Decidió quedarse con sus ojos cerrados y en completo silencio, esperando a que su visita hablara. Él aún estaba tratando de recobrar fuerzas del secuestro de Albafica por lo que no se esforzaría en siquiera decir media palabra, sobre todo si era Kardia, cosa imposible que pasara, pero era ignorante totalmente la condición que mantenía en terapia intensiva al griego.

Se asombro y extrañó bastante de que, quien sea que haya ingresado a su habitación, aún no dejará salir ni media palabra, por lo que, con mucha molestia, abrió solo uno de sus ojos para finalmente encontrarse con su hijo, que lo miraba con una extraña mezcla de alivio, preocupación, enojo y hasta diría berrinche, clavado en el rostro.

No se dijeron nada, se conocían bastante bien, pero Degel no pudo evitar dejar salir una risa cuando se dio por enterado de lo que Camus traía entre sus manos y al verse descubierto, el francés menor sólo alzó aquel maletin sobre su padre y dejó caer todas las fotografías que había dentro.

-Lo siento por tener que hacer esto ahora, pero ya me estoy volviendo loco y tengo que terminar de entender.- Se acercó una silla, pegándose bien al filo de la cama de su padre y lo miró como si el mayor fuera el hijo y el menor el padre. -Vamos a hablar de mamá y no te voy a permitir más engaños. Vamos a hablar de ella y más te vale que me digas toda la verdad.

Le acabó por decir al tiempo en que levantaba una fotografía de Natassia, cursando un adelantado embarazo, bajo un árbol de duraznos.
Degel solo tomó esa imagen entre sus dedos y sonrió como hacia mucho tiempo no lo hacía.

-Mi amor... Al fin voy a poder hablar de ti...