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9.2

Lars despierta y se encuentra recostado en una camilla de la enfermería de la escuela, al mirar a un lado ve a la oveja de las manchas sentada en una silla. Ella se acerca, pero es detenida por el enfermero y la mirada de confusión que el mismo Lars tiene en su rostro.

—Oh, ya despertaste. Hice un análisis de sangre pero tu desmayo todavía no tiene explicación —comenta el equino mientras hace unas anotaciones—. Generalmente los desmayos en carnívoros es porque están anémicos aunque no es tu caso —agrega al darle un vaso de jugo de naranja.

—Ya me siento bien —responde antes de beber. Él regresa el vaso y mantiene la vista al frente, sin hacer contacto visual con la oveja. En eso su curiosidad lo lleva a girar la cabeza y la encuentra con la cabeza agachada al igual que sus orejas—. ¿Clío, estás bien? 

—Si, es que... Es la primera vez que dices mi nombre —murmura cuando sus mejillas se tornan rojas. Ahora que él lo sabe no se esforzará en ocultarlo.

—¿Ustedes son amigos? Es muy extraño que una oveja y un lobo estén juntos.

—Disculpe, Lars es un coyote y somos del mismo taller —lo corrige Clío de manera amable.

—Lo siento, debí suponerlo por tu tamaño —responde el equino cuando suelta una risa nerviosa. Él también parece ser un pura sangre, aunque no se parece a Kai, su tono de pelaje es diferente y no tiene esa actitud engreída.

 —Gracias —dice Lars hacia ambos. 

Minutos después ellos salen de la enfermería y para entonces el sol comenzó a caer, ya todos fueron a casa. Por ello son los únicos en la parada de autobús. Clío siente un poco de frío cuando el viento sopla, se abraza a sí misma hasta que él le coloca su saco sobre los hombros.

—Lo que dijiste —Lars aclara su garganta mientras juega con sus dedos—. Si es una broma-

—No lo es —lo interrumpe—. No bromearía con algo así.

—Eres una oveja y yo un coyote.

—Ya sé, tampoco lo entiendo muy bien —murmura al desviar la mirada—. Somos muy diferentes, pero también tenemos muchas cosas en común. Pero... s-si te sientes incómodo d-dejaré el taller —ni ella misma sabe lo que está diciendo, además comienza a dolerle el pecho. La situación ya se salió de control completamente.

 —No, necesito tu ayuda y sin miembros la coordinadora lo cerrará —responde él mientras mantiene la mirada en la calle—. No estoy incómodo contigo —agrega para tranquilizarla y consigue más que eso. 

Clío suelta una adorable risa mientras abraza la ropa de Lars. Hubiera deseado pasar más tiempo con él, más aún sabiendo que no se verán todo el fin de semana, pero el autobús llega.

—Es el que me lleva a casa. —Ella se levanta y trata de devolverle su saco.

—Llévatelo, está haciendo frío —Lars la detiene mientras le sonríe, entonces la despide sacudiendo su pata. Cuando el vehículo se pone en movimiento él comienza a caminar hacia a casa, porque esperar otro autobús sólo será una gran pérdida de tiempo. 

Al llegar, un poco cansado, lo primero que hace es tomar agua. Entonces su madre le habla, haciendo que escupa un poco debido al susto. Rápidamente se da vuelta y coloca su mejor sonrisa.

—¿Por qué llegas tarde? ¿Dónde estabas? —cuestiona mientras se cruza de brazos.

—En la escuela, ¿dónde más? —responde con suma tranquilidad, sin embargo ella se acerca olfateando el aire hasta quedar cara a cara—. T-Tuve u-un desmayo.

—Huele a herbívoro, ¿qué estás haciendo? Más te vale que nunca sienta olor a sangre en ti.

—No mamá, no es eso. Es que... —Lars baja la mirada para luego soltar un suspiro—. Hay una oveja, la única integrante de mi taller y yo le gusto. Me desmayé cuando se confesó.

—Es la excusa más estúpida que he escuchado —dice al tomarlo de una oreja—. Ya vas a ver cuando llegue tu padre.

—Ah, ay. ¡Es la verdad, no jugaría con algo así! —exclama mientras aprieta los ojos con fuerza. El agarre de su oreja desaparece y ella lo toma del rostro para mirarlo fijamente, lo conoce tan bien que con sólo mirarlo a los ojos puede descubrir sus más grandes secretos.

—No... puede... ser... —susurra al soltarlo lentamente—. ¿Cómo pasó? Que-

—Me dijiste que me apartara de los animales del taller de jardinería y pensé que esa ovejita estaba jugándome una broma con ellos. Pero decía la verdad.

—¿Te vió comiendo insectos?

—Si, justo después se me confesó. No se disgustó por eso —Lars suelta un bostezo y rasga su barbilla mientras trata de caminar hacia su habitación—. Con eso explicado... Tengo sueño, iré a-

—Alto ahí. Esto es grave Lars y debemos hablarlo.

—No es para tanto. Sólo son nuestras hormonas de adolescentes, ya pasará —comenta al alejarse, siempre mostrando su lado despreocupado.

Por otra parte Clío es regañada por tener el saco de alguien más. Al principio sólo parecía una discusión normal hasta que sintieron el olor del carnívoro en la tela. Ella no supo explicarlo y simplemente les dijo que su compañero lo olvidó y que luego lo regresará.

Ellos aceptaron esa explicación a medias, pero no había nada más que discutir. Clío, al entrar en su habitación tomó el saco y se arrojó a la cama. Estoy loca, se dijo antes de abrazar la prenda y sentir el perfume del coyote. 

Los siguientes días ayudó a su padre a preparar galletas y pan, además tuvo la idea de colocar fresas dentro como un ingrediente sorpresa y a los clientes les gustó mucho. Por ello, cuando las clases inician el Lunes, Clío lleva una caja de dichas galletas en su mochila. El agradable olor la tienta a comer, sin embargo hace un esfuerzo para no tocarlas.

—Son para Lars, son para Lars —se repite en sus pensamientos. Lamentable no pudo verlo a la entrada, ya que llegó tarde por preparar las galletas, pero planea comer con él en el almuerzo.

Las horas pasan con las mismas clases y profesores, aunque Clío nota que Fara ya no está sentada a su lado, sino que ahora prefirió tomar el lugar del fondo junto con otras cabras. Y todo por un macho, se dice cuando mira al frente nuevamente.

Unos minutos después se encuentra a sí misma mirando repetidamente el reloj de la pared. Las manecillas se mueven tan despacio, pero finalmente la hora del almuerzo llega y el timbre resuena en todo el edificio.

Ella rápidamente se pone de pie y lleva la caja en sus pezuñas. Aunque cuando sale por la puerta termina tropezando y cayendo sobre su obsequio. Clío soba sus rodillas y agacha las orejas al ver a Fara y a su nuevo grupo de amigas.

—Torpe como siempre.

—No había nada, tú me hiciste tropezar —la acusa.

—No culpes a los demás por tu torpeza —dice la otra cabra mientras ríen.

—Oh, esa cosa se maltrató mucho —señalan la caja, la cual quedó un poco aplastada.

Clío frunce el ceño al oírlas reír, entonces alguien aclara su garganta haciendo que las burlas se detengan. Él le da una mirada de desprecio hacia el grupo y suaviza su expresión al momento de inclinarse hacia la oveja.

—¿Estás bien? —le pregunta al extender su casco hacia ella.

—Si, gracias —responde y no acepta la ayuda del pura sangre para levantarse.

—¿Tú las hiciste? —comenta al ver las galletas, además se atreve a probar una—. Deliciosa.

—¿Gracias? Pero debo irme —Clío se disculpa, aunque no lo siente realmente y corre hacia el comedor. Como esperaba ve a Lars con su bandeja en una mesa apartada, ni siquiera tiene amigos carnívoros y eso le preocupa un poco, aun así camina hacia el coyote y toma el lugar disponible a su lado.

Él se atraganta con un bocado cuando lo saluda y rápidamente bebe un poco de agua para recuperarse. Ya más calmado le da una sonrisa mientras busca algo dentro de su mochila.

—Hice algo para ti —dicen al mismo tiempo mientras sostienen sus cajas.

—Está un poco maltratada —comenta Clío al ver algunas de las galletas rotas—. Tropecé.

—¿Para mí? —pregunta al acercar su pata a la caja. La ovejita asiente mientras sonríe, por ello él toma un par de galletas para probarlas. El sabor es dulce con una textura crocante, además siente el sabor característicos de las fresas—. Saben muy bien.

—Mi papá es panadero y me ayudó a hacerlas —comenta ella para luego mirar la caja de él.

—También hice algo para ti —murmura al verla abrir su obsequio. Clío toma la pieza de metal con curiosidad para examinarla, las cuales tiene las iniciales "T" y "A". Al principio no entiende muy bien qué significa hasta verlo usar uno igual en su uniforme—. Ya es oficial, son nuestras insignias del taller —agrega y sonríe mientras la ve colocarse la suya en su propio uniforme.

—Están geniales —comenta y se sonroja otra vez al notar el hecho de que son los únicos que usas esas insignias—. Es como un compromiso —susurra para sí misma.

—Ah, mamá sintió tu olor en mí y debí decirle la verdad.

—¡¿Qué?! —exclama, alargando la letra "e" y llama la atención de los demás alumnos.

Más de uno se acerca para asegurarse de que ella esté bien, en especial los herbívoros de mayor tamaño. Ella les explica rápidamente que sólo se sorprendió y que no fue su intención gritar, pero es muy difícil convencerlos. Debido a esto no pudieron charlar tranquilamente el resto del almuerzo debido a la compañía indeseada.

Al menos tienen un respiro cuando las clases terminan y deben ir al taller. Sin embargo encuentran toda la basura del taller de jardinería en la entrada.

Clío frunce el ceño y trata de caminar hacia los responsables. Pero Lars la detiene al tomarla con su pata.

—Está bien.

—No, no lo está. Primero te arrojan lodo y después tiran su basura aquí. —Ella insiste pero Lars se interpone en su camino, haciendo que choque contra su cuerpo. En ese instante ambos quedan paralizados, la ovejita siente el perfume del coyote mucho más intenso al tener su rostro contra el pecho de éste. Mientras que él sólo puede pensar en el par de bultos muy suaves contra su ser.

—Yo... Lo siento. —Él es el primero en apartarse, dando un paso atrás—. Fui u-un poco brusco —agrega, intentando sonar lo más normal posible, sin embargo su cola se mueve de manera incontrolable detrás de sí.

—No, no, está bien —responde ella apenas, sus piernas tiemblan y su rostro está muy rojo.

—Eh, la basura no es problema. Podemos usarla para hacer compost y fertilizar la tierra —dice mientras toma la pala de punta para comenzar a cavar un pozo—. Vamos a colocarla aquí, todo lo que sea vegetal sirve.

—Y ahí va de nuevo —murmura Clío mientras niega suavemente con la cabeza. Ella se dispone a apartar lo que sea papel y plástico de la montaña de ramas y hojas cortadas. Incluso encuentra rosales, con los cuales tiene mucho cuidado de no lastimarse con las espinas.

—Clío, ¿ya terminaste? —pregunta él al acercarse—. ¿No te... hiciste daño? —murmura al ver los tallos de rosales.

—Nop. El secreto está en las pezuñas —responde cuando aplaude y también le enseña las bolsas de residuos que llenó.

—Bien. El pozo ya es bastante profundo, yo moveré todas las ramas. —Lars le pide que se haga a un lado para darle espacio y toma las más grandes para arrastrarlas hacia el pozo. Él rápidamente retira toda la basura, dejando su taller limpio y, además encuentra una pequeña rosa blanca.

—Oh, es muy bonita —comenta Clío cuando se la enseña.

Él asiente y acerca la rosa hacia ella mientras le da una tímida sonrisa. La ovejita comienza a temblar nuevamente mientras toma el obsequio.

—Gracias Lars.

—Pensé que se vería muy bien con tu lana —dice, pero queda sorprendido cuando ella se come la rosa, asegurándose de no dejar ningún pétalo. Luego tira el tallo con el resto dentro del pozo—. ¿Que? No me comeré las espinas.

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