
𝟜𝟞. 𝕊𝕒𝕝𝕧𝕒𝕣 𝕒𝕝 𝕕𝕚𝕒𝕓𝕝𝕠
📍SANTA ROSA, A CORUÑA
📅SÁBADO 24 DE DICIEMBRE DE 2022
📅UN MES DESPUÉS
Otra vez estaba lloviendo. Parecía que el día se había levantado algo más claro pero, de repente, los nubarrones negros empezaron a surcar el cielo y las primeras gotas ya golpeaban los cristales.
Karisa le dio otro sorbo a su taza de té y sonrío, ya no le daban miedo las tormentas, aunque a su lado no estuviera su héroe de ojos marrones que luchaba con ellas. Bajó una de sus manos a su vientre y lo acarició muy lentamente permaneciendo aún la sonrisa en su rostro.
- Papá nos encontrará, cariño –le susurró con mucha dulzura al pequeño bebé que estaba formándose en su barriga.
Porque sí, Karisa estaba embarazada. Hacía sólo un par de semanas que un test de embarazo se lo había confirmado, y también, la primera visita médica para controlarlo. Estaba segura de cuando su bebé fue concebido. Aquella maravillosa noche durante el Gran Premio de Estados Unidos. La noche en la que le dijo a Carlos que lo amaba y habían hecho el amor de una forma tan preciosa que habían creado una nueva vida.
Dejó la taza en el fregadero y suspiró con algo de melancolía. Echaba tanto de menos a Carlos. Y deseaba que estuviera a su lado compartiendo con ella los primeros meses de su embarazo. Llevaba un mes sin verlo. Sin saber nada de él. Ni siquiera tenía contacto con Karolo, Charles o Pascale. Carlos había sido muy claro. Tenía que esconderse y él la encontraría. Se lo prometió y sabía que no faltaría a su promesa.
Sintió su cuerpo temblar ligeramente y como tenía unas enormes ganas de llorar. Las reprimió mordiendo sus labios y se dio la vuelta para doblar la ropa que había recogido antes de que empezara a llover.
Un golpe en la puerta principal, le hizo desistir de su tarea. No es que tuviera muchas visitas, bueno, más bien ninguna, pero una de las vecinas de su bisabuela Anaitat solía ir a verla de vez en cuando, para cerciorarse de que ella estuviera bien.
Pensando que era la amable señora, Karisa abrió la puerta con una agradable sonrisa que se quedó congelada en sus labios, cuando el cuerpo mojado de Carlos, apareció delante de ella. La castaña sintió un escalofrío. Las lágrimas acudieron a sus ojos y les fue imposible de reprimirlas.
- ¿Eres real? –le preguntó ella aún temblando y sintiendo que la garganta se le secaba.
- Lo soy. He venido a buscarte.
Karisa no perdió el tiempo y se arrojó a sus brazos sollozando desconsoladamente. Carlos la agarró de las caderas y la alzó del suelo abrazándola como si la vida se le fuera en ello. Aspiró su aroma y sintió todo su cuerpo responder a ella. La había echado tanto de menos que creyó morir por no tenerla a su lado. Avanzó dentro de la casa cerrando la puerta de una patada y le buscó la boca para darle todos esos besos que ambos se habían negado durante todo este tiempo.
- Oh, dios, Carlos. Te he echado tanto de menos –le dijo ella besando sus labios y disfrutando del sabor de su boca junto a la de ella.
- Te prometí que vendría a por ti. Y yo siempre cumplo mis promesas –Carlos caminó hasta dejarse caer en uno de los sofás con ella en sus brazos. Repasó su cara con la yema de sus dedos limpiándole las lágrimas – te quiero, Karisa. Te quiero tanto mi amor.
- Y yo a ti –Karisa bajó sus labios y besó los suyos en un lento beso. Repasó cada centímetro de estos perdiendo sus dedos entre sus cabellos marrones. Al separarse de él, sonreía como hacía muchos días que no lo hacía- ¿Cómo me encontraste?
Carlos frunció el ceño y echó su cabeza hacia atrás. Resopló y la miró sabiendo que lo que le iba a decir, la cabrearía. Pero, ya iba siendo hora de contárselo.
- Te vas a enfadar, Karisa –le advirtió él- y mucho.
- Después de tantos días sin ti, lo que menos ganas tengo es de enfadarme, pero, sin involucra mujeres, lo haré –le respondió ella cruzando sus brazos. Carlos levantó uno de sus dedos y repasó sus labios con mucha delicadeza. Posó los suyos en los de ella y la besó solo unos instantes.
- No quiero justificarme porqué lo que hice, si fuera ahora, no lo haría, pero, tengo que decirte que gracias a eso, te encontré cuando te secuestraron en la Cabalgata y también ahora...
- Me estás asustando, Carlos... -le dijo ella temblando ligeramente.
- Cuando te saqué de Nusa y volamos en el avión con destino a Madrid... -Carlos mojó sus labios y sintió que su corazón le latía demasiado deprisa como para continuar. Si después de contarle esto, ella lo dejaba, se lo tenía merecido- cuando te quedaste dormida te puse un localizador en el brazo.
Karisa abrió sus ojos muy sorprendida por sus palabras. Tragó saliva y quitó sus manos del cuello de Carlos. Lo que sentía ahora mismo era difícil de describir, pero, él tenía razón, estaba cabreada.
- ¿Me marcaste como una puta vaca para que no me escapara, verdad? –le dijo ella alzando la voz.
- Básicamente fue por eso –admitió él mirándola fijamente- pero también lo hice porque si alguna vez alguien intentaba algo, podría encontrarte fácilmente. Lo siento mucho Karisa. De verdad que lo siento. En su momento lo hice porque... joder, porque era lo que hacían en la Bratvá... y después... se volvió una costumbre comprobar que estuvieras bien, y si, sé que debí quitártelo hace tiempo, pero este mes, el saber que estabas aquí y que no te movías me hizo no volverme tan loco.
Karisa agudizó su mirada conteniendo el aliento. Su labio superior tembló ligeramente y una pequeña sonrisa se curvó en su boca.
- Ya lo sabía, Carlos, lo del localizador –le confesó ella ante su incredulidad.
- ¿Cómo? ¿Tú lo sabías? –le dijo él sin bastante sorprendido.
- No soy idiota, Carlos. Sabía que los ponían por otras chicas, y cuando lo del secuestro me lo imaginé. Pero, en una cosa tienes razón, debiste decírmelo. Y quitármelo...
- Si lo hubiera hecho, no te hubiera encontrado –sus ojos marrones la miraron con un anhelo ante el cual Karisa estaba rendida, pues ella estaba igual que él.
- Tu amigo Andrea seguro que si –le contestó ella alzando una de sus cejas.
- ¿Quieres que sigamos discutiendo? ¿o prefieres que nos vayamos a tu cama y me dejas que te haga el amor? Llevo un mes sin ti. Te necesito.
Karisa río. Se mordió el labio superior y se inclinó para besarlo, esta vez, con más profundidad y con bastante prisa. Su lengua fue al encuentro de la de Carlos, lamiéndola y jugueteando con ella. Puso sus manos en su cintura y la pegó más a su cuerpo.
- ¿Dónde ésta el puto dormitorio? –le preguntó él con la voz ronca por el deseo. Besarla estaba desatando todo un infierno en Carlos.
- Lejos –le dijo ella cuando él le llevó las manos hasta el borde su sudadera, de Ferrari, como no, hasta quitársela del todo.
Arrojó la prenda a un lado y admiró los turgentes pechos que sobresalían por el encaje del sujetador. Llevó sus manos hacia atrás y le desabrochó la prenda con un solo movimiento. Rozó sus pechos con la yema de los dedos sin dejar de mirarla en ningún momento. Un gemido de placer salió de los labios de Karisa cuando Carlos acercó su boca y su lengua se demoró lamiendo sus erectos pezones. Se agarró a su pelo y tiró de él cerrando los ojos invadida por el placer.
- Amor, tienes las tetas más grandes –le dijo Carlos acunando en sus manos otro de sus pechos.
- Eso es porque estoy embarazada...
Karisa se mordió los labios y se maldijo por no tener el móvil a mano y grabar este momento. La expresiones de Carlos pasaron del asombro, a la sorpresa, así como a la sonrisa más bonita que le había visto en su vida.
- Karisa –le dijo él sintiendo como se le humedecían los ojos.
- Me enteré hace unas semanas. Me hice un test...y aparecieron las dos rayitas... Estoy de dos meses. Creo que fue en...
- En el Gran Premio de Estados Unidos. Aquella noche después del paseo en globo... -finalizó él la frase por ella. Carlos dejó escapar un suspiro y puso su cabeza entre los pechos de Karisa. Y ahora, si, ahora sí que lloró. A lágrima viva- oh dios, oh dios.
- Carlos, ¿estás bien? –le preguntó ella acariciando su mejilla.
- ¿Bien? Estoy de puta madre. Acabas de hacerme muy feliz. Esto es mucho más de lo que soñé que me pasaría nunca. Y todo es por tu culpa –la sonrisa de Carlos ocupaba toda su cara, a la vez que los latidos de su corazón golpeaban con fuerza en su pecho.
- ¿Yo? ¿Y yo que he hecho? –le preguntó ella con inocencia.
- Salvar al diablo. Y ahora vas a hacerme padre, joder lo que te quiero Karisa.
Carlos la besó. Esta vez con mucho cuidado, como temiendo romperla. Se puso en pie sin soltarla pese a las protestas de ella.
- ¡Carlos! ¿Dónde vamos?
- Al puto dormitorio. No me voy a acostar con la madre de mi bebé en un sofá. ¿Me dices dónde vamos?
Karisa río y pegó su boca a la suya dándole un largo beso que casi los dejó sin respiración.
- ¿Tú estás bien Karisa? –le preguntó él con evidente preocupación
- Estás conmigo. Ahora estoy de maravilla.
📅 ️MÁS TARDE
Carlos miraba como la lluvia no daba tregua y caía incesantemente. El paisaje que tenía delante tenía que ser bonito cuando estuviera soleado. Cerró sus ojos y una leve sonrisa salió de su boca. Iba a ser padre. Iba a tener un bebé con la única persona que había amado en toda su vida. Estaba feliz. Por fin, lo estaba. Por fin sentía que había luz al final de ese túnel que era su vida.
- Vuelve a la cama. Tengo frío.
La voz de Karisa le reclamaba para que volviera a acostarse. Se dio la vuelta y le sonrió al ver que ella apartaba las mantas para que de nuevo estuviera a su lado. Se quitó las zapatillas y la estrechó entre sus brazos en cuanto estuvo dentro de la cama.
- Estás muy calentita –le dijo él cerrando los ojos y disfrutando de la calidez de su cuerpo.
- Me encanta la sonrisa que tienes, Carlos. Tienes cara de felicidad.
- Es que lo soy –la apartó de su pecho y la hizo girarse hasta estar los dos cara a cara. Sus dedos repasaron sus mejillas con mucha ternura. Fue bajando su mano hasta posarla en su estómago, que aunque aún estaba plano, le hizo sentir miles de sensaciones a la cual más bonita.
- ¿Podremos ser felices? –le preguntó esta vez siendo ella la que estaba preocupada.
- Gracias a ti, si –le aseguró él fijándose como a ella le cambiaba la cara- ¿creías que no me iba a enterar?
- Pero...joder, ¿Quién te lo dijo? –Karisa frunció sus labios de una forma tan adorable que él solo pudo besarla otra vez.
- Nikolai. Me llamó para darme la libertad, según él. Me agradeció mis servicios y me juró que estaba muerto para la Bratvá y que a los muertos hay que dejarlos descansar. Bueno, y que le robaras el móvil a Karolo y lo tiraras a una papelera, también me hizo sospechar. ¿Te das cuenta en el grave peligro al que te expusiste?
- Si, lo sé, pero tenía que hacerlo. Por ti y por nosotros –ella cogió la mano de Carlos y la llevó hasta su vientre. Sintió sus dedos acariciarlo muy despacio, así como un leve estremecimiento en todo su cuerpo.
- Te debo la vida, Karisa –Carlos se acercó hasta casi rozar sus labios con los suyos. Amaba a esta mujer por encima de todas las cosas y ahora que lo iba a hacer padre, su amor por ella aumentaba a cada segundo- me has salvado.
- Tú lo hiciste conmigo primero, no lo olvides –los dedos de Karisa recorrieron su mejilla muy lentamente, perdida en su mirada chocolate, esa que la hacía sentir única.
Acostados en esa cama, hicieron miles de planes de futuro. Sus dedos estaban entrelazados y se robaban besos a cada instante. Carlos no podía ser más feliz de tenerla a su lado. Por fin, después de tantos años, veía un futuro en el que no le debería nada a nadie. Sería solo él. Carlos Sainz. Piloto de Fórmula Uno, y futuro padre.
- Por cierto, ¿tú quieres celebrar la Nochebuena aquí, o prefieres ir a otro sitio? –Carlos se llevó sus dedos a su boca besándolos uno a uno, algo que le hizo cosquillas.
- Depende de donde sea el otro sitio –le respondió ella soltando una pequeña carcajada.
- Bueno, creo que nuestra familia está esperándonos desde hace rato. Y que mejor forma de empezar la Navidad que con ellos. Pero, después si quieres, nos volvemos aquí, ahora, que no te prometo que puedas salir en muchos días de esta cama.
Karisa se inclinó hasta casi estar encima de él. La sonrisa no se le había borrado de la cara desde que él había llegado, y sabía que jamás lo haría.
- Me parece un planazo, amor.
📅 ️MÁS TARDE
La mano de Pascale aún seguía en el vientre de Karisa. Ahora mismo ésta mujer era lo más parecido a una madre que la chica tenía y la monegasca se sentía como si fuera esa futura abuela. Le sonrió y la atrapó en un largo abrazo que la castaña correspondió quedándose en su pecho durante unos buenos segundos. La mujer acariciaba su pelo tremendamente feliz de ver que ella lo era.
- Entonces, se supone que seré tío, ¿no? –Pierre alzó su copa para chocarla con la de Carlos esperando la respuesta del español.
- Si, serás su tío. Y espero buenos regalos acorde con tu situación económica, Pierre –Carlos le guiñó uno ojo ganándose una carcajada del francés.
- Sabes que si, pero, yo no me preocuparía por mi, me temo que lo de Charles va a ser una locura...
Carlos asintió con su cabeza pues desde que les dijeran a todos que Karisa estaba embarazada todos se habían volcado con ellos y se les veía felices con la noticia.
- Yo no pienso ser el abuelo –apuntilló Karolo sentándose en el brazo del sillón cercano a Pascale.
- Pues vas a ser un abuelo muy sexy... -Pascale le guiñó un ojo al ruso viendo como sus mejillas se ruborizaban ligeramente.
- Puag. Aún tengo que asimilar lo vuestro –les dijo Carlos señalándolos con su copa.
En ese momento entró Charles, móvil en mano. Su cara de circunstancias llamó la atención de todo el mundo.
- ¿Qué pasa amor? –Pierre fue el primero en acercarse y preguntarle, pues el rostro de su novio denotaba bastante asombro.
- Un donante anónimo ha donado una cantidad ingente de dinero a nuestro asociación de Ayuda a la infancia...
La mirada de Charles fue irremediablemente a posarse en Carlos, el cual rodaba entre sus manos su copa de ponche. Esbozó una ligera sonrisa que confirmó las sospechas del monegasco.
- ¡Joder! Eso está de puta madre –felicitó Pierre a su novio. Entre los dos habían fundado hacía un año una Asociación que daba auxilio a chicos y chicas menores de edad cuyas circunstancias familiares no eran del todo adecuadas para ellos- ¿y de cuanto dinero hablamos?
- Diez millones de euros.
El comedor y todos sus ocupantes permanecieron en silencio. Eso era mucho dinero. De alguien que lo tenía y quería desprenderse de él y que alguien que lo necesitara más, pudiera beneficiarse de él.
- Pues alzo mi copa por el donante anónimo –acabó diciendo Charles señalando a Carlos de tal manera que sólo él se diera cuenta. Los demás imitaron el gesto levantando su copa y bebiendo aún reponiéndose de la sorpresa.
- Bueno, ahora que estamos todos aquí reunidos –dijo Carlos dejando encima de la chimenea su bebida. Se llevó las manos al pelo y se lo revolvió algo nervioso- hay algo que tenía que haber hecho hace mucho tiempo.
El piloto español caminó despacio hacia donde estaba Karisa, la cual lo miraba algo confundida, pues, de pronto, él se arrodilló delante suya arrancándole un pequeño gemido de sorpresa.
- Karisa Belikov. Creo que ya te he dicho hoy muchas veces que te amo, pero, nunca serán suficientes para lo mucho que te quiero. Eres esa luz que mi vida siempre necesitó, y me has dado lo más bonito que voy a tener en mi vida, a ti y a mi bebé. Así que... -Carlos sacó de su bolsillo un sencillo anillo de oro blanco con un par de diamantes que la emocionaron hasta las lágrimas- ¿quieres casarte conmigo?
La castaña sintió que su corazón se le saldría del pecho en cualquier momento. Casi no podía ni hablar, pero, verse reflejada en los ojos de Carlos fue lo que le dio el valor para poder pronunciar las palabras que quería.
- Si, si que quiero.
Al momento, la pequeña Belikov fue levantada del sofá y abrazada con fuerza por Carlos. Ambos se fundieron en un tierno beso que emocionó al resto de los presentes. Se miraron sintiendo que los brazos del otro era ese lugar que siempre habían buscado.
Hogar. Y sentir que por fin pertenecían uno al otro.
- Jamás te rendiste conmigo, chiquita –le dijo Carlos una vez que se apartaron un poco de los demás para disfrutar a solas de este momento.
- Porque hacerlo, no era una opción, Carlos.
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