cortado o algo así: la peliazul seguía visitándolos, hablaba con ellos y el tono de las conversaciones seguía siendo el mismo de siempre. El problema era que su lesbianismo era un tema tabú, y cada vez que salía de forma espontánea o hacía atisbos de aparecer en una plática, sus padres comenzaban a hablar de cualquier otra cosa para desviar el foco.

Lo que más molesta tenía a la ojimarrón tenía que ver con cómo ellos trataban a Kotori. La relación entre la peligris y los Sonoda siempre había sido cordial, pero cuando esta comenzó a salir con Umi, se enfrió. Nunca le negaron la entrada a la casa, pero seguían refiriéndose a ella como la «amiga» de su hija, no como la novia. No pasaba lo mismo con la hermana mayor de la peliazul, quien tenía la «suerte» de ser heterosexual y de que a su esposo jamás lo trataran como el «amigo» cuando ambos iban de visita. Umi reconocía que su cuñado era un buen hombre, pero Kotori también era una buena chica y no la trataban de la misma manera. Daba igual el tiempo que llevaban de conocerla, la actitud que siempre había mostrado ante ellos, el que se ganara la vida honradamente y el hecho de que vivieran juntas desde hacía unos años: a sus ojos, solo seguían amigas de la infancia y nada más.

- Mi pajarita, algún día tendrán que entender que nuestra relación dejó de ser lo que era y se convirtió en algo más profundo. Quiero que te reconozcan por lo que eres, no por lo que fuiste..., aunque siempre serás mi mejor amiga.

Sonrió al ver el rostro dormido de Kotori.

- Mi amiga, mi amante, mi todo -La besó en la cabeza y se dispuso a dormir también.

(...)

- ¡Apúrate, Kayo-chin! ¡Vamos a llegar tarde a la sesión de zumba, nya!

- ¡Rin-chan, no corras tan rápido!

Era un nuevo día de crucero y las pasajeras se disponían a seguir disfrutando de su viaje. En la cubierta, se veía a dos chicas jóvenes, una pelinaranja de cabello corto y una castaña con lentes, que corrían en dirección a la clase de zumba.

Rin y Hanayo, esos eran sus nombres, habían sido amigas desde muy pequeñas, como Kotori y Umi; pero a diferencia de ellas, su relación seguía tal cual. Eso sí, Rin tenía grandes esperanzas de poder cambiar eso.

- ¡Kayo-chin se ve hermosa con esa ropa deportiva, nya!

- R-Rin-chan... No digas eso, me da vergüenza.

Ya desde muy niña, la pelinaranja estuvo muy clara en cuanto a sus preferencias sexuales, pero solo una chica le hacía sentir mariposas en el estómago. Y si bien era cariñosa de por sí con sus cercanos, con la castaña lo era el doble: la abrazaba más de la cuenta y por mucho más tiempo que a otras personas, la llamaba por un apodo que nadie más usaba y solía darle besos en la mejilla cuando se distraía. Esperaba de esa forma poder excavar más profundo en su corazón y hacer que se enamorara de ella.

En lo que respecta a Hanayo, experimentaba una confusión en cuanto a sus sentimientos. Por alguna razón, su amiga la hacía sentir diferente cuando estaban juntas, pero no estaba segura de si se trataba de amor. Ni siquiera sabía con certeza si era lesbiana. La razón: nunca se había sentido románticamente atraída por otra persona.

- Espero poder descifrar mis gustos en este viaje.

Dos cosas fueron las que la motivaron a viajar en el crucero: primero, la necesidad de saber si era lesbiana o no; y segundo, Rin le suplicó que la acompañara.

- Bienvenidas a la sesión de hoy, chicas -dijo la instructora en cuanto las vio llegar-. Pónganse en posición. Las demás hagan lo mismo.

Ya con todas ubicadas, comenzó a sonar la música. Las mujeres presentes empezaron a imitar los pasos que daba la instructora. De tanto en tanto, Hanayo miraba de reojo a su amiga; no podía evitar mirar sus torneados muslos, su cuello... Definitivamente los ejercicios habían hecho lo suyo.

- Rin-chan...

Tan pronto como esos pensamientos se le vinieron a la cabeza, trató de deshacerse de ellos. La pelinaranja era su amiga, su mejor amiga, y no podía pensar de esa manera..., no aún.

Al terminar, las dos fueron a un rincón más alejado para conversar.

- Me siento agotada, nya.

- Yo también.

- Pero no puedes negar que es divertido, Kayo-chin.

- ... Bueno..., no estuvo tan mal -dijo la aludida tímidamente.

- ¡La Kayo-chin tímida es adorable, nya! -exclamó Rin mientras se colgaba de su cuello.

- ¡R-Rin-chan!

- Tranquila, Kayo-chin. No es como si en este lugar les importara que hagamos esto, nya.

En eso la de la muletilla felina tenía razón. Que dos chicas se demostraran afecto en público en el crucero no era la excepción: era la regla.

Tras soltar a Hanayo, Rin dejó el lugar para comprar dos botellas de agua. Volvió con ellas y le ofreció una a su amiga, quien aceptó gustosa.

- ¡A beber, nya!

Fue imposible para la ojimorada no fijarse en cómo se movía la garganta de Rin mientras bebía. De a poco se estaba poniendo roja, pero no quería que alguien más lo notara.

- ¿En verdad seré... gay?

No quería pensar en eso de momento. Ya después lo vería..., aunque Rin no ayudara mucho en alejar esos pensamientos.

(...)

Maki se encontraba en el comedor para el desayuno. Quien la atendió fue la misma chica que le trajo su almuerzo el día anterior.

- ¿Tú eres...?

- Veo que me recuerda, jejeje. Sí, soy Honoka Kousaka, señorita...

- Maki, Maki Nishikino.

- Maki-chan. Puedo llamarte Maki-chan, ¿cierto?

- ¿Eh?

No entendía por qué aquella mesera se tomaba tanta confianza, en especial cuando solo habían intercambiado un par de palabras en dos días, la mayoría relacionadas con el menú.

- Haz lo que quieras -respondió la pelirroja secamente.

La pelijengibre emitió una risita.

- Entonces, Maki-chan, ¿qué vas a ordenar?

- Quiero un café y unos panecillos de miel.

- Entendido, voy y vuelvo.

En cuanto la doctora se quedó sola, empezó a revisar el itinerario que tenía consigo. Todavía faltaba para llegar al primer destino, pero esperaba poder conocer a Nico personalmente para entonces.

- ¿Será tan fácil? Ella trabaja aquí. Yo solo soy una pasajera.

Echó un vistazo rápido al comedor: ni Nozomi ni Eli se encontraban allí. Estaba por su cuenta por el momento.

- Aquí tienes, Maki-chan, tu café y tus panecillos. Avísame si quieres cualquier otra cosa -dijo Honoka, rompiendo el ensimismamiento de la ojimorada.

- Gracias.

- No hay de qué. Ahora tengo que atender a otras clientas, nos vemos después.

Honoka se fue y Maki quedó sola nuevamente.

- Gracias por la comida.

En una mesa lejana, la misma chica pelimagenta de la noche anterior veía a la pelirroja.

- Este sitio está muy lleno. Prefiero hablar con ella en un lugar más solitario... Es demasiado hermosa... Tiene que ser mía -pensaba mientras se llevaba una rebanada de pan tostado a la boca.

(...)

- No puedo creer que haya aceptado su propuesta de subir a este barco. ¿Acaso se les olvidó que soy una figura pública? Y claro, mientras yo estoy aquí en alta mar, esas dos están en Venecia dándose arrumacos.

La quejumbrosa pensadora era una chica de largo y ondulado cabello rubio con lentes de sol. Caminaba por la cubierta intentando alejarse de las miradas curiosas, aunque su apariencia no le ayudaba mucho a pasar desapercibida, así como tampoco su forma de caminar, casi arrastrándose como una cucaracha.

- Habría sido más fácil quedarme en mi camarote, pero no es la idea en un viaje como este... Debo admitir que esas dos me dan algo de envidia; yo también quiero una novia.

La chica estaba tan enfrascada en sus pensamientos y en tratar de esquivar a las demás pasajeras que no se dio cuenta de la pelijengibre que se atravesó en su camino. Ambas chocaron de frente, cayendo sentadas al suelo.

- ¡AUCH!

- ¡Lo siento, no me fijé por dónde iba!

- Tranquila, no pasa nada -dijo la ojiazul mientras se ponía de pie-. Espera, te ayudaré a levantarte.

Honoka tomó a la extraña de la mano y le dio un fuerte tirón para levantarla, haciendo que el cabello de esta se moviera de forma rara y revelara unos mechones castaños.

- ¡¿Eh?! ¿Esa es una peluca?

- ¡Shhh! ¡Baja la voz, por favor! -susurró la desconocida entre dientes.

- Pero es que...

- ¡Por favor, silencio! Mira, te daré un autógrafo si te quedas callada.

- ¿En serio? ¿Acaso eres famosa?

- Parece que no me ha reconocido. De todas formas, no puedo arriesgarme a que hable.

Tras arreglarse la peluca, la extraña le preguntó a la pelijengibre:

- ¿Tienes lápiz y papel?

- Sí, sí tengo -respondió la aludida sacando un bolígrafo y una libreta de su bolsillo.

Recién ahí la chica de la peluca reparó en el vestuario de la ojiazul.

- ¿Trabajas aquí?

- Sí, soy una de las meseras, pero ahora estoy en mi descanso, je, je. Me llamo Honoka Kousaka, ¿y tú?

- Prefiero no decir mi nombre en voz alta, discúlpame.

En una de las hojas de la libreta, la chica misteriosa escribió su autógrafo.

- Listo, ahí está. Ahora, por favor, haz como si no me hubieras visto.

Dicho eso, se fue, dejando a Honoka sola.

- Qué chica tan rara. Bueno, por lo menos es amable. Veamos qué escribió... ¡AH! ¡NO PUEDE SER!

La mesera no podía creerlo: en sus manos estaba el autógrafo de una de las cantantes más populares de Japón, líder del grupo del momento, A-RISE: Tsubasa Kira.

- ¡¿Ella es una de nosotras?! ¡Es increíble! ¡Con razón no quiso decirme su nombre!

Guardó el lápiz y la libreta en su bolsillo. No cabía duda, tenía un pequeño tesoro en su posesión y nadie más en el barco lo sabía.

(...)

El sol se ponía sobre el mar, y en un camarote privado, una pequeña pelinegra ensayaba su canto para futuras presentaciones.

- Menos mal hoy no me toca actuación. Así puedo descansar un poco.

Un golpeteo en la puerta interrumpió su ensayo.

- Seguramente son esas dos. Les dije que podían venir.

Sus suposiciones eran ciertas. Una rubia y una pelimorada se dejaron ver en la entrada en cuanto abrió.

- ¡Hola, Nicocchi! -exclamó Nozomi mientras se lanzaba hacia ella y la abrazaba con fuerza.

- ¡Suéltame, monstruo pechugón! ¡Me estás asfixiando!

- Vaya, parece que Nicocchi no me extrañó. Y yo que tenía tantas ganas de verla -dijo la ojiturquesa enjugándose una lágrima imaginaria.

- Cállate, tonta.

- Buenas tardes, Nico.

- Hola, Eli. ¿Cómo ha ido la luna de miel hasta ahora?

- Estaría mejor si Nozomi no estuviese de coqueta con otras chicas.

- Elicchi, con la única que he hecho cosas es contigo. ¿O acaso te olvidaste de lo que pasó anoche? -preguntó la tarotista en un tono pícaro.

- ¡Nozomi, esas cosas son privadas!

La pelimorada sonrió; amaba ver a su esposa avergonzada.

- Me habría encantado verte en la boda, Nicocchi -dijo cambiando su aire bromista por uno más nostálgico.

- A mí también me hubiese gustado ir. Lástima que estaba en alta mar en ese momento.

- ¿Y cómo te ha ido en tu trabajo, Nico?

- ¿Qué puedo decir? Ser cantante de crucero es difícil. Lo peor es estar lejos de la gente que quieres... De verdad lamento no haber estado con ustedes en su día especial.

La pelinegra les dio la espalda por un breve momento a sus amigas, así que ninguna de las dos vio cómo se limpiaba unas cuantas lágrimas.

- Solo me queda tratar de olvidar..., pero no puedo, y eso que me he alejado de todo lo que me causaba dolor.

- Vaya, vaya, parece que a Nicocchi no le han crecido a pesar del paso del tiempo.

Las manos de la pelimorada estaban sobre sus senos. Esta había aprovechado para sujetarla por detrás mientras se encontraba de espaldas.

- ¡Suéltame, Nozomi!

- ¡Nozomi, quita tus manos de su pecho! ¡A la única a la que le puedes hacer eso es a mí!

- ¿Celosa otra vez, Elicchi? -preguntó mientras soltaba a la pequeña cantante.

La rubia lanzó un resoplido de resignación.

- Bueno, creo que puedo tolerarlo esta vez..., pero solo porque es Nico. Hazlo con cualquier otra y no te lo perdonaré.

La ojirrubí sonrió ligeramente. Le alegraba ver que sus amigas seguían tal cual las recordaba.

- ¿Y cómo han estado tu mamá y tus hermanos?

- Están bien. ¿Sabían que Cocoro está por graduarse de preparatoria?

- ¿En serio?

- Sí, ojalá pueda estar con ella cuando ese momento llegue.

Nico dirigió su vista al velador junto a su cama. En él había una foto de ella junto a su familia, la misma a la que había dejado atrás en Japón.

- Espero no estar haciendo algo inútil.

(...)

Un cielo nocturno tachonado de estrellas se dejaba ver, y Maki lo contemplaba con admiración apoyada en la baranda del barco. La astronomía era una de las pocas cosas que le gustaban además del piano y los libros. A decir verdad, el día no había sido muy provechoso para ella, ni siquiera recibió algún mensaje de Eli o Nozomi, por lo que tener la posibilidad de un panorama así la animaba en parte.

- Ojalá todas las noches que vengan sean como esta.

La doctora se encontraba sola en ese momento y el único sonido en el ambiente era el del agua que golpeaba los costados del crucero. O al menos eso fue así hasta que unos pasos se dejaron oír en la cubierta.

- Hermosas, ¿cierto? Las estrellas brillan mucho esta noche.

Quien hablaba era la misma pelimagenta que había estado mirando a Maki desde hacía rato. Finalmente se presentaba frente a ella.

- ¿Quién eres?

- Una pasajera de este barco como tú -respondió la aludida mientras se acercaba a la ojimorada-. Llevo horas observándote, pero no me atrevía a hablar contigo. Ahora me gustaría conversar, quizás nos llevemos bien.

Maki la ignoró, prefiriendo mirar el horizonte.

- Tranquila, no muerdo -dijo soltando una risita-. Me llamo Saeko Masuko. ¿Cuál es tu nombre?

- ... Maki Nishikino -contestó secamente.

- ¿Nishikino? ¿Como el hospital?

- Sí.

- ¿Alguna relación?

- ... Es de mi familia.

- Bonita y millonaria... Creo que me saqué la lotería.

Maki decidió no retirarse y se quedó a conversar con Saeko. Quizás el relacionarse con más gente aparte de Nozomi y Eli podría serle de provecho a futuro. No obstante eso, esperaba poder hablar pronto con aquella pequeña pelinegra de voz melodiosa que había cautivado su corazón.

- Espero que valga la pena el estar tan ansiosa.

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