4 - Everything Has Changed.
"Porque todo lo que sé es que dijimos'hola' y tus ojos se sienten como estar en casa. Todo lo que sé es un simple nombre y todo ha cambiado".
Recuerdo la primera vez que lo vi. Vestía un sombrerito color azul y cargaba una bandolera de conejitos. Siempre tuvo esos grandes ojos brillantes y lindos que me vieron con curiosidad.
Era adorable, amable. Lindo, muy lindo. Le gustaban mucho los animales y explorar. Y desde ese mismo instante mi corazón latió como loco.
Desde el primer momento había caído enamorado de él.
Afueras de Seúl, ciudad de Asan.
A las cinco de la mañana la casa, claramente rústica que se encuentra escondida entre colinas, despierta. Su chimenea comienza a dibujar en el cielo, aún oscuro, nubes grises que se dispersan gracias al viento que sopla desde el norte. Al este comienza a asomarse el sol, quien anuncia el inicio de un nuevo día.
Dentro de dicho hogar la mujer, una de cabello negro, ojos marrones ycontextura media, tararea una melodía suave mientras sus manos, callosas por el trabajo diario, comienzan a cocinar y, a medida que pasan los minutos, un delicioso aroma a pan recién horneado comienza a inundar cada rincón.
A las seis de la mañana, despierta Jungkook.
Un niño de solo cuatro años, curioso, sonriente, de ojos miel con mirada amable y mejillas sonrojadas y rechonchas.
Su rutina diaria, por supuesto debía tener una, era levantarse y ducharse de inmediato. Y, posterior a ello, con el cabello aún mojado y la ropa mal colocada, correr para acomodarse en su silla asignada en la mesa del comedor.
—Buenos días, mami —la señora Jeon sonrió al instante. La adorable voz de su hijo sonaba aún adormilada, pero el niño, por supuesto, siempre decidía despertarse temprano para comer pan recién horneado, justo como su padre le había enseñado.
La señora Jeon, ya conociendo a su hijo, tomó una toalla que dejaba siempre en el respaldo de una silla y comenzó a secar su cabello.
—Buenos días, cariño —respondió al saludo. Observó unos segundos la ropa de su hijo antes de darse cuenta de que su camisa estaba al revés, por lo que comenzó a reír—. Cariño, te he dicho que debes revisar si estás poniendo bien tu ropa —llamó la atención, besando su frente antes de arreglar su aspecto.
Luego, para alegría de su pequeño, finalmente colocó un plato lleno de comida deliciosa frente a él junto a una caricia cariñosa en su cabello húmedo.
—¡Gracias, comeré bien!
—Cómelo todo para que tengas energía para tus aventuras de hoy. Prepararé una lonchera para el almuerzo.
—Gashias mhamh... —respondió con la boca llena, ganando otra risa por parte de su madre.
˚ʚ♡ɞ˚
—Mami, ya me voy a explorar —anunció el pequeño Jeon, colgándose la bandolera en la que cargaba su almuerzo y agua junto a su sombrero piluso.
La mujer secó sus manos y caminó hasta la sala de estar, donde su hijo estaba colocándose sus zapatillas. De un salto, el niño bajó del sofá y le sonrió adorablemente a su madre.
—Bien. Ten mucho cuidado —el pequeño asintió varias veces, corriendo hacia la puerta— ¡y no olvides las reglas de exploración! —exclamó al final, justo antes de que su hijo saliera finalmente de casa. Soltó entonces una risita mientras regresaba a la cocina—. Jungkookie es un niño muy especial.
˚ʚ♡ɞ˚
La zona que rodeaba el hogar Jeon era enteramente vegetación. Por un lado había un gran valle donde se sembraba trigo que los separaba de sus vecinos y, por el otro, un bosque frondoso que les daba la bienvenida a la colina.
Antes de sus cuatro años, Jungkook había tenido prohibido rondar por el bosque ya que, según palabras de su madre, habían muchas plantas y animales que podrían hacerle daño. Sin embargo, luego de su cumpleaños había conseguido el permiso de explorar los alrededores.
—Tiene que estar por aquí —murmura, siguiendo la línea limítrofe entre el valle y el bosque. El día anterior había hallado un sendero que cruzaba de forma segura los árboles y planeaba seguirlo ese día. Y, finalmente, unos metros más adelante lo encontró una vez más.
Era un camino definitivamente hecho por el humano, porque estaba conformado de piedras planas que avanzaban en curvas hasta perderse entre los árboles. Sus orillas estaban decoradas con pequeñas flores lindas y trozos de hierba que crecía alocadamente.
Con una risita, finalmente emprendió su camino al interior del lugar.
En ese momento los animales estaban ya más que despiertos, llenando el bosque de una melodía única que Jungkook adoraba. Tomando un palito en su mano (una rama que un árbol parecía haber perdido), siguió el sendero misterioso.
A medida que avanzaba, tarareaba una melodía inventada por sí mismo, observando desde su baja estatura las copas de los árboles que rodeaban el camino y las aves que anidaban en estas. Eran las 9 de la mañana en ese momento, por la que la luz del sol se filtraba hermosamente entre las ramas, creando dibujos lindos en el suelo.
Durante su camino, tomó varios descansos para beber agua y saludar a algún animal que se cruzaran frente suyo. Todos parecían darle la bienvenida al lugar.
El camino estaba bastante lleno de curvas, por lo que entre tantos giros y vueltas, terminó alcanzando el otro lado de la colina, uno que nunca había conocido. Ahí se hallaba otro hogar, unos metros más abajo. Cerca a este, había una bonita mujer de piel pálida y cabello castaño que lavaba mantas con sus pies.
Pero lo que llamó la atención del pequeño Jungkook fue, sin lugar a duda, el gran campo de girasoles que había a espaldas de la casa. Todos brillaban hermosamente mientras seguían la luz del sol. Era una vista preciosa.
—¿Qué haces aquí, niño? ¿Quién eres?
Con un pequeño chillido y tocando su corazón, se volvió para ver a la persona que había hablado a sus espaldas.
—Soy Jungkook y tengo cuatro años —respondió con voz baja. El niño frente a él tenía la piel tan pálida como la mujer de aquel hogar y las mejillas sonrojadas. A Jungkook le recordó a un gatito.
—¿Qué haces aquí? —volvió a preguntar.
—¡E-estaba explorando y llegué aquí! —habló nerviosamente, moviendo sus manos de un lado a otro mientras se intentaba explicar.
—Parece un conejito —murmuró el otro niño, viéndolo de pies a cabeza. Parecía tener su misma edad, pero se veía mucho más pequeño—. Mi nombre es Yoongi. También tengo cuatro años.
Yoongi suprimió un sonrojo ante la forma en que el rostro del otro pequeño se iluminó. Sus ojos brillaron intensamente y sus labios mostraron una brillante sonrisa amplia, con dientes que parecían de conejito.
—Un gusto conocerte, Yoongi —el pequeño, recordando las lecciones que su madre le dio sobre educación, extendió su mano al otro.
—Sí... —murmuró, tomando la mano extendida—, un gusto.
Ambos estrecharon sus manos.
Y esa fue la primera vez que tomé su mano.
Fue como salir al sol por primera vez.
Todo en mi vida cambió a partir de ese momento.
"Y todo lo que siento en mi estómago son mariposas".
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