Extra 3: Día de trabajo
Teo trabaja en el parque central a la mañana, él se encarga de mantener el lugar en condiciones. Corta las ramas que estén a punto de caer, limpia las camino, rega las flores y más.
En su trabajo conoció a muchos animales, al principio ellos le tenían miedo ya que es un oso pardo. Sin embargo con paso de los meses se acostumbraron a la presencia del gran carnívoro, las constantes visitas de Efer también ayudaron a que poco a poco comenzaran a confiar en él. Es imposible que sea malo si una criatura más pequeña está muy cómoda a su lado.
—D-Disculpa... —alguien lo llama estando a sus espaldas, por lo que gira lentamente para ver a un grupo de ovejas.
—¿Si?
—Trabaja a-a aquí, ¿no? Queremos... i-ir al l-lago por favor... —habla un macho mientras tiembla al igual que el resto.
—Tengo mapas del parque, les señalaré el camino más corto para llegar —contesta al tomar uno de los varios folletos que tiene los bolsillos de su chaqueta y trata el camino en el papel con un bolígrafo.
—Gracias. —El rebaño se despiden, ya un poco más calmados.
—¡Teo! —En ese momento alguien salta sobre él y lo hace rodar sobre el césped, cuando se detienen el pardo se siente un poco mareado aunque sonríe al verla.
—Rhea —susurra su nombre en un tono bajo, provocando que ella se derrita en sus brazos.
—Adoro tu voz —contesta mientras oculta su rostro en el pecho de éste. Luego se separa para ponerse de pie y ayudarlo. Ambos se quitan las hojas y el pasto seco de sus ropas mientras ríen—. Te traje algo de comer, seguro no hiciste una pausa para desayunar.
—Pues no...
—Entonces vamos. —Rhea mira a su alrededor y ve las grandes mesas y bancos bajo la sombra de los árboles, estos son utilizados por los visitantes para hacer picnics. Ella lo toma de la pata para caminar hacia allí, entonces se quita su mochila para mostrarle una ensalada bastante grande, tiernas raíces y de postre tostadas con mermelada. Toda la comida está dentro de boles, ordenada de manera cuidadosa.
—¿Qué creen que hacen? —Un simio se hace presente, mostrándose bastante molesto con ellos—. Este es un lugar seguro para los herbívoros, ¿No crees que está mal comer carne aquí?
—Nosotros no comemos nada de eso —responde Teo al señalar la ensalada con sus garras.
—Son osos, no me hagas reír —el simio se ríe y les ordena que se vayan de allí porque él y su familia ocuparán ese lugar.
—Se ve delicioso —comenta al tomar su tenedor. Rhea asiente para comenzar a comer, Teo la sigue y comparten todo mientras charlan animadamente. Ambos están bajo la sombra de un gran árbol.
—No todos los simios son amables como tu hermana —murmura ella molesta.
—No importa, estoy acostumbrado. En el pueblo sólo un par de animales hablaban conmigo.
—¿De verdad? —dice para despeinar su pelaje un poco—. Ser herbívoro no le da derecho de ser maleducado con los demás. Un momento, vi a tu hermana comer carne un par de veces.
—Oh, si. Ella... Ella... Según lo que nos dijeron nuestros padres es una especie híbrida de chimpancé y gorila, aunque nos amaron por igual —le explica rápidamente y trata de seguir comiendo.
—Entiendo. Me hubiera gustado conocer a tus padres —susurra Rhea—. Si no te molesta puedes contarme más acerca de ellos.
—No me molesta, papá era leñador y proveía de leña al pueblo mientras que mamá era apicultora. La miel de sus abejas era la mejor y la vendía a buen precio —le cuenta, aunque esos recuerdos ahora sean muy tristes no los olvidará y siempre los tendrá vivos—. ¿Qué hay de los tuyos?
—Bueno, ambos están divorciados. Vivo aquí con mi mamá porque es maestra de historia y él ya formó otra familia. Pero todos somos felices, eso es seguro.
Ambos continúan hablando hasta que se detienen cuando una gran gota de lluvia moja la nariz de Teo, a su alrededor ve a los otros animales correr para buscar refugio. Una fuerte tormenta sorprende a todo en ese momento.
—¡Vamos a buscar un techo! —exclama por sobre el sonido del viento sacudiendo las ramas.
—Ve tú, tengo que asegurarme que todo esté bien en el parque. —Teo le presta su chaqueta para luego hacer una ronda por el lugar. Debe asegurarse que nadie sea herido por las ramas de los árboles que con arrancadas por el viento.
Él se tranquiliza al saber que todos los visitantes dejaron el parque sin problemas. Pero comienza a escuchar unos agudos gritos provenientes de un tronco que está a unos pasos, dentro de este logra ver a dos ardillas que chillan mientras llaman a sus padres.
—Shhh... Los llevaré con sus padres —les dice al acercar su pata hacia la entrada del hueco—. No tengan miedo, vamos, ellos deben estar muy preocupados por ustedes. Miren, trabajo aquí —habla al enseñarles la identificación que le dieron como guardaparques.
—¿N-No vas a c-comernos?
—Como semillas y nueces como ustedes —responde mientras los pequeños suben a su pata, con cuidado él los hace entrar en un bolsillo interior de su uniforme. Allí estarán secos y cálidos mientras busca a los padres.
El gran oso reanuda la caminata, quitando al mismo tiempo las ramas que pudieron caer en el camino exclusivo de circulación para pequeños animales.
Unos metros más adelante ve la caseta que utilizan todos los guardaparques para guardar las herramientas que usan para el mantenimiento. Allí una preocupada ardilla se refugia de los fuertes vientos y la lluvia, la tormenta para ella es un terrible huracán.
Sin descanso llama a sus hijos con la esperanza de poder escucharlos para ir a buscarlos, tiene miedo que mueran por la tormenta o que sean víctimas de algún ave rapaz. En ese momento sus gritos cesan debido a que nota que llamó la atención de un animal muy, muy grande. Éste la mira con sus ojos amarillos, todo está oscuro, los truenos se escuchan muy fuertes mientras el monstruo se acerca.
—¡Mamá! —Ella reconoce esas voces, entonces el oso se inclina para dejar a las pequeñas ardillas en el suelo. Ambas corren a su encuentro para abrazarla mientras lloran.
—Tenía mucho miedo —murmura al rodearlos con sus brazos con fuerza.
—Mami, él es Teodoro, nos ayudó a encontrarte —lo presenta uno de los cachorros, haciendo que éste se avergüence por ello.
—Me alegra saber que están bien. Pueden esperar aquí hasta que la tormenta pase —les dice antes de voltear.
—¡Espera! Puedo ayudarte —Ella escala rápidamente hasta llegar a su hombro al igual que sus hijos—. Debe haber más animales en problemas, haré que confíen en ti y se dejen ayudar.
—Gracias —contesta para luego dejarlos entrar al bolsillo nuevamente y continuar con los rescates.
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