Cuidar de ti || Yamato
Todos corríamos al destino que nos indicó Pakkun, el perro ninja de Kakashi-senpai, la desesperación era lo más notable en el ambiente. Le advertimos que no viniera a esta misión, pero ella es tan terca, y ahora está desaparecida.
—¡Estamos a doscientos metros rectos del objetivo!—grita el can, y todos continuamos corriendo.
Sakura está demasiado nerviosa como para ser cierto, ella aprecia a Kaida como nadie puede imaginarlo, la considera una hermana mayor. Sai aún sin demostrarlo esta preocupado, desde que se conocieron ella fue un gran apoyo en sus interacciones con otras personas y además alguien con quien conversar de su arte.
Al llegar al punto descubrimos una descuidada cabaña y sin importar más entramos de golpe, la imagen frente a mis ojos me dejo simplemente perplejo.
—¡Maldito!—el primero en reaccionar fue Naruto lanzándose sobre aquel ninja el cual había sido detenido por uno de los dibujos de Sai.
Naruto y Kaida siempre tuvieron una relación especial, aquel cabeza hueca era la mayor adoración de la chica.
El pequeño cuerpo de Kaida ya hacía tirado en el suelo con una mirada pérdida, su cuerpo lleno de moretones este estaba siendo apenas cubierto por su ropa interior y sus manos estaban llenas de sangre y heridas. Su cabello revuelto y sus ojos mostraban miedo antes de cualquier otra emoción.
—Kaida-san...–exclamó Sakura en un suspiro. Sus ojos mostraban horror ante la imagen frente a sus ojos.— capitán Yamato...
Mi piernas reaccionaron por sí solas acercándome a ella, Kaida solo grito cuando le puse encima un cobertor y comenzó a llorar. Su shock era tanto que ni siquiera nos reconocía.
—Perdóname por lo que haré.—susurro antes de hacer que caiga desmayada.
(...)
Me siento impaciente en la sala de espera del hospital de la aldea, después de horas, esperando noticias. Hasta que un ruido capta mi atención.
—¡No me toque!—sus gritos y llantos me sacan de mis pensamientos y sin importar nada corro hacia dónde está.
Un médico está saliendo de la habitación cabizbajo y Shizune-san está abrazándola acariciando su cabeza con tristeza. Ella solo se deja y sigue llorando.
—Kaida...—digo al verla tan rota. Sus ojos demuestran tristeza y un sentimiento que no puedo describir, sus manos están vendadas y cuando se gira a verme noto el mal estado en el que su rostro se encuentra.
—Yamato...—sus ojos se llenan de lágrimas de nuevo y me mira con suplica.
Camino hacia ella y Shizune sale de la habitación dejándonos solos.
—¿Estás bien?—pregunto acercándome hasta quedar a su lado. Intentó tomar su mano pero ella se mueve rápidamente.
—Lo...lo siento.—dice tomando mi mano—Se que jamás me harías daño.
Mis ojos la miran con sorpresa y a su vez con dolor, mi instinto me hace saber hasta cierto punto que es lo que le pasó, y una parte de mi verdaderamente desea que mis suposiciones no sean ciertas.
—Shizune dijo que podía irme.—dice y asiento—Yamato... Llévame a casa, no me dejes sola.
Sus ojos siguen derramando lágrimas y asiento besando su frente.
—Vamos a casa, Kaida.—digo y tomándola en mis brazos desaparecemos del lugar en una nube de humo.
De un momento a otro aparecemos en la sala de su casa, nuestra casa, ella se encamina al baño y abre la llave de la tina. Se desprende de sus ropas, excepto la interior, y se mete en esta cerrando la llave una vez que está está llena.
—Me siento sucia.—dice y me mira triste.
—¿Qué es lo que pasa?—pregunto y ella sonríe melancólica.
—Disfruto tu compañía mientras puedo, ningún hombre quiere a una mujer sucia. Usada.—dice y yo solo puedo verla con enojo.
—Yo no soy como los demás.—digo firme—No soy como ellos porque yo te amo, y no hables de ti como si de un objeto se tratara.
—¡El me hizo suya por la fuerza Yamato!—grita con desesperación.—Ya no soy pura, ya no estoy reservada para alguien exclusivamente porque ese maldito me lo arrebató.
—¡Basta ya!—levando la voz y ella se hace un ovillo.—Déjame cuidar de ti, déjame ser el hombre más importante en tu vida. Demostrarte lo que es el amor de un hombre a una mujer en todos los sentidos, Kaida.
Sus ojos se agrandan como platos y me mira sin saber qué decir.
—No me interesa lo que él hizo, porque estoy seguro que seré aquel que tenga el privilegio de estar contigo en cuerpo y alma y compartir ese amor.
—Te amo, Yamato.—dice lanzándose a mis brazos—Eres el hombre de mi vida, siempre lo serás. Serás el único al que me entregaré por amor y con el cual compartiré el resto de mis días.
—Yo también te amo, Kaida.—digo devolviendo el abrazo y besando la coronilla de su cabeza.—Desde este momento en adelante siempre estaré aquí para cuidar de ti.
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