40
Quinto día.
Efer se encargó de explicarle todo lo que vivió desde de que dejó la montaña, también respondió las cientas de preguntas que el oso le hacía por cada cosa. Le contó sobre Mia e Izaro, también sobre sus vidas, le habló de Jet y el accidente del acuario, en fin, le dijo todo. También lo que planea hacer.
Debido a esto han tendido una intensa discusión que continúa al día siguiente. Tal y como Mirrey hizo, Teo también está en contra de su sacrificio.
—No lo hagas, por favor —ya le ha dicho esto cientos de veces. Pero ella continúa con su posición.
—No esperaba que entendieras —murmura al mirar a un lado—. Me expondré en dos días como se lo prometí a Mirrey.
—Pero-
—Discutimos en vano —lo interrumpe para levantarse del sillón—. Iré con él para pasar tiempo juntos, ¿quieres venir?
—N-No —responde, su voz se quiebra debido al llanto—. No q-quiero in-comodarlos.
Efer asiente para luego salir del departamento, ya que el gran felino está allí, sino en un bar a unas calles de allí. Es de noche y le preocupa un poco que esté fuera tan tarde aunque él sea un carnívoro.
—Miren lo que tenemos aquí —dice uno de los lobos de seguridad—. ¿Estás perdida simio?
—No, busco a alguien —responde con seguridad.
—¿En serio? Este lugar no es para una criatura pequeña como tú.
—Gracias por su preocupación, sé cuidarme sola —les dice, entonces la dejan pasar mientras ríen. Ambos lobos apuestan cuánto tiempo durará la simio allí adentro.
Efer busca con la mirada al león sin melena, encontrándolo en la barra del bar. Lo ve desanimado y con las orejas agachadas. A pasos veloces se acerca a Mirrey, sin embargo alguien la toma del brazo para detenerla, al voltear ve a un conejo de pelaje negro.
—Hola, ¿estás perdida?
—Tengo buena orientación y sé dónde estoy —responde al recuperar su brazo.
—Espera, me gustan las hembras altas y con buenas piernas —dice al colgarse de su cintura—. Eres muy bonita.
Ella llega a la barra con el molesto conejo colgado, entonces Mirrey lo toma de sus orejas para levantarlo del suelo. El herbívoro patalea y se queja del dolor.
—Deja de molestarla —le dice el león al enseñarle sus colmillos.
—¡Ah! ¡Si, es toda tuya! —contesta mientras tiembla, cuando el felino lo suelta el conejo corre rápidamente.
—Malditos conejos calenturientos —murmura al mirarla—. Ya iba a regresar.
La chica se sienta a su lado y apoya su cabeza en el hombro de Mirrey. Lo ha notado un poco distante en los pasados días. Piensa que es un método de defensa, quiere alejarse de ella para no ser lastimado. En eso lo siente enrollar la cola en su brazo, por lo que comienza a acariciarlo.
—Cuando termines tu bebida, ¿te gustaría ver de dónde vengo? —le pregunta en un tono bajo, sonriendo por la expresión de curiosidad y asombro en su rostro—. La televisión dijo que en esta ciudad hay un observatorio.
—Si, vamos ya —acepta, entusiasmado. Por lo que buscan un autobús que los lleve a las afueras de la ciudad, donde se encuentra dicho observatorio.
En el camino Efer le dice que la tecnología que tienen en el planeta es primitiva, sin embargo será suficiente. Cuando llegan al lugar ella aprende más del sistema solar en dónde se encuentran.
—El nombre de este planeta no ha cambiado —murmura al ver una exposición, donde están suspendidos las esferas que representan cada planeta del sistema—. ¿Ya llegaron a la Luna?
—No lo sé, creo que sólo envían satélites de comunicación —comenta él mientras continúan avanzando. En el lugar se encuentran con una osa polar.
—¿Puedo ayudarles en algo? —pregunta en un tono amable.
—Buenas noches. ¿Podríamos usar su telescopio de mayor alcance? —dice Efer.
—Eh, no... Lo utilizamos para estudios y-
—Pagaremos si es necesario, además usted va a supervisarnos —comenta el león al darle una sonrisa. La osa entrecierra los ojos, por lo que agrega—. A ella le fascina el espacio y la astrología.
—¿De verdad? Yo de pequeña siempre observaba las estrellas y decidir estudiar el espacio exterior luego de ver una lluvia de meteoritos —les cuenta mientras guía a la pareja—. El espacio es infinito, quiero creer que no somos la única forma de vida en él. Eh, seguro piensan que estoy loca —murmura al notar que le está contando su vida y está segura que a los visitantes no les interesa eso.
—No, tienes razón. Sería ilógico pensar que somos la única forma de vida inteligente en el universo —contesta Efer.
Es muy apropiado que lo digas tú, piensa Mirrey al sonreír.
—¿También lo crees? Es por eso que quieres usar el telescopio, ¿no? —supone la osa polar, entonces la chica asiente rápidamente—. ¡Ah! Hace unos meses vi un meteorito bastante grande que entró en la atmósfera, fue impresionante.
—¿Y l-lo encontraron? —pregunta el león moviendo su cola de manera nerviosa.
—Me hubiera gustado, el lugar de impacto quedaba muy lejos y tal vez se desintegró al contacto con la atmósfera —responde al bajar la mirada—. Pero su paso quedó grabado en mi memoria, nunca lo olvidaré.
—¿Cómo funciona esto? —pregunta el felino cuando mira el lugar, están bajo una gran cúpula la cual se encuentra abierta y con el gran telescopio mirando hacia el cielo estrellado.
—Es más sencillo de lo que parece —habla ella mientras camina hacia unas pantallas—. Estas computadoras controlan al telescopio, aquí se ingresan las coordenadas hacia donde mirar.
Efer tarda un momento en reconocer las constelaciones, casi todas ellas han cambiado. Conoce mucho de la Tierra porque ellos no han olvidado de dónde vienen, aunque sus datos deben ser actualizados. Cuando haya un par de estrellas, estas la guían y mira con el telescopio a una pequeña estrella brillante. En ese momento voltea hacia Mirrey, señalando la pantalla.
—Entiendo...
—¿Qué sucede? —pregunta la osa.
—Es su estrella guía —contesta él rápidamente—. ¿Podemos llevarnos una foto?
—Claro. —Ella toca un par de botones, las pantallas capturan la imagen y luego se la imprime—. Listo, aquí tienes.
—Muchas gracias —le dice Efer al tomar la foto.
—Bueno, ya tenemos que irnos. Fuiste muy amable. —Mirrey la da las gracias por el tour y la foto, obviamente le pagó también, entonces se despiden para ir a la parada del autobús. Ya es muy tarde y no hay otros animales por esos lugares. El león se mantiene observando la foto, mientras que Efer está recostada por su brazo.
La noche es sumamente tranquila, el clima es fresco y las estrellas brillan en todo su esplendor al igual que las luciérnagas que vuelan a su alrededor. Ella mira sorprendida y se queda muy quieta cuando uno de los insectos se posa en su pierna.
—Bioluminiscencia, es muy bello.
—Vienes de aquí... Se ve sólo como un punto en el cielo —susurra Mirrey, haciendo que la luciérnaga vuelve con un movimiento de su cola—. ¿No quieres volver a casa?
—No, definitivamente —contesta con seguridad—. Las experiencias aquí fueron mucho más gratificantes, la Tierra es un planeta muy interesante y complejo al igual que los seres vivos que lo habitan.
—Alguien debe estar buscándote —supone, sin embargo la chica niega con la cabeza.
—Un rescate supone una gran pérdida de tiempo y recursos. Nadie vendrá porque no saben dónde estoy, y si lo supieran tampoco lo harían. Es como si quisieras buscar un grano de arena en específico en el mar, ¿lo entiendes con ese ejemplo? —Mirrey asiente mientras pasa su brazo sobre los pequeños hombros de Efer para atraerla hacia él.
—Si, entiendo... Son crueles.
—No es eso, los recursos-
—Eres muy buena —la interrumpe cuando apoya suavemente el mentón en su cabeza—. Por eso te amo.
—Eso no tiene relación con lo que estamos hablando —cuestiona al fruncir el ceño. Él suelta una risa nerviosa en ese momento, ya esperaba una respuesta así de su parte. Su puchero y pequeña nariz arrugada la hacen lucir muy adorable.
—No, pero cómo piensas responder. —Él la siente removerse un poco en su lugar para luego apoyarse en su pecho.
—El sentimiento es mutuo.
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