Extra 7: Humanos
Efer camina hacia el sillón donde Mirrey se encuentra tomando su siesta, lo ve muy tranquilo con su postura relajada. La cola se mueve suavemente, haciéndole saber que no está dormido del todo. Ella se acerca para comenzar a acariciar su melena, ya está bastante larga y tal vez la corte dentro de unos días. Se distrae haciendo unas pequeñas trenzas mientras está arrodillado a su lado, en ese momento el felino bosteza y abre un poco los ojos para buscar otra buena posición. Pero termina despertando al verla.
—¿Qué haces? —le pregunta al voltear. Queda boca arriba para tomarla y abrazarla—. Justo lo que necesitaba.
—Espera, ya no duermas —dice al darle unas palmaditas en su rostro. Él la detiene al tomarla de las manos para luego llevarlas a sus orejas.
—¿Por qué? —pregunta en un tono bajo.
—Quisiera salir.
—No hace falta que me pidas permiso, puedes ir a dar un paseo cuando quieras —responde, sintiéndose un poco extrañado por ello. Efer siempre sale cuando quiere o está en el departamento todo el día, no tiene una rutina fija.
—Quiero que me acompañes —responde, mostrándole sus mejillas rosadas—. Esto es especial —agrega.
—Me encanta cuando te sonrojas, el sonrojo es muy notable en tu piel —murmura para apretar sus mejillas como siempre lo hace.
—No me molestes —susurra al hacer un puchero—. ¿Vienes conmigo?
—Claro —asiente. Estando ansioso por saber a dónde irán esta vez.
Él se prepara para salir, ya que con su ropa cómoda no irá a ninguna parte. Efer le toma de la pata en todo el camino. El león intenta adivinar a dónde se dirigen, no es al parque central, ni tampoco a la mansión de Ser o al restaurante donde comen los fines de semana. Esta vez lo lleva a un destino completamente diferente.
—Hoy es la inauguración —comenta cuando se detienen frente a un edificio pequeño pero bastante pintoresco.
—Museo de historia sobre la vida humana —lee los carteles que están colgados por la fachada—. Realmente lo hicieron y sólo les tomó 4 años.
—Vamos. —Efer lo lleva dentro mientras sonríe. Allí no hay demasiados animales interesados en los humanos, aunque por lo menos ahora todos saben que realmente existieron y no eran monstruos como creían.
Mirrey sigue a Efer mientras observan las exhibiciones, todo lo que está se encontraba en aquel búnker bajo tierra. Gracias a la ayuda de los animales acuáticos también pudieron sacar restos de antiguas naves del fondo del mar, que luego han armado en tierra para exponerlos en el museo.
—Parece que también tenían barcos y lanchas —comenta el león pensativo.
—El cuerpo del hombre está por aquí —señala ella para trotar hacia esa dirección. A su alrededor hay estantes con libros, con una explicación resumida de lo que se trata cada uno al igual que los artefactos.
—¿Qué es eso? —pregunta él al ver que el cuerpo del hombre está rodeado de unos objetos muy extraños en su lecho.
—Son armas de fuego —contesta Efer mientras toca el cristal que los separa—. No son herramientas como lo es un cuchillo o un hacha. Fueron creadas para matar —murmura al leer las inscripciones.
—¿Matar?
—Eso tiene mucho sentido, explicaría nuestra actual forma de vivir —murmura para sí misma—. A mis hermanas y hermanos nos enseñaron que somos un mal.
—Eso no es cierto —niega Mirrey.
—Tal vez no tenemos personalidad para no ser impredecibles y somos fuertes para defendernos sin necesidad de utilizar armas —deduce para luego mirarlo—. ¿Qué piensas?
—No sólo tú, los antiguos humanos también influenciaron en nosotros. La ropa, vivir en ciudades, etc —él da una pausa para luego soltar aire, realmente no sabe qué decir pero ella aguarda—. Pero tienes personalidad, eres buena, un poco seria, directa, también cariñosa y atenta. Parece que, aunque intenten alejarse de la Tierra, este siempre será su hogar. Bueno... eso no es lo que me preguntaste.
—Está bien. El mundo, las interacciones y experiencias me moldeó. Es lo que tratas de decir, ¿no? —comenta al abrazarlo.
—¿Ves? También me gustan los abrazos —dice al corresponder. Ella sonríe para luego seguir recorriendo el museo, como lo esperaba, los antiguos humanos son muy diferentes a ella pero es eso lo que le da más curiosidad por aprender y conocerse—. Vamos a seguir viendo la exhibición —propone cuando se separan un poco.
—Si.
—Mira, esas son esculturas —señala el felino mientras se acercan.
—"Estas esculturas son cortesía del clan de delfines Rancier, las figuras humanas estuvieron sumergidas en sus arrecifes por muchos años" —lee ella en la placa. Hay dos esculturas que llaman la atención de Efer, es una pareja en una postura extraña.
—¿Qué tienes? —le pregunta al verla tan pensativa, las esculturas se encuentran muy erosionadas por el agua pero se pueden apreciar todavía características como su ropa y borrosas expresiones.
—Nada, sólo intento descifrar qué hacen —murmura, entonces Mirrey mira a la pareja y niega con la cabeza.
—Están bailando —dice él con una sonrisa. En ese momento tiene una idea de donde ir ahora, aunque ella quiere continuar investigando sobre los antiguos humanos, él la convence de acompañarlo a otro lugar—. Es hora que aprendas a relajarte.
—Perdería tiempo valioso, hay tanto que analizar —contesta mientras caminan junto al felino. Mirrey roda los ojos.
—Si no tomas un descanso puedes hacerte daño.
—No porque me gusta aprender. —Efer mira a los animales que pasan caminando a su alrededor, en ese momento comienza a escuchar unos sonidos que llaman su atención.
—Creo que estamos llegando —dice Mirrey mientras mira su celular, ya que estaba siguiendo el mapa—. En esta parte de la ciudad cada viernes a la tarde hay un festival de música, la necesitamos para bailar.
—Eh. —Efer mira a un grupo de aves cantar mientras que los otros tocan instrumentos para acompañar sus voces con un ritmo alegre y pegadizo. Ella alza las cejas cuando él la lleva hacia una plaza, allí termina la calle y los peatones circulan tranquilamente. Hay puestos de comidas y el lugar está decorado con banderines de diversos colores colocados sobre ellos.
En el centro están los animales que se reúnen cada semana a tocar. Mirrey toma las manos de Efer para comenzar a bailar como el resto a su alrededor. La chica está un poco desconcertada ya que no sabe exactamente lo que debe hacer o cómo moverse.
—Sólo sigue la música —murmura. Pero luego reprime un gruñido cuando ella pisa accidentalmente su para—. Ay, justo en la garra pequeña.
—Lo siento, ambos avanzamos y...
—Está bien —dice al verla nerviosa—. Te enseñaré a bailar. Lo bueno es que puedes hacerlo como quieras, por ejemplo muy cerca de tu pareja. —Mirrey pasa a sujetarla de la cintura mientras se mueven a un compás lento, guia sus pasos con paciencia aunque lo pise en repetidas ocasiones.
—Tus patas traseras deben estar muy lastimadas, mejor dejemos de bailar —propone.
—No, ya estás aprendiendo —niega al darle una sonrisa—. Uno, dos, tres, uno, dos, tres...
—¿De verdad? —Ella no está muy convencida de eso, pero le agrada mucho la sonrisa de Mirrey y su determinación. Por ello sonríe también—. Te amo —murmura, provocando que el felino se detenga de golpe.
—Hum, ¿y eso?
—Siempre me lo dices y también quería hacerlo, se siente bien.
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