Anteca
Los que me siguen en Facebook ya conocen los motivos de mi tardanza. Ahora, a lo que vinieron.
Significado del título tomado del diccionario de la RAE:
Anteco, ca: Dicho de una persona con respecto de otra: Que habita en un punto del globo terrestre sobre el mismo meridiano que ella y a igual distancia del ecuador, pero en el hemisferio opuesto.
Cuando el crucero atravesó la línea del ecuador, se sintió el cambio de estación. Atrás había quedado el invierno septentrional, dando paso al verano meridional. Al tocar tierra nuevamente, el sol se dejó sentir con todo, por lo que Maki tuvo que salir con un sombrero de ala ancha y lentes oscuros.
- Hoy puede... No: debe ser un gran día. No sé por qué Nico-chan tiene esa actitud conmigo, pero espero descubrirlo.
El destino al que había arribado: Sídney, la ciudad más grande de Australia.
Al llegar a la escalera, se topó con Nico y con Ryo. La pelinegra no lucía muy feliz, pero no parecía querer escapar.
- Buenos días, Nishikino-san. Acabo de darle la información a Nico sobre dónde será su almuerzo.
- ¿En serio? ¿Dónde es?
- Un restorán junto a la bahía. Nico sabe la ubicación con más exactitud.
De ahí los morados ojos de la pelirroja se posaron en la pequeña cantante pelinegra.
- Buenos días, Nico-chan.
- ... Buenos días, Nishikino.
El tono usado era frío, pero tampoco al punto de ser glacial. A Maki le dolió aquello, pero lo aguantó lo mejor que pudo.
- ... ¿Preparada para almorzar juntas más tarde?
- ¿Acaso crees que tengo otra opción? Pero ahora eso da igual; nada me obliga a pasar el resto del día contigo.
- Pero...
- No diré más. Nos vemos en el almuerzo.
Nico comenzó a bajar por las escaleras rápidamente, dejando a Maki atrás.
- ¡Oye, Nico-chan, espera!
No hubo caso: la cantante no escuchó nada.
- Qué complicada es esta chica. Así no podré comprenderla nunca... y tampoco podré formar lazos con ella.
- ¿Por qué no simplemente la sigues? –preguntó Ryo.
La pelirroja se sorprendió de escuchar aquello.
- ¿No se molestará?
- Da igual que se moleste. Ella no se ganó el almuerzo sola. Además, se nota a leguas tu interés.
- ... Tienes razón. Si quiero ganarme su corazón, no puedo seguir de brazos cruzados. Me voy.
Maki bajó las escaleras lo más rápido que pudo, intentando darle alcance a Nico. Para su suerte, lo logró, sorprendiendo a la pelinegra.
- ¡¿Qué?!
- ... Nico-chan, por favor no te vayas así como así.
- ¡Oye, ya te he dicho que no me agradas!
- ¡Dame una razón! ¡No nos conocemos lo suficiente como para que me digas eso! ¡Además, anoche me dijiste que no te desagradaba tanto! ¡¿O acaso no te acuerdas?!
Tras hacer memoria, Nico recordó que, en efecto, le había dicho esas cosas a Maki. Resignada, lanzó un resoplido.
- ... Ven.
Decir que la pelirroja estaba feliz era minimizar la situación; en su interior podía sentir los fuegos artificiales estallando. Sin embargo, decidió mantener una actitud calmada; mostrarse exageradamente ansiosa solo haría que Nico se asustara y huyera.
- Por fin piensas con algo de sensatez –dijo.
- Cállate o cambiaré de opinión.
Las chicas comenzaron a caminar por las calles australianas, sin saber que alguien les seguía los pasos, alguien sumamente molesto.
(...)
- Honoka, ¿quieres que te compre algún recuerdo?
- No es necesario, Tsubasa-chan. Tú ve y disfruta del paseo.
Honoka y Tsubasa se encontraban en su lugar habitual de reunión: el comedor del crucero. Nuevamente, la pelijengibre se quedaría en el barco debido a su trabajo con el personal de cocina, por lo que la cantante aprovechaba de pasar unos minutos con ella antes de descender.
- Insisto. Creo que, después de cómo me has tratado y las cosas que hemos compartido una con la otra, es lo menos que puedo hacer.
Las mejillas de Honoka adquirieron un tenue color rojo.
- En verdad eres muy amable, Tsubasa-chan, aunque no creo merecer tanta atención.
- Eso no es verdad. Es más, creo que la que te doy sigue siendo poca. Fuera de este comedor apenas hablamos.
- Es que siempre estoy ocupada.
- Aun así..., me gustaría poder pasar más tiempo contigo. Quiero conocerte más.
El apenas perceptible sonrojo de antes se hizo un poco más evidente, cosa que Tsubasa notó.
Tras una breve charla, la cantante se dispuso a dejar el comedor, pero antes de que se fuera, Honoka la tomó de una manga.
- ¿Honoka?
- Dejo a tu elección lo que quieras traerme. Cualquier cosa que me regales me hará muy feliz.
Escuchar aquello hizo que el corazón de la castaña se llenara de regocijo.
- Entonces te veré más tarde.
- Cuídate, Tsubasa-chan. Quiero seguir hablando contigo después.
- Así será, Honoka.
La artista dejó el salón.
- Creo que estoy empezando a sentir algo de calor aquí –pensó la ojiazul mientras se llevaba una mano al pecho.
(...)
Nico y Maki paseaban por las calles de Sídney una al lado de la otra, aunque manteniendo cierta distancia. La pelinegra no permitiría que su compañera se acercara más de lo debido, a pesar de las ganas que tenía esta.
- ¿Qué debo decir para iniciar la conversación? No se me ocurre nada... Siempre me costó socializar en el colegio por mi actitud. Bueno, por eso y por mi lesbianismo.
De reojo miraba a Nico tratando de notar si mostraba alguna reacción hacia ella, pero no, no vio nada de eso, lo que la frustró.
- Oye, Nishikino, ¿alguna idea de qué hacer?
Que la cantante le hablara fue una sorpresa para Maki.
- Eh... ¿me estás hablando a mí?
- ¿Acaso hay alguna otra Nishikino por aquí? No lo creo.
- Al menos podrías ser un poco más amable, ¿sabes? Te guste o no estamos paseando juntas –dijo la pelirroja con molestia.
- Ni me lo recuerdes.
Un tenso silencio se produjo entre ambas.
- Entonces... ¿tienes alguna idea?
Existía un lugar muy conocido en la ciudad que cualquier persona con alma de artista anhelaría conocer. Por supuesto, Maki, con la cantidad de libros que había leído, sabía de su existencia y no dejaría pasar la oportunidad.
- ¿Y si vamos a la Casa de la Ópera?
Nico miró a la ojimorada con algo de extrañeza. Por lo demás, otro par de ojos se encontraba mirando la escena, un par indeseable que las vigilaba de cerca.
(...)
- ¡Umi-chan, mira qué bonitas y esponjadas son!
Umi y Kotori se encontraban en el zoológico Taronga viendo a las alpacas. Dicho animal era el favorito de la peligris, al punto que la pareja tenía muchos elementos con alpacas en casa, siendo el principal un peluche que Umi le regaló a Kotori cuando recién empezaron a salir.
- Sí, no están mal, pero quisiera que viéramos más animales.
- Vamos, quedémonos aquí un poco más, ¿sí?
- Kotori, sabes que el crucero zarpará en unas horas y no tenemos mucho tiempo para recorrer la ciudad antes de eso. Además, también hay alpacas en el zoológico de Ueno. Cuando volvamos a Japón, te llevaré a verlas.
- ... Bueno.
Las chicas comenzaron a recorrer el recinto tomadas de la mano. Sorprendentemente, la atención que llamaron con su gesto fue mínima, y más sorprendente aún era que Umi no parecía reaccionar de mala manera por el contacto con Kotori. Sí miraba de reojo para ver los rostros de los visitantes, pero nadie les prestaba mayor atención.
- Todo está bien. Estás con tu novia, a la que amas más que a nadie. Nada va a salir mal –pensó.
Durante su recorrido por el zoológico, Umi y Kotori vieron diversos animales, muchos de ellos endémicos de Australia. Canguros, koalas, emúes y demonios de Tasmania estuvieron dentro del panorama, pero quienes más les llamaron la atención a las muchachas fueron los cisnes negros. Un par de ellos parecía formar un corazón con sus cuellos mientras sus picos hacían contacto, cosa que le encantó a Kotori.
- Mira, Umi-chan, qué romántico –dijo mientras se apoyaba sobre el brazo de su novia–. Me encanta ver animales así.
- Aquí dice que los cisnes son monógamos –comentó Umi leyendo el cartel de información en la jaula.
- Como nosotras. Tú nunca me vas a dejar, ¿verdad, Umi-chan?
- ¡Claro que no! –exclamó la peliazul casi como si la hubieran insultado–. Después de todo lo que hemos pasado, eso sería lo último que haría... Tú tampoco me vas a dejar, ¿cierto?
- Yo estaré contigo hasta que la muerte nos separe –respondió la ojiámbar esbozando una sonrisa sincera.
Ante aquella respuesta, Umi se sonrojó, apretando un poco más fuerte la mano de Kotori. También miró aquellos brillantes ojos color ámbar, aún más iluminados por la reafirmación, y no pudo evitar sentir cómo la invadía una alegría desbordante.
- Sigo preguntándome qué hice para merecer una chica así –pensó.
Al terminar su recorrido, como un recuerdo de su visita, compraron un par de llaveros con la forma de cisnes negros.
(...)
Rin y Hanayo paseaban por el Parque Olímpico de Sídney, sede principal de los Juegos Olímpicos del 2000. Como la pelinaranja era muy aficionada a los deportes y la actividad física, quiso visitar el lugar tras saber que Sídney sería su siguiente parada. Hanayo estuvo de acuerdo en acompañarla.
- ¡No puedo creer que estoy en este lugar, nya! ¡Es gigantesco y maravilloso!
- Sí, es interesante.
Aparte del estadio, el cual quedó después de los juegos como recinto para partidos de fútbol y rugby, el parque contaba también con otros lugares para la actividad deportiva, así como también con la villa olímpica y algunos edificios residenciales. La inquieta Rin, con un ánimo nunca antes visto y un brillo en los ojos solo comparable a cuando hablaba de su amor por Hanayo, se movía de un lado a otro queriendo mirar cada rincón, con una sonriente castaña que se alegraba por ella.
- Me encanta ver a Rin-chan así. Me encanta Rin-chan... como amiga, como mi mejor amiga –pensó dudando un poco al final.
- Excuse us, miss, but you want to buy us a post stamp?
- ¿Qué?
Dos personas con estrambóticos trajes, un hombre y una mujer, se acercaron a Hanayo mientras le enseñaban sellos postales con la frase Gay Kingdom of the Coral Sea en ellos. La muchacha se notaba nerviosa, además de que no entendía lo que decían porque no hablaba inglés.
- Eh... Eh...
- ¡Ahí voy, Kayo-chin!
Rin se dio cuenta de que su mejor amiga estaba en problemas y se acercó para ver qué era lo que estaba pasando. Por supuesto, los estrafalarios personajes también le ofrecieron aquellos curiosos sellos postales. Lamentablemente, el inglés de Rin era aún peor que el de Hanayo, así que entendió menos lo que quería aquella curiosa pareja.
- Mi... no... spiku... ingirishu... –dijo con un tono similar al que usaría Tarzán.
Las chicas tardaron unos diez minutos en entender que los australianos querían venderles sellos postales de su «reino», y la razón por la que se acercaron a Rin y a Hanayo fue porque les dieron la impresión de ser una pareja.
- Sorry –se disculpó la ojimorada–, but I'm... not... les...
- Wi wuan bai postus, nya!
A pesar del horrible inglés, hubo trato entre las partes. Rin pagó por dos sellos y al final ambos grupos siguieron su camino.
- ¿No te parecen unos sellos llamativos, Kayo-chin?
- Eh, sí... Lo son, Rin-chan.
- Toma, quédate con este. Yo me quedaré con el otro.
Hanayo miró el sello que le entregó la pelinaranja: se mostraban una bandera arcoíris como fondo y, sobre ella, dos símbolos de Venus unidos. Abajo, un lema bastante decidor: Love is love.
- No sé qué haré con esto. Yo no soy lesbiana.
De todas formas, miró de reojo a Rin, quien se veía muy alegre.
- Ahora, ¿qué tal si continuamos con nuestro paseo? Aún nos quedan muchas cosas que ver antes de volver al barco, nya.
Definitivamente todo estaba tratando de guiarla en una dirección, pero ella no se sentía preparada para decir si sí o si no. Si se hubiese quedado en Japón, no estaría viviendo esas cosas..., pero intuía que no podría escapar de ellas por el momento.
(...)
En Bondi Beach, la playa más famosa de Australia, caminaban Eli y Nozomi. Por supuesto, ya que no les importaba el qué dirán, iban de la mano a vista y paciencia de todos. Había algo de arrogancia en la rubia, casi como queriendo decir «Esta belleza es mía»; y lo mejor de todo para ella, no había ninguna otra lesbiana alrededor que se atreviera a fijarse en su preciosa Nozomi.
- ¿Disfrutando del paseo, mi Elicchi?
- Claro que sí –respondió ella con evidente alegría. «Sobre todo porque te tengo para mí sola», pensó después.
El sector que recorrían se caracterizaba por ser bastante caro, aunque había algunas tiendas en las que sí se vendían cosas más asequibles. Las chicas aprovecharon aquello para comprar ropa y accesorios nuevos para lo que restaba de viaje. Tras eso, continuaron su andar.
- ¿Sabes, Elicchi? De verdad te quedaba bien ese bikini.
- Gracias. Tú también te veías muy linda con el tuyo.
- Elicchi puede ser muy halagüeña cuando se lo propone.
- ¿Qué? ¿Acaso encuentras raro que te halague? Lo hago todo el tiempo.
- Y me encanta ese lado tuyo. Solo me gustaría que... mejoraras otros aspectos de ti, y sabes de qué hablo.
Se produjo un breve pero tenso silencio.
- Nozomi, no pienso dejar que nadie te arrebate de mi lado. Mucho menos que te lastimen. Si alguien osa siquiera ponerte un dedo encima, créeme que se acordará de mí durante el resto de su vida.
- ... Es lindo que quieras cuidarme, pero yo también tengo derecho a tener otras amigas aparte de Nicocchi, ¿sabes? Además, sabes que a Nicocchi no la veo muy seguido por su trabajo.
- Están Umi y Kotori.
- Solo las dejas acercarse a mí porque ellas ya son pareja. ¿Qué hay de Maki-chan? Ella no ha mostrado el menor interés por mí; sabes que está detrás de Nicocchi.
Eli no respondió. Lo último que quería en ese momento era iniciar una discusión con Nozomi.
- Elicchi, estas cosas te las digo porque te amo. No quiero que terminemos por alguna estupidez.
La rubia siguió con su silencio. Lo único que atinó a hacer fue desviar su mirada al suelo y apretar un poco más la mano de su esposa.
En la playa, se veía a gente con trajes de neopreno y tablas de surf. No por nada el lugar tenía tanta fama entre los surfistas de todo el mundo. Unos pocos bañistas podían apreciarse en la orilla, mojándose los pies en el mar. Aquellas vistas ayudaban a calmar un poco los ánimos de la pareja y a descomprimir el ambiente. Eso hasta que...
- ¡Vaya, vaya! Vean qué tenemos aquí. Un par de lindas chicas. Oigan, preciosas, ¿qué tal si vienen a divertirse con nosotros?
Eli y Nozomi se vieron rodeadas por un grupo de hombres musculosos y bronceados con malas intenciones. Lo primero a lo que atinó la rubia fue a abrazar a Nozomi para protegerla; no dejaría que la tocaran siquiera.
- Qué bonitos cuerpos. Perfectas para... –dijo uno mientras acercaba su mano a la pelimorada. No obstante, la mano de Eli fue más rápida, apartando la del impertinente de un solo golpe.
- ¡Aléjense ahora! –gritó furiosa en inglés.
- ¿Por qué ese humor? ¿Acaso no quieren pasar el día con supergalanes como nosotros? Si yo fuera una de ustedes, no lo dudaría.
Dedicándoles una gélida mirada a los cabezas de músculo, Eli tomó la mano izquierda de Nozomi y la levantó frente a todos, levantando después su propia mano. Quería que los anillos de boda fueran claramente visibles.
- No nos interesan imbéciles como ustedes. Retírense de mi vista o no responderé por mis actos –dijo en una especie de Japanglish.
Los idiotas reaccionaron con repugnancia.
- Agh, así que son unas asquerosas enfermas. ¡Ahora sabrán lo que es estar con hombres de verdad! –gritó uno de ellos de manera muy amenazante. Sus ademanes tampoco eran pacíficos; el grupo inspiraba temor.
- Elicchi... –murmuró Nozomi aferrándose a ella.
Con la sangre hirviendo y con el temor de que aquellos infelices se aprovecharan de su esposa, Eli le dio un violento puñetazo al tipo que tenía más cerca; y mientras este se tambaleaba, las chicas aprovecharon de escapar corriendo, dejando sus bolsas de compra tras ellas.
Una vez que estuvieron en un lugar seguro, Nozomi comenzó a sollozar.
- Elicchi... Yo... Yo...
La rubia abrazó a la pelimorada y dejó que esta se desahogara.
- Te lo dije, Nozomi: no dejaré que nadie te lastime, en especial unos animales como esos. Llora cuanto quieras, porque no me iré de tu lado.
Besó su cabeza en un intento por calmarla.
Había muchas cosas que le molestaban a la rubia. Que le cuestionaran su personalidad celosa era una de ellas, que la atacaran por su sexualidad era otra... y que se metieran con Nozomi era la principal.
- Nunca los perdonaré por arruinar mi tranquilo paseo... y nunca los perdonaré por intentar sobrepasarse con Nozomi. ¡Nunca! –pensó hecha una furia.
(...)
- Al fin llegamos.
Nico y Maki se encontraban frente a la famosísima Casa de la Ópera. Cerca de su ubicación, estaba otro de los íconos arquitectónicos de la ciudad: el Puente de la Bahía.
- ¿Qué te parece este lugar, Nico-chan? –preguntó la pelirroja tratando de entablar conversación.
- ... Pierde la gracia después de la tercera vez. Ya conozco esta ciudad, ya he estado aquí antes. Esto no es nuevo para mí.
El tono de la pelinegra no fue muy agradable, cosa que molestó a Maki. Por lo mismo, lo que dijo a continuación fue con un tono similar:
- Pues discúlpeme por traerla aquí, señorita artista. Yo solo quería visitar un sitio en el que nunca he estado con una chica a la que no le agrado. Dime entonces cómo es el edificio por dentro.
- Bueno, es... Es... ¿Cómo te lo digo? Es...
Una pequeña sonrisa triunfal se dibujó en los labios de Maki.
- Ya entendí... Ya entendí: solo conoces el edificio por fuera. Jamás has entrado.
- Pues... yo... ¡Demonios! –Nico exclamó exasperada.
- ¿Por qué no entramos? El cartel dice que hay visitas guiadas.
- ... Haz lo que quieras.
Sin previo aviso, Maki tomó la mano de Nico y la llevó a comprar un par de entradas.
- Mira, habrá una función de Turandot pronto –comentó la doctora al revisar la cartelera.
- ¿Turanqué?
- Turandot, Puccini, «Nessun dorma»... ¿En serio no has oído de ella?
- No conozco nada de ópera, señorita ricachona.
La ojimorada saltó un bufido.
- No sé para qué me molesto –dijo entre dientes.
Al poco rato, las chicas entraron al edificio con un guía y un grupo de turistas. En una de las salas por las que pasaron, había un piano en el escenario. Eso hizo que Maki se detuviera a contemplarlo a la distancia, alejándose del grupo.
- ¡Eh, Nishikino! ¡Ven ahora mismo! –le gritó Nico al verla apartada de los demás–. ¿O acaso quieres perderte?
Maki no respondió: estaba embelesada por lo que veía.
- ¿Recuerdas que te lo conté cuando estuvimos en Tailandia, Nico-chan? Cuando era niña, participé en varias competencias de piano. A pesar de mi edad, obtuve muchos premios en ellas. De seguro habría seguido el camino de la música si no fuera porque tenía que heredar el hospital.
La pelinegra percibía la alegría en las palabras de la pelirroja.
- Sí, sí, lo que digas –dijo tratando de restarle mérito.
- ... Esa fue la etapa más solitaria de mi vida.
El tono de voz cambió de golpe, causando genuina curiosidad en Nico.
- ¿Eh? ¿De qué estás hablando?
- Supongo que ya sabes el peso que tiene mi apellido en nuestro país. Había muchas cosas que hacer para que el hospital siguiera funcionando como siempre, así que siempre iba sola a las competencias... Mis padres nunca fueron a verme, ni siquiera una vez.
Maki sintió cómo sus ojos comenzaron a aguarse.
- Recuerdo que en una ocasión obtuve el segundo lugar en una. Yo era muy pequeña en ese entonces. Quise contarles a mis padres sobre eso, pero a ellos no les importó mucho... Eso de verdad me dolió.
Unas lágrimas comenzaron a fluir, preocupando a Nico.
- Nishikino, ¿te encuentras bien?
- ¿Ah? Oh, sí, oh, sí, estoy bien. Tampoco es como si las cosas estuviesen igual ahora. Hemos conversado mucho al respecto y ya me pidieron perdón por tantos años ignorándome.
Maki volvió a enfocarse en el piano.
- La música sigue formando parte de mi vida. Es mi refugio cuando quiero escapar de la presión del trabajo.
- Supongo que es bastante obvio que también es parte de la mía. O sea, ya sabes que canto –dijo la pelinegra.
La pelirroja no respondió. Se limitó a mirar a su interlocutora con calma.
- Oye, Nishikino, ya que hay un piano aquí... y tú sabes tocar... ¿qué te parece un pequeño recital? Solo para ti y para mí.
- ¡¿Qué?! –exclamó Maki enrojecida por la sorpresa.
- ¿O acaso es mentira todo lo que dijiste?
- ¡Claro que sé tocar, enana engreída? Es solo que... este piano no es mío, y sería descortés de mi parte tocarlo así sin más. De seguro lo tienen preparado para un concierto.
No hubo lugar para más palabras: los estómagos de las chicas comenzaron a gruñir por comida.
- ¿Y ahora qué hacemos? –preguntó Nico.
- Supongo que ir a comer. Ya es buena hora para almorzar y nos alejamos del grupo hace mucho.
Ambas salieron del salón, no sin que antes la pelinegra dijese:
- Me debes un concierto de piano.
Mientras se dirigían a la salida de la Casa de la Ópera, Maki alcanzó a ver por la abertura de una puerta abierta que la escenografía china de Turandot ya estaba montada en uno de los escenarios, con un tenor que practicaba a la distancia un aria que la pelirroja reconoció en seguida:
- All'alba vincerò! Vincerò! Vincerò!
https://youtu.be/yiBr_clxn_Y
La doctora no pudo evitar mover los labios y mirar a Nico disimuladamente.
(...)
- Nos dijeron que el restorán estaba en la bahía, pero nunca pensé que estaría tan cerca de la Casa de la Ópera.
Las chicas almorzaban con una vista panorámica de la bahía de Sídney. A Maki todavía le costaba trabajo hablar con Nico normalmente, pero después de lo que pasó antes, sentía que podría ganarse su confianza con un poco de esfuerzo.
- Oye, Nico-chan, ya te he contado algunas cosas sobre mí. ¿Qué hay de ti?
- Mmmmph –balbuceó con la boca llena.
- Nico-chan, traga primero –la regañó la pelirroja.
La pelinegra así lo hizo.
- Soy la mayor de cuatro hermanos y mi mamá es viuda –respondió tratando de dar información básica.
- ... Lo siento –dijo Maki al escuchar lo último.
- No es como si fuese tu culpa..., pero es verdad que todavía duele.
El labio inferior de Nico comenzó a tiritar. No se sentía cómoda hablando del tema, en especial con alguien a quien apenas conocía.
- ¿Puedo preguntar qué le pasó a tu padre?
- ... Una enfermedad. Yo era muy pequeña, y mis hermanos prácticamente no lo conocieron.
De repente las lágrimas comenzaron a brotar. Ahí Maki se dio cuenta de que, a pesar de las distintas clases sociales, había algo que las unía: infancias dolorosas.
- Después de eso, mamá comenzó a pasar cada vez menos tiempo en casa, trabajando en lo que fuera para mantenernos... Yo tuve que encargarme de mis hermanitos por lo mismo. Hubo veces en las que Nozomi me ayudó, pero para alguien tan joven como yo en esa época, fue un peso difícil de cargar.
Para sorpresa de la ojirrubí, un par de brazos la rodeó, tratando de alivianar su dolor.
- ¿Sabes? No necesito esto –dijo tratando de apartarla, pero su tono no fue muy convincente.
- Silencio.
Nico quería mostrarse orgullosa, pero eventualmente correspondió al abrazo.
- ... Gracias.
Cuando finalmente se separaron y cada una volvió a su lugar, se retomó la conversación.
- Pasando a otro tema, dijiste que tenías hermanos.
- Sí, dos hermanas y un hermano. Todos van a la preparatoria ahora. ¿Qué hay de ti?
- Yo soy hija única.
El tiempo comenzó a volar. A pesar de que quería mantener la distancia, Nico terminó contándole a Maki varios detalles importantes de su vida, y esta hizo lo mismo, revelándole cómo muchos de sus parientes la veían como la oveja negra de la familia por el solo hecho de ser lesbiana.
- Menos mal no pasó lo mismo con mis padres. El sincerarme con ellos, sobre mi sexualidad y sobre la soledad que sentí de pequeña, fue lo mejor que pude haber hecho.
- Si lo pones así, creo que tienes razón.
Tras un rato más de plática, ambas dejaron el restaurante.
(...)
Al atardecer, Nico y Maki volvieron al crucero. La pelirroja cargaba varias bolsas con recuerdos para ella y sus padres, mientras que la pelinegra simplemente avanzaba casi como si saltara.
- Creo que este día no fue tan malo –dijo.
- ¿En serio lo crees? –preguntó Maki.
- Sí, y supongo que me equivoqué contigo en algunas cosas.
Nico no lo vio por estar de espaldas, pero las mejillas de su compañera se tiñeron de rojo.
- Tal vez te dé una oportunidad de convertirte en mi amiga..., Maki-chan.
Aunque la doctora trataba de controlarse, su corazón conspiraba contra ella. Aquellos ojos color rubí la estaban mirando pícaramente, y eso aumentaba de manera peligrosa su presión sanguínea.
- Ya nos veremos en otra ocasión. Buenas noches.
- Buenas... noches..., Nico-chan.
Maki vio a Nico caminar por la cubierta, doblar y perderse de vista. Todavía no se convencía: había pasado todo el día con ella y se había dado un pequeño acercamiento entre ambas. Podía tomarlo como su pequeño triunfo personal, pero al igual que los antiguos atletas griegos, debía ser moderada en la victoria.
De una de las bolsas que cargaba, la ojimorada sacó un objeto de recuerdo: un búmeran artísticamente decorado. Como aquella arma, volvería en su momento a su tierra, y esperaba que con algo muy preciado.
(...)
- No, no creo que Maki-san esté interesada en alguien como ella. Nada más hay que mirarla, parece una niña de preescolar. No tiene ni el estilo ni la dignidad para estar con alguien como Maki-san. Lo de hoy fue solo por lo de la noche anterior.
Saeko había estado siguiendo a la pelirroja prácticamente desde que bajó del barco y fue muy cuidadosa como para no hacerse notar. Su veredicto: nada raro pasaba entre Nico y Maki; y aun si así fuera, la cantante no significaba una mayor competencia para ella.
- Mañana estaremos en alta mar. Ya veré qué hago entonces.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro