25
Al siguiente día Ella despierta envuelta en su cabello, con cuidado de gira poco a poco para liberarse y frota sus ojos con pereza. Cuando mira a su alrededor ve a Mirrey guardar sus cosas dentro de una bolsa que no había visto antes.
—¿Qué haces? —pregunta para luego bostezar. Él se detiene de golpe al escucharla, entonces voltea un poco, sin llegar a mirarla a los ojos.
—Anoche no podía dormir y salí a comprar esto, puedo llevar la ropa y las cosas de todos mientras viajamos —contesta al terminar de doblar una de sus camisas. Ella le pregunta si ya se siente mejor, poniendo nervioso al felino de repente—. Si, si. Tenemos que irnos pronto, todavía estamos muy lejos de nuestro destino.
—Si. Pero tenemos algo que hacer antes.
La ve bajarse de la cama y acercarse peligrosamente, pero es sólo para tomar unas tijeras entre sus pertenencias. Mirrey recupera el aliento, entonces la sigue fuera de la habitación pensando en qué hará con esas tijeras.
—¡Izaro, quítate la ropa! —ordena cuando abre la puerta del cuarto de sus acompañantes. Despierta a ambos al saltar sobre la cama y sacude un poco al canino. Éste todavía sigue un poco adormilado.
—Ah, si. Claro —contesta mientras batalla con su pijama a rayas.
—¡¿Su ropa?! ¡¿Por qué?! —exclama el león.
Mia despierta por el escándalo y le explica el gusto del perro por lo salvaje, aunque ahora Ella sólo va a cortarle el pelo. Le dice que en realidad el pelo de Izaro crece muy rápido y es rizado, cosa que lo hace ver más grande y aterrador. A él desagrada completamente tener una apariencia así por lo que siempre le pide a Ella que corte todo su pelaje.
Ambos felinos se sienten un poco incómodos, por lo que salen de la habitación mientras hacen el corte. Hay silencio entre ambos y sólo escuchan los pasos ocasionales de los otros huéspedes.
—Entonces... ¿Cuál es tu nombre? —pregunta él para dejar de lado el tenso momento, quiere distraerse más que nada.
—¿Todavía no sabes mi nombre?
—¿Estafadora? Cómo pretendes que lo sepa si es la segunda vez que tenemos una charla —se defiende al cruzarse de brazos—. También sé que te desagrado mucho. Pero... debemos llevarnos bien.
—Claro, ser amiga de alguien como tú es una gran idea. —Es sarcástica por su puesto, a lo que Mirrey aparta la mirada.
—Ama acabó con los leones que atormentaban esta ciudad y... a mí. Haré lo que pueda para protegerlos.
—Siempre me pregunté por qué la llamas así, Izaro la llama Ella y también yo. En realidad no sé cuál es su verdadero nombre —comenta la gata pensativa para luego suspirar—. Ni siquiera sé a dónde vamos.
—Ama quiere encontrar a los de su especie. Por alguna razón no ha tenido contacto con otros simios antes -comenta el león cuando se inclina un poco para estar a su altura—. Tal vez su familia era la única en el lugar donde vivía y no habían otros de su especie.
—¿Ella te dijo todo eso? ¿Tiene familia? —Mia increpa a Mirrey, sosteniéndolo del cuello de su camisa—. ¡Nunca nos dijo algo de su vida, nada! Ni siquiera a Izaro y ahora vienes tú a decirme todo esto.
—¿No la conocían realmente? Fui yo a quien... —murmura él al sentarse en el suelo. En ese momento Izaro y Ella salen de la habitación con este último luciendo su nuevo corte. El canino le comenta a Mia que su pelo ya no le molesta la vista, además les pide si pueden ir a desayunar antes de marcharse.
Con el estómago lleno ellos pagan la cuenta del hotel para retirarse de forma calmada, no como la última vez. En el camino Mirrey los guía hacia la salida de la ciudad porque ya trazó un camino para ir a la siguiente, la cual no está muy lejos y, tal vez, si no se detienen llegarán para la noche.
Mia sospecha de su repentino cambio de actitud, le cuesta creer que con sólo un sermón Izaro haya logrado tal hazaña. Ya se imagina sus carnes siendo vendidas en tiendas clandestinas. Cuando se detienen para almorzar ella aleja al león de los otros para hablar a solas. Mirrey acepta mientras fingen que están pensando qué comida van a pedir.
—Si estamos yendo a una trampa-
—No es una trampa, además... ¿Qué se puede sacar de ti? Eres flaca y pequeña, ah, serías un buen escarbadientes —contesta de manera causal, invocando la rabia de la gata.
—¡Eres un..!
—Si intentara algo Ama me destrozaría, ambos sabemos lo que es capaz de hacer. No me interesa hacerles nada gata gruñona.
—Mi nombre es Mia —responde con los dientes apretados—. Fingiré que te creo, si ellos te dieron una oportunidad yo también. Pero no significa que confíe en ti.
—No tiene sentido, al darme esa oportunidad debes confiar en mí, ¿no? —cuestiona mientras pide su comida. Ella también lo hace ya que notó que están tardando demasiado.
—También quiero unos consejos —murmura, haciendo que él la mire curioso—. ¿Cómo hiciste para formar ese vínculo con Ella? —le pregunta en un tono bajo para no llamar la atención de nadie.
Mirrey sabe perfectamente a lo que se refiere, aunque finge no escucharla. Ella, al ver que ya estaba regresando, lo toma de su cola para detenerlo. De inmediato lo suelta cuando él se voltea rápido y de forma amenazante.
—Si me escuchaste, responde.
—Quieres mucho al perro, ¿no? Tanto que no te importaría ser vista como un engendro para el resto de los animales. —Mia baja la mirada en ese momento—. Cuanto te decidas seguiremos hablando Mia.
—¿Por qué tardaron tanto? —Izaro sonríe hacia ambos, pero nota a la gata cabizbaja. Por ello, cuando se sienta a su lado, comienza a acariciar sus orejas—. Estás triste, ¿por qué? —pregunta cuando comienza a escuchar los ronroneos de su amiga.
—No es nada —contesta mientras siente su pata dándole unas palmaditas en la cabeza.
—¿Ya estas mejor? —Mia asiente para comenzar a comer. Su mirada seria y penetrante se dirige al león en ese momento.
Es cierto. Izaro no duda en tocarme en público, no sé si yo podría hacer lo mismo, piensa mientras mantiene apoyado el cubierto en su boca.
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