14
Guiado por el aroma y gracias a su poderoso olfato, él finalmente ve a esa criatura a lo lejos. Sólo los separan una calle bastante transitada. La ve hablar con sus otros dos acompañantes y siente una profunda satisfacción al encontrarla después de buscar tanto.
Con una sonrisa de lado, cruza la calle cuando el semáforo está en rojo para los vehículos. Sus pasos son seguros y confiados, entonces se detiene cuando el canino siente su olor y voltea hacia él, trata de hacer que retroceda con feroces gruñidos. A pesar de esto se mantiene en su lugar con la mirada agachada.
—¿Qué haces aquí? ¿Cómo nos encontraste? —cuestiona Izaro en un tono hostil. Mientras Mia y Ella retroceden un poco, aunque esta última no sabe muy bien lo que está pasando.
—Nos siguió —dice la gata mientras tira sus orejas hacia atrás.
—¿Quién es ese? —pregunta Ella, haciendo que ambos la miren.
—¡Es el león al que le cortaste la melena! —grita Mia en susurros mientras la sacude de los hombros.
—Ah, ya lo recuerdo —contesta para luego mirar al gran felino, el cual ya tiene una corta melena creciendo—. ¿Quieres la revancha?
—No —murmura al dar unos pasos al frente y, antes de que se aleje, se deja caer de rodillas frente a ella. Esto deja confundido al grupo, sobre todo a los demás animales que estaban pasando y vieron la extraña escena—. Te pertenezco —dice al abrazar su cintura.
—¡¿Que cosa?! —exclama Mia.
—¿Qué significa eso exactamente? —pregunta Ella al apartarlo.
—Me venciste en una pelea justa y debo servirte.
—Con que servirme eh.
—Si claro y yo puedo volar —interrumpe Mia—. Es obvio que quiere vengarse, así son los leones de su tipo. —Tanto ella como Izaro están muy desconfiados y tratan de seguir su camino, pero el león continúa aferrado a Ella.
Está haciendo un gran escándalo y son el centro de atención, cosa que molesta e incomoda a la felina. La simio propone habla en un lugar más privado, por lo que se alejan de las miradas curiosas rápidamente. El gran león los sigue para de nuevo arrodillarse frente a ella.
—Ya suéltala —Izaro le gruñe, sin embargo poco tiene que hacer contra el gran felino—. Ya la lastimaste una vez, tú-
—Es cierto —lo interrumpe mientras levanta la manga de su camisa. Una vez que su brazo está descubierto, saca sus garras para hacerse una herida parecida a la que le había hecho en su enfrentamiento anterior—. ¿Así está bien?
—¡Cielos! —Izaro aparta la mirada mientras Mia hace una mueca. Por otro lado Ella rompe parte de su ropa para vendarlo.
—No quiero un sirviente. —Con cuidado cubre sus heridas ante la mirada del león.
—Pero así debe ser. Yo... quedé maravillado con tu fuerza, tu valor. No pude pensar en otra cosa y te busqué.
—Haz lo que quieras. —Ella le da la espalda para ir en busca de un restaurante o algún lugar donde puedan almorzar, aunque la presencia del león no sólo los incomoda a ellos. Los animales más pequeños huyen, mientras que los más grandes los mantienen muy bien vigilados.
—Buenos días, ¿cuánto están los platillos? —Ella saluda al encargado, aunque éste la mira por unos minutos sin responder.
Izaro entiende lo que pasa en ese momento, entonces aclara su garganta. Ya ha avanzado demasiado y es normal que, al llegar a una nueva ciudad, se encuentren con diferentes culturas e idiomas.
>|Nosotros... pagar un poco... co-comida|<
—Hablas fatal —comenta el felino. Él le habla al gran búfalo, reservando una mesa de las que están vacías ahora, por lo que se sientan y esperan unos minutos por la comida.
—Es demasiado, no podemos pagar por tanto —dice Mia al ver los platos con mucha carne.
—Yo pagaré. —El león deja una gran cantidad de dinero en la mesa, dejando boquiabiertos a los tres—. Espero que esto la satisfaga —dice al mirar a Ella.
La nombrada ya se encontraba comiendo un gran filete, entonces lame sus labios para darle una rápida sonrisa.
—Oh, si. Bienvenido al grupo.
—¡¿Así de fácil?! —exclama Izaro y Mia al mismo tiempo.
—Si —responde al subir y bajar los hombros.
—¿Significa que puedo servirte? Gracias, gracias. —El felino toma su mano para colocarla en su frente mientras baja la mirada, los demás quedan aun más confundidos pero eso no evita que Ella continúe comiendo—. Para que sea oficial debes darme un nuevo nombre —agrega cuando se separa.
—¿Cómo te llamabas? —pregunta con la boca llena.
—Lavi.
—Ese es tu nombre, listo.
—No —niega, haciéndola bufar—. Debe ser uno diferente, dado por ti.
—Los leones tienen costumbres raras —le susurra Izaro a Mia, quien asiente y agrega que debe ser porque también pertenecía a una mafia.
—Mirrey, ese va a ser tu nombre. ¿Ya puedo comer tranquila? —suelta Ella mientras frunce el ceño.
—Si. Está bien, ama —él le agradece una vez más y también comienza a comer con el permiso de la simio.
Mia come un puré de papas mientras trata de controlar su apetito, a pesar de no comer carne desde hace tiempo, el aroma del filete ante ella hace que comience a salivar. Sin embargo, al ver a Mirrey comer la carne sin siquiera usar cubiertos hace que pierda el apetito completamente. Él es mucho peor que Ella.
Cuando terminan de comer la simio se pone de pie y les propone continuar más allá antes de que la noche caiga. Entonces los cuatro recorren parte de esa ciudad, el clima el cálido pero se siente una brisa agradable en la sombra.
Mientras Izaro corre por un parque, el cual encontraron muchas cuadras más adelante, Mia toma una siesta sobre la rama de un árbol. Esto deja a Ella a solas con el león.
—Estás sangrando —comenta cuando señala la tela manchados. De su mochila saca unos vendajes y se los cambia.
—Gracias ama.
—¿Hasta cuando vas a seguir mintiendo? —cuestiona al ajustar un poco los vendajes para que no se caigan—. Tus ojos muestran ira al verme, ¿qué ganas mintiendo? Peleemos de una vez y sal de mi camino.
—No miento... Eres mi ama ahora y te pertenezco —responde al acercarse más y termina recostando su cabeza sobre el regazo de Ella.
—Como p-pesas.
—Tal vez oculté algo pero no mentí —agrega mientras la mira a los ojos—. Me gustas. No importa que seamos de diferentes especies, me gustas como hembra.
—O-Okey... —ella trata de apartarse pero se encuentra atrapada por el peso y los brazos del felino—. Está bien Mirrey, te creo. Me servirás fielmente, ¿no?
—Si ama.
—Harás todo lo que yo diga, sea lo que sea, ¿cierto?
—Si ama, lo haré.
—Ronronea —le ordena.
—¿Cómo?
—Eres un gato grande, ronronea —repite al tomarlo de las orejas, un segundo después lo suelta y él obedece. Los ronroneos son fuertes, aunque a ella le agrada ya que no pudo conseguir que Mia hiciera lo mismo—. Si, así.
—¿Te agrada? —susurra mientras la siente recostarse sobre él. Usualmente no pasa mucho tiempo junto a otros animales, incluso le parece extraño como esa criatura está cómoda a su lado.
—Si, las vibraciones son agradables —responde en voz baja al cerrar los ojos—. Si tratas de lastimar a Izaro o a Mia, no será sólo tu melena la próxima vez.
—No te preocupes. Sólo me interesas tú —contesta de manera amable mientras menea su larga cola.
En ese momento Izaro ve la escena, por lo que se acerca rápidamente para asegurarse de que Ella esté a salvo. Sin embargo esta le dice que no hay problema debido a que el gran gato está dormitando, tal vez cansado por su largo viaje. Él sugiere que lo dejan allí mientras escapan, pero Mia continúa durmiendo fuera de su alcance.
Unas horas después el sol comienza a caer, el atardecer toma colores entre anaranjado y rosa, los cuales llaman mucho la atención de Ella. Su estómago la saca de su transe, todos la miran y buscan nuevamente un lugar dónde comer. Nuevamente ahuyentan a gran cantidad de animales que estaban comiendo en una cafetería, cosa que molestan a los dueños, aunque el dinero de Mirrey los calma en seguida.
—Es extraño —pregunta el león curioso luego de que su ama haya ordenado, esta vez pidió un pastel de papas con queso—. ¿Cómo antes comiste carne si tus colmillos son muy pequeños? —comenta mientras Ella da los primeros bocados, luego la simio en silencio mira los cubiertos ya que la respuesta es demasiado obvia para ella.
—Incómodo —susurra Izaro al comer unas hojas de acelgas. Esas preguntas son muy delicadas para cualquiera y con mal interpretarlas puede llegar a ofender mucho.
—No —niega Mirrey luego de mirar los cubiertos—. Me refiero a que los carnívoros tenemos colmillos para desgarrar carne y filosas garras —agrega al tomar su pequeña mano, carente de dichas garras.
—¿Nunca viste un simio antes? —cuestiona Mia al fruncir el ceño.
—No uno tan fuerte y que coma de esa manera. Mi ama es increíble. —Él frota su cabeza contra la de ella, soltando ronroneos, cosa que deja atónita a Mia.
En busca de respuestas mira a Izaro, quien se ve demasiado tranquilo a pesar de lo que sucede. Él sube y baja los hombros para resumirle lo que pasó cuando estaba durmiendo, aunque tampoco tiene muy claro su relación.
—¿Por qué tan cariñoso? —comenta de forma disimulada.
—Resulta que a Mirrey le gusto —habla al apartarlo un poco para mirar a ambos—. No es justo que sólo ustedes se diviertan, ¿no?
—¡¿Que?! —suelta la gata indignada para luego mirar a Izaro. Hacen contacto visual por unos segundos y desvía la mirada rápidamente—. E-Es un... un león y...
Mia piensa qué decir, sin embargo las palabras se enredan en la punta de su lengua y finalmente mira a un lado. Ahora su mayor preocupación es ocultar el sorpresivo sonrojo de su rostro. Izaro sólo guarda silencio y continúa comiendo.
Ya en la noche se hospedan en un hotel bastante lujoso, las habitaciones son grandes y continuas. Mia da un salto sobre la cama cómoda, disfrutando de las suaves sábanas de seda bajo sus almohadillas. Ella da un salto cuando Mirrey también sube a la cama, haciendo que accidentalmente choque contra él. En ese instante la gata salta para alejarse, ocultándose detrás de sus compañeros.
—Ustedes pueden tomar la otra habitación —les dice Izaro, aunque Mia propone darle mucho más espacio a Mirrey ya que es grande y ellos están acostumbrados a dormir juntos y apilados.
—Tranquilos, pueden tener esa habitación para ustedes dos. —Ella los guía hacia al otro cuarto para luego cerrar la puerta que conectan ambas habitaciones. Asegurándoles que estará bien y que los verá mañana.
Una vez solos, ve a Mirrey recostado cómodamente en la cama. En silencio se quita el chaleco que usa, el cual tiene la melena del león. No hay reacción, entonces suelta un suspiro y se quita el collar con colmillos para dejarlo sobre la mesa de noche.
—Tomo este lado —señala mientras se sienta en el borde de la cama para quitarse los zapatos—. Puedes dormir a los pies si quieres.
—Si ama —responde al acomodarse, la cama es suficientemente grande para que ambos duerman cómodamente. Las horas pasan mientras que él mantiene su mirada fija en el pequeño bulto tapado por las sábanas. Sus pensamientos lo cuestionan en ese momento, no puede creer que una criatura como ella lo haya vencido y que no se molestara en acabar con él. Al ver su brazo vendado siente náuseas, le enferma esa amabilidad a pesar de que ella le había mostrado fuerza y habilidad.
Con movimientos suaves se acerca a ella, quedando frente a frente. La ve dormir muy tranquilamente como si un feroz león no la pudiera atacar y matar en ese instante. Esa confianza lo deja confundido, pero no puede continuar pensando en ello porque el sueño comienza a vencerlo. Sus instintos le dice que se mantenga alerta, aunque al mismo tiempo no se siente en peligro, una criatura pequeña como ella no puede hacerle daño.
—¿Qué me sucede? —se pregunta—. ¿Me habré equivocado? No, esa es mi melena, ella huele exactamente igual.
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