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Prólogo

— Yo, soy el Señor de los Dragones… — Persona normal hablando.
    [Yo, soy el Señor de los Dragones…]    Seres Sellados hablando.

ʺAsí que este es el poder de los DragonesʺPersona normal pensando.

Zeoticus Gremory se paseaba impacientemente afuera del consultorio médico de su amigo Sigmund Sitri.

Su prometida, Venelana, había estado mostrando problemas de salud en dias recientes, pero al ver que no era algo pasajero optó por traerla con un médico de confianza.

Él era el heredero del Clan Gremory, por ello fue comprometido con la heredera del Clan Bael.

Al principio ninguno de los dos estuvo de acuerdo, pero al pensarlo bien ambos se dieron cuenta de que pudo haber sido peor.

Los dos se conocían desde más jóvenes y sabían bastante uno del otro, lo que les ayudó a tomar las cosas con calma.

Hablaron con sus padres y llegaron al acuerdo de convivir un par de años antes de decidir si seguían adelante con el compromiso, pues solo tenían 15 años en ese entonces.

De eso habían pasado tres años, por lo que ambos se habían enamorado en ese tiempo, sin embargo ninguno sabía de los sentimientos del otro.

Su amistad seguía siendo la misma, al menos para entre ellos, pues los patriarcas Gremory y Bael habían notado la creciente atracción entre ellos.

Pero las cosas se hicieron difíciles para la pareja hace un mes, pues fueron invitados a la fiesta de cumpleaños de Sanae Sitri, esposa de Sigmund Sitri, amigo de la infancia de Zeoticus, donde ambos bebieron de más y las cosas se salieron de control.

Zeoticus recuerda haber despertado con dolor de cabeza, antes de darse cuenta de su desnudez y de estar en una de las habitaciones del Castillo Sitri.

Después notó el cuerpo junto a él, siendo el cabello castaño lo que llenaba su visión.

Venelana fue la siguiente en abrir los ojos.

Un poco desorientada se reincorporó en la cama, al tiempo que las sabanas caían revelando un par de turgentes pechos a su acompañante.

Para Zeoticus fue una visión inmaculada, antes de que la castaña notara al joven Gremory.

Esta abrió los ojos al comprender lo que había ocurrido, pues el ligero dolor en su entrepierna denotaba que ambos hicieron más que dormir en esa cama.

Venelana gritó.

Zeoticus salió de su trance.

Todo se oscureció para el peli-rojo cortesía de un poderoso derechazo de la avergonzada heredera Bael.

Desde ese día la relación de ambos se vio sumamente tensa, algo que varios de sus conocidos más cercanos notaron.

Entonces hace un par de semanas la castaña empezó a tener náuseas y vómito por las mañanas.

Por ello estaban aquí.

El peli-rojo se detuvo cuando la puerta se abrió, mostrando a una Venelana cabizbaja y a un serio Sigmund detrás de ella.

Este era un joven de cabello negro peinado hacia atrás, con ojos azules afilados detrás de unos lentes de semi-montura.

— ¿Que ocurrió? — Preguntó Zeoticus con preocupación.

El ver la expresión seria y grave de su amigo lo puso nervioso.

— Los dejaré solos, esto es algo que ustedes deben de hablar — Dijo Sigmund saliendo de la habitación.

El lugar quedó en completo silencio, mientras la tensión crecía.

Hasta que el peli-rojo se acercó a la castaña.

Esta se tenso al notarlo, cosa que el peli-rojo percibió por lo que la tomo de la barbilla y la hizo mirarlo con suavidad.

La castaña mostraba miedo en sus orbes violetas, preocupando más al peli-rojo.

— Y-Yo estoy... embarazada — Fue lo dicho por la chica.

Ella vio como Zeoticus se congeló, por lo que cerró sus ojos esperando el rechazo o alguna reacción negativa por parte de su prometido.

Entonces lo sintió.

Unos cálidos brazos la rodearon tomándola por sorpresa, por lo que levantó su rostro solo para que sus labios fueran reclamados en un profundo beso.

Ella sintió el enorme amor que ese gesto contenía, por lo que no pudo evitar cerrar los ojos y dejarse llevar.

Cuando le hizo falta el aire, Venelana se alejó de quien le había robado su primer beso.

Cuando abrió los ojos ella vio como Zeoticus la miraba mientras aún la sostenía entre sus brazos.

Sus orbes azules desbordaban amor, lo que hizo que sus ojos se humedecieran.

— Venelana, me has hecho el hombre más feliz al darme esa noticia — Dijo el peli-rojo con gran emoción.

— Y-Yo pensé que te enojarías — Dijo Venelana totalmente incrédula.

Ella creía que Zeoticus se molestaría al perder su libertad y verse obligado a hacerse cargo de un hijo no planeado.

Pero no esperó esta reacción por parte del joven peli-rojo.

La expresión desconcertada de la heredera Bael se gano una leve risa del heredero Gremory.

— Como podría enojarme, si la mujer que amo me dice que espera un hijo... un hijo mío — Fue lo dicho por Zeoticus.

Venelana abrió sus ojos al escuchar eso.

— Así es, desde hace tiempo que estoy enamorado de ti Venelana, pero no lo dije por temor a que no sintieras lo mismo que yo — Decía Zeoticus con expresión suave.

La castaña derramaba lagrimas en este momento.

— Entonces ocurrió ese incidente, lo que me hizo sentir terrible al aprovecharme de ti — Dijo con pesar.

La castaña recordó la culpa visible en los ojos de su prometido cada vez que cruzaban miradas, algo que la entristecía visiblemente.

Ella quería decirle que no estaba molesta con él, pero al mismo tiempo tenía miedo de que preguntara el porqué de ello.

Ella no quería que él aceptara sus sentimientos por la culpa.

Pero ahora él le decía que la amaba, expresando sus sentimientos y dejándole sentir todo el amor que sentía por ella.

Asi que decidió no quedarse atrás.

— Yo también, Zeoticus, yo tambien te amo — Dijo mientras llevaba su mano a la mejilla del mencionado.

Este abrió los ojos al escucharle decir eso, mientras su corazón palpitaba fuertemente.

Él podía ver un profundo amor en los orbes violeta de la chica, ademas del toque gentil que ella le regalaba en forma de caricia.

— No dije nada por temor a tu rechazo, pensando que me veías solo como una amiga... tampoco dije nada después de aquello pues pensé que me aceptarías por la culpa y no porque me amaras — Decía Venelana.

El peli-rojo se sorprendió por esas palabras, pero no pudo evitar pensar en que ella tenía razón.

A pesar de estar enamorado de ella, la culpa por haber tomado lo mas valioso para ella aun persistiría volviendo frágil su matrimonio.

Pero ahora todo era diferente.

— Venelana — Pronunció en tono suave.

Lentamente se separo de ella, llenándola de duda al verlo postrarse en su rodilla mientras en su palma brillaba un pequeño círculo mágico.

En este apareció una pequeña caja, misma que el joven abrió antes de extenderle el contenido.

Venelana se cubrió la boca la ver el contenido de esta.

Un hermoso anillo de oro con una joya violeta incrustada en ella.

— ¿Aceptarías ser mi esposa? — Preguntó el peli-rojo.

La castaña derramaba lagrimas de alegría mientras se limitaba a asentir.

— S-Si... acepto — Dijo la chica con voz temblorosa.

El peli-rojo sonrió para después ponerse de pie y tomar su mano izquierda, luego deslizó el anillo en el dedo anular de Venelana, besando sus nudillos con cariño.

— Te amo, Venelana Bael — Dijo Zeoticus mirándola a los ojos.

— Te amo, Zeoticus Gremory — Respondió Venelana mirándolo de vuelta.

Entonces ambos sellaron su amor con un beso.

Detrás de la puerta, Sigmund Sitri se hallaba de brazos cruzados refirmado en ella.

Había oído la conversación y no pudo evitar sonreír divertido por esos dos.

— Ya era hora — Musitó el joven.

Él al igual que algunos conocidos del par sabían que se atraían, por ello les frustraba que ninguno diera el paso.

Sin duda esto sería noticia en el Inframundo.

Las familias Gremory y Bael quedaron sorprendidos cuando el par anunció aceptar el matrimonio, pero lo que sin duda los dejó de piedra fue saber que la chica estaba embarazada.

Nunca pensaron que esto ocurriera tan rápido, a lo mucho en un par de décadas más.

Zeoticus y Venelana celebraron su boda en grande, para luego consumar su amor.

Para ambos fue genuinamente sorprendente el recordar aquella noche justo en ese momento, recordando las palabras de amor entre ellos en medio de su embriaguez.

Asi pasaron los meses, donde el vientre de la chica se abultaba conforme pasaba el tiempo, llenando de emoción a la pareja y amigos cercanos.

Territorio Sitri

— ¡Ahhh! — Se oyó un grito femenino.

Zeoticus hacia una mueca de dolor en esos momentos.

Venelana estaba en labor de parto, aferrándose a la mano de su esposo, la cual casi destrozaba por la fuerza ejercida.

— ¡Zeoticus! ¡Voy a matarte si me sueltas! — Exclamó la castaña mientras apretaba los dientes.

El pobre peli-rojo lloraba cómicamente de dolor.

Entonces se escuchó.

— ¡Buahh! — El llanto infantil inundó el lugar.

— Es un niño — Anuncio Sigmund mientras Sanae le daba una manta.

Envolvió con ella al pequeño mientras se lo entregaba a una cansada Venelana.

— Mi bebé — Murmuró la castaña tomándolo entre sus brazos.

La visión de su amada esposa y su hijo hizo que las lagrimas cayeran de los ojos de Zeoticus.

Era hermoso.

— Felicidades amigo — Dijo Sigmund poniendo una mano en su hombro.

— Gracias amigo — Agradeció mientras se limpiaba las lagrimas.

— ¿Cual es su nombre? — Preguntó Sanae con curiosidad.

Venelana miro a su pequeño.

Su cabello era rojo carmesí, distintivo del Clan Gremory.

Entonces abrió sus ojitos, revelando que estos presentaban heretocromía.

El ojo derecho era azul zafiro y su ojo izquierdo violeta.

Cuando el azul zafiro del bebé y los ojos violeta de Venelana hicieron contacto, el nombre vino por si solo a su boca.

— Naruto, Naruto Gremory — Dijo Venelana sonriendo dulcemente.

El resto parpadeo por el extraño nombre, pero luego sonrieron.

— Naruto, mi hijo... gracias Venelana — Dijo Zeoticus mientras se inclinaba y besaba la frente de su esposa.

La mansión Gremory se llenó de alegría cuando vieron al nuevo miembro de la familia.

Oficialmente, Naruto era el nuevo heredero del Clan Gremory, puesto que al casarse, Zeoticus fue nombrado la nueva cabeza del Clan junto a Venelana Bael, ahora Gremory.

El niño era amado por todos, creciendo sanamente y disfrutando su infancia.

Al igual que su madre su piel tomó un color ligeramente bronceado conforme crecía, ademas de que en su rostro eran visibles tres marcas en las mejillas.

A los cuatro años su cabello lucía parecido al de Venelana, con la diferencia de que él presentaba un ahoge coronando su cabeza, ademas de que su cabello lo llevaba amarrado en una coleta baja, con dos mechones largos enmarcando su rostro ligeramente redondo.

Los tiempos felices continuaron hasta que Naruto cumplió los seis años.

Fue cuando estalló la guerra entre las Tres Facciones y Zeoticus se vio obligado a participar en ella por orden de los Maou.

Ante este escenario, Venelana temía que su esposo no regresara.

Ahora mismo se puede presenciar una triste escena en las puertas del Castillo Gremory.

— Te prometo que volveré al lado de ustedes — Decía el peli-rojo mientras abrazaba a su esposa.

En estos años, su rostro adquirió un semblante de madurez, mismo que se vio reforzado por dejarse crecer una ligera barba.

Actualmente estaba ataviado por una armadura negra que se esperaba lo protegiera en el campo de batalla.

— Aún así tengo miedo — Murmuró la castaña con voz temblorosa.

Ella mostraba un cuerpo mas voluptuoso que antes, sin mencionar que su cabello lo había recortado a poco más allá del cuello.

Por su parte, el pequeño Naruto no entendía mucho de lo que ocurría, pero no le gustaba ver a su madre triste.

Entonces los adultos se separaron, para que después Zeoticus se acercara a su hijo y se arrodillara frente a él.

Acto seguido lo tomó por los hombros mientras le sonreía de forma cálida.

— A partir de hoy cuidaras a tu madre en mi ausencia, sé un buen señor mientras estes a cargo — Le dijo al pequeño.

Naruto asintió sin saber muy bien lo que dijo su padre, pero grabando en su mente aquellas palabras.

El peli-rojo mayor se levanto, para después acariciar la cabeza de su pequeño antes de darse la vuelta y dirigirse al grupo de Demonios que lo esperaban.

Cuando pasó al lado de uno de sus sirvientes, este tomó la espada que era extendida en sus manos, para después asegurarla en su cintura.

Sin voltear en ningún momento, este llegó con el grupo y después desapareció junto a ellos en un círculo mágico.

Venelana nunca apartó la mirada de la espalda de su esposo, mientras una expresión triste adornaba su rostro.

Entonces sintió como tomaban su mano.

Era Naruto.

— Kaa-chan — Murmuró el pequeño en igual estado.

Cuando su padre se separó de él entendió que no lo vería en un largo tiempo.

— Vamos adentro, ¿Que te parece si te leo un cuento? — Dijo con tono dulce.

El pequeño asintió ante la idea.

Sin más madre e hijo ingresaron al interior del Castillo seguidos de los sirvientes que también despidieron a su amo.

Lugar desconocido

Se puede ver una extensa llanura carente de vida, donde un enorme número de Demonios se congregaba.

Todos con sus respectivas armaduras y diferentes tipos de armas en mano.

Cuando vieron a su reyes de pie frente a ellos estos rápidamente tomaron formación.

— Dios y Grigori nos han declarar la guerra, Dios por que somos criaturas oscuras no grata ante sus ojos y los Caídos por creer ser la raza superior — Empezó a hablar el Maou Asmodeus.

— Hoy les demostraremos que los Demonios no debemos ser menospreciados — Fue el turno del Maou Belzeebu.

— Su luz no será un impedimento para nuestra victoria — Dijo ahora el Maou Leviathan.

El último Maou se mantenía con los ojos cerrados, con un aura tranquila rodeándolo.

Desde el cielo surgió una luz, mostrando un enorme círculo mágico desde donde una gran cantidad de Ángeles surgía.

Al frente de tal ejercito venía Dios.

Desde otro punto en el cielo, podía verse una gran nube oscura.

Estos resultaban ser Ángeles Caídos, siendo guiados por su Gobernador, Azazel.

— Como su rey les ordeno luchar, como su igual les pido que luchen a mi lado... como Demonio les digo, recuerden por que luchamos, ahora ¡Síganme! — Exclamó mientras extendía sus doce alas.

— ¡Entendido, Lucifer-sama! — Respondió el ejercito imitando a su líder.

Las tres fuerzas chocaron con fuerza.

"Venelana, Naruto... espérenme" — Pensó Zeoticus antes de chocar armas contra un Ángel.

Castillo Gremory

Esa noche Venelana no podía dormir.

La incertidumbre reinaba en sus pensamientos, mientras abrazaba a un dormido Naruto.

La visión de su pequeño dormido profundamente fue suficiente para tranquilizarla un poco, por lo que decido tratar de dormir nuevamente.

En la mente del pequeño peli-rojo, una entidad abrió sus ojos azules.

— Pronto nos encontraremos, Naruto — Dijo antes de cerrar los ojos nuevamente.

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