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7

Hoy es el primer día de trabajo de Ludo, al vivir en las costas del atlántico se dedica a ser traductor del lenguaje cetáceo como sus padres los son. Sin embargo no es un trabajo sencillo ya que en el océano las leyes no son tan efectivas, es un mundo aparte de la tierra con sus propias reglas.

—Buenos días —saluda a algunos amigos de su padre y aborda el barco con sus torpe andar, después de todo su cuerpo está diseñado más para el agua.

—Ludo, ¿cómo estás? —lo saluda un viejo pingüino, el capitán del barco—. ¿Cómo está tu padre?

—Bien, bien. No podrá volver a nadar sin su cola —responde, un poco desganado.

—Oh si, ese tiburón salió de la nada cuando estábamos recogiendo las redes. No quiso razonar con nosotros y nos atacó —le explica, pues no tuvo tiempo de hacerlo cuando llevaron a su amigo al hospital—. Estas cosas son... gajes del oficio. 

—Por eso me envió a mí, seré el traductor.

—¿En serio? ¿Estás seguro?

—También conozco en mar y sería un honor ayudarlos a-

—Lo siento pero no —lo interrumpe el viejo pingüino—. No quiero que seas lastimado como tu padre. Ludo baja la mirada, sintiéndose bastante decepcionado, aún así se mantuvo cerca, viendo cómo preparaban el barco pesquero. Su cola se encuentra agitando un poco el agua que golpea la roca bajo de él, no quiere regresar a casa luego de un fracaso como ese, por ello se lanza al mar y sigue al barco.

Todo va bien, ninguno de los pescadores nota su presencia aunque al salir para respirar, sufre un calambre en su aleta delantera.

—¡Ay, uhh, uhh! —exclama y termina llamando la atención de los demás, quienes se acercan a la proa.

—¿De dónde salió esa foca?

—Es un león marino que no debería estar aquí —responde el capitán de un tono serio—. Súbanlo, ya nadó demasiado.

Ludo entra en la red y los demás lo hacen abordar, al momento de desenredarse recibe un golpe del capitán.

—¡¿Qué te dije?! 

—Sólo quería nadar un poco pero ya estamos muy lejos para volver, ¿no? —responde mientras le da una sonrisa, el viejo pingüino mantiene su ceño fruncido y regresa a la cabina, junto a su segundo al mando.

—Así que... ¿Quién eres exactamente? —le pregunta una nutria gigante, quien recoge la red que usaron para subirlo al barco. Ludo estaba a punto de responder pero queda sin palabras al ver la gran cicatriz que atraviesa su rostro—. Oh, fue un pez vela. El más grande que había visto en mi vida y lo atrapé.

—¿E-En serio? —Ludo no puede creer que sólo una nutria sea capaz de tal cosa, están hablando de una criatura de más de tres metros y con un hocico en punta muy afilado. 

—Soy Brisa Riales —se presenta al extender su pata hacia él y hace una mueca al no saber cómo sostener la gran aleta del león merino.

—Ludo, Ludo Mabella. 

—Me encargo de la limpieza de los peces y del barco —comenta ella mientras rasca su cuello—. ¿Qué hay de ti?

—Soy traductor, hablo cetáceo como mi padre y un poco el lenguaje los delfines a agua dulce.

—Ajam, no necesitamos un traductor, los peces no hablan —murmura Brisa al cruzarse de brazos.

—Es curioso que una pescadora experimentada confunda a los peces con mamíferos acuáticos —comenta él, entonces da un salto hacia atrás cuando un cuchillo se clava en las tablas del suelo, muy cerca de su aleta.

—Ups, se me cayó. —Brisa toma el cuchillo y le da la espalda ya que tiene mucho trabajo que hacer.

Por su parte Ludo trata de normalizar su respiración, entonces mira el mar, la tierra ha desaparecido en el horizonte para entonces. El suave movimiento que las olas le dan al barco es muy relajante para él, hasta el punto de terminar dormido entre las redes.

Las horas pasan y, una vez adentrados en mar abierto, el capitán ordena extender las redes. Como eran de esperarse arrojan a Ludo a un lado ya que estaba estorbando, Brisa ríe a carcajadas luego del susto que le dieron al joven león marino.

—Hora de trabajar —le dice con una gran sonrisa.

—¿Puedo ayudar? —pregunta al acercarse. La nutria, junto a otros animales de la tripulación se lanzan al agua.

—Conduce el cardumen hacia nosotros —le ordena, haciendo que él asienta rápidamente y salte hacia el mar. El barco se detuvo a una distancia considerable para no asustar a los peces.

En el agua Ludo siempre se sintió mucho más libre que en tierra y lo demuestra al nadar con elegancia, como si volara en esas inversas olas de cielo claro.

Por un momento olvida su misión pero sacude su cabeza rápidamente y nada hacia el gran cardumen de sardinas. Al estar a unos metros de distancia nota a otros animales rodeando a los peces, estos son nada más y nada menos que delfines.

Sus cantos o silbidos, lo que los animales terrestres dirían que son, en realidad es un complicado lenguaje que sólo puede ser hablado bajo el agua.

>|Disculpen, buenos días|<

Se presenta de forma educada, llamado la atención de dos delfines, uno con una mancha clara en su cabeza, los demás no pueden detenerse porque los peces saldrían huyendo.

>|¿Qué cosa es esa, mamá?|< Preguntó el más joven y se acercó con mucha curiosidad hacia Ludo. Este iba a responder pero una gran burbuja escapó de su boca, recordándole que debe salir a la superficie para respirar. Luego de tomar una gran bocanada de aire, vuelve a sumergirse.

>|Soy un león marino|<

>|Respiras aire como nosotros|<

>|Ah si, y también comemos peces, mi capitán espera que lleve al cardumen hacia sus redes|<

>|Claro, mi familia ya terminó de comer. Si quieres podemos ayudarte, porque sólo eres uno|<

Ludo sale a la superficie nuevamente, al igual que los delfines y se vuelven a sumergir.

>|Gracias, sería de mucha ayuda|<

Ludo los guía hacia las redes, mientras conducen al cardumen hacia la trampa. En un momento nota como el delfín de la mancha se detiene.

>|¿Son... ellos?|< Cuestiona, haciendo que el resto de su familia se detenga, dejando escapar a las sardinas.

—¡Quítate! —exclamó uno de los pescadores antes de disparar una ballesta, la cual rozó la cabeza de Ludo y terminó atravesando al pequeño delfín.

Las aguas se tiñeron de sangre ante sus ojos, dejándolo paralizado por un momento. Todo sucede muy rápido entonces, los delfines se lanzan hacia los pescadores, quienes continúan atacando. Ludo no puede reaccionar, está paralizado mientra ve flotar el cuerpo ensangrentado, alejándose lentamente con la corriente. 

—¡¿Qué está pasando?! —exclama mientras respira rápidamente, al sumergirse intenta detener a todos. Sin embargo recibe un golpe de aleta demasiado fuerte que lo deja inconsiente.

La última cosa que ve son los rayos del sol a través del agua. Una vista demasiado calmada y pacífica a pesar de lo que está sucediendo a su alrededor. 

Lo que parece un simple parpadeo para él, al abrir los ojos notan que está recostado sobre la suave y húmeda arena de una playa totalmente desconocida. Poco a poco levanta su cuerpo y mira hacia el mar, entonces ve de nuevo al delfín de la mancha, el cual se sumerge y desaparecen de su vista.

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