Tiempos de paz || Naruto Uzumaki
—¿Q-qué?—su respiración se había cortado de momento.— Pero sí solo tengo 17 años... Esto no...
Sus dientes tomaron entre ellos su labio inferior y suspiro sonoramente.
—Son unos idiotas...—murmuró la chica con lágrimas en los ojos mientras veía a ambos chicos tendidos en sus respectivas camillas.
—Aya-chan, estamos bien.—respondió el rubio con una radiante sonrisa.
—Deja de ser tan fastidiosa, Ayame.—murmuró el azabache.
Los chicos, quienes junto a la pelirosa, habían tenido un emotivo momento antes de que la chica pelinegra llegará.
—¡Cállate bakasuke!—murmuró llorando haciendo que el azabache soltara una risa en la camilla de al lado ganándose un puchero de la chica.
Ayame salió de la habitación y comenzó a caminar por las calles de la aldea sin rumbo fijo perdida en sus recuerdos.
—¿Qué es lo que te pasa, Aya-chan?—preguntó el rubio mientras paseaba su mano por la espalda de la chica.
—Es solo que... Estoy tan orgullosa de ti, de ustedes y no puedo evitar...—sus manos se paseaban por el rostro del rubio, mientras que su cabeza estaba recostada en su pecho.
—¿A caso te sientes mal por esto, ttebayo?—pregunto haciendo una mueca hacia el espacio donde debería estar su brazo.
—¡No!—respondió rápidamente.— En realidad estoy muy orgullosa de ti y... Yo te amo, Naruto.
Los ojos del rubio la miraron con incredulidad y sorpresa, nunca nadie le había dicho aquellas palabras, inclusive si Ayame le había repetido en diversas ocasiones desde que comenzaron a estar juntos lo mucho que le quería aquella confesión hacia su corazón latir desbordante de alegría.
—También te amo, Ayame.
Sin siquiera notarlo sus pies la habían llevado a una calle donde podía apreciar aquel monumento Hokage.
—¡Hogar dulce hogar 'ttebayo!—grito sonriente el rubio apenas entro en su nuevo-viejo hogar. Aquel edificio donde había vivido desde niño había sido reconstruido así como su pequeño apartamento.
—No te fuerces mucho, recuerda que aún estás en recuperación por tu brazo.—respondió la chica al ver como el empezaba a mover algunas cosas, intentando darle el aspecto que tenía antes al lugar.
—Ya, es solo que intento que se vea como antes.—respondió con un puchero mientras la chica lo veía sonriente.
—¿Acomodamos después de cenar?—pregunto dando un corto beso en sus labios.
—Perfecto.—respondió devolviendo el tierno gesto y sentándose, sabia como era Ayame cuando no la dejabas hacer las cosas tranquila.
La chica se movía por la pequeña cocina con destreza, había recogido su cabello en un moño y cocinaba hábilmente. El rubio la veía desde su lugar atentamente e inclusive sin darse cuenta fue acercándose hasta abrazar a la chica por detrás.
—¿Huh? ¿Pasa algo?—pregunto la pelinegra al notar su agarre y percatarse de la cabeza del rubio entre su hombro.
—Te amo, Ayame.—dijo mientras daba pequeños besos en su cuello provocado que la chica dejara de lado la comida.
—Naruto... Deberíamos parar.—respondió una vez que ambos estaban besándose descontroladamente y ella se encontraba sobre la mesa de la pequeña cocina.
—¿En serio lo crees? Porque yo no estoy seguro de querer parar ttebayo...—respondió para seguir besándola.
—Yo tampoco quiero pararlo...—respondió observándolo directamente a los ojos.
—Deberías quedarte esta noche, Ayame-chan—respondió mientras se acercaba más a ella, perdiéndose en esos oscuros ojos.
—Me quedaré, Naruto.—respondió mientras se aferraba a la cintura del rubio con las piernas.
Este asintió y la levanto llevándola directamente a la habitación, ya no había marcha atrás.
Los ojos de Ayame veían aquellas pequeñas flores que caían de los árboles preguntándose qué pasaría... El viento soplaba y cuando menos lo espero estaba frente aquel restaurante que tanto amaban ella y su novio.
—Eso fue...—la voz del rubio era casi un susurro, lo único que pudo hacer fue atraer a la chica entre sus brazos y besar su frente.—Te quiero tanto Ayame.
—También lo hago, Naruto.—sonrío sonrojada por sentir su cercanía, incluso después de haber hecho "eso" sentía algo de pena en esta así con el rubio.
—Fue asombroso y mágico.—murmuró el chico—. Aunque ahora que no te deje terminar la cena tengo un poco de hambre.
La delicada risa de la chica no tardó en aparecer mientras el chico la observaba curioso.
—En todo caso podríamos...—hizo una pequeña pausa para acariciar su rostro y besarlo—. Vestirnos e ir por ramen a Ichiraku.
—¡Eres la mejor dattebayo!—grito el rubio feliz.
La chica observó con media sonrisa el establecimiento y se dirigió al apartamento del rubio a paso rápido, debía hablar con él ahora.
—¡Ayame-chan!—sonrío feliz el rubio al ver a su novia frente a él inclinándose a dejar un beso en sus labios.
—Hola, Naruto.—respondió con una sonrisa ladina.
—Pasa pasa, compre algo de Ichiraku hace unos minutos para que cenáramos juntos.—mencionó mientras conducía a la chica a la pequeña mesa.
Ambos se sentaron frente a frente, al rubio se le veía un tanto ansioso, si bien su carácter había cambiado ligeramente seguía siendo aquel chico con carácter que no perdía ese toque de picardía infantil, esa esencia divertida era la que le caracterizaba. El chico devoraba aquellos preciados fideos con felicidad, al menos hasta que noto como su novia movía de un lado a otro el ramen y lo observaba con desgana poniendo su mano en su mejilla.
—Aya-chan, ¿no te gusta? Creí traer tu favorito.—hablo poniéndose en cuclillas a su lado—. ¿Te duele algo?
La chica negó con la cabeza mientras metía una pequeña porción en su boca.
—¿Hice algo malo y no quieres hablarme por ello?—pregunto con un puchero ganándose la atenta mirada de la de pelo negro.—¡Perdóname Ayame! ¡De verdad lo siento!
—Naruto...—murmuró mientras el chico de rodillas abrazaba su cintura y recostaba su cabeza en su regazo. Sus ojos se cristalizaron y acaricio su mejilla.—No, no hiciste nada malo.
Las lágrimas comenzaron a descender de sus ojos, rodando por sus mejillas y cayendo justo en la mejilla del chico quien la veía asombrado.
Ayame no lloraba, las ocasiones en las que la había visto quebrarse justo como lo hacía en aquel momento eran casi nulas, así que algo estaba definitivamente afectándole.
—Ayame-chan...—los ojos de Naruto la veían con tristeza mientras la abrazaba contra su pecho y la encaminaba a la cama, realmente su corazón dolía cuando la veía así.
—Naruto lo siento.—murmuró mientras lo abrazaba.
—Ya está, no hay nada que sentir 'ttebayo, no has hecho nada malo.
—T-tu no sabes... Hay... Hay una vida creciendo... Dentro de mi.—sus espacios entre cada palabra y el temblor de su voz demostraban lo asustada que se encontraba en aquel momento.
—¿D-dentro de ti?—aquella confesión había sido extraña. El rubio no podía pesar que tal vez su amada novia estaba cargando con un bijuu como él hacía.—Eso quiere decir que...
Momentáneamente el escenario cambio, el ya no se encontraba en su habitación si no en aquel oscuro lugar donde Kurama habitaba.
—¡Oye!—grito molesto.
—Siéntate, Naruto.
—Estaba hablando con Ayame, ¡eso fue grosero 'ttebayo!
—No es un bijuu lo que está dentro de ella, mocoso idiota.—respondió la gran bestia un tanto frustrado. No podía entender como en ocasiones el podía ser tan idiota y peor aún, que él debía explicar aquella situación.
—¿Entonces qué es?—pregunto curioso sentándose.
—Ella habla de un niño, un bebé.—mencionó deshaciendo la conexión.
—¿U-un bebé?—pregunto asombrado viendo a su novia, quien se encontraba viéndolo fijamente.
—S-si...
—¡¿Un bebé de Ayame y mio?!—grito asombrado.
—¡De quien más si no, idiota!
Sus ojos parecieron brillar y sus sonrisa se incrementó mientras veía el puchero de la chica.
—Se que soy un idiota, poco cuidadoso, impulsivo e hiperactivo pero te prometo que seré el mejor papá del mundo, ¡dattebayo!
Los ojos de Ayame estaban a punto de salir de sus órbitas, nunca imaginó que el respondería mal a la noticia pero tampoco creyó que lo haría tan bien como lo hizo.
—¡Ven a vivir conmigo!—grito mientras la abrazaba y daba vueltas por todo el pequeño cuarto.
—Y-yo...—una sonrisa de decisión cruzó su rostro—. Viviré contigo, Naruto.
—Y nos casaremos.—sentenció abrazándola aún más fuerte.
Sus mejillas se sonrojaron mientras tomaba su rostro en sus manos.
—Si, lo haremos.—anuncio antes de besar sus labios.
Tal vez era justo ese momento donde los verdaderos tiempos de paz comenzarían... O tal vez no. Después de todo ambos eran unos chicos entrando a una vida de mayores y cuando se trataba de Naruto, bueno, cualquier cosa es posible.
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