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Cambridge, 1970.
Quinto año. Nada mal para una pueblerina, eso fue lo que me dijo la profesora Peterkin de literatura en primer año, quizás ella me subestimó un poco, estoy segura que creyó que no duraría más de un año en este lugar. He aprendido bastante de este lugar y e tenido que salir de mi zona de confort para encajar de alguna manera.
Crecí en un pueblo pequeño en Massachusetts, donde las oportunidades están detrás de una pequeña puerta donde nadie tiene la llave, ningún miembro había tenido la oportunidad de ir a la universidad, yo sería la primera. Mi madre cree que yo empezaré un nuevo legado.
Mis padres siempre me han apoyado en todo y yo siempre quise ayudarles a que tuviéramos lo mejor. En mi último año de secundaria recibí una beca en Harvard, recuerdo a mis padres emocionados, tanto que le contaron a todo el pueblo.
Quería entrar a Harvard por mi misma también, quería tener la oportunidad de salir de ese pequeño pueblo y conocer muchas más oportunidades, aquellas oportunidades que me podía ofrecer el mundo.
Mi primer año fue el más difícil de todos, mudarme a otro lugar con todas mis pertenencias y sola fue lo más difícil. Entre a un mundo completamente nuevo, me sentía fuera de lugar y tampoco muchos me ayudaron a adaptarme, la mayoría de las personas que asisten a esta universidad vienen de ciudades grandes y tienen mucho dinero.
Me encuentro frente al campus, ni papá ni mamá pudieron acompañarme ningún año. Mi beca solo financia el lugar donde me quedo, comida y algunos viajes en avión para celebraciones especiales.
Arrastró mis maletas hasta el edifico principal que es el de los dormitorios, la universidad tiene muchos edificios de estos para los alumnos. Al llegar a la entrada voy hacia el gran mural gris que está al lado derecho de la pared, en el mural hay un listado de a quien se le asignó cada habitación. Busco mi nombre en la gran lista, luego de buscar por unos minutos encuentro mi nombre y con el número de mi habitación, cuarto piso habitación 406.
El año pasado me tocó en el segundo piso y casi me desmayé al subir las maletas, ahora no se que haré con cuatro pisos. La arrastró hacia la escalera y comienzo a subirlas, voy a un peldaño por años luz, el año que viene terminaré de subirlas.
–Hola —escuchó alguien a mi lado, levantó mi vista y veo a un chico de cabello castaño con una camisa a cuadros –¿Necesitas ayuda?.
—Claro, es lo que más necesito en este momento—suelto una pequeña risa— él toma una de mis maletas, para mi suerte la más pesada —Gracias.
Nunca en mi vida había visto este chico, es decir, asisten muchas personas a esta universidad, pero de alguna manera tuve que haberlo visto.
—Me llamó Griffin Lett —me dio una media sonrisa mientras subimos los primeros escalones.
—Cassandra Ross —le doy una cálida sonrisa.
Subimos los pisos siguientes, traté de mostrarme decente en todo momento, pero ya me iba a desmayar. Finalmente a penas llegó al cuarto piso, el lugar está repleto de chicas porque se asignan pisos por género.
—Gracias por la ayuda, no debiste molestarte — digo mirándolo, él está un escalón más abajo.
—No es nada, espero verte más seguido por aquí — me da una sonrisa con sus manos en sus bolsillo—Quiero decir en la universidad.
Asiento con la cabeza, hace mucho tiempo que no había conocido una persona agradable por aquí.
—Claro. Te veo pronto Griffin.
Tomo mis dos grandes maletas y comienzo a caminar por el pasillo para buscar el número de mi habitación. A mi lado transitan demasiadas chicas con sus maletas, yo solo avanzo entre la multitud.
Me detengo al ver la placa con el número 306. Espero que mi compañera de cuarto sea mucho mejor que la del año pasado, no puedo aguantar otro año con otra compañera insoportable. Mary, mi compañera del año pasado era una insoportable.
Abro la puerta lentamente, hasta el momento el panorama no parece tan mal. Veo una cama libre, pero de pronto puedo oír una voz.
–Basta Jimmy, ya hablamos sobre eso– dice una chica.
Entro al cuarto, en el veo a la chica que y trae puesto un vestido blanco que va un poco más arriba de la rodilla, trae unas medias negras transparentosas y unos lindos tacones. En una de sus manos sujeta un cigarrillo que está a punto de apagarse y en la otra el teléfono de la habitación.
Creo que llegó hace bastantes hora porque veo que la mayoría de sus cosas están desempacadas.
—Hablamos más tarde. Adiós — ella corta la llamada al notar mi presencia.
–Hola– solo me limito a decir con una media sonrisa, parece como si ella me estuviera analizando con su mirada.
—Hola. Es muy obvio que ese es tu lado de la habitación — señala la cama vacía.
Cierro la puerta del cuarto y dejo mis dos maletas en la cama. Nunca en mi vida me había cruzado con ella, pero como luce es obvio que pertenece a uno de los grandes de Harvard, quiero decir, que su padre o o algún familiar es una persona importante y asistió a este lugar.
Abro la maleta que es más grande y comienzo a desempacar mi ropa, la guardo en la gaveta que está junto a mi cama.
—Mi nombre es Ester, Ester Farhell — dice ella de repente, veo como apaga su cigarrillo y lo deja en el descanso de la ventana.
—Cassandra, Cassandra Ross— sigo desempatando, traje la mayoría de mi ropa.
—Es un placer Cassandra ¿puedo llamarte Cass? — pregunta caminado alrededor mi lado de la habitación para luego tomar asiento en mi cama.
Cass, solo mis amigos me solían llamar así.
—Claro— asiento con mi cabeza, veo como ella toma una de mis prendas y las examina.
—Bueno, tú puedes llamarme Estis, así suelen llamarme mis mas cercanos — dice, creí que no me iba a dirigir la palabra en todo el año.
De repente la puerta de la habitación se vuelve a abrir, entran dos hombres con dos baúles, debo suponer que todo eso debe ser de ella.
—Hola Frank y Albert, dejen las cosas en el rincón —dice ella señalándole un rincón.
Los dos hombres asienten con la cabeza para dejar todo ahí. No me sorprende que haya traído su casa hasta aquí.
—¿Te gusta el blanco y el baige? – me pregunta.
—¿Qué?— pregunto sin entender.
—Te estoy preguntado si a caso te gusta esa paleta de colores —me mira, tiene una mano en su cintura–¿Te gusta?.
—Si, eso creo —asiento con la cabeza sin haber entendido mucho esta pequeña conversación, me volteo y sigo guardando mis cosas.
—Genial porque esos serán nuestros colores. Me agradas, la idiota que tuve como compañera el año pasado se negó a cambiarlo.
Nunca antes me preocupe del color de la habitación, para mi era un desperdicio porque a fin de cuentas luego la dejas.
De repente golpean la puerta, espero que no sean más cosas de ellas. Entran dos chicas vestidas casi de igual manera, pero cambian sus diseños y colores. Llevan puesto lentes de sol y debo suponer que son amigas de ella.
—¿Estás lista, Estis?—le pregunta una de las chicas, ellas ignoran completamente mi existencia.
—Claro Margaret— ella se acerca a su cama y toma su pequeño bolso de diseñador, camina con las demás hacia la puerta, pero antes de salir se detiene—Te veo luego Cass, tenemos muchas cosas que discutir.
Cierra la puerta dejándome sola, esta situación pudo haber sido mucho peor. Me acercó a la ventana, todavía el cigarro arroja un poco de humo, por la ventana puedo verlas salir del edificio mientras ríen.
Vaya, debe ser fabuloso su estilo de vida.
Me acercó al teléfono que está en la mesa de noche y lo tomo, me apoyo en la pared y marco el número de casa. Mis padres deben estar esperando mi llamada, al tercer tono puedo escuchar la voz de mi mamá.
—Hola.
—Hola mamá —sonrió.
—Eres tú cariño —dice—¿Ya pudiste encontrar tu habitación?.
—así, estoy llamando desde ella — digo mientras juego con el cable del teléfono.
—¿Y como es tu compañera?—pregunta mamá.
—Se llamar Ester, hasta el momento a sido agradable —le comento—Al parecer tiene dinero, trajo muchas maletas y tenía puesto un vestido espectacular.
—Espero que sea una buena compañera y no te dejes intimidar —dice mamá —Puede que tenga un vestido lujoso y muchas cosas, pero tú eres grandiosa sin tener nada de eso.
–Te adoro mamá. Adiós — digo.
—Adiós cielo — cuelgo el teléfono y me apoyo en la pared mientras miro mi cuarto.
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