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23

Debido a que los demás no cesan con sus preguntas Ella termina levantándose de la mesa para regresar a la habitación. Los otros la siguen, quedando Mirrey un poco rezagado debido a sus heridas y lesiones internas.

—Espera Ella —Izaro corre rápidamente y logra entrar con ella en el ascensor antes de que las puertas se cerraran—. Espera, no haré ninguna pregunta, sé que no te agradan. Pero nos preocupamos por ti, al menos Mia y yo.

—Estoy bien.

—Lo que más quiero es poder agradecerte de alguna manera todo lo que hiciste por mí. Por eso cuenta conmigo para lo que sea, somos amigos, ¿verdad?

—Si, lo somos —responde mientras le da unas palmaditas en su cabeza—. Debe ser difícil reprimir lo que te hace especial —comenta al dejar de acariciarlo, ya que terminó en el suelo y boca arriba, en espera de más.

—Ah, jeje. Un poco, pero estoy en paz —responde al levantarse, entonces las puertas se abren y la acompaña por los pasillos—. Es cierto, ¿lo del león y tú? Que tonto... Esa fue una pregunta. Está bien, puedes hacer lo que quieras mientras no te haga daño y te agrade.

—También me agradas Izzy.

—Igualmente Elly, pero quisiera hablar con él a solas para aclarar unas cosas.

—Puedes esperarlo, pronto vendrá pero no peleen. Ambos ya fueron muy lastimados —comenta cuando entran a su habitación.

Izaro asiente y se sienta sobre la alfombra en espera del león. Por su parte Ella va al cuarto que él comparte con la gata, al contrario del suyo el lugar está muy bien ordenado, no hay ropa tirada en el suelo ni restos de comida. Ella se deja caer sobre la cama, pensando en la manera de que los demás olviden lo que pasó, aunque sabe que es casi imposible.

—No tengo nada en especial, soy exactamente igual al resto —se dice mientras juega con la punta de su larga trenza.

—Ama, vamos a continuar... ¿Qué haces aquí? —pregunta para luego gruñir hace el canino.

—Siéntate por favor —le pide sin moverse de su lugar.

—¿Y Ama? —cuestiona luego de no verla en la habitación.

—Está bien. Yo quiero hablar contigo, de macho a macho.

—Mmm, ¿te cansaste de la gata y ahora irás por mi Ama? —pregunta al sonreír de lado, aunque el perro se mantiene serio y no tiene gracia seguir molestándolo—. ¿De qué quieres hablar?

—Sobre el pasado, Ella comentó que tu cuerpo está lleno de cicatrices, también el mío.

—¿Y? —suelta al arquear una ceja.

—Sé por lo que pasaste porque vivimos lo mismo, yo pude liberarme hace poco cuando conocí a Ella. Vale mucho para mí y si planeas hacerle daño, de cualquier manera, me convertiré en tu pesadilla. —Mirrey frunce el ceño en ese momento, no parece estar bromeando, pero tampoco puede tomarlo en serio por su corta edad y tamaño.

—Son palabras muy fuertes para un doméstico.

—No me criaron como uno. Mis padres golpearon mi cuerpo, rompieron mis huesos para hacerlos más fuerte. Todos los días, durante años —habla al levantarse—. Sé que los leones son obligados a ser ese carnívoro invencible e imponente desde que son cachorros.

—Así debe ser —contesta, estando a la defensiva.

—No es cierto.

—Está en nuestra sangre, en nuestro instinto. Los demás siempre nos verán como monstruos, ¡es inútil luchar contra eso! —exclama al final y luego sostiene su cabeza, el dolor regresó—. ¡Mis padres hubieran seguido con vida si no fuera un león!

—¿Qué pasó con ellos?

—Fue mi culpa, ah —suelta un quejido debido al dolor—. Los asesinaron por alimentar a este monstruo. Luego conocí a otros leones... cada uno peor que el anterior.

—Pienso que puedes cambiar —responde Izaro luego de un corto silencio.

—¿En serio? ¿Cómo?

—Eligiendo tu camino por ti mismo ahora que puedes —habla para luego escuchar una risa de Mirrey.

—Es inútil y... aunque intentara hacerlo, no cambiaría nada. Todos ven al depredador.

—Yo veo una criatura lastimada, un hermano. Bueno... Sólo si quieres. —Izaro camina a la puerta y sale de la habitación.

Él mantiene la cabeza agachada mientras tenga saliva para deshacer el nudo que se formó en su garganta. Al levantar la vista ve a Mia en el pasillo.  

—Yo... Escuché todo por accidente —confiesa para dar unos pasos hacia él —. ¿Cómo te sientes?

Izaro de acerca para rodearla con sus brazos, la felina entiende su petición silencioso y lo abraza. También comienza a ronronear para calmar los temblores de su cuerpo.

—Está bien, eres muy amable con todos —comenta al mismo tiempo que le acaricia la cabeza.

—No puedo imaginar por lo que ha pasado —murmura. Se separa lentamente de ella para mirarla a los ojos—. Gracias, ya me siento mejor.

—¿Dónde está Ella?

Izaro mira la puerta de la habitación que comparten, entonces entran, encontrando a la simio tendida en la cama. Ésta se levanta inmediatamente al verlos y les dice que los dejará solos.

—No nos molestas —contesta él con una pequeña sonrisa.

—Alguien debe consolar a Mirrey. —Ella sale y cierra la puerta, entonces pasa a la otra habitación, encontrando el lugar hecho un desastre. Él descargó su ira en los muebles y destrozó la cama con sus garras.

—¿Qué quieres? —pregunta, utilizando un tono agresivo. La ve acercarse, saltando sobre los restos hasta llegar a su lado. Se deja caer suavemente sobre su espalda para tratar de abrazarlo, aunque sea muy pequeña comparada con él—. Déjame solo —murmura al alejarla con su pata. 

Ella se aferra a su brazo entonces y esta vez no puede apartarla, por ello se da por vencido. Con las orejas agachadas siente todo el cuerpo adolorido, utilizó mucha energía para desahogarse y ahora está en medio de un cuarto destrozado, repitiéndose que es patético.

Las caricias de la más pequeña lo reconforta, por lo que la rodea con sus brazos al sentirse cómodo. Siente las manitos peinar su melena, por lo que levanta la cabeza para que rasque su cuello, un escalofrío atravesó su cuerpo haciendo que todo su pelaje se esponje. Luego la detiene para mirarla.  

—Creo que nunca te entenderé... No me tienes miedo y tampoco te importa las cosas que hice.  

—Ya no eres Lavi, sino Mirrey —contesta mientras lo ve jugar con su trenza.

—¿Qué significa eso? —cuestiona. Hay silencio por un momento, por lo que suelta un suspiro—. ¿Cómo se llama el perro?

—Es Izaro, ¿por qué? 

—Sólo curiosidad. —Él baja la cabeza, apoyándose por el hombro de ella. De nuevo silencio, lo siente temblar y su ropa comienza a humedecerse debido a las lágrimas del león—. ¿Yo... t-también puedo estar contigo? 

 —Si quieres —responde, para luego ser estrujada por él con otro abrazo. Mirrey se deja caer, aplastándola como siempre lo hace, entonces la siente arrastrarse y salir al mismo tiempo que se queja de lo pesado que es—. Llamaré para que nos cambien de habitación —propone, a lo que él asiente sin decir más.

La simio llama a la administración, diciendo que necesitan otro cuarto, por lo que les dan otra llave. Los de limpieza casi tuvieron un ataque al ver el desastre, por un momento creyeron que atacaron a alguien pero el león se disculpó diciendo que tuvo un pésimo día y pagó por los destrozos.

Cuando se acomodan en la nueva habitación ella le pide que se acueste en la cama ya que debe descansar y recuperarse de sus heridas. Mirrey obedece para que pueda curar los golpes y cortes en su rostro, también toma las medicinas para los dolores internos.

—En unos días ya estarás como nuevo y podremos continuar —comenta la chica al deshacerse de los algodones ocupados.

—¿A dónde iremos? —pregunta, ya sabiendo que las preguntas la incomodan pero tiene la esperanza de que responda.

—No lo sé.

—¡¿No?!

—Estoy buscando mi lugar —murmura al bajar la mirada—. Quiero llegar con los otros simios, hay una ciudad donde viven la mayoría de ellos, ¿verdad?

—Si, si la hay —asiente rápidamente—. Puedo llevarte, aunque tal vez no sea lo que esperas... Los demás animales los odian, esa es la verdad —le explica, estando todavía sorprendido por poder hablar con ella sobre lo que quiere. 

—Gracias. Debe ser allí dónde pertenezco.

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