18
Con unos días más de recuperación, Mirrey ya ha sanado completamente de sus heridas. Aunque la deuda con el hotel fue demasiada alta, más de lo que esperaban y debieron marcharse discretamente para no gastar todo lo que tienen.
Ya en el autobús el gran león se siente asqueado por tener que viajar en esas condiciones a pesar de tener dinero suficiente como para compar un auto, pero su ama se lo prohibió porque la prioridad es la comida. Aunque entiende eso no soporta recibir las miradas de otros carnívoros y herbívoros mirarlo con desprecio, además le dan nauseas sentir todos esos olores mezclados a su alrededor.
—¿Qué tienes? —le pregunta Izaro al ladear la cabeza.
—Todos apestan —murmura, cubriendo su nariz.
—Disculpe majestad pero así son los autobu-
—¡Grrr! —Mirrey lo interrumpe con un gruñido, haciendo que todos los presentes giren y los miren.
—¿Qué problemas tienes, león? —le pregunta un búfalo, el cual se levanta de su asiento para acercarse.
—No hay problema —contesta la simio.
—Estoy hablando con él, no contigo. —Mirrey entonces la levanta para dejarla a la altura del búfalo, diciendo algo por lo bajo—. ¡¿Que?!
—Ella es mi ama, si dice que no hay problema no lo hay —repite en un tono más alto.
—Sólo pisamos su cola por accidente —le explica, teniendo el aliento del herbívoro en su rostro. Éste les da una última mirada antes de volver a su asiento entonces ella mira al gran felino con el ceño fruncido.
—Deja de llamar la atención.
—Como si fuera posible, no todos los días ves a dos felinos un perro y una simio juntos —murmura Mia por lo bajo—. Además él no deja de tocarte —indica ya que Mirrey se encuentra ahora abrazando a ella al tenerla sobre si regazo.
—Sólo es un abrazo.
—¡Es un carnívoro enorme! —chilla en susurros, entonces Izaro debe colocar sus patas en los hombros de su amiga para calmarla—. Los animales de diferente especies no se tocan entre sí —agrega mientras lleva la vista a los lados, atenta a las miradas de los otros animales.
—El olor de los demás me da náuseas —se defiende Mirrey mientras olfatea el cabello de la otra criatura—. El olor de Ama opaca el resto.
—Ya estamos llegando, mejor bajemos —sugiere Mia. Ella baja las orejas y toma su cola mientras bajan del autobús cuando llegan a su parada. Izaro le pregunta si se encuentra bien pero esta se aleja unos pasos cuando trata de tocarla.
—Hey, tranquila, estás paranoica —comenta Mirrey, entonces la gata forcejea con él para que suelte a Ella se una vez.
—Así está bien, todos mantengan esa distancia —dice al separarlos, ella mira a su alrededor rápidamente—. Todavía nos están mirando. Actúen normal.
—Mia. —Izaro se acerca con cautela, tocándole la mejilla con la punta de su hocico. En ese momento la gata se queda paralizada. Todo su pelaje se eriza para terminar cayendo inconsciente en sus brazos.
—¿Y ahora qué le pasó? —pregunta Ella al fruncir el ceño.
—No sé, p-puede que... En casa no había muchos animales y Mia no es m-muy sociable.
—¿Cuándo fue la última vez que la escuchaste ronronear? —le pregunta Mirrey, haciendo que los otros dos lo miren.
—Si puedes ayudarla dinos todo lo que sepas —le pide su ama mientras carga con la mochila que Mia llevaba para comenzar a buscar un lugar donde descansar.
—El ronroneo ayuda a liberar tensión, nos relaja y los gatitos lo usan también cuando quieren mimos y caricias. De lo contrario el estrés nos hace colapsar —explica el gran felino, quien observa a Izaro de reojo en ese momento—. No estás haciendo un buen trabajo cachorro.
—¿Eh?
—Es tu pareja, es tu deber como macho cuidar de ella.
—Como yo cuido de ti, ¿verdad? —interrumpe su ama, haciéndolo asentir con los dientes apretados.
—Eh no. Mia y yo somos amigos —comenta el canino luego de soltar una corta risa —. Éramos compañeros de escuela.
—Izzy, ¿no notaste un cambio en su comportamiento hacia ti? —Ella lo hace pensar por un momento, pero finalmente niega con la cabeza.
—Me regaña como siempre y cuando estábamos solos en la habitación me hizo dormir bajo la cama. ¡Ay no! Debo asustarla, tuvimos una charla rara anoche y...
Mientras Izaro sigue divagando, el león mira a su ama, pidiéndole permiso en silencio para decirle al can lo que sucede. Pero ella niega, estando más preocupada por conseguir un buen lugar para quedarse. Además tampoco deben reconocerlos ya que los están buscando por no pagar la cuenta de un hotel lujoso.
Cuando encuentran otro hotel, uno más económico, en la entrada se encuentra una coneja de color crema. Quien recibe con una sonrisa a los nuevos clientes.
—Bienvenidos a Chocolate, tenemos folletos de los lugares turísticos de la ciudad —dice mientras le entrega dichos folletos a una pareja de osos, los cuales venían a vacacionar. Los registra, entregándoles su llave, es entonces que ve al gran león y comienza a temblar—. B-Bienvenido a Cho-colate... ha-ay una o-oferta de juguetes p-para orgías.
—¿Qué es orgía? —pregunta Izaro en voz baja.
—Investiga tú sólo —contesta Ella para luego darle el dinero a la coneja correspondiente a dos habitaciones —. Sólo nos quedaremos dos noches.
—S-Si, claro —asiente mientras les pide sus nombres y le entrega sus llaves.
—¿Stella Marsella? —dice Mirrey al mirar a su ama—. ¿Ese es tu nombre?
—Ella da nombres falsos en todos los lugares dónde nos quedamos —comenta el canino, quien estuvo a punto de tropezar y arrojar a Mia—. Yo no quiero ir a la cárcel por lo que hicimos.
—Entiendo, pero en robo es un delito menor si no está relacionado con carne. Todos le dan más importancia a los asesinatos y desapariciones —le explica el león. En eso llegan a la habitación luego de subir unas escaleras y haber cruzado unos pasillos.
—Son estas —indica Ella cuando abre la puerta con una de las llaves—. ¿Cuánto tiempo más estará inconsciente? —pregunta, cuando Izaro coloca a la gata sobre la cama.
—Deben estimularla.
—¿Cómo? —Izaro se muestra sumamente preocupado y mueve su cola de manera nerviosa.
—Acariciándola, comenzará a ronronear por instinto y puede que despierte —propone Mirrey al tumbarse a los pies de la cama. Él se siente bastante cansado ya que es hora de su siesta, sin embargo su ama lo empuja y lo hace caer sobre la alfombra.
—No te duermas todavía, hazlo —ordena.
—Cuando despierte puede que muera del susto. Ella me tiene miedo —protesta. Entonces ella e Izaro se miran.
—A mí me odia —dice rápidamente, dejando sólo al canino cargando con la importante tarea.
—Yo lo haré —asiente cuando sube a la cama. Con cuidado se sienta y acuesta a Mia sobre su regazo, entonces sigue las indicaciones del león para acariciarla.
—Masajea las orejas suavemente, luego acaricia la cabeza y termina rascando la espalda —indica. Izaro traga saliva y acerca su pata derecha hacia las orejas de la gata. Al tocarlas siente que son muy suaves, por lo que empieza con los masajes más confiado.
Al bajar hacia la cabeza se asusta, ya que Mia se mueve, aunque sólo busca más caricias estando dormida. Para entonces Izaro comienza a sentir y escuchar unos pequeños ronroneos contra su pecho.
—Funciona —se dice a sí mismo. Él utiliza sus garras para acariciar la espalda, rascando de manera suave pero con energía. Por ello los ronroneos de Mia se hacen más fuertes, entonces ella lo abraza y despierta.
Continúa ronroneando en el cuello de Izaro hasta que de separa lentamente, cortando con cualquier sonido. Él le sonríe mientras agita la cola con energía.
—¿Qué pasó? —pregunta, para luego dar un salto al notar que Izaro tenía la pata bajo su camiseta—. ¡¿Qué estabas por hacer?! —exclama, teniendo todo su pelaje erizado.
—Te salvó de un colapso nervioso —le dice Mirrey—. Que curiosa manera de agradecer —agrega al sentir un sutil olor a sangre, la cual brota de los arañazos en la mejilla de Izaro.
—No es nada, lo siento —murmura mientras sostiene su mejilla, en silencio sale de la habitación ante la mirada confundida de la felina.
—¿Qué pasó? —interroga a la simio esta vez.
—Mirrey lo resumió muy bien, sólo le faltó decir que Izzy es más puro que el color blanco —habla haciendo que Mia mire sus garras.
—Lo lastimé...
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