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Extra 4: Su sangre

Son altas horas de la noche, aunque Mirrey y Efer no pueden dormir debido a los incesantes golpes y ruidos provenientes del cuarto de Teodoro. Ambos se encuentran mirando el techo, intentando buscar una manera de ignorar todo aquello.

—Me arrepiento de haberlo ayudado —comenta el felino al fruncir el ceño—. Todas las noches es lo mismo, en cualquier momento tendrán crías.

—No, me informé al respecto y le expliqué los métodos de protección a ambos —dice ella, haciendo que Mirrey la mire con una mueca.

—Eso... Debió ser muy incómodo.

—¿Crees que exageré? —le pregunta al tocar tu pecho. Él le sonríe para luego negar, suavemente se gira hacia ella mientras le toma de la mano.

—Está bien. De no ser por ti no estarían haciéndolo casi todos las noches.

A pesar de eso están de acuerdo que son demasiado ruidosos y aceptan que esa noche tampoco podrán dormir tranquilos. Sin embargo todos los sonidos cesan en un momento, la paz y el silencio tan esperado al fin llega. Tanto Mirrey como Efer cierran lentamente sus ojos para dejarse vencer por el sueño.

A la mañana escuchan al oso despedirse desde la puerta, más bien grita desde la puerta que se va a trabajar. La chica aparta su cabello del rostro y frota sus ojos.

—Mi cuerpo no descansó bien —habla cuando se levanta para ir al baño. A pasos pesados camina hacia el cuarto y ve su reflejo en el espejo sobre el lavado. El león está detrás de ella mientras bosteza profundamente, su lengua sale de su boca y se enrolla.

Aún agotados se lavan el rostro y cepillan sus dientes para terminar acostados nuevamente en la cama. En silencio él lame su cuello con cuidado, haciendo que Efer abra uno de sus ojos para mirarlo.

—Es nuestro turno —susurra al momento de levantar su camiseta, la tomó del borde con los dientes y desgarra la tela para descubrir su pecho.

—Deberías dejar de romper mi ropa, esa era mi favorita —le dice mientras hace un puchero. Mirrey avanza y lo lame suavemente, disfrutando de sus labios, su boca sabe a menta debido al dentrífico.

—Compraremos más después, aunque... te prefiero sin ropa. —Él deja su pecho descubierto cuando también rompe el sostén. Efer toma las sábanas en sus puños al momento que comienza a tocarla, aunque lo hayan hecho anteriormente, su cuerpo aún no se acostumbra a las caricias o lamidas. Las siente igual de intensas como la primera vez.

Mirrey se encuentra lamiendo su estómago mientras la pata continúa sobre sus pechos. En un momento siente una leve mordida que la hace arquear la espalda y, debido a esto, termina haciéndose daño con las garras.

—Oh no, yo-

—Sólo es un pequeño corte —le dice rápidamente al tomarlo del rostro—. No debí moverme de manera brusca —murmura para tranquilizarlo.

—Lo siento... Ahora toda la habitación huele a sangre —musita al tener la herida muy cerca de su nariz. En ese momento da unas profundas respiraciones, cierra los ojos para concentrarse en el olor. No es la primera vez que está en contacto con sangre, debido que en sus momentos más oscuros le arrebató la vida a cientos de animales de todo tipo. Sin embargo la de Efer huele muy bien.

—¿Mirrey? Tu corazón late muy rápido —le dice, entonces siente su pequeña mano acariciar su melena.

—¿Puedo limpiar la herida? Una parte de mí desea probar tu sangre —habla, entonces humedece sus labios—. Tengo miedo.

—Confío en ti, hazlo.

—P-Pero... —Él da una profunda respiración para calmarse y levanta su mirada haciendo contacto con los ojos de Efer—. No dudes en detenerme si yo te hago daño —le pide cuando se decide.

Se acerca un poco y le lame la herida, siente la clavícula y el sabor de su piel que tanto conoce. En un momento degusta la sangre, haciendo que se separe de golpe y caiga de la cama.

—¡Hey! ¿Estás bien? —Efer gatea hacia el borde y lo ve agachado mientras tose, su boca saliva demasiado, tanto que humedece la alfombra.

—T-Tu san-gre... ¡Ahg!

—Tranquilo, pueden controlar tus instintos. Lo sé —habla mientras frota su espalda, no lo dejará solo en un momento así.

—No es e-eso... —dice y es interrumpido por arcadas—. Sabe horrible.

—¿Eh? ¿Sabe mal? —murmura, entonces lo acompaña al baño para que se limpie. Mirrey abre la boca y coloca una gran cantidad de pasta dental, incluso se la traga. Él voltea hacia la chica para verla probando un poco de su propia sangre—. Es normal para mí —comenta cuando deja de chupar su dedo, con el cual tocó el corte.

—Su sabor es muy amargo, desagradable, hasta me dio arcadas —el león describe dicho sabor, aunque un segundo después se arrepiente de todo lo dicho al creer que la ofendió—. Este... sólo digo-

—Es un mecanismo de defensa, tal vez —piensa en voz alta. En eso recuerda que él ya había probado su sangre cuando se conocieron—. Luego de atacarme lamiste tus garras.

—No me recuerdes eso.

—¿El sabor era el mismo? —pregunta al tomar lápiz y papel. Mirrey suspira para luego negar, diciéndole que el sabor era normal, muy distinto al de ahora—. Puede que ese sabor desagradable se "active" la segunda vez que la pruebas. Es una hipótesis muy vaga y tenemos que asegurarnos.

—¿Cómo? —cuestiona, no le gusta hacia dónde va la conversación.

—Dejando que otros carnívoros la prueben.

—No. Siempre dejo que hagas lo que quieras, pero esto es muy peligroso. —Mirrey se cruza de brazos mientras su cola se mueve de un lado al otro detrás de él.

—Si tengo razón podríamos hacer que muchos carnívoros le pierdan el gusto a la sangre fresca, las noticias reportaron ataques esta semana —comenta mientras se acerca para acariciar su melena, hace puntas de pie para alcanzarlo y sus pechos quedan unidos—. No alcanzo, eres muy alto.

¡No juega limpio!, exclama en sus pensamientos. Debe tener una gran fuerza de voluntad para no ceder.

—No dejaré que me muerdan tonto. Extraeré un poco de sangre con una jeringa, ¿bien? —Efer se aleja y se cruza de brazos. Inmediatamente él se acerca para lamer su espalda, busca reemplazar ese desagradable sabor por el de su piel.

—Está bien, de esa forma está bien —susurra mientras ronronea—. Vamos a curar ese corte, ¿si?

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