Extra: Celo
Debido a que el departamento anterior sólo tenía una habitación, decidieron comprar uno más grande para que Teodoro tenga su propia habitación y esté cómodo, sin embargo siempre hay algo que moleste a Efer.
—¿Tienes ropa para lavar? —pregunta al entrar a su habitación—. Mirrey ya preparó la-
—¡Ahhh! ¡Toca antes de entrar! —grita al cubrir su entrepierna con una almohada.
—¿Otra vez? —pregunta al cruzarse de brazos—. Con esta ya van 31 veces que te atrapo así.
—¡¿Cuentas las veces?! ¡No fueron tantas! —dice en su defensa mientras cubre su rostro, está terriblemente avergonzado. Más aún cuando Mirrey también entra al cuarto.
—Esto no es normal —comenta el felino al hacer una mueca, hay una insana cantidad de revistas, fotos, y tal vez vídeos porno en la computadora portátil del pardo.
—¡Dejen de juzgarme! —suplica Teo al estar cubierto por las sábanas—. Compré todo con mi dinero, ¿bien?
—No es eso. A tu edad es normal estar en celo casi todo el tiempo pero tú te encierras en lugar de buscar hembras —lo regaña el león al cruzarse de brazos—. Estoy seguro que allá afuera hay osas que se encuentran en tu misma situación.
Teo murmura algo, aunque ellos no logran entenderlo y el cuarto se sumerge en un profundo silencio. Entonces Efer le dice que le darán unos minutos para que se prepare y saldrán a dar un paseo. El oso se quita las sábanas para luego suspirar.
Cuando el tiempo termina él sale de su habitación, encontrando a la chica recostada por la pared. Sin saber exactamente lo que harán él la sigue fuera del departamento y del edificio.
—¿A dónde vamos? —pregunta mientras camina cabizbajo y con las patas en los bolsillos de su chaqueta.
—Buscamos hembras para ti, invita a una osita a salir —responde al mirar con detenimiento su alrededor, busca a alguna disponible aunque no sea una especialista en el tema.
—No puedo hacerlo —murmura por lo bajo—. Nunca hablé con una hembra antes, era el único oso en el pueblo —agrega al momento de cubrir su rostro con las patas.
—Tienes todo mi apoyo, ¿okey? Es normal estar nervioso —habla mientras lo empuja para que continúe caminando—. Seguramente que si sabes tratarlas, ¿no aprendiste nada con esas revistas?
—No se aprende nada de esas cosas, sólo a...
—Disculpe, ¿sabe dónde podríamos encontrar osos grises en esta ciudad? —le pregunta Efer al flamenco que pasaba caminando—. Mi hermano busca citas.
—¡Efer!
—Hay un lugar dónde se hacen citas, está a unas calles de aquí —responde el ave al señalar la dirección, agregando que si siguen derecho verán el cartel del local.
Ella le da las gracias por ayudarlos y toma la pata de Teo, este se resiste a ir, pero es arrastrado por la más pequeña. Esto es humillante, muy humillante, se repite una y otra vez.
Al llegar a su destino ven que se trata de una especie de café donde varios osos se reúnen, no sólo los pardos. Él queda paralizado, aunque Efer lo peina con su mano y lo arregla antes de entrar. En ese momento todos voltean hacia ellos, Teo odia ser el centro de atención, sin embargo es ella a quien miran con tanto asombro.
—Te espero afuera, mucha suerte —dice al empujarlo nuevamente. Él le sonríe al oso negro de la entrada y le pide que le explique cómo funciona las citas allí, hay muchas mesas en todo el lugar.
El otro oso le dice que las mesas son para que cada pareja se conozca y cada cinco minutos los machos deben moverse a la siguiente para conocer a las hembras, pueden hablar de lo que quieran y si tienen suerte acordarán tener una segunda cita.
Los otros machos se ven rudos, piensa al sentirse un poco intimidado, aunque no se da cuenta que él es uno de los más grandes en el lugar, sólo es superado por dos osos polares.
—Hola —una voz delicada hace que levante la mirada, ya que todo el tiempo estaba viendo la mesa. Teo queda embelesado por la belleza de la osa ante él, tanto que no es capaz de hablar—. ¿Cómo te llamas? —pregunta al acercar su silla para estar más juntos.
—Teo —dice como un susurro. Todo su pelo se eriza cuando la siente tomar su brazo, ella inspecciona sus músculos de manera discreta.
¡Está tocándome! Es más pequeña que yo y huele a flores silvestres, se dice a sí mismo mientras continúa esponjado.
—Yo me llamo Rhea —se presenta con una sonrisa—. Que bueno que viniste conmigo primero, ¿ese simio es tu sirviente?
—Ella es mi hermana, no te confundas —responde, usando un tono grave de voz que la hace estremecer.
—Oh, lo siento. No es normal ver hermanos tan diferentes —murmura ella al bajar la mirada.
—Ah, l-lo sé, lo sé... Ella me animó a venir.
—Entonces ya sé a quién agradecerle.
Media hora después Efer ve salir a su hermano oso del lugar, su rostro es una mezcla tonalidades entre marrón, anaranjado y rojo, parece el atardecer.
—¿Cómo te fue? —le pregunta mientras palmea su brazo para sacarlo del trance en el cual está sumergido.
—T-Te-ngo e-el... el número de... d-de tres hembras.
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