✦Bad Influence
Advertencia: Si no sientes comodidad con contenido explícito de naturaleza sexual, con lenguaje fuerte y temática homosexual, te invito cordialmente a omitirlo y no prestarle atención. No es necesario perjudicar el esfuerzo de quien escribe, adapta o traduce con reportes que le puedan eliminar la cuenta. Ten en cuenta que esto es pura ficción y su objetivo es proporcionar entretenimiento.
★Contenido +18★
★Lenguaje explicito★
★Tzuyu G!P★
★Degradación sexual★
★Uso de marihuana★
★Violencia sexual consentida★
►+9000 palabras◀
Y ahí estaba ella, desafiando las convenciones y rompiendo con las expectativas impuestas. En ese espacio vedado, entre las sombras del “no deberías”, encontró un terreno en el que las reglas eran solo un eco lejano. Ignorando las advertencias y las restricciones, se aventuró en territorio desconocido, donde la libertad se fundía con la rebeldía
Nayeon se aferraba a las reglas con la misma intensidad con la que el marinero se agarra al timón en medio de una tormenta. Cada norma, cada restricción, se adhería a su vida como si fueran las tablas de un salvavidas en un océano desconocido. Aquellas reglas, meticulosamente establecidas por su hermana mayor Yeojin, se convirtieron en el faro que guiaba cada uno de sus movimientos, instaurando un orden que parecía inquebrantable.
Las reglas se multiplicaban como eslabones de una cadena, desde las simples como no entrar con los zapatos puestos, lavar los trastes cada vez que los usaba, no quedarse despierta luego de las 10, no llegar a casa después de las 8, no tomar gaseosa los días de semana, no más de una taza de café al día, nada de saltarse clases, terminar toda la tarea antes de tocar el control remoto, no tomar más de una cerveza en las reuniones con amigos, hasta las más específicas, como la prohibición de acercarse a Chou Tzuyu, un nombre que resonaba en su mente como el único pecado prohibido en su vida. Cada directriz estaba diseñada para protegerla de los peligros del mundo exterior, un mundo que, según Yeojin, era un lugar lleno de amenazas y desviaciones que debían ser evitadas a toda costa.
Esas reglas, lejos de ser meras restricciones, se convirtieron en los pilares de la existencia de Nayeon. Cada una tenía un propósito, una razón de ser que se le había inculcado desde la pérdida de su madre y la posterior muerte de su padre. Yeojin asumió la responsabilidad de criar a su hermana menor, y con ello, instauró una serie de normas para moldearla en una persona de bien. Al principio, el propósito era claro: protegerla de las malas influencias y orientarla hacia un camino seguro.
Sin embargo, el tiempo pasó y las circunstancias evolucionaron. Aquellas reglas que una vez fueron fundamentales para su protección se convirtieron en una jaula invisible que rodeaba a Nayeon. La rigidez de las normas no solo era producto de la educación, sino también de un profundo agradecimiento hacia Yeojin por haber asumido un papel tan crucial en su vida cuando más lo necesitaba.
Aunque las restricciones eran fundamentales en su vida y conformaban parte integral de su personalidad, había aspectos en Nayeon que no seguían esa naturaleza correcta y educada. Desde el momento en que conoció el sexo y lo experimentó, no hubo vuelta atrás. Se sumergió en el tema, investigando con entusiasmo, ya que su primera vez fue memorable. Desde las mordidas que recibió en su culo, hasta sentir el semen llenando su coño y el dolor que experimentó al ser penetrada, la llevaron a sumergirse por completo en el ámbito sexual. Esta exploración no solo era por mero interés, sino también para romper con la barrera de las reglas y la monotonía que caracterizaban su vida. Nayeon se volcó en la obsesión por el sexo.
Cada noche, como parte de su rutina, tomaba uno de sus dildos y se entregaba a explorar exhaustivamente su vagina, inmersa en fantasías salvajes que abarcaban desde encuentros apasionados hasta situaciones intensas. Su deseo era claro: quería experimentar el sexo más salvaje, anhelaba que la dejaran completamente desgastada y arruinada cada vez que alguien la poseyera. Nayeon estaba enamorada de la idea de explorar su vida sexual al máximo, deseando experimentar todo lo posible, todos los días que le fueran permitidos. Incluso imaginaba la posibilidad de realizar sus quehaceres diarios, como hacer la tarea o lavar los platos, para luego sentarse en una polla y cabalgarla hasta que su coño expulsara toda la leche acumulada, totalmente satisfecha con su vida llena de experiencias sexuales intensas.
Entonces escuchó hablar de Chou Tzuyu, un enigma viviente en la facultad de artes, era la personificación de la rebeldía. Su reputación la precedía, una amalgama de rumores y chismes que pintaban un retrato oscuro y provocador. Conduciendo su Porsche por los barrios en las noches, Tzuyu no solo desafiaba las normas de la sociedad, sino que lo hacía con estilo y despreocupación. Su corte de pelo desenfadado y su mirada desafiante eran el distintivo de una joven que vivía al margen de las expectativas convencionales.
Su estampa, con joggers, camisetas holgadas y sus sensuales tatuajes que tenía hasta en el cuello, era un desafío visual al status quo. Tzuyu no se esforzaba por agradar ni por desmentir los rumores que circulaban a su alrededor. En lugar de eso, vivía su vida de acuerdo con sus propias reglas, sin prestar demasiada atención a la opinión de los demás.
Se decía que Tzuyu era una bestia en la cama, que hacía gritar a sus parejas sin piedad durante horas. La rumorología afirmaba que su polla era colosal y que le encantaba utilizarla con total desenfreno. Tzuyu era considerada una auténtica mujeriega. Se decía que participaba en encuentros sexuales en las raves a las que asistía, e incluso se rumoreaba que tenía encuentros íntimos en los baños de la facultad. Su reputación se construyó en torno a un gusto por el sexo un tanto peculiar.
A pesar de ser el epicentro de chismes, Tzuyu rara vez dirigía la mirada a aquellos que la observaban con mezcla de admiración y desdén. Su presencia desafiante y su actitud indomable la convertían en una figura fascinante para algunos y en un motivo de frustración para otros. Chou Tzuyu, la rebelde de la facultad de artes, seguía su propio camino, indiferente al ruido que su leyenda generaba en los pasillos de la universidad.
Nayeon, por su parte, no pudo evitar convertir a Tzuyu en el objeto de sus fantasías sexuales desde el día que le vio el paquete al cruzarse con ella en un pasillo, más los rumores. Sin embargo, todo quedó en el ámbito de la imaginación hasta que un día se encontraron en una reunión de amigos a la que, por casualidad, Nayeon fue invitada junto a dos amigas. Su plan original era disfrutar de algunas charlas, tomar una cerveza y regresar a casa.
Sin embargo, cuando Tzuyu la vio, la escudriñó de arriba abajo con la mirada. Nayeon, una chica bajita y rubia, con labios tentadores, curvas que invitaban a la exploración, un hermoso trasero que parecía hecho para ser manoseado, una inocencia en la mirada que quería pervertir, un temple y una elegancia que era objeto de las mejores fantasías y unos senos que podrían ser la perdición de cualquiera, capturaron la atención de Tzuyu de inmediato. Desde ese momento, la deseó con intensidad.
Ese día, Tzuyu intentó llevársela a la cama. Le ofreció el mejor de los encuentros sexuales, la invitó a entregarse por completo hasta que la carne estuviera enrojecida. Nayeon, en un principio, pudo haber aceptado, pero a último momento se arrepintió y volvió a casa como se había prometido a sí misma. Desde ese día, lamentó no haber aprovechado la oportunidad cuando se le presentó, pero ese encuentro marcó más la idea y las fantasías que quería desarrollar, que deseaba con todo su ser.
Llegó a su vida para romper muchas de esas reglas de manera abrupta, sin miedo a las consecuencias. La intriga y la excitación que Tzuyu despertó en Nayeon fueron el catalizador para que se aventurara en un territorio desconocido y abandonara las restricciones que tanto la habían limitado.
Pero fue en una cafetería que se alzaba frente a la imponente institución educativa donde los destinos de Nayeon y Tzuyu se entrelazaron definitivamente. Nayeon, al percatarse de la presencia de aquella mujer, no pudo evitar sentirse nerviosa. No la había enfrentado desde aquel día en la fiesta y tenía muchas dudas de lo que podría pasar.
Tzuyu, en un acto inusual, se encontraba sola en una mesa de la cafetería, disfrutando despreocupadamente de unos waffles. Nayeon, impulsada por una combinación de fascinación y nerviosismo, entró en el lugar. En el momento en que sus miradas se cruzaron, algo palpable flotaba en el aire, una energía magnética que dejó a ambas mujeres momentáneamente paralizadas.
La mirada de Tzuyu, inicialmente fija en Nayeon, pronto se desvió hacia su figura escultural. Un silencioso entendimiento parecía haberse establecido entre ellas, como si en ese instante, una conexión invisible las uniera. La intensidad del intercambio de miradas superó los límites de lo cotidiano, explorando lo profundo de sus almas de una manera que ninguna de las dos hubiera anticipado.
El tiempo pareció detenerse en ese rincón de la cafetería, donde la curiosidad, la atracción y la sorpresa bailaban en la atmósfera cargada. Tzuyu, con su mirada penetrante, había capturado algo más allá de la apariencia física de Nayeon. En una fracción de segundo, la desnudó con la intensidad de sus ojos, como si pudiera leer las capas más profundas de su ser. Nayeon, a su vez, sintió una vulnerabilidad inusual, pero a la vez emocionante al ser objeto de esa mirada reveladora.
El momento resonó en sus mentes, marcando el comienzo de algo nuevo y desconocido. Ese instante en la cafetería, donde las miradas se entrelazaron y los mundos colisionaron, se convirtió en el preludio de una historia que iría más allá de los confines de las expectativas y las reglas. La conexión silenciosa entre Nayeon y Tzuyu había sido sellada con una mirada, dejando una chispa que encendería una llama que llegaría a arder en cualquier momento.
La cafetería bullía con el murmullo de conversaciones y el aroma tentador del café cuando Tzuyu, con su labia irresistible y una voz ronca que resonaba con una promesa de placer, se encontró con la vista de Nayeon. Desde el momento en que Tzuyu la vio, ordenando su cappuccino con una blusa morada que resaltaba su figura y una falda a juego, con el cabello recogido en una coleta, sintió unas ganas casi animales por ella.
La mente de Tzuyu se llenó de imágenes, fantasías de todo tipo que involucraban a esa chica callada que la observaba de reojo con la cara neutral. En su imaginación, se desplegaban escenas de sexo desenfrenado y lascivo.
Las palabras de la pelinegra fueron como un hechizo, un conjuro que debilitó los cimientos de la obediencia y buen comportamiento de Nayeon. Tzuyu, con su estatura imponente, la envolvió en promesas sexuales, piropos y cumplidos que resonaban en el aire como una melodía prohibida. Incluso se atrevió a proponerle que se fueran juntas en ese mismo momento, llevando la audacia de su encanto a nuevos niveles.
Nayeon, sintiendo una vorágine de emociones y deseos que la embargaban, resistió la tentación de ceder a la propuesta instantánea. A pesar de las ansias que bullían dentro de ella, se negó a irse con ella en ese momento. Sin embargo, no se rompió; al contrario, se fortaleció con la promesa de un próximo encuentro.
Esa noche a Nayeon le faltaron manos para acariciar todo su cuerpo, pensando en todas las deliciosas cosas que le prometió hacerle.
“¿Qué te parece si haces todo lo que ordene como una chica obediente?”, decía con una voz impostada.
¿Ser obediente y dejarse guiar por alguien experimentada? Sonaba muy bien en la cabeza de Nayeon.
O cosas como: “¿Qué dices de dejarme llamarte como yo quiera y tratarte como un simple hoyo?”
¿Degradación? Quizás otra hubiese salido corriendo de ahí o le hubiese puesto en su lugar, pero la obediente chica salivó al escuchar aquello.
También algo como: “Quiero que me dejes mantenerte con las piernas abiertas y hacerte mi pequeña perra reproductora”.
Definitivamente, estaba loca por aceptar ese trato, pero nada podía ponerse en contra de lo que ella quería, porque lo quería con creces.
Entregarse a una persona cuya reputación estaba manchada y a la cual apenas conocía se convirtió en la misión de Nayeon. Fueron solo unas cuantas palabras, combinadas con la irresistible apariencia de esa mujer enigmática, lo que desencadenó una vorágine de deseos que yacían latentes en lo más profundo de su ser. La falta de experiencias de índole íntima, debida a la estricta vida que llevaba, la llevó directamente a la morada de Chou Tzuyu.
Ni las advertencias de sus amigas, ni las de su hermana, pudieron impedir que Nayeon se dirigiera a la casa de Tzuyu un viernes por la noche. El llamado de lo desconocido y la excitación de desafiar las reglas que la habían guiado durante tanto tiempo eran demasiado fuertes para resistirlos.
Y así, ahora se encontraba allí, en la casa de Tzuyu, con una falda similar a la que llevaba aquel día y sin ropa interior, sentada en sus piernas. Un blunt de marihuana reposaba entre sus labios, mientras la pelinegra tomaba whisky de un vaso. El sonido envolvente de “Gang Over Luv” de Brent Faiyaz resonaba en la habitación, creando una atmósfera cargada de sensualidad.
Nayeon podía sentir la dureza de la entrepierna de la más alta bajo ella, una sensación que la tenía completamente entregada. Con calcetines largos puestos, Tzuyu solo llevaba un top y sus joggers sin bóxer, presionando ocasionalmente su polla contra el coño de Nayeon mientras compartían el porro y conversaban.
En ese instante, Nayeon se encontraba en un territorio desconocido, lejos de las restricciones y normas que habían gobernado su vida. La música, la marihuana y el roce sensual con aquella mujer creaban un lienzo de deseo y exploración.
Las grandes manos de Tzuyu agarraban con firmeza su cintura, marcando un territorio donde ambas sabían que pertenecían esa noche. El contacto era revelador, una conexión física que trascendía las palabras y que dejaba claro el propósito compartido de la velada.
Cuando Tzuyu le pasaba el blunt a Nayeon, sus ojos inocentes se encontraban con la mirada seductora de Tzuyu. Nayeon llevaba el porro a sus labios y se dejaba envolver por la sensación, entregándose al éxtasis compartido mientras las volutas de humo danzaban en el aire. La sonrisa de Tzuyu, llena de picardía, era una invitación a explorar los límites de lo conocido.
A medida que se agotaba el porro y el líquido ámbar en el vaso de ella llegaba al fondo, la decisión de Tzuyu estaba tomada. Con un tono cargado de dominación, la más alta preguntó: “¿Lista para empezar, pequeña?” Con una mezcla de anticipación y nerviosismo, se inclinó para besar a Tzuyu lascivamente. Sin embargo, su respuesta fue una sorpresa: agarró fuertemente el cabello de Nayeon, tiró hacia atrás y le propinó una bofetada fuerte en la cara.
“Tienes que hacer lo que yo diga, ¿entendiste, perra inservible?”, Las palabras resonaron en ella, cargadas de un dominio palpable. Nayeon, con los ojos abiertos y la piel encendida, asintió frenéticamente, sumergiéndose en un mundo de sumisión y entrega que solo acababa de comenzar. “Bonita, procura decirme tu palabra de seguridad si necesitas que pare, no dudes en usarla, ¿está bien?”, volvió a asentir.
Le había explicado de arriba abajo cada cosa que le haría antes de ponerse en las piernas y ponerla a fumar marihuana. Le explicó cuáles eran sus límites, a lo que debía obedecer, establecieron su palabra de seguridad, la cual terminó siendo “waterfall”. La pelinegra se la comía con la mirada cuando hablaba y establecieron parámetros seguros para que Nayeon se sintiera cómoda en todo momento y disfrutara de todo lo que Tzuyu quería hacerle.
“Durante este fin de semana, no harás nada más que ser mía para llenar, follar, humillar, someter y lo vas a aceptar absolutamente todo, ¿estás de acuerdo?”
La pelinegra apretó su agarre en la cintura de la rubia de una manera intensa y punzante, marcando su territorio de una manera que no admitía dudas. Era un gesto duro, sin concesiones.
La lujosa sala estaba impregnada de una luz cálida y tenue, creando una atmósfera embriagadora que las envolvía en su propio mundo. La rubia con el sudor perlado en su piel, la boca reseca y la cabeza dando vueltas, resistía el suave dolor en su cintura causado por el férreo agarre de Tzuyu. Estaban inmersas en un espacio donde las reglas habituales se desdibujaban, y la sensualidad de la situación las envolvía como un velo tentador.
Para Nayeon, cada momento era una deliciosa transgresión de sus propias reglas, una rendición voluntaria a las sensaciones que Chou le ofrecía. Tzuyu, por su parte, desde que vio a Nayeon, solo tenía pensamientos de pervertirla, de poseer su cuerpo de la manera que deseaba. Sin embargo, esta noche iba más allá de la exploración de los placeres prohibidos; Tzuyu tenía intenciones claras con el cuerpo de Nayeon.
Tzuyu estaba acostumbrada a llevar a la cama a mujeres experimentadas, pero Nayeon era diferente. Desde que la vio, Tzuyu supo que no era el caso. La idea de dominar a alguien sin experiencia despertó en ella un placer adicional. Era su oportunidad de explorar la inocencia de Nayeon, de llevarla a lugares donde nunca antes había estado. En su mente, las ideas perversas y la anticipación de lo que estaba por venir la impulsaban hacia un terreno excitante y desconocido. La noche se extendía ante ellas, llena de posibilidades y promesas de placer que solo podían ser desentrañadas a medida que avanzaban en este juego de dominación y sumisión.
Apretó fuerte su agarre en esa preciosa cintura, sintiendo la rendición de la carne bajo sus dedos, una posesión deseada que finalmente se materializaba. “¿Lista?”, preguntó Tzuyu con una voz cargada de anticipación. Nayeon asintió con ojos hambrientos, entregándose al juego de placer que se avecinaba.
La más alta se puso de pie, llevando a Nayeon en sus brazos, quienes se aferraron al cuello de Tzuyu mientras caminaban hacia la habitación. Al llegar, la depositó con cuidado en la cama, y comenzó a explorar su cuerpo con manos expertas. La pelinegra paseó sus dedos por la maldita falda que inicialmente la volvió loca, acariciando cada centímetro de tela con una mezcla de delicadeza y deseo. Luego, sus manos recorrieron las firmes piernas de Nayeon, deslizándose por los calcetines largos y explorando la suave textura de su piel.
Con manos habilidosas, ascendió por el cuerpo de Nayeon, llegando a su cintura y deslizándose luego hacia su brasier. La levantó ligeramente para desabrocharlo con cuidado, dejando al descubierto esas hermosas tetas que ahora quedaban expuestas ante su mirada y deseo. Con un gesto de dominio, lamió su propia mano antes de azotarla una de esas deliciosas tetas, provocando un gemido sorpresivo de la rubia.
Luego, acercó su boca a los pezones expuestos de Nayeon, sumiéndose en una danza de sensaciones. Lamió con avidez, besó con pasión, mordió con un toque de deseo, amasando los senos a su antojo. Cada movimiento estaba diseñado para excitar y complacer, mientras Nayeon se dejaba llevar por las oleadas de placer que emanaban de la experta boca de Tzuyu.
Cuando soltó uno de los pezones de su boca, volvió a azotar con dureza esa misma teta, intensificando la mezcla de dolor y placer que provocaba en ella. Sin darle tregua, la agarró del cuello con firmeza y la alzó violentamente, haciendo que la castaña se sentara en la cama con una mezcla de sumisión y desafío en sus ojos.
“Ahora vas a usar esa boca de puta que tienes. Apuesto que has pensado en esto, en tenerme”, declaró Tzuyu con una autoridad que dejaba claro quién estaba al mando. Por el agarre en el cuello, acercó a Nayeon a su jogger, que ocultaba una dura, larga y gruesa verga. Con rapidez y determinación, la obligó a restregar su rostro por encima del pantalón, sintiendo la firmeza de la erección que se escondía detrás de la tela.
Manteniendo el agarre en la nuca de Nayeon, la hizo sentir suya, marcando el ritmo de la humillación que estaba por venir. La forma en que aquella chica abría la boca ante la inminente sumisión se convirtió en una visión provocadora. La polla de Tzuyu se paseaba por toda su cara. Lo detuvo un momento y se bajó el pantalón para que la sintiera más de cerca. Volvió a acercarla a su entrepierna.
“Mira todo lo que te vas a comer, puta asquerosa”, espetó Tzuyu, abofeteándola primero con la mano y luego con su pene. Nayeon jadeaba mientras intentaba introducirla en su boca, pero cada movimiento era restregado con burla en su rostro.
Para detener momentáneamente la burla, apretó aún más el cuello de Nayeon, haciendo que la rubia jadeara y sintiera una combinación de placer y asfixia. Luego, con un gesto brusco, la tiró violentamente a la cama. Tzuyu se subió rápidamente, despojándose de su top y quedando desnuda, revelando su cuerpo imponente y poderoso.
Con un cambio repentino en su actitud, Tzuyu volvió a su lado más suave y delicado. Acarició cuidadosamente el cuerpo de Nayeon, desde su pecho hasta la cintura, deslizando sus dedos con ternura. Sin embargo, este breve momento de suavidad se vio interrumpido cuando, de repente, agarró la falda de Nayeon con ambas manos y la destrozó en dos, dejando su deseada vagina al descubierto.
Tiró la tela desgarrada a un lado y abrió las piernas de Nayeon bruscamente, revelando su intimidad de manera descarnada. “Mira lo mojada que estás, pequeña puta”, comentó Tzuyu mientras paseaba sus dedos por la humedad, provocando gemidos patéticos en la rubia. “Este fin de semana vas a tener polla como una perra y vamos a empezar justo ahora”.
Con un gesto de dominio, Tzuyu escupió en su mano, tomó su polla y la posicionó en la entrada de Nayeon, penetrándola hasta el fondo con un solo movimiento. La entrada fue intensa, provocando un grito desgarrador de Nayeon, pero la rubia, decidida, cerró los ojos y se calmó para recibirlo por completo.
“Puta mierda”, jadeó la mujer de los tatuajes. “Lo has tomado todo, perra inútil”, se burló, pero para Nayeon, cada palabra era una sinfonía de placer a través de esa voz dominante y ronca.
Aunque la penetración fue intrusiva y muy profunda, la verdad es que le había encantado, estar llena y adolorida, su coño estaba mojado desde antes cuando fue guiada a estar encima.
“Siéntate en mis piernas, linda”, ordenó Tzuyu con voz ronca, su aura de dominación aun flotando en el aire. Nayeon, obediente y excitada, se acomodó en las piernas de ella mientras esta encendía un blunt y se dejaba caer sobre su sillón. La sala estaba impregnada con la mezcla de fragancias del humo y la excitación.
Después de romper la blusa de Nayeon en dos y hacer lo mismo con sus bragas, Tzuyu notó con cierta ironía las palabras inscritas en ellas: “Destroy it, daddy”. La pelinegra, con su mente provocadora, no perdió la oportunidad de interpretar aquella frase de manera ambigua, decidiendo que se encargaría de destruir tanto las bragas como su coño.
Con el coño desnudo de Nayeon encima de su pene, se deleitó en poner a la “chica buena”, aquella estudiante ejemplar que nunca había sido vinculada a ningún rumor escandaloso. Sin embargo, en ese momento, Nayeon se encontraba entregada, tomando el porro que le pasaba con destreza, compartiendo el humo entre ambas y permitiendo que la excitación se apoderara de ella.
Cuando ya pudo moverse, comenzó con unas embestidas perezosas, marcando el ritmo al principio y sintiendo la aterciopelada textura del delicioso hoyo de Nayeon. Cálido, mojado y envolvente, el placer se apoderaba de ambas en esa danza carnal.
Mantuvo las piernas de Nayeon abiertas de par en par, provocando algunos temblores en la rubia mientras la penetraba con fuerza. Su polla desaparecía completamente en aquel apretado y ansioso orificio, devorándola con dificultad debido a la velocidad y fuerza con la que Tzuyu la embestía, arruinándola de la manera más deliciosa posible. Los gritos y gemidos de Nayeon resonaban en la habitación, llenando los oídos de Tzuyu y aumentando su satisfacción.
Decidiendo intensificar aún más el asedio, Tzuyu se recostó con cuidado sobre la rubia, colocando ambos codos por encima de sus hombros y agarrando su rostro con ambas manos. Sin dejar de penetrarla con dureza, continuó las embestidas mientras mantenía un control total sobre la expresión y la respiración de Nayeon.
“Hmmggmm”, murmullos, intentaban escapar de la boca de Nayeon, pero Tzuyu no permitió que las palabras fluyeran libremente. Metió dos dedos en la boca de la rubia y azotó su lengua, exigiendo sumisión y obediencia.
Tzuyu, con una mano enredada en el cabello de Nayeon, tiró de él con fuerza. “Habla, maldita zorra”, gruñó con un tono dominante. La respuesta de Nayeon fue un gemido apagado y desesperado, pero Tzuyu quería más.
“¡Sí! Tzuyu, oh por Dios. ¡Más!”, exclamó Nayeon, cuando los dedos salieron de su boca. Tzuyu, complacida, aumentó el ritmo y la fuerza de sus embestidas.
Las caderas de Tzuyu seguían su ritmo implacable, subiendo y bajando con precisión, dureza y determinación, colmando por completo el coño de Nayeon con cada embestida. “Eso obtienes cuando aceptas ser mi pequeña perra, bebé. Una puta por mi polla, ¿no es así?”, repitió, su voz dura y exigente.
Nayeon sentía cada embestida como una mezcla de placer y dolor. La polla entraba y salía de su coño con desdén, sometiéndola con fuerza. Con cada movimiento, Nayeon entendía que debía satisfacer los deseos de Tzuyu, seguir sus exigencias para que nunca saliera de ella y la llenara por completo.
“¡Oh sí! Tzuyu… Mmmm… Me llenas tan bien, no cabe nada más, solo tú…”, gemía Nayeon en respuesta a las palabras de Tzuyu. La pelinegra sonrió con suficiencia, disfrutando de la sumisión total de la chica. “Así es, no cabe nada más en este asqueroso agujero de puta”, afirmó, reforzando el control que tenía sobre la situación.
Inconscientemente, las manos de Nayeon fueron a parar a la espalda baja de Tzuyu, afirmando, impulsando y alentando las embestidas. La conexión entre ambas mujeres se intensificó, como si las manos de Nayeon fueran una extensión del deseo que compartían en ese momento. Sin embargo, cuando la pelinegra sintió el contacto, se detuvo abruptamente y, en movimientos rápidos, se salió, se paró de la cama y se alejó, dejando a la rubia totalmente desconsolada. A pesar de su deseo de continuar, Nayeon hizo silencio y se mostró obediente.
Después de todo, siempre lo había sido.
Tzuyu se paró frente a la cama, masturbando su polla de arriba abajo mientras observaba el coño de Nayeon, abierto, rojo y abusado desde la distancia. Pasaba su puño por la punta, llenándolo de semen y los fluidos de la chica. Un silencio tenso llenó la habitación hasta que Tzuyu volvió a ponerse encima de Nayeon, sin introducir su polla. La rubia la miró con unos ojitos suplicantes, casi delirantes, pero lo que provocó su reacción fue cuando vio que bajó su mano hasta su clítoris. Entonces, le abofeteó y se enterró hasta el fondo, reanudando las embestidas con renovado vigor.
Y allí, en el confín entre el cielo y el infierno, ambas experimentaban una fusión de sensaciones intensas. Las paredes apretadas de ese coño envolvían la verga de Tzuyu, mientras las embestidas duras resonaban en la habitación, creando un torbellino de gemidos, jadeos, algunos gritos y sudor mezclado con fluidos que se entrelazaban en un éxtasis compartido.
Nayeon llegó primero al clímax, y Tzuyu tuvo que salirse para permitir que los jugos de la rubia fluyeran libremente, haciendo un desastre en su polla. Rápidamente, se sumergió nuevamente hasta el fondo, ansiosa por que Nayeon sintiera cada pulso y cada pulsación de su falo. Tzuyu penetró con rapidez, y Nayeon, sobre estimulada, gritaba mientras experimentaba la intensidad del placer hasta que, finalmente, se vació dentro de ella. Hilos de semen caliente salían disparados, llenando profundamente a Nayeon mientras ella lo recibía, satisfecha.
Tzuyu colocó su rostro en el cuello de la chica mientras completaba su liberación, compartiendo un momento íntimo en el que sus cuerpos se entrelazaban.
La situación era una amalgama de humillación, satisfacción carnal y la necesidad de satisfacer los propios deseos, pero Tzuyu no tenía la menor intención de descuidar a Nayeon. Después de que ambas se recuperaron del primer orgasmo compartido, Nayeon quedó satisfecha y rendida, cayendo en un profundo sueño. Tzuyu, con cuidado, las limpió a ambas y arropó a la rubia para que pudiera descansar. Era evidente que era la primera vez de Nayeon tanto fumando marihuana como experimentando sexo tan intenso.
Pasaron varias horas y al amanecer, Nayeon despertó, encontrándose sola en la habitación y sumida en la confusión. Decidió explorar la casa, recorriendo desde la cocina hasta la sala donde estuvieron, pasando por las otras habitaciones, hasta que descubrió una puerta que la llevó al patio trasero, donde se encontraba la piscina y el jacuzzi. La mente de Nayeon se llenó de imaginaciones sobre lo que podrían hacer allí, y no pudo evitar sentirse excitada y esperanzada, por lo que el día aún podía depararle.
La luz del amanecer bañaba el entorno, creando una atmósfera serena que contrastaba con las intensas emociones de la noche anterior. Nayeon se encontraba en un espacio que había sido testigo de sus más íntimos encuentros, y la promesa de nuevas experiencias y aventuras flotaba en el aire.
Unos minutos después, Tzuyu regresaba por la puerta principal, sosteniendo algunas bolsas en sus manos. Vestía un pijama que realzaba su atractivo desaliñado: pantalones a cuadros holgados y una camiseta blanca que dejaba entrever algunos de sus tatuajes. Su cabello negro caía de manera desordenada sobre sus hombros y semblante era completamente dominante.
En los ojos de Nayeon, Tzuyu se veía simplemente deliciosa. El contraste entre la imagen relajada de la pelinegra y el recuerdo de la intensidad de la noche anterior provocaba una mezcla de excitación y anticipación en la rubia. Nayeon no pudo resistirse y se acercó a Tzuyu en cuanto esta cerró la puerta detrás de sí. Se aferró a su cuello y comenzó a besarla con desesperación, como si el tiempo se hubiera detenido en ese momento. Acomodando las bolsas en el suelo, ayudó a Nayeon a enlazar sus piernas alrededor de su cintura y la cargó por el culo, mientras ambas se devoraban con ansias.
Al rato se separaron, y la bajó con una sonrisa juguetona. “¿Me esperabas desesperada, cosita?”, rió, provocando una risa suave de Nayeon. “¿A dónde fuiste?”, preguntó curiosa.
Se agachó para recoger las bolsas del suelo. “Traje el desayuno”, respondió, mostrando las bolsas con sándwiches, frutas y jugo de naranja. Así comenzaron a desayunar juntas, disfrutando de la comida y compartiendo algunas palabras animadas entre bocado y bocado. Todo transcurría en armonía y amabilidad hasta que Nayeon, distraída, derramó un poco de jugo que resbaló desde sus labios hasta su barbilla.
En ese momento, Tzuyu se levantó con determinación, arrebató el vaso de las manos de Nayeon y, con poca delicadeza, tomó su barbilla, obligándola a echar la cabeza hacia atrás. Deslizó su lengua desde el cuello hasta sus labios. “Quédate quieta” ordenó con un gruñido ronco. Tomó el vaso de jugo, manteniendo el firme agarre en la barbilla de Nayeon, y llevó un poco de líquido a sus propios labios antes de pasar el vaso a la boca de la chica. Tzuyu la besó apasionadamente, compartiendo el jugo entre gemidos y lametones.
Justo unos minutos después, Nayeon se encontraba de rodillas al lado del comedor, esperando desnuda mientras Tzuyu preparaba su polla, dura como roca, con lubricante de sabor a cereza.
“Escucha. Tienes que relajar tu garganta para que pueda follarla, mantenla así hasta que me venga o azotaré tu culo, ¿escuchaste?”, instruyó Tzuyu, mientras Nayeon asentía, sacando la lengua en señal de sumisión.
Movió su puño unas cuantas veces más para asegurarse de que su pene estuviera bien lubricado, antes de agarrarla con firmeza y azotar a Nayeon desde las mejillas hasta la frente y la boca con su falo duro y húmedo. “Es grande, me gusta”, se atrevió a decir Nayeon con una voz ansiosa. Tzuyu, con una risa burlona, tiró del cabello de Nayeon hacia atrás. “Abre esa boquita de puta y no la cierres”, ordenó.
Nayeon obedeció y abrió la boca de par en par. Tzuyu, con cuidado, pero con determinación, deslizó su polla desde la lengua hasta el fondo de su garganta, marcando el comienzo de un encuentro oral intenso y provocador.
Sin preocuparse por el bienestar de la rubia, agarró su cabello nuevamente, centrada únicamente en perseguir su propio orgasmo. Comenzó a penetrar la garganta de Nayeon con intensidad, tratándola como si fuera cualquier coño que estaba follando en el baño de una rave. Los ojos de Nayeon se volvieron llorosos mientras cada centímetro era introducido en su garganta. Tzuyu movía sus caderas con gusto, con rabia, como si estuviera utilizándola para su propio placer.
A pesar de los ojos llorosos, Nayeon imaginaba que era su coño el que estaba siendo maltratado de esa manera. Aferraba sus manos a los pesados testículos y los acariciaba con devoción.
“Tan calladita, mi perrita”, resonó una bofetada que se mezcló con los sonidos de Nayeon al tragar hasta donde llegaba su verga. “Ohh, cierto que no puedes hablar”, continuó, mientras Nayeon gemía, provocando vibraciones en la más alta, que la hacían jadear de vez en cuando. “No puedes hablar porque eres una perra, eres solo un hoyo, ¿no es así? ¿Eres un hoyito que no sirve para nada? ¿Eso eres, putita? ¡Contesta!”, exigió, propinando otra bofetada que hizo que Nayeon jadeara y murmurara en respuesta.
“La puta no puede hablar porque tiene la boca llena de verga, como le gusta, le encanta que usen esa boca sucia”, continuó con sus provocaciones. Nayeon, quizás, pudo haberse venido solo con escuchar esas palabras, aferrándose a esos testículos con las manos, los acariciaba inexpertamente, babeando por todos lados, esperando el semen de Tzuyu como si fuera esencial para su supervivencia. “Mira como traga y la recibe”, continuó penetrándole la garganta como le daba la gana.
La sensación de aquella enorme cosa, para Nayeon, fue extraña. Su garganta, sometida a la voracidad de Tzuyu, se encontraba en constante abuso, llevándola al límite y haciéndola implorar por aire y espacio. Sin embargo, Tzuyu no mostraba misericordia. Era una dominación implacable, justo como la que ejercía sobre su coño.
Dentro y fuera con una fuerza que parecía poseerlo por completo, como si aquel órgano fálico tuviera la intención de reclamarla por entero. La velocidad y la potencia con las que Tzuyu embestía reflejaban un deseo de dominación total, una sed de control y sumisión. Nayeon se veía envuelta en una vorágine de sensaciones, entre el placer y la incomodidad, entre la lucha por respirar y la anhelante entrega a la posesión despiadada de Tzuyu. Era un juego arriesgado entre dolor y deleite, donde cada embestida, ya fuera en su garganta o en su coño, la llevaba más allá de sus límites, explorando un territorio oscuro y apasionado que Tzuyu estaba decidida a conquistar.
Sintió que se venía. “Vamos, bebé. Ahora vas a recibir lo que tanto quieres”, dijo Tzuyu mientras soltaba el cuello de Nayeon y colocaba ambas manos en sus mejillas, abriéndolas para dar embestidas duras y precisas. “Eso, toma toda la leche que te voy a dar, zorrita”, continuó, y cumplió su palabra.
Penetró duro y rápido hasta que se vació. Semen espeso llenó la boca de la chica buena, muchos hilos, caliente; la perra maniática lo tomaba todo, absolutamente todo, mientras Tzuyu gemía y sacaba todo de sí misma. Apretó su polla, la exprimió sacándose hasta la última gota mientras sus piernas se doblaban ligeramente.
Mientras tanto, Nayeon gemía y recibía todo ese semen en su boca, visiblemente satisfecha. “¿Cómo se dice?”, la miró a los ojos. “Ggracias”, balbuceó Nayeon. Tzuyu sonrió y le abrió la boca, agarró con sus dedos un poco de semen que se desbordaba de sus labios, se lo echó y luego procedió a escupirle en la boca.
Nayeon fue poco obediente y le chupó la punta de la verga para saborear un poco de semen que había allí. “Buena chica, no desperdicies la comida”, elogió Tzuyu con una sonrisa maliciosa.
Tzuyu la agarró y la ayudó a ponerse de pie. “Vamos, princesa. Tomemos un baño”. Ambas se dirigieron al baño, donde Tzuyu preparó la bañera para sumergirse ambas en un momento de intimidad compartida. Nayeon, completamente desnuda, se sentó en el borde de la bañera mientras esperaba a que todo estuviera listo.
Cuando la bañera estuvo preparada, Tzuyu se desnudó por completo y se sumergió con cuidado en el agua. “Entra, ponte de espaldas encima de mí”, indicó Tzuyu a Nayeon. La rubia, sintiéndose atraída por la presencia imponente de la pelinegra, no dudó en seguir sus indicaciones. Se recostó sobre la pelinegra, experimentando la agradable sensación del agua y el irresistible aroma a lavanda proveniente de la bomba de baño, mientras la verga de Tzuyu descansaba en la raya de su culo.
La abrazó con un brazo, mientras que con el otro tomó una esponja, pasándola con cuidado por el cuerpo de Nayeon. En ese momento de intimidad compartida, ambas mujeres se cuidaron mutuamente mientras limpiaban sus cuerpos en la tibia agua de la bañera. Con manos hábiles, se centró especialmente en los pechos de la chica buena.
Los agarró con firmeza, acariciándolos suavemente con la esponja y el jabón. Sus dedos expertos exploraron cada rincón, azotaron con suavidad, y acariciaron los pezones a su antojo. Cada gesto de Tzuyu estaba lleno de maestría, cuidando de Nayeon de una manera que iba más allá de la mera limpieza. Era una exploración íntima, una expresión de deseo que se traducía en caricias juguetonas y promesas de placer por venir.
Después de disfrutar del baño y darse un merecido descanso, ambas mujeres optaron por la piscina, manteniendo sus distancias por un tiempo. En el agua fresca, bajo el cálido sol, compartieron risas y charlas, disfrutando de la relajante sensación del líquido que las rodeaba. La atmósfera era maravillosa, acompañada de algunas cervezas que Tzuyu aseguraba que Nayeon tuviera siempre a mano, cuidando de ella con esmero como una anfitriona atenta. La joven empezaba a sentirse cada vez más cómoda en la compañía de esa mujer intrigante.
Lo notable de este momento de pausa era que ambas estaban completamente desnudas en la piscina, y sorprendentemente, había sido la idea de Nayeon abrazar esa libertad. Se sumergieron en la frescura del agua, compartiendo risas, charlas y complicidad, permitiendo que la desnudez se convirtiera en una extensión natural de la forma en que compartían ese tiempo. Nayeon se sentía desinhibida y libre, entregándose al momento y disfrutando de la compañía de Tzuyu.
En un momento, Nayeon salió de la piscina, se envolvió en una toalla y se dirigió a la sala donde estaba su teléfono. Al revisarlo, se percató de tener muchas llamadas perdidas de su hermana y algunos mensajes de preocupación. Su hermana le pedía con insistencia que tuviera cuidado y que regresara a casa. Le expresó su preocupación por aquella mujer y le instó a llamar o escribir en caso de cualquier problema. Nayeon respondió que todo estaba bien, que no debía preocuparse, incluso llamó por videollamada para asegurarse de que todo estaba en orden. Claro, Nayeon no se atrevió a mostrar más allá de su cuello o a enfocar a Tzuyu cuando le mostró la piscina durante la llamada. Con esto, su hermana se tranquilizó y Nayeon se sintió aliviada al saber que alguien estaba preocupándose por su bienestar, a excepción de cuando Tzuyu la follaba y la llamaba su pequeña perra inútil.
Tzuyu no solamente era una mujer de follar. Nayeon lo descubrió cuando, después de pasar tiempo en la piscina y darse una corta ducha, ambas se sentaron a ver una película. Durante todo ese rato llevaban ropa, por supuesto. Nayeon llevaba la ropa de Tzuyu después de que ella rompiera la suya. Pusieron una película de Netflix y disfrutaron de unas ricas palomitas caseras que la más alta había preparado.
En ese momento, la atmósfera cambió. Tzuyu mostró su lado más relajado y cómodo. Se alejó de la intensidad sexual que las envolvía para compartir un momento más tranquilo y casual. Se reían juntas, comentaban la película y compartían confidencias. Nayeon se sorprendió al descubrir que Tzuyu tenía un gusto especial por las películas románticas y que disfrutaba de los pequeños placeres cotidianos, como hacer palomitas o simplemente relajarse viendo una película.
La tensión sexual que las había caracterizado durante todo el día se desvaneció temporalmente, dejando espacio para una conexión más genuina. Era como si ambas mujeres exploraran una nueva dimensión de su relación, descubriendo aspectos de la personalidad de la otra que iban más allá de la pura atracción física. Este momento de tranquilidad y complicidad permitió que su conexión se fortaleciera de una manera diferente, agregando capas a su relación que iban más allá de la pura lujuria.
Tzuyu no pudo resistir recordar la noche anterior con Nayeon mientras veían el final de la película. Los protagonistas de la pantalla compartían besos apasionados, lo que avivó las memorias de los gemidos y susurros de la joven bajo Tzuyu. Recordó lo caliente que se sintió su coño a su alrededor, el sonido de su voz entre jadeos, la visión tentadora de sus piernas abiertas y los intensos gemidos que llenaron la habitación.
La mirada de Tzuyu se desvió hacia la concentrada Nayeon. Esta llevaba puestos unos boxers de Tzuyu y una camiseta holgada, sin sujetador, ya que Tzuyu se había encargado de deshacerse de esas molestas prendas. La tentación resultó irresistible, y Tzuyu deslizó su mano bajo los boxers, explorando el terreno conocido de la intimidad de Nayeon.
Nayeon volteó a verla cuando Tzuyu inició su exploración, y la mirada voraz que recibió fue solo el preludio de lo que estaba por venir. Con la yema de sus dedos, Tzuyu comenzó a acariciar los labios inferiores de Nayeon, suavemente, apreciando la suavidad y plenitud. Luego, continuó rodeando el clítoris, provocando que Nayeon contuviera la respiración y emitiera gemidos propios mientras Tzuyu mantenía su atención en la zona que estaba explorando.
Finalmente, Tzuyu tocó el clítoris con determinación, aplicando presión con sus dedos. El resultado fue inmediato: Nayeon soltó gemidos que escapaban de sus labios, y sus piernas empezaron a moverse inquietamente en respuesta al placer que Tzuyu le estaba proporcionando. Aunque Tzuyu tenía la capacidad de imponer su dominio en ese momento, decidió optar por una experiencia diferente, sabiendo que la chica estaba disfrutando cada instante de lo que le estaba haciendo.
En medio de aquel torbellino de sensaciones, Nayeon ofreció una sugerencia audaz: “Puedo tocarte la polla, si quieres”. Sin embargo, Tzuyu optó por ignorar esas palabras tentadoras y continuó enfocándose en acariciar el clítoris de Nayeon. Con dos dedos, exploraba constantemente la humedad de la joven, provocándole gemidos y entregándose a la suavidad que sentía en sus dedos. Tzuyu estaba embriagada por la deliciosa sensación del éxtasis que estaba provocando en aquella joven entregada al placer. La complicidad y la tensión sexual llenaban la habitación mientras ambas mujeres exploraban los límites de su deseo mutuo.
“Bonita, voy a comerte el coño”, anunció Tzuyu con una intensidad que hizo que la anticipación en la habitación se elevara. Nayeon comprendió de inmediato y se bajó los boxers de Tzuyu, dejando al descubierto su reluciente coño.
Se puso de pie frente a Nayeon, quien, en ese momento, se acomodó en el amplio sofá y abrió las piernas para recibir a Tzuyu. La visión que tenía ante sus ojos era simplemente deliciosa: un hermoso coño que la esperaba, mojado y listo para ser explorado por su lengua experta.
Luego se arrodilló frente a Nayeon, tomando un momento para admirar la vista antes de inclinarse hacia adelante y acercar su boca al coño deseado. La anticipación creció aún más en la habitación mientras se preparaba para brindarle a Nayeon una experiencia oral intensa y apasionada.
Tzuyu no pudo resistirse a la tentación de explorar más a fondo. Con sus dedos, abrió los labios de Nayeon y observó el rosado y mojado interior. Acercó su nariz para apreciar el aroma, deleitándose con la vista de aquel coño que parecía un altar de placer, dispuesto a ser pervertido y usado hasta el último suspiro. Le dio una rápida lamida, evaluando la reacción de Nayeon antes de sumergirse completamente en el festín.
Se sorprendió al descubrir que el sabor era celestial, como si alguien hubiera hecho un sacrificio por ese delicioso coño que ahora disfrutaba. Tzuyu no perdió tiempo y comenzó a chupar con deseo y hambre. No esperaba que el sabor fuera tan exquisito para su lengua, pero se entregó al acto con fervor. Su lengua se movía con maestría por todo el manojo de nervios, cubriéndolo de saliva y saboreándolo como si fuera la última fruta en el universo.
Tzuyu disfrutaba el poder de someter con su lengua, provocando temblores y gemidos exquisitos en Nayeon. A pesar de las súplicas de esta última, Tzuyu continuaba su propio juego, ignorando las peticiones de más. Con ambas manos, separaba las piernas de Nayeon y se entregaba a devorarla con un hambre voraz. Torturaba el clítoris con lametones, succiones y el cálido fuego de su boca.
Persistió en su tarea hasta que el infierno se congelara y las olas dejaran de azotar la marea, así como planeaba azotar a Nayeon más tarde. La presión de su lengua, combinada con la destreza de su boca, llevó a Nayeon a un fuerte orgasmo que se manifestó en un gemido poderoso. Por un breve momento, se preguntó si Tzuyu tenía vecinos que pudieran ser molestados por el ruido, pero esa preocupación se desvaneció rápidamente cuando la mujer no dejó de lamer, succionar y limpiar cada rincón de Nayeon, haciéndola temblar como una secadora vieja.
Después de disfrutar del coño de Nayeon, Tzuyu se levantó del suelo y se sentó a su lado. La mirada de Nayeon se desvió hacia la gorda y preciosa punta que se delineaba en los boxers de Tzuyu, y la idea de seguir con la tarde de películas quedó completamente descartada. Acomodándose en el sofá como pudo, Nayeon recibió un azote en el coño por parte de Tzuyu, haciendo que temblara y gritara.
“Me darán celos si me entero de que alguien más te ha tocado ese coño”, murmuró Tzuyu.
“Lo tendré en cuenta”, respondió Nayeon.
Tzuyu volvió su mirada hacia la erección, y al percatarse de la atención de Nayeon, se agarró con una mano y la sacudió, provocando una reacción evidente en la castaña.
“¿Quieres polla, zorrita?”, se rió Tzuyu con gentileza.
Ante la mirada suplicante de Nayeon, quien no se molestó en lo absoluto en ponerse el bóxer de vuelta, Tzuyu continuó provocándola.
“Qué linda mi perrita. Quiere pene, no ha tenido suficiente todavía”, decía Tzuyu mientras agarraba su pene, se daba palmadas con él en la mano y luego lo movía de manera sugerente. “Vamos a darte lo que quieres, al fin y al cabo, eres mi invitada y estoy siempre a tu orden”. Mientras hablaba, deslizaba su mano desde el glande hasta la base con lentitud, sin dejar de mirar a Nayeon.
“Ve a la habitación”, ordenó Tzuyu.
La chica buena solo obedeció.
Sentada en el sillón cercano, miraba con deseo a Nayeon, quien yacía en la cama con las piernas abiertas, ansiosa por sentir cada pulgada de Tzuyu profundamente en su interior. La decisión de trasladarse al cuarto de invitados se debió al estado de la cama de Tzuyu, testigo de los encuentros apasionados de la noche anterior.
La rubia rogaba internamente por una sola cosa: ser penetrada por Tzuyu, cada centímetro hasta el fondo de su vagina. Tzuyu, por su parte, la observaba con admiración mientras se deshacía de su camiseta, dejando al descubierto su verga empinada y dura como roca. La luz del atardecer filtrándose por la ventana añadía un toque de misterio y erotismo al ambiente.
Tzuyu tomó un frasco de lubricante de sus pertenencias y, con una expresión burlona, se sentó en el sillón al lado de la cama. Nayeon, confundida, pero, excitada, permanecía con las piernas abiertas, esperando ansiosa a que Tzuyu continuara. La mujer dominante comenzó a aplicar el lubricante en su polla, deslizando sus manos desde la base hasta la punta, mientras mantenía la mirada fija en Nayeon. También se ocupó de sus pesadas bolas, cubriéndolas generosamente con el resbaladizo líquido.
Nayeon, lamiéndose los labios ante la visión tentadora, anhelaba sentir la dureza de Tzuyu hasta el fondo y un poco más. La promesa de placer y dominio llenaba la habitación, creando una tensión erótica que anticipaba un encuentro ardiente entre ambas mujeres.
Pasó un poquito más de lubricante por la punta antes de dejar el frasco a un lado y mirar a Nayeon. “Toma asiento, bebé”, se dio a sí misma una palmada en su falo y abrió las piernas. Creaba una anticipación que dejaba a la rubia con la boca entreabierta. La forma en que esa mujer lograba encenderla con simples gestos era casi surrealista.
La rubia, ansiosa por sentir a Tzuyu en su interior, se levantó de la cama y se dirigió al sillón donde estaba Tzuyu. Subió encima, colocando el glande en la entrada de su sexo y descendiendo lentamente, aferrándose a los hombros de Tzuyu mientras gemía con cada centímetro que la llenaba.
La posición hacía pensar a Nayeon que podría tener algún control en ese momento, pero pronto se dio cuenta de que Tzuyu no estaba dispuesta a concederle ese lujo. Una vez completamente adentro, Nayeon se inclinó hacia adelante, tal como le ordenó Tzuyu. Y justo cuando pensó que tendría la oportunidad de montarla, Tzuyu tomó el control de la situación.
Con manos firmes en la cintura de Nayeon, Tzuyu inició un frenético vaivén. Comenzó a follarla con rapidez, agarrando el trasero de la rubia y moviéndose con determinación de arriba a abajo, hundiéndose completamente en cada embestida. Los gemidos llenaban la habitación mientras Tzuyu tomaba el control total.
“Tan desesperada por ser llenada”, resonaban los gemidos de Nayeon en la habitación, creando una sinfonía erótica. Aunque inicialmente había pensado que podría volver loca a Tzuyu mientras la montaba, al final estaba complacida; quería a Tzuyu dentro de ella, y eso era exactamente lo que obtuvo.
“Desesperada por ser llenada, ¿no es así?”, azotó las nalgas de Nayeon. “No puedes vivir sin una polla que llene tu agujero, ¿verdad? No sobrevivirías”, se rió con una mezcla de burla y lujuria.
A Nayeon le encantaba que Tzuyu se burlara de su necesidad, de su anhelo compartido. Cuando estaban juntas, encajaban perfectamente y la intensidad de su conexión se volvía palpable en su encuentro íntimo. Tzuyu golpeaba el punto exacto cada vez que embestía, creando un caos erótico entre sus cuerpos.
De repente, Tzuyu se retiró por completo, volteando a Nayeon para mirarla. “¿P-por qué te detienes?”, balbuceó Nayeon entre jadeos, sintiendo como si la retirada fuera una ofensa.
Tzuyu la miró intensamente. “Dime que estás necesitada de que te llene, que no puedes vivir sin eso”, provocó, queriendo llevarla al límite. Nayeon anhelaba a Tzuyu de nuevo, y Tzuyu quería que eso fuera evidente. Un azote en el culo resonó. “Contesta, pequeña puta”, gruñó Tzuyu.
“Te necesito, Tzuyu”, Nayeon murmuró, y casi sonó como un gemido.
“¿Dónde me necesitas? ¿En tu dulce hoyo?”, provocó Tzuyu, agarrando su cuello con fuerza.
“Por favor”, rogó Nayeon.
“¿En dónde? ¿En tu coñito sucio? ¿Ahí me quieres?”, apretó más el agarre en su cuello.
“Dentro, por favor”.
“Apuesto a que sientes como si hubieras perdido una parte de ti, ¿verdad, bebé?”, Tzuyu sonrió perversamente mientras tomaba su polla y la enterraba hasta el fondo. Nayeon soltó un grito, quizás por lo repentino, quizás de alivio. Tzuyu se quedó dentro, pero no se movió, disfrutando del momento y de la rendición de Nayeon.
La desesperación de Nayeon era palpable, y su único deseo era convencer a Tzuyu de satisfacer su anhelo.
“Tzuyu, por favor. Quiero tu polla, la necesito”, suplicó con voz apasionada y desesperada.
“¿La quieres, bebé?”, respondió Tzuyu con la ternura de un depredador hambriento.
“La quiero, muévete”, pidió Nayeon con voz lastimera, ansiosa por sentir el movimiento de Tzuyu.
“La chica buena quiere que le follen el coñito, ¿no es así? ¿Quieres que folle tu coñito?”, añadió Tzuyu, provocándola más. “Sí, sí, por favor”, Tzuyu soltó su agarre en el cuello de la chica y reanudó las embestidas, haciéndola gemir desconsolada por la sensación. “Sí, Tzu… Tan grande…”.
“Así es como te gusta, zorrita. Una puta por mi polla y no lo niega”, murmuró Tzuyu con una voz que rezumaba en los oídos de Nayeon.
Ambas manos de Tzuyu en su culo mientras la penetraban ferozmente, por un momento Tzuyu detuvo las embestidas y le dio paso a Nayeon para que la montara. La rubia no pudo evitar dejarse llevar por la sensación. Montaba esa polla como si no hubiera un mañana. Sentía como la desgarraba cuando llegaba al fondo, durísima, demasiado deliciosa en su interior, mientras que Tzuyu solo jadeaba y guiaba con sus manos en el culo de la chica.
“Perrita, me vas a sacar la leche”. Cada vez que Nayeon bajaba, lo hacía con fuerza y era maravilloso. Estaban cerca, pero la verdadera sensación, la dicha absoluta, no tuvo comparación cuando Nayeon aumentó la velocidad y se apretó en Tzuyu, desencadenando un orgasmo poderoso. Semen dentro. Tzuyu viniéndose dentro de ella, fue lo que desencadenó el fuerte orgasmo de Nayeon.
Nayeon recostó su cabeza en el hombro de Tzuyu, y ambas se quedaron ahí unos segundos, sintiendo cómo sus cuerpos se recuperaban del intenso encuentro sexual. El sudor aún cubría sus cuerpos, y las respiraciones pesadas llenaban la habitación. El aire estaba impregnado con el aroma del deseo y la satisfacción mutua.
Tzuyu, acariciando suavemente el cabello de Nayeon, rompió el breve silencio. “Eres increíble, pequeña, ¿Te gustó?”, preguntó con voz ronca.
Nayeon levantó la cabeza y le dedicó una sonrisa satisfecha. “Sí, Tzuyu. Me encantó”, respondió, mientras una chispa juguetona brillaba en sus ojos.
Tzuyu sonrió, complacida con la respuesta, y le dio un suave beso en la frente. Se quedaron allí, abrazadas, disfrutando del después de su apasionado encuentro. La complicidad y conexión entre ambas eran palpables, y la habitación parecía impregnada de la intensidad de su deseo compartido.
Y lo demás fue historia.
Aunque no está de más mencionar que Nayeon se quedó a “dormir” nuevamente en casa de Tzuyu. De madrugada, se aventuraron por más marihuana en el auto de Tzuyu, compartiendo risas y complicidad mientras disfrutaban de la noche. En la parte trasera del auto, Tzuyu le comió el coño con pasión, explorando nuevas formas de placer. Incluso, en una ocasión, disfrutaron de un buen sexo en el patio trasero, entregándose al éxtasis al aire libre.
Cuando Tzuyu llevó a Nayeon de vuelta a su casa, no pudo resistirse a tentarla con nuevas promesas. Mientras le frotaba el hoyo de su trasero, le susurró al oído, prometiéndole que la próxima ocasión se aventurarían aún más y follaría su culo.
Así, en este viaje de perversión y placer, Nayeon descubrió no solo nuevas facetas de su sexualidad, sino también la libertad de explorar sus deseos más íntimos sin restricciones. Tzuyu, por otro lado, encontró en Nayeon una compañera que compartía su apetito por lo prohibido, llevándolas juntas hacia un horizonte de experiencias eróticas y emocionales que ninguna de las dos olvidaría.
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