Noches en vela || Gaara Sabaku No
Las noches en Suna, al ser un desierto se tornaban frías de sobremanera, sobre todo al ser un lugar extremadamente caluroso durante el día.
La arena, siendo arrastrada por el aire, volaba de un lado a otro sin parar, era un espectáculo que se podría considerar bonito ante los ojos de algunos; el cielo estrellado y negro por la noche, la luna brillando con todo su esplendor y la tranquilidad de ver a todo un pueblo dormir. O bueno, a casi todo un pueblo.
Gaara del desierto, el actual Kazekage de tan solo 15 años de edad se encontraba observando aquel espectáculo nocturno en la azotea de la torre del kazekage. Sus ojos denotaban cansancio, soledad y un sentimiento poco conocido para el; arrepentimiento.
Como cada noche horribles recuerdos atormentaban su cabeza de una forma significativa, todas aquellas personas a las que alguna vez asesino dejándose guiar por el odio y el espíritu del Shukaku lo atormentaban en sus sueños.
—¿De nuevo pensando, Gaara?—pregunto Aimi.
Una chica de cabello castaño claro lacio y largo, Aimi le hacía justicia a su nombre, la kunoichi de 15 años de Sunagakure era una persona verdaderamente amorosa, el cariño y empatía que ella mostraba por los que la rodeaban era algo que Gaara encontraba fascinante, lo hacía preguntarse el por qué aquella chica era así. Inclusive con el, ya que lo conocía desde pequeños, siendo la única persona de su aldea que le mostraba un sentimiento que no era terror, rencor o desprecio.
—Aimi... No es nada.—respondió seco girando la cabeza hacia la luna.
—Te resfriarás si estás aquí solo así.—señaló la joven puesto a que la vestimenta del pelirrojo consistía en una remera simple negra y pantalones buzo del mismo color, eso sin contar que iba descalzo. Mientras que ella de igual forma vestía su pijama e iba envuelta en una manta.
—Estoy acostumbrado. ¿Qué estás haciendo aquí?—pregunto.
—Bueno sé que aún tienes problemas para conciliar el sueño, solo quería hacerte compañía.—la castaña se sentó a su lado proporcionándole un pedazo de su manta al Gaara y acercando su cuerpo al de el.
—Aimi...¿por qué te preocupas por alguien como yo?—Gaara no se atrevía a verla, pero una risita lo hizo voltear.—¿qué es lo gracioso?
El entrecejo fruncido del pelirrojo hizo reír a la chica con más ganas pegándose a su pecho.
—Es solo que... No puedo creer que en serio preguntaras eso. No entiendo porque te sorprende.—su sonrisa no se iba en ningún momento—Yo nunca te he visto como un monstruo, Gaara.
Los ojos del chico adquirieron un brillo especial, no sabía muy bien que era aquello que el efecto de la chica tenía sobre el, pero le agradaba la calidez que sentía en su pecho.
—Cuando volviste de esa misión en Konoha y pude acercarme a ti fui muy feliz, por fin podría tenerte como mi amigo. Inclusive si aún estabas aprendiendo a no dejarte llevar por los impulsos de Shukaku.
—No tenía ni idea de que pensaras eso.
—No, tú nunca tienes idea de nada.—su risa traviesa y contagiosa hizo que una débil sonrisa se instalará en el pálido rostro de Gaara.
—¿A qué te refieres con eso?–preguntó el pelirrojo de manera curiosa.
—Oh... A nada.—sonrío y se acomodo de nuevo a su lado provocando que la manta que, hasta ahora, los cubría a ambos, saliera del cuerpo del chico y le diera un escalofrío. La castaña solo río burlona y vuelve a acomodar la cobija en el chico.—Crei que estabas acostumbrado.
Gaara cerró los ojos, hasta ahora era la única persona que utilizaba ese tono de voz con el, burlesco pero no ofensivo, a lo cual no sabia como reaccionar. El aún estaba comprendiendo como ser un humano completamente.
—Es bonito, ¿no crees?—pregunto la castaña.
—¿A qué te refieres?
—A esto.— señaló su alrededor con ambos brazos al aire—Suna de noche es muy bonita, todo es tranquilo, la arena vuela por doquier, las estrellas brillan con intensidad y la luna esta noche es grande. Es muy bonito a mi parecer.
—Si, tienes razón. Supongo que lo es.—El chico nunca se había puesto a pensar de esa forma de su aldea natal. Tal vez no lo había visto nunca de aquella manera, eso era algo que le gustaba de Aimi. Su forma de ver las cosas e interpretar el mundo. Cada vez que esa clase de comentarios salían de su boca se le hacía imposible no pensarlo a fondo y ver las cosas en la misma forma que la chica.
—Bueno, creo que deberíamos ir dentro.—sugirió ella.—Esta noche es muy bella, si, pero el clima es muy frío.
—De cualquier manera no podré dormir.—la voz del chico sonó agotada y eso movió el corazón de Aimi.
—Bueno, podrías quedarte a pasar el rato conmigo en mi habitación, no tengo ningún problema con quedarme hablando hasta tarde. Tampoco puedo dormir.—ofreció sonriendo de lado.
Eso dejó atónito al pelirrojo, alguien invitándolo a su habitación, y aún sin saber porque, acepto.
Juntos entraron hacia la mansión del Kazekage de nuevo, Aimi era una chica muy inteligente lo cual le había ganado un puesto junto a Kankuro y Temari en los altos rangos, a pesar de su corta edad. Por lo cual su presencia era requerida como seguridad del kage.
—Bueno, entra.—la chica sonrío cálidamente abriendo la puerta de su habitación y dejó al joven pasar.
—Gracias.—él se quedó parado mientras la chica se aventaba a la cama y palmeaba un lugar a su lado indicándole que se sentará junto a ella. El chico aún dudando acepto, no quería ser descortés, además estar parado todo el tiempo no era muy bueno con lo agotado que estaba.
Los minutos pasaban y los jóvenes se entretenían en pláticas de lo más normales en lo que cabe, aficiones, pasatiempos, anécdotas graciosas. Hablaban de todo menos de temas tristes, Gaara ya hacía recostado en la cama mientras Aimi estaba medio sentada a su lado.
—Aimi... ¿Qué es ese sentimiento de opresión, un nudo en la garganta y el dolor en el alma tras algo cometido?—pregunto el pelirrojo cual niño pequeño.
—Supongo que hablas del arrepentimiento, es algo que todos experimentamos.—respondió la castaña, generalmente él le consultaba dudas de ese tipo. Ella creía que era una muestra de confianza entre ellos, puesto a que nunca lo vio preguntarle algo así a Kankuro o Temari.
—Mis recuerdos me persiguen, cada noche cuando cierro los ojos...
La chica lo miro con compasión, no entendía porque un ser tan bueno y puro debía de haber pasado por todo ese dolor. Ella siempre había visto más allá de esa capa que inspiraba miedo, ella veía al niño solitario que no quería serlo y buscaba compañía y amor a toda costa. Sin embargo cuando pequeña no podía acercarse a él y no entendía porque hasta pasados unos años.
—Ven acá—lo llamo, Gaara se acercó un poco y Aimi posicionó la cabeza del pelirrojo en sus muslos y comenzó a acariciar su cabello.
—¿Qué...?—pregunto dejando la pregunta en el aire sorprendido por la acción de la chica.
—Te ves muy cansado Gaara.—dijo—Cuando era pequeña y no podía dormir, mi hermano mayor acariciaba mi cabello de esta forma hasta que mis miedos se iban. Era su forma de transmitirme seguridad y cariño hasta su último día.
—Yo... No sabía que tenías un hermano.—admitió el pelirrojo.
—Murió en combate, estábamos juntos.—susurró— pero eso no es el punto, debes dormir, yo estaré aquí para cuidar de ti.
Involuntariamente los ojos de Gaara comenzaron a cerrarse, esta chica le trasmitía paz y estaba seguro que podría dormir si estaba con ella, tenía el presentimiento de que sus memorias no lo atormentarían. Además de que su toque pasando por las finas hebras de cabello rojo lo relajaban de una manera indescriptible. Y sin más se quedo dormido, siendo seguido por la chica quien lo veía con una sonrisa, con su última energía se recostó a su lado cubriéndolo con una manta y siguió acariciando su cabello hasta el amanecer.
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