27
El grupo llega sumamente cansado debido al largo viaje, debieron caminar por una larga carretera al momento de dejar la ciudad. Los vehículos que pasaban no los querían llevar, algunos porque le tenían miedo a Mirrey, otros no querían que unos domésticos subieran a su auto y la mayoría no querían involucrarse con una simio.
—¡Llegamos! —exclama el león como un grito de victoria—. Es la ciudad Avellaneda, sólo estamos a un paso de... ¿Ama? —Él voltea al notar que los demás no están de lado, entonces la ve cargando a Izaro y a Mia.
—Ya no podían seguir —dice, entonces lo ve acercarse para cargar a ambos sobre sus hombros.
—Los llevaré yo. —Mirrey ve que ninguno está calzado debido a las ampollas en sus patas—. Sube sobre la mochila Ama.
—Estoy bien pero tengo hambre, ¿dónde hay un restaurante, cafetería o lo que sea?
—Bueno... —Cuando ellos entran a la ciudad pasan por un gran arco con el nombre de la ciudad, en ese momento dos avestruces uniformados los detienen.
—Bienvenido a la ciudad Avellaneda señor. Por razones de seguridad debemos preguntarle la razón de su visita y por cuánto tiempo se quedará con sus acompañantes —le pregunta una de ellas con una sonrisa.
Ella hace una mueca al notar que sólo miran al león, entonces comienza a sacudir sus brazos para llamar la atención de las grandes aves pero la ignoran intencionalmente.
—Estamos de paso, sólo nos quedaremos una noche y seguiremos nuestro camino —responde Mirrey. Entonces le entregan una identificación, la cual cuelgan en su cuello.
—Disfrute de su visita —los despiden las aves al dejarlos pasar.
Mirrey nota a la simio molesta, entonces le da unos golpecitos en el hombro con su cola para llamarle la atención. Ella voltea con el ceño fruncido, entonces la guía hacia un olor muy agradable y acaban llegando a un restaurante pequeño. El lugar parece abierto recientemente.
—Huele a pescado frito —comenta el gran felino mientras entran al local, su cabeza se golpea con el marco de la puerta debido a que es muy alto. El golpe sordo hace que el propietario del lugar dirija su mirada hacia ellos.
—¿Un león? B-Bienvenidos a... ¡Es mi ángel! —grita y vuela rápidamente hacia la simio. Aunque Mirrey lo detiene el pleno vuelo al sujetarlo de sus patas.
—¿Qué tratas de hacer?
—¡Espera, la conozco! —En eso cae al suelo cuando lo suelta, ya que dejó sorprendido al gran felino.
—Hola Jet —saluda ella con una sonrisa mientras lo levanta y acomoda alguna de sus plumas.
—¿Qué haces aquí?
—Iba a preguntarte lo mismo, es una ciudad de aves.
En ese momento Mirrey aclara su garganta luego de dejar a Mia e Izaro en unas sillas para que descansen. Él se inclina hacia el águila y entrecierra los ojos. Al tener la atención de ambos la simio lo presenta diciendo su nombre y también el de los domésticos.
—Te llamas Jet, ¿verdad? —dice mientras están comiendo lo que el águila preparó, él insistió que se quedaran y les preparó algo de comer.
—Así es.
—¿De dónde conoces a Ama?
Jet le explica que le salvó la vida y desde entonces ha estado muy agradecido. Pensó que no la volvería a ver luego de su extraña desaparición.
—Entonces te llamas Ama —dice el ave al mirarla.
—Yo la llamo así —corrige Mirrey—. ¿Qué es eso de ángel?
—Los ángeles son espíritus muy antiguos que protegen a las aves en todo momento, según las historias que mis padres me contaban de polluelo. Ama es un ángel para mi. En ese momento su ropa era blanca como la descripción de los espíritus -le cuenta para agregar—. Aunque ningún ángel intentaría cazar animales.
—¿Estaba cazando?
—Casi atacó a unos cuervos y-
—Ellos atacaron primero —lo interrumpe ella para luego beber un poco de agua—. ¿Qué haces aquí Jet? Tu restaurante es muy bonitos.
—Siempre quise empezar mi propio negocio y venir a la ciudad Avellaneda. Es el sueño de toda ave venir aquí al menos una vez en su vida. ¿Qué hay de ti? ¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo?
—Viajando. —Un silencio se forma en el lugar debido a que esperaba que ella agregara algo más, aunque se preocupó más por comer.
—Oh, es maravilloso.
—¿Puedes enseñarnos la ciudad? Necesitamos un lugar para pasar la noche —pregunta la chica, aunque la actitud de Jet cambia un poco.
—Bueno... No estoy seguro de que las otras aves les den alojamiento. Un carnívoro tan grande no es algo normal de ver -contesta, provocando que Mirrey suelta un rugido hacia él.
—Él no es un problema, te lo aseguro —dice Ama al palmear su cabeza. El gran gatito comienza a ronronear, al menos por unos segundos.
—Yo te creo pero... Si quieres pueden quedarse conmigo. Vivo justo arriba —propone sonriendo a lo que Ama regresa el resto.
—Gracias.
—No, no. Ángel, es lo menos que puedo hacer por ti. Coman todo lo que quieran, iré a preparar sus camas. —Jet los deja para salir volando por una ventana que está en el techo. Entonces el lugar se sumerge en un profundo silencio, en el cual sólo se escuchan los ronquidos bajos de Izaro. Él, al igual que Mia, quedaron muy agotados por la larga caminata.
—Sigues sorprendiéndome Ama. ¿De verdad intentaste atacar a unos cuervos?
—Había pasado cuatro días sin probar nada y no había conseguido encontrar moras o bayas —le explica, echándole la culpa a su hambre—. Al saber que cazar está prohibido comencé a robar para comprar comida.
—Ya veo... ¿Qué pasaría si no comieras carne en mucho tiempo? —cuestiona al arquear una ceja—. ¿Te convertirías en un monstruo asesino?
—Comería otra cosa. No dependo sólo de la carne, cuando ataqué a los cuervos era una situación especial.
Menos mal, si se descontrolara tal vez acabaría con cualquiera que se cruzara en su camino. Igualmente es mejor mantener su estómago lleno, se dice a sí mismo. Está tranquilo al saber que todavía tiene mucho dinero que pueden usar.
En ese momento Mia despierta y medio dormida comienza a comer el pescado. Mirrey suelta una risa ya que ella siempre le decía que comer a otro ser vivo es inmoral. El león la despierta al salpicar un poco de agua en su rostro, entonces traga el trozo masticado cuando abre los ojos.
—¡Ahhh! ¡¿Qué comí, carne?! —exclama mientras trata de limpiar su lengua.
—Es pescado, cálmate —le dice Ella mientras sonríe—. Hoy es martes, debes comerlo —le recuerda, haciendo que a gata baje sus orejas.
—Odio los martes —murmura al comenzar a comer con los ojos llorosos.
—Agradece tener dinero para poder comprarlo —la regaña Mirrey ya que le molesta el rostro de asco que tiene al comer, sabe que hace un esfuerzo por rechazar la comida mientras su estómago no deja de rugir y su boca salivar—. No te avergüences de lo que eres.
—Me importa más quien soy —responde y arroja los cubiertos sobre la mesa una vez que vació el plato—. No quiero más.
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