16
¡Ama, te encontraré! ¡Iré por ti!, oyen los fuertes gritos entre rugidos del león. La simio está igual de confundida, pero aún así forcejea por liberarse. Sin embargo este se detiene cuando entran a un gran baldío, este se encuentra muy bien ordenado, incluso parece un jardín.
La chica mira a su secuestrador, reconociendo al caballo que le vendió el clavel unos minutos antes. Él se acerca con cautela, hablando en su idioma aunque rápidamente se da cuenta que no lo entiende por lo que saca su móvil para llamar a una amiga.
—Voy a volver con Mirrey, está herido —habla al dar unos pasos hacia la salida, pero él se interpone en su camino. Antes de que ella lo golpee, alguien más llega al lugar y queda sorprendida al ver a la simio. Ambos hablan entre sí y ella está segura que es el tema de conversación, entonces la vaca se inclina para darle una sonrisa.
—¿Me entiendes? —pregunta mientras la observa con atención, asegurándose de que no esté lastimada—. ¿Cómo te llamas?
—Debo volver con el león, algo malo pude pasar si no —contesta, haciendo otro intento para salir del baldío pero la toman de la mano.
—¡¿Un león?! —exclama para luego mirar al caballo—. Descuida, ya estás a salvo.
—¿Que?
^|Un león, ¿en qué nos metiste?|^
^|Ya sé, pero sabes que es nuestro deber ayudar|^ contesta el caballo.
^|Bien|^ murmura mientras saca una galletas empaquetadas de su bolsillo para luego ofrecerlas a la simio—. ¿Quieres? Debes tener mucha hambre.
—No gracias, volveré con mi león.
A pesar de mostrar una actitud amable, la vaca la obliga a comer esas galletas y siente un sabor extraño. Estas estaban hechas con somnífero, el cual comienza a hacer efecto, la simio siente como su cabeza comienza a dar vueltas al igual que todo a su alrededor. En segundos pierde el equilibrio, cayendo sobre el césped y su visión borrosa finalmente se vuelve completamente negra.
—¿Qué le hiciste?
—Así será más fácil transportarla, el león nos rastreará —habla mientras la levanta del suelo con cuidado.
—Eh, si. Debemos movernos.
La simio duerme por unas horas, sin saber que ahora se encuentra sobre una cómoda cama, al voltear para acomodarse termina cayendo al suelo. El golpe la hace despertar completamente, entonces se levanta para ver que está en una habitación muy bien decorada. Sin distraerse con el decorado, ella camina a la puerta encontrándose con que está cerrada.
Su paciencia acaba y está a punto de romper la misma de una patada, sin embargo alguien quita el seguro para entrar al cuarto. La vaca le sonríe pero esta vez ella retrocede y se mantiene a una distancia segura.
—No tengas miedo —le dice mientras se mantiene en su lugar—. Debes estar confundida ahora pero nosotros no te haremos daño, ya estás a salvo.
—¿Quienes son?
—Vamos a ayudarte. Todo lo malo ya pasó —contesta al hacer entrar un carrito con una gran fuente, al destaparla le muestra varios platos de comida—. Todo esto es para ti.
—No gracias —responde en un tono serio, aunque un fuerte rugido de su estómago hace reír a su carcelera.
—Está bien, no tiene nada raro —comenta la otra mientras prueba la comida. Aun así no consigue que la simio confíe en ella, entonces sale del cuarto para darle un poco de espacio.
Una vez sola se acerca a la puerta y comprueba que la cerró nuevamente. Bufa ante esto dándole un golpe a la madera. Lo que me faltaba, susurra para sí misma al apoyar su frente, un segundo después voltea hacia la comida. Pero no prueba nada por temor a perder el conocimiento nuevamente.
Del otro lado de la puerta la vaca y el caballo monitorean su comportamiento, ambos se preguntan cómo ha terminado en posesión de un león. Él suelta un suspiro al ver que no piensa tocar la comida, entonces se sienta para planear en una forma para que confíe en ellos.
—La vi muy tranquila junto al depredador.
—No sabemos por lo que ha pasado. Tiene una gran cicatriz en el brazo —comenta ella mientras le envía mensajes a los demás integrantes de su grupo.
—Deberíamos sanarla.
—No, es una herida antigua —niega al guardar su móvil—. Ya le di a todos la buena noticia —sonríe para decirle al equino que hizo un buen trabajo a pesar de ser nuevo en el equipo.
Él asiente para luego buscar información sobre la simio, tiene acceso a la lista de desaparecidos por lo que espera encontrar la foto y perfil de ella, aunque pasa media hora buscando sin resultados.
—Nadie la está buscando en esta región ni en otra —comenta en un tono preocupado—. ¿Ella te dijo su nombre?
—No, está a la defensiva. Insiste en que quiere regresar con el león —responde su compañera, entonces toma el lugar de él para continuar buscando—. Puedes darte un descanso, ¿si?
—Gracias. —Él ya estaba cansado de ver la pantalla, por lo que sale afuera para tomar un poco de aire. De su bolsillo saca una manzana para comenzar al comerla, entonces oye unos pasos acercándose y cuando aparta la mirada de la fruta ve al gran felino ante él.
—¿Dónde está? —pregunta luego de tomarlo del cuello de su ropa. El león olfatea a su chaqueta, sintiendo el aroma familiar de ella.
—No lo sé, n-no...
De repente es arrojado con fuerza al suelo, ya que realmente no necesita su ayuda. El rastro de olor es mucho más fuerte dentro de esa casa. El equino rápidamente se incorpora para detenerlo, a pesar de la diferencia de tamaño y fuerza está dispuesto a hacer todo lo posible para no dejarlo entrar.
¿Es un sabueso o qué? Nos encontró aunque hayamos ocultado nuestros olores, piensa mientras se miran fijamente.
—Sal de mi camino, quiero a Ama —le ordena mientras saca sus garras retráctiles.
—No volverás a lastimarla —responde al preparar sus cascos para la pelea. El gran felino ataca primero y debe esquivar sus garras, de lo contrario ya estaría muerto, sin embargo al apartarse deja el camino libre hacia la entrada de la casa. Por un momento creyó que el león iba a seguir atacando pero corrió en dirección opuesta.
—¡Si, está aquí! ¡Ama! —exclama luego de abrir a golpes la puerta, esto deja mucho más adolorido su hombro, el cuál comenzó a sangrar nuevamente.
—¿Que? ¿Cómo llegó aquí? —La vaca retrocede de inmediato al verlo, entonces corre hacia otro cuarto. Él la sigue a pasos rápidos hasta encontrarla abrazando a la simio—. No te la llevará, ya llamé a la policía —le dice con seguridad, aunque esto último sea mentira. Ese lugar era seguro, ellos estaban a salvo.
—No lastimaste a nadie, ¿verdad? —le pregunta la morocha mientras se separa de la otra.
—Golpee a un caballo, está vivo... creo —responde mientras da unos pasos adelante.
—No te le acerques. —La vaca la detiene cuando sostiene su brazo, entonces la simio voltea hacia ella—. Ya eres libre.
—Siempre lo fui hasta que ustedes me secuestraron —contesta, haciendo que quede paralizada. Se libera del agarre para acercarse a Mirrey, a quien ve agitado y cansado.
—N-Nosotros... No lo e-entiendo-
—Ella es mi ama, la quiero, la protejo, hago todo lo que me pida —la interrumpe el león.
—Discúlpate por asustarla —le ordena al chasquear los dedos.
—Lo lamento —dice de inmediato mientras se inclina ante la vaca.
Luego de eso ambos salen del lugar, encontrándose con el caballo, Mirrey también se disculpa con él y se alejan para regresar al hotel. En el camino el felino debe sostenerse por ella para poder caminar ya que sus heridas son más graves de lo que pensaba.
—Sangraste mucho —murmura, regañándolo por no tener más cuidado. Eso le causa gracia y no puede evitar reír, jamás nadie le dijo qué hacer, nunca se habían encargado de sus heridas y tampoco había rescatado a alguien antes.
—No me importa —responde al sentir su cuerpo muy pasado. Para su suerte ya están llegando, por lo que es arrojado a la cama una vez dentro del cuarto.
—Los vendajes están manchados, los cambiaré —habla cuando le quita el saco. Él pudo recuperar también su bolso, por lo que vuelve a curarlo, aunque esta vez lo hace con delicadeza.
—Ya no eres tan ruda —comenta, teniendo una media sonrisa en el rostro.
—La primera vez debí desinfectar correctamente porque las mordidas de las hienas son muy infecciosas —le explica, haciéndolo bufar. Mirrey mira como también cambia las vendas de su brazo, entonces se lo lame al sentir comezón. En eso escucha una risita, haciendo que se detenga con la lengua afuera.
—Pareces un gatito —comenta para molestarlo.
—Tu gatito, ama.
—No hagas eso, la saliva infectará los cortes. —Ella voltea para tomar las gasas y cubrir la herida en silencio esta vez.
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